¿Qué es la niñez?
¿Cuándo se deja de ser niño absolutamente?
¿Ocurre?
En el aspecto de un ser humano a lo largo de su vida es donde se demuestra que las apariencias engañan.
Más de un anciano me ha comentado que lo que más suele recordar es momentos de la niñez.
¿Qué es la niñez?
Investigarlo.
¿Cuándo se deja de ser niño absolutamente?
¿Ocurre?
En el aspecto de un ser humano a lo largo de su vida es donde se demuestra que las apariencias engañan.
Más de un anciano me ha comentado que lo que más suele recordar es momentos de la niñez.
¿Qué es la niñez?
Investigarlo.

En tiempos de desolación, no hacer mudanza, aconseja Ignacio de Loyola, un personaje curioso el cual tuvo una iluminación tras una larga enfermedad (recuerdo de memoria, quizá me equivoque) en la ciudad de Pamplona. Pamplona es verdad y también Ignacio de Loyola.
La verdad es un término del que se han apropiado tirios y troyanos. La verdad dicha con vehemencia y con datos da más pábulo a la verdad. Si yo digo: He descubierto que el membrillo es la quintaesencia de Dios, casi nadie me dará la razón. Ahora bien si yo afirmo lo anterior y aporto las opiniones de cuatro teólogos, siete filósofos, veintiún médicos internistas, tres escritores, un visionario y un rico de solemnidad y además hago una película y escribo un libro y aporto más de cien testimonios en los que se cuenta la revelación de Dios en el membrillo, cabe que poco a poco se vayan haciendo prosélitos y el árbol del membrillo se valle o incluso, a su alrededor, se erijan templos.
Ayer me ocurrió algo curioso: un antiguo alumno mío, de los más brillantes que he tenido, me envió un video sobre El Secreto, ese libro que está teniendo tanto éxito (creo que en España es el segundo más vendido). El Secreto trata sobre la verdad del Universo. Una verdad que es indiscutible y que tiene como única ley la ley de la atracción y toda su verdad versa sobre el siguiente enunciado: tus pensamientos atraen tu realidad, de tal forma que si tú piensas en la mierda que eres, tu vida será una mierda mientras que si piensas que eres un tío fenomenal, tu vida va a ser fenomenal.
Haciendo un gran esfuerzo por no discutir con lo que me estaban contando, me vi el video entero, que dura la friolera de una hora y media y al final sentí -cómo decirlo- un profundo cariño por el ser humano, por su necesidad de creer en el bien, por su búsqueda de la abundancia, por su interés en Dios y en la trascendencia. Me pareció una ingenua manera de luchar contra el desastre. Desde Cristo, desde Set, desde Mitra, desde Zoroastro, con Jung, con Planck, con madame Blavatsky y más y más y más.
La Verdad es un asunto que, curiosamente, se desdice cada tanto. En el caso de El Secreto y su tesis fundamental, me resultó encantador que uno de los más fervientes defensores de semejante idea fuera un físico cuántico. Los buscadores de nuevos dioses y nuevas formas de demostrar la existencia de Dios (eclécticamente en los nuevos tiempos a Dios se le puede llamar como a uno le venga en gana) tiene en la actualidad a un nuevo sacerdote: el físico cuántico, cosa que tiene su razón de ser porque la física cuántica no la entienden ni los mismos físicos cuánticos; son como Santo Tomás de Aquino el cual quiso hacer entrar la Verdad Revelada por el ojo de la aguja de la razón y tan sólo consiguió cargarse para siempre la Verdad Revelada (razonablemente, claro).
Ni siquiera me quedaron ganas de oponer tanta desdicha como se ve en el mundo, a la dicha inexorable que tan sólo surge con el mero pensamiento. Decidí escribirle una carta al Universo, por si las moscas, que quizá algún día publique y tras tanta ternura por la infantilidad del hombre y sus pensamientos, me empezó a entrar cierta rabia (aunque de inmediato la quise evitar porque ya había aprendido que, según la ley de la atracción, un perro rabioso iba a llamar a mi puerta y me iba a comer el cuello).
