Análisis objetivo/subjetivo de una interpretación.
Pediría al dios débil, al acompañante, no al juez (como dice Pániker nadie puede ser amigo de su juez) que me ilumine, que me permita cierta cantidad de misticismo en la tarea que me queda por hacer porque no puedo hablar de los demás si ellos no quieren responder (podrían hacerlo, ahí está, al final de cada podcast el símbolo del diálogo para poner un comentario. Sería tan trascendente que por medio de esta canal de comunicación surgiera un encuentro. Que se produjera -por decirlo con palabras del poeta- el milagro de la primavera. No pasará. Nunca pasó. ¿Por qué habría de pasar ahora?), no sería justo. Se añade además otra dificultad y es que la memoria de lo que llamo la alta infancia -que tendría como límites desde el nacimiento hasta los ocho años- es una memoria mítica, de construcciones que tienen más que ver con los cimientos de la interpretación que con la realidad de los hechos. ¿Cómo se discurre entonces acerca de esos hechos sin quebrantar por una parte lo mítico de los mismos y por otra lo real, lo que ocurrió, lo que si confrontáramos un mismo hecho el padre y yo estaríamos de acuerdo en que así fue cómo ocurrió aunque difiriéramos en lo que supuso?
¿Por dónde empiezo? ¿Cómo inicio el análisis? Voy a colocar epígrafes a los que denominaré de una manera y luego glosaré. Por ejemplo: Denominaré Recuerdo mítico un recuerdo que con toda probabilidad no fue así.
Recuerdo mítico 1
Ya me han operado de la pierna derecha. Llevo un aparato que es un corrector para que el pie no se siga torciendo hacia la derecha. (Me quedó el pie torcido. Aún hoy los niños se lo señalan a los padres). Soy gordito. Estoy en una silla en alto y me entretengo con el sonido del envoltorio de celofán de un caramelo. Mis hermanos (no sé si el pequeño ya ha nacido) juegan en el suelo.
Glosa a Recuerdo mítico 1
Julia, nuestra tata, ya estaba en casa cuando yo nací. La contrató Teresa, mi madre, cuando nació Antonio, el mayor de los hermanos; es ella la que a lo largo de los años me contaba este recuerdo que yo tengo pero que no sé si es mío; ella me decía que así pasaba el tiempo, escuchando el sonido del celofán la tarde entera.
Esa duración me lleva a pensar que ya desde niño ¿cómo se escribe esto? ¿Escribo que mis hermanos no jugaban conmigo desde que era muy pequeño? ¿Escribo que yo no jugaba con mis hermanos desde que era muy pequeño? ¿Escribo sencillamente: desde el principio no solimos jugar? ¿Quién ejercía la parte activa y la parte pasiva de ese no jugar? ¿Por qué no jugábamos? ¿Algún adulto se dio cuenta de lo que ocurría? ¿Intervino alguno?
La muerte siega toda disyuntiva. Siempre anda cerca. Tarde comprendemos que el único argumento de la vida es morir (como tan bien expresó Jaime Gil de Biedma); por eso es vital lo que quiero ensayar. No hay un afán de ajustar cuentas y menos aún de cuestiones infantiles. Tampoco lo hay en cuestiones de la edad madura. Recuerdo la obra de teatro Largo viaje hacia la noche de Eugene O'Neill. O mi propia obra La campanilla que sigue inédita (como tantas). No busco revanchas. No busco venganzas. Busco verdades minúsculas cuyas respuestas sean -en su mayor parte- preguntas.
Esa duración me lleva a pensar que ya desde niño ¿cómo se escribe esto? ¿Escribo que mis hermanos no jugaban conmigo desde que era muy pequeño? ¿Escribo que yo no jugaba con mis hermanos desde que era muy pequeño? ¿Escribo sencillamente: desde el principio no solimos jugar? ¿Quién ejercía la parte activa y la parte pasiva de ese no jugar? ¿Por qué no jugábamos? ¿Algún adulto se dio cuenta de lo que ocurría? ¿Intervino alguno?
La muerte siega toda disyuntiva. Siempre anda cerca. Tarde comprendemos que el único argumento de la vida es morir (como tan bien expresó Jaime Gil de Biedma); por eso es vital lo que quiero ensayar. No hay un afán de ajustar cuentas y menos aún de cuestiones infantiles. Tampoco lo hay en cuestiones de la edad madura. Recuerdo la obra de teatro Largo viaje hacia la noche de Eugene O'Neill. O mi propia obra La campanilla que sigue inédita (como tantas). No busco revanchas. No busco venganzas. Busco verdades minúsculas cuyas respuestas sean -en su mayor parte- preguntas.
