Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

- ¡No me engañes! No te lo pido por Dios, te lo pido por cierto sentido de la honestidad. Si alguna vez entre nosotros existió. Si alguna vez, alguna noche quizá, te sentiste protegida, con esa certeza -que suele resultar infantil a la larga- de saberse con la persona idónea. Yo sé que el tiempo pasó. Sé, ¡a qué confirmarlo! que no era el idóneo. Pero aún así, aún sabiendo que somos seres vivos, imperfectos y mortales; que hemos seguido en lo imprescindible el pulso de nuestras necesidades; que en el tiempo que compartimos hubo cuando menos cierta capacidad de entrega; que no nos engañamos hasta descubrir en el otro a un ser abyecto que cohabitó tan sólo durante el tiempo que le fue beneficioso; que en la enfermedad supimos cuidarnos; que en la desdicha estuvimos al pie del cañón; que duró un tiempo el amor; que entre nosotros duró un tiempo la ilusión. No me desdices ¿verdad? ¿Estarías de acuerdo? Aprendimos a ser civilizados y luego como es natural nos aburrimos. ¿Por el aburrimiento me vas a engañar? Por esos días que transcurrieron como una mar de aceite, denso como el petróleo, oscuro como el petróleo, con olor a fósil... a fósil vegetal hecho líquido; ¿por esos días dudas si engañarme? ¿por esos días que no valen?

Calla. Ella lo mira a los ojos. No se mueve un músculo en su cara. El silencio empieza a expandirse por los minutos. Es lógico que sea el atardecer. Al fondo unas montañas. Él mantiene su mirada. Sus ojos parecen haber visto demasiado.  Quizás haya pasado media hora. Quizá más. Probablemente más. Los dos se han quedado petrificados en ese tiempo. Ninguno ha alterado ni su gesto ni su postura. Es casi como si hubieran muerto. Los pájaros dejaron de cantar. A lo lejos se escuchó alguna máquina. También un par de voces. Por fin ella respondió. Lo hizo en un momento que podría haber sido cualquier otro. No pasaba nada en especial: un avión que le hubiera despertado un recuerdo; un olor que le gustara; lo único distinto fue que una mariquita se posó sobre la mesa blanca. Cuando la vio dijo:

- No, no lo es.

Se levantó y se fue.
 

Cuento

Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/06/2025 a las 18:29 | Comentarios {0}








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