Hablando de cine, Robert Mckee, en su libro El Guión, opone el natural optimismo yankee al inevitable pesimismo europeo, a la hora de escribir cada uno sus historias. Y ciertamente, El Secreto cumple ese optimismo que raya en la oligofrenia (no entrenable) y es, por supuesto, una corriente de pensamiento (?) norteamericana. Y claro, yo soy europeo y naturalmente pesimista (?).
El pequeño giro final de esta verdad, es que hoy he recibido un correo de este alumno brillante en el que se disculpa por haberme enviado ese video porque no fue él sino su abuelo que andaba trasteando con el ordenador.
Me encanta que los abuelos trasteen -verbo casi siempre dirigido a los niños- con los ordenadores; me encanta que por ese equívoco haya vuelto a establecer contacto con mi alumno; me encanta la ingenuidad del hombre (y a veces me aterra). No creo en La Verdad.
La verdad es un término del que se han apropiado tirios y troyanos. La verdad dicha con vehemencia y con datos da más pábulo a la verdad. Si yo digo: He descubierto que el membrillo es la quintaesencia de Dios, casi nadie me dará la razón. Ahora bien si yo afirmo lo anterior y aporto las opiniones de cuatro teólogos, siete filósofos, veintiún médicos internistas, tres escritores, un visionario y un rico de solemnidad y además hago una película y escribo un libro y aporto más de cien testimonios en los que se cuenta la revelación de Dios en el membrillo, cabe que poco a poco se vayan haciendo prosélitos y el árbol del membrillo se valle o incluso, a su alrededor, se erijan templos.
Ayer me ocurrió algo curioso: un antiguo alumno mío, de los más brillantes que he tenido, me envió un video sobre El Secreto, ese libro que está teniendo tanto éxito (creo que en España es el segundo más vendido). El Secreto trata sobre la verdad del Universo. Una verdad que es indiscutible y que tiene como única ley la ley de la atracción y toda su verdad versa sobre el siguiente enunciado: tus pensamientos atraen tu realidad, de tal forma que si tú piensas en la mierda que eres, tu vida será una mierda mientras que si piensas que eres un tío fenomenal, tu vida va a ser fenomenal.
Haciendo un gran esfuerzo por no discutir con lo que me estaban contando, me vi el video entero, que dura la friolera de una hora y media y al final sentí -cómo decirlo- un profundo cariño por el ser humano, por su necesidad de creer en el bien, por su búsqueda de la abundancia, por su interés en Dios y en la trascendencia. Me pareció una ingenua manera de luchar contra el desastre. Desde Cristo, desde Set, desde Mitra, desde Zoroastro, con Jung, con Planck, con madame Blavatsky y más y más y más.
La Verdad es un asunto que, curiosamente, se desdice cada tanto. En el caso de El Secreto y su tesis fundamental, me resultó encantador que uno de los más fervientes defensores de semejante idea fuera un físico cuántico. Los buscadores de nuevos dioses y nuevas formas de demostrar la existencia de Dios (eclécticamente en los nuevos tiempos a Dios se le puede llamar como a uno le venga en gana) tiene en la actualidad a un nuevo sacerdote: el físico cuántico, cosa que tiene su razón de ser porque la física cuántica no la entienden ni los mismos físicos cuánticos; son como Santo Tomás de Aquino el cual quiso hacer entrar la Verdad Revelada por el ojo de la aguja de la razón y tan sólo consiguió cargarse para siempre la Verdad Revelada (razonablemente, claro).
Ni siquiera me quedaron ganas de oponer tanta desdicha como se ve en el mundo, a la dicha inexorable que tan sólo surge con el mero pensamiento. Decidí escribirle una carta al Universo, por si las moscas, que quizá algún día publique y tras tanta ternura por la infantilidad del hombre y sus pensamientos, me empezó a entrar cierta rabia (aunque de inmediato la quise evitar porque ya había aprendido que, según la ley de la atracción, un perro rabioso iba a llamar a mi puerta y me iba a comer el cuello).
