Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Cartel de Osvaldo Balleiro
Cartel de Osvaldo Balleiro
¡Qué veloz la rueda! ¡Cuánto volvía a mirarlo! [...] ¿cuántos segundos mantuvo la respiración retenida en sus ojos? ¿quiso ahogarse? ¿Nada tiene demasiada importancia? [...] El cielo se llena de capas y capas de grises... las nubes. El otoño ya ha reverdecido las montañas. Huele a musgo y a hojas húmedas pudriéndose con calma en el camino. Caminamos. Con dolores caminamos [...] luz divina [...] último meandro del Leteo antes de llegar al delta del Olvido [...] lo  bárbaro es que desde esta percepción (no sabe lo que ocurrirá en un eón) todo este tiempo ya huyó, las eternidades -que son únicamente el breve espacio que ocupa el presente en el fluir del tiempo- han sido sin saberse [...] Este sol oblicuo en la última hora de la tarde. Por el camino se acerca una madre con su hija. A la niña -que no tendrá más de cinco años- le fascinan las terneras las cuales, ajenas a la emoción de una niña, ramonean la hierba fresca de octubre. Prodigio ese azul y aquel malva de allá [...] ¿Eran expresionistas los Jardines de Babilonia? ¿Podría ser mi jardín un filamento de la inmensidad colgante de aquellos jardines míticos donde Semíramis reinó y el mal triunfaba? [...] ¡Oh, maldita edad! ¿Sufriré demencia senil blanca? [...] el mundo rezaba. Hubo un astro henchido de orgullo. Una masa arbórea caduca que mutó en perenne. La luz eléctrica. El muelle lamido por unas aguas negras cuajadas de reflejos. La terraza. Los comensales. Un aroma de siempre. Un deseo que no se podía cumplir. Recuerdos.
 

Narrativa

Tags : Fantasmagorías Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 19/10/2024 a las 20:42 | Comentarios {0}



Nadaba mientras la tormenta eléctrica se desenvolvía encima de mí. Mientras nadaba pensaba, Si hubiera estado al lado de un gran hombre quizás entonces, por extensión... me venía el nombre de Peru Lacroix y sus diarios junto al Libertador... daba una brazada y luego otra en una piscina privada que había asaltado sin importarme un ardite que la autoridad me detuviese. Era la tarde. El verano llegaba a su fin. Sabía que tarde o temprano sería detenido y como ya le ocurrió al joven Ójbar, sería trasladado a una comisaría en donde mi pobreza, mi ser un don nadie, propiciaría que me dieran una paliza, pasara varias noches en un calabozo, mal alimentado, mal aseado y luego fuera puesto en las lindes del territorio con el mandato de no volver a poner los pies por ahí.
La perra no puede venir conmigo. No podría someterla a los días que me quedan por vivir. Será mejor su ausencia de manada que lo seamos ella y yo. Yo sé, sí, yo sé que a ella no le importaría, que se quedaría en los huesos por seguir juntos, que podría llegar a morir de inanición. Para mí no sería justo, pienso mientras doy una brazada y luego otra y escucho el sonido del agua cuya cadencia me transporta a algún lugar en el que estuve acompañado por alguien afín.
Sí, claro, también me pregunto para qué esta vida, cómo llegué hasta aquí, por qué no narro encuentros sino soledades y cuánto es posible una existencia de hielo bajo el sol y las tormentas de un verano ya tardío. Y una brazada y otra brazada y decirme al corazón que cada uno labra con su camino su destino (y no al revés) sabiendo, como intuyo, que ese pensamiento es moderno, constituye la piedra angular del siglo XX, tiene algo de positivismo blanco y un mucho de la arrogancia del ego y aún así yo sigo nadando, braceo en una piscina privada que parece la joya de un jardín japonés. He de irme. Si no soy detenido; si la suerte me depara que me nade los mil quinientos metros que me he propuesto y pueda luego darme una ducha, vestirme, salir como entré (por encima del seto de fotinia) y caminar por las avenidas de la urbanización también privada sin que nadie me de el alto, entonces saldré esta misma noche al amparo de los nubarrones que cubren el cielo. Dejaré a la perra dormida en la casa y alguna señal que avise de algo anormal a quien la vea para que no pasen días sin que nadie vaya y se encuentren a la perra muerta o loca y rodeada de sus heces. Ojalá sea una buena persona quien vaya y la acoja y encuentre la manada que ella necesite. Nado. Respiro. No entiendo el mundo en el que vivo. Espero que alguien tire de mí con fuerza en cualquier momento en este día de un verano que ya termina como solían hacerlo antaño: con tormentas terribles que avivan el mejor olor de la tierra.
 

