Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Me quedaré [...] ha sido al volver, no han sido los ojos de las personas fijos en mi boca ni la ligera mueca de disgusto de una mujer vieja que escuchaba sentada el sarcasmo contra un obispo muerto hace más de cien años [...] ha sido al volver, las nubes de evolución, las crestas de una sierra, el granito que brillaba o que parecía brillar [...] no ha sido sentir cierta gratitud, no ha sido tener la certeza de haber hecho el bien, ni seguir viviendo junto al animal querido, ni deambular por la casa, por su jardín, por la maraña de esta existencia que se va quedando vacía de contenido [...] tierra estéril en otro tiempo fértil gracias al abono (mierda que da la vida) [...] una empieza a morir cuando los demás le dejan de echar mierda  y cuando una misma -yo misma- se deja de cagar encima [...] tierra estéril, faro que no avisa de ningún escollo [...] ¿Dónde está el océano? ¿Dónde están esas olas que iba a cabalgar hasta quedar exhausta? ¿Dónde está la arena caliente bajo la cual hundir los pies una mañana de mayo? ¿Dónde está el sendero que me conducía hasta el corazón del bosque y allí esperaba la llegada del Amado, aquel que deja tras de sí un no sé qué que queda balbuciendo [...] ha sido al volver, sí, ha sido al volver, seguro que más tarde querré despertar.
 

Teatro

Tags : Fantasmagorías Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 01/02/2024 a las 19:46 | Comentarios {0}



Podría haber subido, haber dicho, voy a subir, voy a coger una mochila no muy pesada, voy a cogerla y voy a subir […] ¿volveré? ¿tiene sentido subir para luego volver? […] helaba y yo recordaba las rugosidades de su pezón, ese anhelo que viene de una condición vieja, demasiado humana […] sentía la mañana, no me atrevía a mirarla, bajé la vista, seguí ascendiendo, se acercaba una pared lisa, el mundo se volvía […] decidí seguir […] ¡Mal haya la hora de esta desventura! ¿Cómo se sale de aquí? ¡Ventisca, tienes nombre de mozuela junto al río! […] fue en febrero, escribí mi epitafio, recordé la mesa metálica y verde de mis inicios y una pared con un póster de un Matisse colgado, una mujer sentada ante un fondo azul […] no es la misma ilusión ¡qué carajo! ¿o sí? […] haré la mochila, meteré en ella un bocadillo de tortilla francesa con pan tomaca, bien untada la miga con aceite de oliva, bien cuajada la tortilla, bien aderezado el aceite y el tomate con su poquina de sal; haré la mochila y meteré en ella una cuerda de ahorcar y un pasador para el pelo y me echaré a andar, hacia allá arriba donde parece que la nieve cubre las hierbas […] será temprano, tras su mirada (o antes cuando se subió al autobús y marchó para siempre), con ella en el recuerdo, paso tras paso, contando, uno, dos, tres […] siete mil cuatrocientos veintitrés, siete mil cuatrocientos veinticuatro […] su mirada, su parte posterior cuando sube los escalones del bus, el pasador de su coleta, su pelo castaño […] ciento ocho mil setenta y nueve, ciento ocho mil ochenta, ciento ocho mil ochenta y uno, ciento ocho mil ochenta y dos […] sí, claro que sí, desaparecida la esfera privada, despojado de lo privado, a solas con una carga que ya no es dulce y sí pesada; con la cabeza en su sitio, orgulloso el cuerpo, erguido a ser posible, erguido a pesar de la columna, a pesar de la molestia […] sabía lo que tenía que hacer, el ritmo que había de llevar, el agua que me haría falta, el lugar donde refugiarme la primera noche […] un millón quinientos cuarenta y tres mil setecientos doce, un millón quinientos cuarenta y tres mil setecientos trece, un millón quinientos cuarenta y tres mil setecientos catorce, un millón quinientos cuarenta y tres mil setecientos quince […] llegaré, sí, allí donde la nieve […] los vaqueros muy a lo lejos guían a las vacas con sus gritos, ladra un perro, suenan el veguero y los matojos; un palo, sometido a las leyes de la física, vibra al paso del agua con constancia de metrónomo, hasta tal punto que pienso que la corriente no fluye en su movimiento sino que se mueve a impulsos […] diez mil millones trescientos cuarenta y cuatro mil centillones ochocientos un mil decillones cuarenta y cuatro millones ciento veintisiete mil ochocientos doce, ¿se dice así? […]
 

Teatro

Tags : Fantasmagorías Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 24/01/2024 a las 18:36 | Comentarios {0}


Monólogo para una sola voz y varios sonidos

Las escenas que siguen fueron escritas por Isaac Alexander. La idea era que en una última fase nos juntáramos durante un par de semanas en su casa del Ampurdá y rematáramos la obra a cuatro manos. La Muerte -casi siempre inoportuna- nos impidió vivir el plan.