Hablando de cine, Robert Mckee, en su libro El Guión, opone el natural optimismo yankee al inevitable pesimismo europeo, a la hora de escribir cada uno sus historias. Y ciertamente, El Secreto cumple ese optimismo que raya en la oligofrenia (no entrenable) y es, por supuesto, una corriente de pensamiento (?) norteamericana. Y claro, yo soy europeo y naturalmente pesimista (?).
El pequeño giro final de esta verdad, es que hoy he recibido un correo de este alumno brillante en el que se disculpa por haberme enviado ese video porque no fue él sino su abuelo que andaba trasteando con el ordenador.
Me encanta que los abuelos trasteen -verbo casi siempre dirigido a los niños- con los ordenadores; me encanta que por ese equívoco haya vuelto a establecer contacto con mi alumno; me encanta la ingenuidad del hombre (y a veces me aterra). No creo en La Verdad.
Tengo frío. Tengo las uñas limpias. ESPERO. Tengo la sensación de que el MUNDO se opone... Reposa sobre un pequeño bureau un sello con el PERFIL DE UNA MUJER ROMANA. He leído en algún sitio unas palabras. Luego he descansado. Antes he NADADO en la piscina. Al principio estaba abarrotada. Luego se ha ido VACIANDO. He nadado mis largos a espalda. He ido contando los largos PARES. Me dolían los HOMBROS. Ahora me duelen un POCO. Escucho la radio y tengo ganas de... Con curiosidad leía el otro DÍA: Permítame, permítame ingeniero, que le diga, e insisto sobre este punto, que la única manera sana y noble, es más, la única manera religiosa de considerar una muerte consiste en encontrarla y en entenderla como una parte, como un complemento, como una condición sagrada de la vida y no (lo que sería lo contrario de la salud, la nobleza, la razón y el sentimiento religioso) en separarla de ella, en hacerla un argumento contra ella. Los antiguos decoraban sus sarcófagos con símbolos de la vida y la fecundidad, incluso con símbolos obscenos. En la religión antigua, lo sagrado se confundía con frecuencia con lo obsceno. Aquellos hombres sabían honrar a la muerte. Mire, la muerte es digna de respeto, como la cuna de la vida, como el seno de la renovación. Diálogo entre Settembrini y Hans Cartop. La Montaña Mágica. Thomas Mann. Mi propia OBSCENIDAD al escribir siempre tuvo -realmente- algo de religioso, algo de sagrado. ¿Son obscenas las cerámicas griegas? NO para los griegos. SÍ para nosotros. Tengo miedo. Ya NO. Quisiera alcanzarte. EN TUS OJOS. Ahí querría alcanzarte. Ahora voy a seguir. AHORA me voy a convertir en un MONTE. Ahora voy a concitar a MILOS AMOS. Ahora voy a dejar que lleguen las seis. También PIENSO o escribo o me adelanto y escribo: la HUMILDAD es la más difícil de las VIRTUDES. Sé por qué lo escribo y SÉ por qué no explico por qué lo escribo. La humildad tiene la belleza de las cosas chicas. La humildad tiene la hondura de nadar contracorriente. Cada DÍA se suicidan en JAPÓN 87 personas. La mayoría se suele tirar a las vías del TREN. 87 PERSONAS cada día. 31.755 personas cada año, cifra que reducida a su número natural, nos da el 3 número amado por todas las religiones, por todas las sociedades, por todos los CONFLICTOS. Incluso 87, reducido a su número natural nos da el 6 cuyo primo es 3. De nuevo el tres. Han pasado las 6. Y sigo. He leído una definición en el DICCIONARIO DE AUTORIDADES y me ha defraudado. He buscado en mi recuerdo ALGO y ha huído. Quisiera alguna vez cogerte las MANOS. Y MÁS. Y MÁS. La CRÍTICA CONSTRUCTIVA ¿ES UN Oximoron? La humildad en la crítica ¿es una contradicción? He SOÑADO vivir en un escenario. Yo sabía que era un escenario y AÚN así vivía en él, sin poder bajarme al PATIO DE BUTACAS, sin EVADIRME del foco que me persigue. He pensado ESCENARIO y he dejado que alguien me dijera la frase que tenía escrita para mí.