Análisis objetivo/subjetivo de una interpretación.
Podemos aceptar que la realidad es inefable. No podemos con nuestros medios humanos conocer la realidad. Todo lo que un ser humano percibe es interpretación y por lo tanto la Verdad, como se dice posmodernamente, se ha vuelto líquida. Es cierto que vivimos una época líquida.
La vida sólo se puede explicar desde un espacio tiempo y esas coordenadas nos llevan, necesariamente, a la noción y percepción de la causalidad. En el espacio/tiempo la causalidad toma carta de naturaleza. Parece la vida. La única vida posible. Sólo que hay creencias, intuiciones, certezas que también nos dicen que la causalidad es mera apariencia y no sólo desde campos metafísicos o religiosos sino también desde la ciencia más pura y actual: la física cuántica, por ejemplo, que desdice la realidad en cuanto se le aplica el microscopio. La verdad entonces se vuelve un territorio cuasi mágico, cuasi cuántico; la verdad debería ser ese lugar en el que el observador y lo observado, al influirse mutuamente mediante el acto de la observación, generara una explicación objetivo/subjetiva de un hecho dado. Sólo que observar no es mirar. No puede ser mirarlo todo. Por lo menos en mi caso y si lo reduzco a mi caso no es porque crea que sea posible que haya seres humanos capaces de mirarlo todo, de observarlo todo, sino por que me parece que soy un buen sujeto de observación. Un ejemplo de mi incapacidad para abarcarlo todo: los pasos canadienses; hasta que no vi cómo unas personas abrían una puerta que se encontraba a un lado del paso, no vi esa puerta; de hecho mi perro y yo atravesábamos el paso con el máximo cuidado posible; es más cuando ayer iba con mi hija por el camino de los pasos canadienses, le dije que en uno de ellos seguro que no había puerta, seguro; cuando llegamos a ese paso Violeta me señaló no una sino dos puertas. Es cierto que yo no conocía la mecánica de los pasos canadienses y también lo es que aún no he aprendido a mirar este espacio nuevo, el espacio de las montañas y los ganados; Violeta tampoco conoce el espacio y ella sí supo ver las puertas desde el primer momento (yo le había indicado previamente mi descubrimiento en el primero de los pasos). ¿Habría visto las puertas si no se lo hubiera dicho? Este ejemplo es una analogía con lo que no soy capaz de ver a la hora de establecer un marco de verdad en la vida que he vivido; a la hora de establecer un marco de verdad con respecto a las relaciones que han buscado destrozarme -sacrificarme- muy probablemente no con el afán de destrozarme en sí sino como medio para no sacrificarse/quedar destrozados ellos (ellos: la familia, los padres, los hermanos). A la figura del chivo expiatorio me refiero. Me refiero también a lo que supone el sufrir ese papel. Me refiero también a que los que te someten a semejante papel no sean capaces de reconocerlo para a partir de ahí generar una catarsis que quizá pueda sanar. Me refiero a que es un estado que se vive en silencio. Me refiero a que es muy complejo describirlo sin caer en un exceso de victimismo y más cuando los que te sometían a ese estado no cesaban de repetírtelo. Insisto (porque lo he escrito ya más de una vez y cien veces): se crean sinapsis neuronales, circuitos de culpa y vergüenza. Escribir sobre esa verdad es muy delicado, el equilibrio entre el observador y lo observado cuando parte de lo observado forma parte del ser del observador (mecánica cuántica de las emociones); también al observar una hierba silvestre, ésta entra a formar parte del observador, ahí se encuentra el quid de la cuestión.
Este va a ser mi afán. No sé hasta dónde voy a ser capaz de llegar. Recuerdo a A., el hermano de una mujer a la que conozco hace muchos años, que publicó en la red una análisis freudiano de su vivencia familiar. He de reconocer que a mí, que conocía bastante bien a su familia y sus relaciones, me dio pudor la desnudez con que establecía las causalidades en su análisis. No sé si al ejercer mi idea de la verdad, seré capaz de trascender el pudor. Por si acaso hoy, primer día de mi sexagésimo primer año de vida, escribo cauto.
