Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Desde lo alto, lo muy alto, lo que parece ser altura de los Dioses, los Celestiales, me asomo a mi interior y descubro que al fin entendí que vivir era esto.
Desde esa altura, ni un centímetro más ni uno menos, he descubierto que no puede existir una estatua de la Libertad. Se equivocaban Bartholdi e Eiffel. La libertad nunca, jamás podrá ser piedra y metal. Sólo la materia del agua podría materializarla; un agua sometida al influjo de la luna; un agua con un alto contenido en sal; sólo el mar puede sugerir la materia de la libertad, sólo el mar.
Desde esa altura precisa he descubierto también que el drama de la libertad es el mal y aún así, he concluido, debemos vérnosla con ella; debemos conquistarla y al someterla extirpar su cáncer.
Poco tiempo después me quedé dormido y en el sueño volví a las ciudades de occidente y pedí en un puesto callejero una ensalada de wakame.
Será el camino, el que nos lleva al Valhala donde no hay luz, ni profundidad.
Un mundo así carecería de dimensiones. Seguro que entonces podré entregarme a los Infernales para que me mezan con la versión de un tema de Vinicious de Moraes.
No es Orfeo quien me inspira, ni Homero, ni sus Musas; me inspira la hija que desapareció bajo su ansiedad un día de marzo en la ciudad de Salem en el Estado norteamericano de Oregon.
¡Ojala vuelvas, muchacha perdida! ¡Ojalá vea tu sonrisa que aparece en lo alto del camino, allá donde se reúnen los Celestiales! Hija mía, a la que no dejé en el santuario de Diana en la ciudad de Tauris para poder ganar yo una guerra causada por la belleza. Que no, que ése no fui yo. Lo diga Agamenón o su porquero.
 

Ensayo poético

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/04/2022 a las 18:38 | Comentarios {1}


Recueil de modes de la cour de France. Arlequin. Dessin de Nicolas Bonnart 1680
Recueil de modes de la cour de France. Arlequin. Dessin de Nicolas Bonnart 1680

M.: Tan azul. Tan azul.
Un rayo ilumina el espacio de blanco
 
M.: Tendré que dejarme la cremallera sin subir. Y mirar hacia lo alto. No mirarle a él. Como si la confianza fuera cuestión de puntos de vista.
 
M. mira al cielo. Un largo espacio de tiempo. Profundo el tiempo.
En la inmovilidad tan sólo sus labios se muevan. Sus labios y su voz.

M.- Será mejor callarse. Si no fuera posible por un destino que no estaba escrito. Si hubiera que hablar. Si hubiera que hablar. Tener imágenes de aeropuertos si hubiera que hablar. Tener en la mente la cara de un hombre desconocido que atraviesa el espacio montado en una pasarela mecánica. Ritmo. Pensar en ritmos. Para no decir nada como nada es el punteo de la bachata. Nada es. Sólo ritmo es. Tan azul. Pensar: Tan azul.

Cambia la luz a tonos cálidos y tomando cuerpo se va
acercando el sonido de un  regato. 

M.: Y al no hablar no morir. No morir por la boca. Subo. He de subir, me digo. No hablar. Subir, subir y que sea la respiración quien lo haga. Que sea ella con su ansia de superación; la respiración sí que aconseja un paso más, que asegura un paso más.  Hacia él. Hacia la mano que tiembla cuando se acerca a la cremallera de mi vestido. Yo miro hacia el cielo y sé que tengo que decir algo porque si todo quedara en silencio, si no hubiera voces que hicieran presente el espacio sonoro la historia se quedaría sin palabras y ya quedó claro en los años 30 del siglo XX que el cine se iba a dejar contaminar por la literatura para acabar convirtiéndose, el cine, en un mero género literario cuando si sólo se hubiera apoyado en la imagen hoy sería un lenguaje en sí mismo que quizá hubiera acabado con la ironía, sí, pero habría implantado la verdad de los ojos.

Profundo silencio.

M.: Algo así. Mientras me sube la cremallera y yo siento en el costado la leve y fría sudoración en sus dedos. Sé que ese hombre se esta convirtiendo en macho y le urge y es la especie quien le llama a cumplir su papelón. Todo lo sé. La manera de aplacar el instinto es la, la civilización, el, el producto, lo, lo muerto, lo, lo elaborado, lo, lo terminado. Si le hablara de procesos no podría evitar tomarlo entero y saciarme. No es eso lo que hoy quiero. Aviones. Templarios. Grandes veleros surcando los Mares del Sur. Un lugar de aire y palmas en la Normandie. Salas de embarque. Arcos de seguridad. El mundo queda abajo. Gin-fis. Será posible hacerlo así. Será posible porque estás viva y has podido expresarlo. Estás viva. No queda más remedio que callar y dejar la cremallera sin subir para que él se acerque y crea que lo revolucionario, por fin, ha comenzado.

Telón 
 

Teatro

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/04/2022 a las 17:26 | Comentarios {0}


Texto y Viñeta aparecidos en el muro de Caroline Olga Patterson


Gracias, Caroline

Ante este mundo de ganadores vulgares y deshonestos, de prevaricadores falsos y oportunistas, de gente importante que ocupa el poder, de todos los neuróticos del éxito, del figurar, del llegar a ser. Ante esta antropología del ganador, de lejos prefiero al que pierde.
Pier Paolo Pasolini
 

Invitados

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/04/2022 a las 21:37 | Comentarios {0}


Escrito por Isaac Alexander

Edición y notas de Fernando Loygorri


Orfeo amansa las fieras. Mosaico romano, siglo II d.C.
Orfeo amansa las fieras. Mosaico romano, siglo II d.C.