Narrativa

Tags : Olmo Z. ¿2024? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 31/08/2024 a las 18:35 | Comentarios {2}



Dormitorio pequeño en la casa de Olmo. La Mujer está delante de un espejo de pie. Vestida. Tras ella, Olmo huele su pelo, le sube un poco las faldas, justo hasta la parte superior de los muslos. Ella entreabre la boca. Sus labios tienen botox. Su cabello está teñido con mechas rubias. Sostiene el sostén un pecho que ya ha sucumbido al oficio de la gravedad. La Mujer es un poco menos vieja que Olmo.

Olmo:
Deberías haberme conocido más joven.

La Mujer:
Nada me dice la edad.

Olmo:
Mientes.

La Mujer:
Ya verás que no.

Olmo:
Deberías haberme conocido más joven.

La Mujer:
Está bien, cariño, ¿quieres que te pregunte por qué?

Olmo:
Sí, pregúntamelo.

La Mujer:
¿Por qué?

Olmo:
Tenía los labios gruesos. Mis ojos, grandes y oscuros, parecían irradiar una intensidad que prometía la ventura del amor carnal...

La Mujer:
¡Ole!

Olmo:
...mis manos eran suaves y conservaba el gusto por lo desconocido...

La Mujer:
¿Ya no sientes curiosidad por mi conejito?

Olmo:
Tu madriguera, dirás...

La Mujer:
Madriguera o conejo ¡qué más da! Sólo tienes que meterme la mano entre las bragas y empezar a mojarte con mi flujo. Ya verás lo rico que sabe. Sentirás en tu paladar sabores de allende los mares y cuando me muerdas los pezones, recordarás el principio de la vida.

Olmo:
¿Tanto ofreces?

La Mujer:
Tanto y más. Porque ya estás viejo has olvidado la esencia de este espacio, sí, mira, sólo por encima, acércate, aspira, mantén el aire en tus pulmones, recuéstate en mi regazo, escucha el palpitar de mi sexo, escucha la sangre entre mis muslos, atiende la tersura de mi piel, disfruta con mi voz que te lleva lejos, lejos, donde la paz.

Olmo:
En nada empujaré con mi polla la puta paz. No quiero paz. No quiero más esa palabra. Hoy he visto a un hombre que rige los destinos de una parte del mundo alentando la posibilidad de que otros seres humanos sean deportados y mueran de donde vinieron y se les hurte el derecho a una vida con alimento. Esos discursos los escucho todos los días. Me sorprende que la tierra esté tan dividida y haya personas que se dediquen a esquilmar a otras. No me hables de paz. Háblame sí, de tu coño porque es la hora...

La Mujer:
...mientras lo pagues mi tiempo es tuyo...

Olmo:
...eso sí me excita. Recuérdame cómo nos conocimos.

La Mujer:
¿Otra vez?

Pausa

La Mujer:
Estaba en la feria. Buscaba un cliente. Tú estabas en la caseta del tiro al blanco. Tenías a tu lado un vaso de plástico. Me acerqué. Miré al interior del vaso. Te pregunté ¿Sangría? Tú me miraste. Me dijiste que sí con la cabeza. Apuntaste con la carabina de mira trucada. Te pregunté, ¿Me das un sorbo? Me respondiste, sin dejar de mirar por la mira, ¿Eres muy cara? Te respondí, Lo bueno siempre es caro. Disparaste. Fallaste. Me dijiste, Bebe si quieres. Bebí mirándote a los ojos. Te dije, Llévame contigo, diablo cojuelo. Me llevaste.

Olmo:
Lo cuentas bien. No te enredas en detalles estúpidos.