Ensayo
Tags : Sobre la verdad Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 15/11/2021 a las 20:00 |
¿Por no matarnos tanto entre nosotras, estamos matando el planeta?
¿Gaya ha decidido tomar cartas en el asunto?
¿Hecho esto, aparecerá una cartomante que nos leerá en unos viejos naipes lo porvenir?
¿Volaremos alto?
¿Se nos derretirán las alas?
¿Senos, cosenos y tangentes?
¿La ubicación será la justa?
¿Serás el último octubre de nuestra desventura?
Voy camino de las eras.
No sé esta tarde cuando el terror estacional del calor se anuncia como si fuera el no va más. El calor del verano en España. El puto y pegajoso calor. No sé en esta tarde por dónde empezar. Y no saberlo me parece un buen comienzo. Empezar a recorrer un día más las posibles combinaciones comprensibles de las letras y los signos de puntuación. No saber si podré trascender las propias palabras -que es tarea a la que aspira todo escritor- y al describir el momento en el que llego hasta un fresno del camino al que saludo con la mirada baja (porque el Anima Mundi sólo puede verse de reojo, nunca directamente) para que él responda a mi saludo con un leve fruncirse de sus hojas, digo que, tras describir ese momento, quizá logre trascender lo que describe y genere en quien lo lee una sensación próxima al déjà vu. El fresno me saluda muchas veces. Jamás lo hace si lo miro de frente.
Eso es. Sentir el silencio como dueño mío. Necesitarlo para vivir, para no volverme loco, en estas tardes de agosto que me están devolviendo una pelota a la que tendré que convertir en cubo. Escribir así. Insinuaciones.
¿Por qué la mujer que el otro día me ayudó dándome un caramelo con jengibre apenas me saludó ayer cuando nos cruzamos? Sólo es la pregunta. Dejo esa pregunta. Voy a intentar no admirarme de ella. No busco una respuesta. He vuelto a Krishnamurti. Me gusta el no-maestro Krishnamurti. Me gustan sus pausas. Me gustan sus no-enseñanzas. Debo emocionarme. Sin juicio. Con valor pero sin juicio. Mirar de frente: está la pantalla que se va vistiendo con las letras que voy pulsando en un teclado inalámbrico que mediante impulsos eléctricos -gracias a la potencia de una pila alcalina- envía la información binaria necesaria para que el hardware sepa interpretarla y surjan entonces unas As o unas Es o unas Emes. ¿Cómo se escribe M en lenguaje binario? Respuesta: 01001101.
Despertar. Oler la mañana. Sentir el pulso al apretar con fuerza la muñeca. Pensar: 'Hay en el aire' Volverlo a pensar: 'Hay en el aire'. Luego ha de venir el paseo. El fuego en los pulmones. La ascensión. En estos días de agosto en los que hasta estas latitudes llega el polvo del Sahara. Quizás ahora mismo estoy inhalando los restos de un antílope.
El calor distorsionó las frecuencias de las emisoras. Vuelvo a respirar con hondura. Sé que para muchos... esa es la enseñanza: ¡Atención sí!
...también, quizá, inhalo polvo de un naufragio ocurrido frente a las costas de la isla de Santa Elena justo al comienzo del siglo XXI. El Mar Tenebroso cuajaíto de islas. Tengo un islario.
Así avanza la tarde. Nadie gime. Los abrazos siguen quedando muy lejos. De repente el hombre que estaba impartiendo una conferencia exclama, ¡Creo que ya es suficiente por hoy! Se levanta y, con cierta prisa, se marcha por el lado opuesto al público. Tan cierto es esto como que una de las principales causas del inicio de la Primera Guerra Mundial fue que aquel verano de 1914 hacía calor en centroeuropa.
Recuerdo la frase de C., 'Metemos los móviles en el microondas'. Los móviles son el gran panóptico digital. De ahí derivo a: volver a Foucault. Vigilar y castigar. En los tiempos occidentales de la palabra Libertad. Exclamaría, '¡En bocas burguesas no entran moscas!' Me iría corriendo agarrándome el pito como hacen los niños muy pequeños cuando descubren que agarrarse el pito es recordar la tierra. Vigilar. Castigar. Aceptar. Rechazar. Atención. Esperanza no. Fe no.
Convalecencias. Derivas. Sé que a no mucho tardar, unas montañas me esperan.
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Ensayo
Tags : Sobre la verdad Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/11/2021 a las 12:51 |