Mismo escenario que en la escena anterior.
En el reloj de la Iglesia dan las siete. Es la mañana.

En el rostro de Edgardo se reflejan las luces de un televisor. Se escuchan de fondo, indistinguibles, los comentarios de una partida de ajedrez. Edgardo replica en un tablero la partida que está viendo. Es una partida clásica con lo cual los movimientos serán muy pocos, tres a lo sumo.
Habrá grandes espacios de silencio en esta escena por parte de Edgardo. Los comentaristas siempre estarán de fondo por más que nos podamos llegar a entender. Habría que aguzar mucho el oído.
Mientras avanza la escena va amaneciendo.
También si se quiere una taza con café con leche y unas tostadas con pan tumaca.
Todo el monólogo lo dice en voz baja como si no quisiera despertar a los vecinos. 
Se habla a sí mismo en segunda persona.

EDGARDO:

¿Por qué, Edgardo, no ves venir las cosas? Si hubieras sido más espabilado. Si hubieras estado más atento. Sí, coño, si hubieras sido más malo (Pausa. Hace un movimiento con las piezas negras Ce5) No te creas que es una virtud... no lo es... así te ves ahora, sin entender nada, más atento, no más sabio... conocedor, eso, conocedor del alma humana. Sigues sin conocerla. Tu intuición... ¿Cómo fue? ¿Realmente te sentiste en algún momento cómodo? ¿Creíste en ti? ¿No pensaste sino que actuabas? Hacer. Mirar sin pensar que miras. ¿Alguna vez? (Pausa larga. Primero se concentra mucho en el tablero. Desiste. Se levanta. Va hasta la ventana. En tres cuartos de escorzo. Siente el frío. Se escucha el vaciado de un depósito de retrete y su rellenado. Se hace de nuevo el silencio.) Desayunar. Ir varias veces a cagar. Salir con la perra. Dar un largo paseo. Querer contemplar. Contemplar. Dejar que los recuerdos. Dejar que las reflexiones. Quedarme atónito. Echar de menos. Tener nostalgia de lo que no pasó. ¡Hay que ser pinche cabrón! Mirá que sos boludo, Edgardo. Sentir tristeza de lo que no fue. (Atiende a algo que acaban de decir los comentaristas de la partida y que nosotros no hemos oído. Edgardo se acerca al tablero. Mira con aire severo. Se sienta. Hace un movimiento con las blancas: g3) Ahora sí recuerdas su mano regordeta. Recuerdas cogerle de esa mano. Recuerdas sus ojos oscuros y castaños. Recuerdas sus primeros pasos. Fue así también. No seas tan severo. Vete a la cama si quieres. Altera tu rutina por un día.

Edgardo se concentra en la partida . Muy poco a poco sus brazos van cediendo hasta que su cabeza se apoya con dulzura en el tablero. Ruedan una torre negra y la dama blanca. Es posible que se escuche un gallo muy a lo lejos.

TELÓN
 

Teatro

Tags : Saturnales Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/02/2023 a las 19:10 | Comentarios {0}


Monólogo para una sola voz y varios sonidos

Las escenas que siguen fueron escritas por Isaac Alexander. La idea era que en una última fase nos juntáramos durante un par de semanas en su casa del Ampurdá y rematáramos la obra a cuatro manos. La Muerte -casi siempre inoportuna- nos impidió vivir el plan.



Mismo escenario que en la escena anterior.
En el reloj de la Iglesia dan las siete. Es la tarde.

EDGARDO:

Dentro tocan instrumentos y cantan. En algún momento de 1689 en la ciudad de Méjico. Eso quería decir. Mis manos, en ocasiones, teclean. El ritmo de los dedos. El número de los dedos que teclean. 21 días. Eso dicen que se necesita para coger un hábito. Dentro de mí se ha perdido la razón. Ahora todo es locura. No hay pasado. No son hechos incontrovertibles. Hay nada. Vengo de nada. Jugueteo con la grabadora. Me acojo en mi sagrado. Recuerdos limpios. Probablemente bucólicos: una vaca que ha recién parido y se mantiene aún el ternero unido a la madre por su cordón umbilical. Sangre, heces. Eso es la tierra. Sobre ella vamos. Sin llegar a hundirla. Sin llegar a hundirnos. Todo a cierta distancia. Estamos aislados dentro de nuestras membranas. Las notas de una melodía que escuché mil veces. Me sigue gustando el jazz. Me entusiasmó el jazz. Lo escuchaba en los conciertos con entrega. Fui a muchos conciertos de jazz. Las manos. Las teclas. La sensación de piano. La pantalla frente a mí. Le hablo a ella. Brilla tanto.  En Nueva España. En 1689. En el segundo Méjico. Vivieron. Se urdieron historias. Murieron. ¿Y ahora dónde? ¿Cómo se llamaba aquel teatro que ideó Fernando Pessoa? Estas son las mañanitas que cantaba el rey David. (Entona con la melodía) Estas son las mañanitas que cantaba el rey David... (se emociona. Se acongoja) Estas son... (llora) el rey David (llora largo y maduro)

Pausa larga durante la cual Edgardo se va recomponiendo. Se acerca la caja donde guarda su droga, la prepara y aspira una calada en una pipa de plata. Limpia la pipa. Introduce el instrumental de la droga en la caja. La cierra. Largo silencio.

EDGARDO:

En aquel Méjico. También en Siracusa, en la corte de Dionisio el Viejo. También allí vivieron. También allí vivimos. O en las estepas del Este donde el frío anticipa la eternidad. También en un momento estuvimos. Todos en todo. Sobre todo vacíos. Déjame abrazarte, querida, en esta noche invernal cuando el cielo está raso y brillan las estrellas con cierto descaro. Me quedo callado. Soy pez abisal. Vivo allí donde el agua frenó la luz.
 

Teatro

Tags : Saturnales Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/02/2023 a las 19:32 | Comentarios {0}


Monólogo para una sola voz y varios sonidos

Las escenas que siguen fueron escritas por Isaac Alexander. La idea era que en una última fase nos juntáramos durante un par de semanas en su casa del Ampurdá y rematáramos la obra a cuatro manos. La Muerte -casi siempre inoportuna- nos impidió vivir el plan.



Mismo escenario que en la escena anterior.
Son las tres y veintitrés de la madrugada.

EDGARDO:

El hombre sale y recoge una moneda. Camina. Asciende. Encuentra una bala que no recoge. La bala que no recoge será la que le mate para robarle la moneda que sí cogió... Eso ha sido todo. Eso he pensado hoy. ¿Por qué no puedo dormir? ¡Por qué no quiero dormir! Me rio con unas viejas canciones de juventud. Con algunas follé. Con otras me emocioné. Con muy pocas me emocioné mientras follaba. ¡Cuánto me gusta!  El dolor, en cambio, te jode. Impide. Hubo unos años... no, no quiero hablar de esos años... ¿a quién le hablaría?.... ¿A quién le podrían interesar los dolores de un viejo recluido en una casa en lo alto de una serranía por donde el viento pasa y lo sabe? Iré a por una mandarina. Quizá me tome un vaso de leche caliente sin miel. No puedo tomar miel. No me pasa nada por no poder tomarla. Si me premiaran por hacerlo, podría denegar el premio. Eso haría. Quiero dejar de necesitar. Necesitar cada vez menos. Ni la luz siquiera. Saber vivir en los fiordos o en el centro de una ciudad tropical. Saber eso. No pido más. No pude. No supe. Nunca se llega a saber del todo. Al poco de iniciarse.... al poco de iniciarse.... aquellos años míos de 1976 fueron los más indecentes... aquellos años míos.... aquellos largos y tediosos meses del temor... no importa ya... puedo mirar esos recuerdos a la cara... compraré otro espejo y me lanzaré al abismo de mí mismo... escudriñaré cada poro de mi puta cara... a eso dedicaré los últimos años de mi vida... poros de una cara vieja.... Estudio de poros... ¡Ven, Ariadna! ¡Ven, mujer madura! ¡Abrázame impúdica! ¡Hazme lo que más duela! ¡Hazme lo que más goce! En esta noche fría... la mitad del océano de la madrugá... el perro a mis pies duerme el sueño de los justos mientras que yo, pecador, me desangro por la conciencia de mí... ¡Oh, si fuera perro!

Alcanzado por el influjo de Morfeo, Edgardo queda repentinamente dormido en la butaca. La noche se encargará de arroparle. La luz se va a negro.

TELÓN
 

Teatro

Tags : Saturnales Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/02/2023 a las 20:28 | Comentarios {0}


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