Fotografías en color sepia. Son importantes. Alguien las quiere.
Primer plano de unos pies.
En el giro, en mitad de la madrugada, se colocan de frente La Luna, Las Estrellas, La Tierra, La Fecundación, La Vida, La Muerte, La Comida, La Defecación, La Respiración, La Sangre, La Naturaleza, Las Letras y Las Cifras.
Hay una clave: hay que romper las defensas (o no hay que fiarse de ellas).
Cuando se dice con nombres y apellidos las causas de las tragedias, queda en el aire un regusto de lucha, de enfrentarse, de levantar alardes, de lanzarse contra ellos.
Urdir el argumento sin caer en el tópico.
Seguir adelante.
No me dejaré seducir por los alambres de espinos y si los tanques me atacan por el flanco fiaré al bosque la defensa.
¡Ah, sí: el dictador Duvalier ha vuelto a Haití! Tras él una muchacha sonríe.
Imagina al soldado -reclutado como en las antiguas levas cuando los señores feudales mandaban a sus esbirros casa por casa, granja por granja, y se llevaban, a rastras si era preciso, a los varones en edad de morir- en la trinchera, en pleno invierno, cubierto de frío (el frío del miedo, el frío del ambiente, el frío de su pensamiento).
Lejos, en un búnker, con escuadra, cartabón y compás los jefes preven los movimientos de las tropas sobre un mapa.
El mapa no es el territorio.
¿Es necesario que una niña de doce años conozca la crueldad de su especie?
Primer plano de unos pies.
En el giro, en mitad de la madrugada, se colocan de frente La Luna, Las Estrellas, La Tierra, La Fecundación, La Vida, La Muerte, La Comida, La Defecación, La Respiración, La Sangre, La Naturaleza, Las Letras y Las Cifras.
Hay una clave: hay que romper las defensas (o no hay que fiarse de ellas).
Cuando se dice con nombres y apellidos las causas de las tragedias, queda en el aire un regusto de lucha, de enfrentarse, de levantar alardes, de lanzarse contra ellos.
Urdir el argumento sin caer en el tópico.
Seguir adelante.
No me dejaré seducir por los alambres de espinos y si los tanques me atacan por el flanco fiaré al bosque la defensa.
¡Ah, sí: el dictador Duvalier ha vuelto a Haití! Tras él una muchacha sonríe.
Imagina al soldado -reclutado como en las antiguas levas cuando los señores feudales mandaban a sus esbirros casa por casa, granja por granja, y se llevaban, a rastras si era preciso, a los varones en edad de morir- en la trinchera, en pleno invierno, cubierto de frío (el frío del miedo, el frío del ambiente, el frío de su pensamiento).
Lejos, en un búnker, con escuadra, cartabón y compás los jefes preven los movimientos de las tropas sobre un mapa.
El mapa no es el territorio.
¿Es necesario que una niña de doce años conozca la crueldad de su especie?
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Ensayo
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/01/2011 a las 09:53 | {0}