Nuestra mente racional (hay otras mentes que se escapan a esa calificación. La mente es un gran océano y la mente racional tan sólo uno de sus mares. La Gran Mente está vacía. No atiende a llamados ni a pensamientos ni a deducciones. A la Gran Mente un silogismo categórico le suena a chiste. La Gran Mente urde, enlaza con formas racionalmente caprichosas, eso que podríamos llamar vida. La entrada a esa Gran Mente, la que nos permite cuando menos vislumbrarla es la mente del sueño, otro mar, pero éste no tan cercano a costas pobladas sino que más bien la mente del sueño sería un mar que bañara grandes farallones, escarpados, inaccesibles, sin calas, sin fondeaderos) entiende sobre presupuestos lógicos y la lógica se estructura en base al orden.
Un orden lógico de sucesos permite conocer un proceso.
El proceso es sucesión de hechos.
En la música la distancia entre las notas y los silencios conforma su comprensión.
En la literatura el orden de los acontecimientos conforma su comprensión.
En la danza el número 8 conforma su comprensión.
8 es el infinito.
Desde las reglas de la mente racional se puede también abrir una puerta a la Gran Mente. Y, curiosamente, cuanto más y mejor conozcamos y sepamos aplicar tales reglas, más abriremos la puerta al océano vacío de la Gran Mente.
En ese océano estabas muerta. O ibas a morir. Y estabas viva y me hablabas con desdén y altivez. En ese océano tenía que ir a vivir a tu casa y sentía temor por lo que pensara mi amigo. En ese océano se mezclaban los rostros y las alas. Luego me despertaba y me daba la vuelta en la cama. Estoy solo, me decía cuando ya mi pensamiento se abría de nuevo al océano y estaba tu hijo con un amigo suyo mirando con desdén y altivez. Yo quería saber. Yo quería saber. No dormíamos en la misma cama. Siempre había una luz clara. La noche tras la persiana era anaranjada. Y volvía a girar. Y sonreía. Y pensaba: ya queda poco para que amanezca. Y también, por algún rincón, me decía: ¿Llegaré a tiempo?
Aconsejan: no hagas nada. Estáte quieto. Es buen consejo porque todo está hecho y todo está por hacer al mismo tiempo. Ya somos y ya no somos. Como el contrapunto de Bach sonando en el violonchelo de Pau Casals.
¿Y por qué vacío? ¿por qué es tan vital el vacío? Cuando tengo la sensación de haber comprendido algo, siento, es cierto, un gran vacío.
Lanzarse a ese vacío debe ser tan vertiginoso como el sentimiento que tenían los marineros portugueses en tiempos de su rey Enrique el Navegante, cuando en momento de suprema valentía (u osadía) decidieron pasar el cabo Bojador, en la costa oeste de África, a partir del cual creían que había una brutal cascada que los lanzaría al fin del mundo en una caída prodigiosa. Lo pasaron y para su sorpresa el mar siguió siendo plano.
Un orden lógico de sucesos permite conocer un proceso.
El proceso es sucesión de hechos.
En la música la distancia entre las notas y los silencios conforma su comprensión.
En la literatura el orden de los acontecimientos conforma su comprensión.
En la danza el número 8 conforma su comprensión.
8 es el infinito.
Desde las reglas de la mente racional se puede también abrir una puerta a la Gran Mente. Y, curiosamente, cuanto más y mejor conozcamos y sepamos aplicar tales reglas, más abriremos la puerta al océano vacío de la Gran Mente.
En ese océano estabas muerta. O ibas a morir. Y estabas viva y me hablabas con desdén y altivez. En ese océano tenía que ir a vivir a tu casa y sentía temor por lo que pensara mi amigo. En ese océano se mezclaban los rostros y las alas. Luego me despertaba y me daba la vuelta en la cama. Estoy solo, me decía cuando ya mi pensamiento se abría de nuevo al océano y estaba tu hijo con un amigo suyo mirando con desdén y altivez. Yo quería saber. Yo quería saber. No dormíamos en la misma cama. Siempre había una luz clara. La noche tras la persiana era anaranjada. Y volvía a girar. Y sonreía. Y pensaba: ya queda poco para que amanezca. Y también, por algún rincón, me decía: ¿Llegaré a tiempo?