Sigo este espacio. La estela de la profundidad. No lo anhelo. Nada añade que sienta devastación o asombro. ¿Cómo aquí? ¿Cómo hasta aquí? La siega se hizo hace ya mucho. Podría mirar los rastrojos. Buscar en ellos pistas. ¿Qué fue lo que se sembró? Hoy el día estaba azul, casi terrible. He visto a una familia  (probablemente fueran hijos de lugareños que abandonaron el pueblo al terminar los estudios y ahora vuelven y miran el espacio como si éste se hubiera convertido en un parque temático: el de su infancia) que llevaba a sus dos más jóvenes miembros -de cuatro o cinco años- montado cada uno en un borrico. Los niños protegían sus cabezas con cascos de moto; luego he visto a un matrimonio viejo, él echa pestes por lo que va a pasar: que llegarán los que aún nos han llegado y se pondrán a beber cervezas y se pasará la hora de comer y él no quiere eso, no señor, no quiere eso. La mujer calla y recoge flores silvestres porque seguramente sabe que por mucho que proteste, acabará bebiendo cervezas y se le pasará la hora de comer y se aguantará. Hemos bajado. Mis perros y yo. A veces cometo actos incívicos. Veo por ejemplo a unos vecinos y me detengo a unos metros sólo para evitar pasar por delante y tener que saludarlos o cosa aún peor: que llevemos el mismo paso y me vea en la obligación de recorrer el camino que me queda hasta la casa en su compañía, viéndome en la obligación de mantener una conversación e intentando, por todos los medios a mi alcance, no fijar mi vista en los pechos generosos de la vecina.
Sigo este camino sin tentaciones y espero que llegue ese instante de inflexión en el que por arte de muchos años de espera, el problema se diluye y queda en su lugar un vacío primigenio como el que debe habitar en el cerebro del niño que recién sale al mundo. Probablemente por eso siga este camino. La devastación no es más que un símbolo y como tal, por lo tanto, sólo es extensión, ni siquiera es tiempo, ni siquiera es destino; la devastación sería una condición sine qua non de la naturaleza humana que no ha dado por buenas las razones de sus mayores; la devastación es la cristalización de ser consciente de que cada unos somos, como tan bien sintetizó Albert Camus, el primer hombre y como tal hemos de caminar por el sendero: sin saberlo de antemano. Nada por lo que lamentarse. Más bien orgullo. Como el que siente Hamlet cuando días tras día al salir a los montes, surge en él la necesidad de seguir el rastro de un conejo. La mirada de Hamlet que se clava en la mía y me dice, Me voy Isaac, la naturaleza me lleva a ella. Tú sabes que volveré. Tienes que dejarme marchar.
Vacíos los caminos. Vacías las laderas de las montañas para que los pastos se recuperen de la rumia del ganado. Veo perderse a Hamlet; llegará hasta la cima; si todo va bien volverá cuando caiga la tarde. Para él no existe otro tiempo que ese rastro. Para mi no existe más memoria. Sí recuerdos. No memoria porque parece que en su concepto se encierra la idea de que guarda una verdad pasada, una verdad objetiva; mientras que sí recuerdo porque en él se encierra la posibilidad de la elaboración, es decir, de la invención. El recuerdo -no así la memoria- no tiene por qué ser preciso.
Aguanto las largas caminatas. Miro de frente las ventiscas y dejo que el sol de justicia me aplaste contra el suelo. Quedan lejos las ciudades de occidente en una de las cuales nació Olmo y en otra yo. A veces recuerdo sus luces pero como si fueran pinturas al pastel sobre papel negro.
Ya queda poco para que el velo de Maya se descorra. Aún no estoy preparado.
 

Narrativa

Tags : Escritos de Isaac Alexander Libro de las soledades Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/04/2022 a las 13:51 | Comentarios {0}



Se desquitará en enero. Así lo ha decidido mientras pela cebollas para hacer nanas y poder llorar a gusto sin tener que dar explicaciones. Sí, sí, explicaciones -masculla por lo bajo como hacen las personas que viven solas el mundo y que a él se enfrentan solas-, ¿por qué habrá que dar explicaciones? ¿Por qué tantas veces ve llorar la alegría? Porque la alegría -masculla en su sencillo discurrir- no se llora, se ríe.
Mira la cazuela. Mira el fuego que ella ha hecho con sus manos y masculla, ¿Por qué se nos compara con serpientes? ¿Por qué nos temen?
El día parecía que iba a ser bueno. No ha sido así: atiza el frío, sopla el viento y a lo lejos parecen venirse racimos de nubes preñadas de jugo. Sangre debería llover -masculla-. Sangre de hembra debería caer -masculla- mezclada con escamas de serpiente. Así se dice cuando echa las cebollas en la cazuela y deja que empiecen a cocerse mientras ella se dirige a la mesa de mármol de la cocina donde le espera, sin pelo, una cabeza de jabalí.
No, no son nuestros pechos, no es nuestra voz ni son nuestras manos, ni es el lugar desde el que nace el mundo. Esos accidentes del cuerpo son sólo la apariencia de algo que permanece intacto desde que nos erguimos: nosotras creamos -cocida a fuego muy lento- la idea de individuo.
Que se cueza el mundo. Que se cueza ya tenga yo la piel del armadillo o la de una yegua alazana. Lágrimas de cebolla. Quizá cuando llegue mayo haga una olla podrida.
 

Ensayo poético

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 08/04/2022 a las 13:47 | Comentarios {0}


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