La Mujer:
¿Te follo y sigo mi camino?

Olmo:
Sí.

La Mujer se folla a Olmo. Olmo paga mientras la mujer se viste. Se va La Mujer. Olmo vuelve a la feria, a la misma caseta y con un nuevo vaso de sangría.
 

Narrativa

Tags : Olmo Z. ¿2024? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/08/2024 a las 17:56 | Comentarios {0}



Nada sé del orden
 

Narrativa

Tags : Olmo Z. ¿2024? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/08/2024 a las 19:09 | Comentarios {0}



Estoy sordo a esos embates. No puedo explicarlo de otro modo Vmd. Usted comprenderá: mi vida, para qué decirlo, ha sido una derrota tras otra. No he sabido comportarme. Siempre he preferido no hacerlo -como Bartleby-, usted sabe, Vmd., que los años cabalgan a lomos del desengaño, que a unos más y a otros menos ese ir desengañándose nos va, ¿cómo le explicaría yo? oxidando en la boca la sonrisa y yo que de natural he sido siempre poco gracioso (también podría argüir que la naturaleza se me echó encima desde la cuna; podría recordar a los energúmenos que asolaban mi casa por las noches o recitar, casi de memoria, las veces que la sangre corrió por las mejillas de mi madre; podría detestar el mundo, podría ponerlo a él como el gran acusado de mis días... no lo voy a hacer porque ya no creo en la culpa ni en el mundo. Todo se construye. Tan sólo opondría una construcción que me esforzaría en que fuera a mi favor; intentaría como todos intentamos, que aquel que me escuchara acabara entendiendo mis razones, mis desvelos, el rostro esquivo que la vida ha cincelado al pasar por él) tengo en los rasgos de viejo la huella de aquella sangre que corrió por las mejillas de mi madre tras las palizas que los hombres le pagaban por dejarse dar. ¿Cómo saber en la cuna que aquello no era más que una transacción comercial? ¿cómo iba yo a conocer la técnica del sado masoquismo? Me quedé sordo a las explicaciones. Me quedé sordo. He navegado el mundo sordo. Probablemente Vmd. haya deducido que no he aprendido a perdonar, ni tan siquiera aprendí, cuando debía, a relacionarme. Y así me ha ido. De un lugar a otro del mundo a lomos de las cuatro monturas. He tocado trompetas. Me he derramado entero. He suplicado el perdón. He subido y me he escondido de todos. He creído amar. He sufrido una especie de desamor. Creí incluso que al fin había aprendido algo cuando el derrumbe fue aún más sonoro y entonces, Vmd. me perdone, descubrí que tan sólo la inacción me salvaría no del mundo, no, me salvaría de mi mismo. Porque me confieso culpable de mis días. Me confieso culpable de mis constructos. Me confieso culpable del horror que me producen las ciudades de occidente y también me reconozco humilde y absolutamente culpable de no querer servirle a Vmd. No lo haré, ya puede usted condenarme a trabajos forzados o lanzarme a la desolación de la tundra o someterme a la tortura de un desierto veraniego que yo no moveré un dedo, no pediré agua, por Dios un poco de agua, no, no lo haré, Vmd. lo sabe bien, ni intentaré quitarme los grilletes, ni dejaré de sentir la grupa de los caballos furiosos golpeando con cadencia de tambores de guerra en mi entrepierna. He decidido someterme al imperio existencial. Existencialista soy y de ahí no paso. Esa es la raya que he pintado con tiza en el suelo... el suelo que es metáfora de mis días... el suelo que es metáfora de mis anhelos... porque yo, se lo confieso a Vmd., sé sonreír y dentro de mí bulle, en ocasiones, el ardid de la risa... el suelo que es metáfora de los lugares que reconozco de mí... Déjeme en paz, se lo pido a Vmd. Acepte que preferiría no hacerlo. Sométame o déjeme marchar. Dejé de luchar. Mi nombre es Olmo. 
 

Narrativa

Tags : Olmo Z. ¿2024? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 26/08/2024 a las 18:35 | Comentarios {0}


1 2 3 4 5 » ... 90






Búsqueda

RSS ATOM RSS comment PODCAST Mobile