Aconsejan: no hagas nada. Estáte quieto. Es buen consejo porque todo está hecho y todo está por hacer al mismo tiempo. Ya somos y ya no somos. Como el contrapunto de Bach sonando en el violonchelo de Pau Casals.
¿Y por qué vacío? ¿por qué es tan vital el vacío? Cuando tengo la sensación de haber comprendido algo, siento, es cierto, un gran vacío.
Lanzarse a ese vacío debe ser tan vertiginoso como el sentimiento que tenían los marineros portugueses en tiempos de su rey Enrique el Navegante, cuando en momento de suprema valentía (u osadía) decidieron pasar el cabo Bojador, en la costa oeste de África, a partir del cual creían que había una brutal cascada que los lanzaría al fin del mundo en una caída prodigiosa. Lo pasaron y para su sorpresa el mar siguió siendo plano.
Fotografías en color sepia. Son importantes. Alguien las quiere.
Primer plano de unos pies.
En el giro, en mitad de la madrugada, se colocan de frente La Luna, Las Estrellas, La Tierra, La Fecundación, La Vida, La Muerte, La Comida, La Defecación, La Respiración, La Sangre, La Naturaleza, Las Letras y Las Cifras.
Hay una clave: hay que romper las defensas (o no hay que fiarse de ellas).
Cuando se dice con nombres y apellidos las causas de las tragedias, queda en el aire un regusto de lucha, de enfrentarse, de levantar alardes, de lanzarse contra ellos.
Urdir el argumento sin caer en el tópico.
Seguir adelante.
No me dejaré seducir por los alambres de espinos y si los tanques me atacan por el flanco fiaré al bosque la defensa.
¡Ah, sí: el dictador Duvalier ha vuelto a Haití! Tras él una muchacha sonríe.
Imagina al soldado -reclutado como en las antiguas levas cuando los señores feudales mandaban a sus esbirros casa por casa, granja por granja, y se llevaban, a rastras si era preciso, a los varones en edad de morir- en la trinchera, en pleno invierno, cubierto de frío (el frío del miedo, el frío del ambiente, el frío de su pensamiento).
Lejos, en un búnker, con escuadra, cartabón y compás los jefes preven los movimientos de las tropas sobre un mapa.
El mapa no es el territorio.
¿Es necesario que una niña de doce años conozca la crueldad de su especie?
Primer plano de unos pies.
En el giro, en mitad de la madrugada, se colocan de frente La Luna, Las Estrellas, La Tierra, La Fecundación, La Vida, La Muerte, La Comida, La Defecación, La Respiración, La Sangre, La Naturaleza, Las Letras y Las Cifras.
Hay una clave: hay que romper las defensas (o no hay que fiarse de ellas).
Cuando se dice con nombres y apellidos las causas de las tragedias, queda en el aire un regusto de lucha, de enfrentarse, de levantar alardes, de lanzarse contra ellos.
Urdir el argumento sin caer en el tópico.
Seguir adelante.
No me dejaré seducir por los alambres de espinos y si los tanques me atacan por el flanco fiaré al bosque la defensa.
¡Ah, sí: el dictador Duvalier ha vuelto a Haití! Tras él una muchacha sonríe.
Imagina al soldado -reclutado como en las antiguas levas cuando los señores feudales mandaban a sus esbirros casa por casa, granja por granja, y se llevaban, a rastras si era preciso, a los varones en edad de morir- en la trinchera, en pleno invierno, cubierto de frío (el frío del miedo, el frío del ambiente, el frío de su pensamiento).
Lejos, en un búnker, con escuadra, cartabón y compás los jefes preven los movimientos de las tropas sobre un mapa.
El mapa no es el territorio.
¿Es necesario que una niña de doce años conozca la crueldad de su especie?
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Ensayo
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/03/2011 a las 23:42 |