Cuando se levantó sintió el temor propio de la despedida. Él se iba al frente y probablemente no volvería a verlo. Ella se acercó a la cocina de carbón y la encendió como si se tratara de una mañana cualquiera y eso que él se iba al frente y probablemente no volvería a verlo. Recordó una mirada de él la noche anterior, el deseo y el cariño con el que le miraba medio pecho que sobresalía por el escote del camisón. Lo que siguió no fue especial. No podía serlo cuando él se iba al frente y probablemente no volvería a verlo. Se despidieron en la puerta de la cocina, el día era lluvioso y la bruma no se acababa de levantar. Cuando acarició su mejilla pensó que él se iba al frente y probablemente no volvería a verlo. Lo miró alejarse. Se metió en la casa. Noviembre la había dejado fría. Lloró un poco sentada a la mesa de la cocina mientras sorbía a sorbos pequeños el café que recién había hecho y a cada sorbo, como una letanía, se le venía al pensamiento que él se iba al frente y probablemente no volvería a verlo.
No volvió a verlo.
Había descubierto por la luz la llegada de la tormenta
Se le ocurrió la forma de escribir una entrada
Supo diferenciar varios tonos de verde muy cercanos entre sí
Se maravilló de las curvas de un sendero
Aceptó con llaneza un paraguas
Se alimentó de una esperanza secreta
Dijo, a quien pudiera escucharle, que iba a disfrutar la estancia
Entendió ¿para siempre? la diferencia entre responsabilidad y culpa
La tormenta se anunció a lo lejos. Corrieron rápidas las nubes. Cayó el aguacero sobre ellos. Llegaron a casa justo a tiempo
La marcha será larga
Habrá nuevos páramos cubiertos por la niebla y la escarcha
Le temblarán las piernas. Probablemente dé el paso. Nadie se inmiscuirá
Pasó la tarde
Creyó en sí mismo
Podía respirar
Se bastaba
Cuento
Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 30/10/2022 a las 20:13 | {0}Zaratustra, pobre y perseguido, profetizó la llegada de un nuevo hombre y un dios nuevo. Profetizaba el buen -y colérico- profeta por tierras de la Mesopotamia y allí fue donde lo halló la mujer que me contó esta historia, una historia, por cierto, tan corta como la vida. Me dijo la mujer: era tan sucio y tan pobre que cuando exclamó que crearía los países para destruir al hombre viejo, todos los allí congregados nos reímos. Al poco supimos que su idea empezaba a extenderse hacia el este y el oeste, hacia el sur y hacia el norte y allá donde llegaba y allá donde se formaba eso llamado país, de inmediato se producían matanzas. Así es que ni corta ni perezosa me volví a donde él estaba: una cueva miserable en mitad de la nada y allí, mientras dormía, le rebané el pescuezo por haber tenido tan nefasto pensamiento. Desde entonces Zaratustra soy yo.
Ante la nueva Zaratustra me arrodillé y rogué bendición. Ella rió y me la dio.
Cuento
Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 26/10/2022 a las 18:01 | {0}Los padres, antes de irse al mercado, le habían ordenado a la hija que no se acercara al brocal del pozo. La hija, muchacha de quince años de rostro angelical, humilló la cabeza y les prometió obedecer y estar tan solo atenta al borboteo del guiso. Marcharon los padres. Quedose sola la niña y pasado un rato, el que ella creyó conveniente, se quitó el mandil, se calzó los zapatos carmesíes, se miró en un pedazo de azogue, salió a la mañana que era de primavera y se encaminó hacia el pozo donde le esperaba -eso creía ella- un mozo de la aldea cercana al que había conocido días atrás.
Llega la muchacha al pozo. Cerca de éste se alza la copa inmensa de un abedul centenario; escondido tras el tronco un diablo cojo espera y cuando ve a la muchacha apoyarse sin temor en el brocal se transfigura en el hermoso mancebo y sale a su encuentro. ¡Echan fuego los ojos de la muchacha al verle! ¡Cómo quisiera que esos dientes mordieran sus labios y esos brazos la abrazaran largamente! Y justo en ese largo abrazo está pensado cuando el diablo se lanza contra ella y le susurra -en chirrido de voz espantoso- Yo te abrazaré eternamente y haciéndolo se tira con ella al pozo de cabeza.
Canta la mañana en el cielo mientras que las aguas del pozo, como si hirvieran, burbujean.
Cuento
Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 24/10/2022 a las 17:57 | {0}Hubo ayer un momento en el que dejó de existir (dejó de existir ese momento, ese tiempo) y se convirtió, por lo mismo, en eterno.
Eternamente se quedó congelado el instante en el que un hombre se apoyó en una pared y rogó que alguien lo matara, que lo matara alguien porque él no era capaz de suicidarse porque temía el dolor y -seguramente- porque atentaba contra su sistema de creencias.
Estaba ese hombre solo.
Se sentía ese hombre abandonado.
El clima además no acompañaba y la soledad no siempre es una buena compañía.
Ese hombre -podría perfectamente el narrador estar describiendo a una mujer- quería morir porque por primera vez fue consciente de que siempre había sido pobre, de que había sido pobre en todo y la pobreza mantenida en el tiempo lleva a la miseria y el que vive en la miseria es un miserable.
Ese hombre (o a la mujer si se quiere) no podía vivir con la idea de ser un miserable.
Para la eternidad quede su ruego de que lo mataran.
Cuento
Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/10/2022 a las 11:58 | {0}
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Cuento
Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 31/10/2022 a las 19:01 | {0}