Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Escribir (1)
De repente la novela se apodera de mí. Es literal. La novela me lleva. La novela es un río y yo navego en una barca blanca y remo con una pluma Parker.
De repente la novela se convierte en una mole de piedra. Todo el cauce por el que navegaba se solidifica y se coloca en posición vertical y lo que tengo frente a mí es una montaña áspera y sin vegetación. Entonces me detengo, la miro, miro a mi alrededor. Todo es desierto. Ahí se acaba el camino. Tanto camino. Hago vivac y (tras mucho esfuerzo) espero. Pueden pasar años. Pueden pasar meses. Puedo llevar melena y luego cortarme el pelo con unas lascas que he logrado arrancar a las piedras de la montaña que es la novela que fue un río. Una y otra vez miro la novela. Una y otra vez pienso la montaña.
También llega el momento en que decido escalar. Hacerme piedra. Inventar la cuerda. Entonces observo la pared e intento descubrir los salientes, los apoyos. Hago, mentalmente, un recorrido hasta la cima y calculo si mis fuerzas darán para ello. Sé que llegará un momento en que no haya vuelta atrás. Seré un mono colgado de una pared de piedra, rodeado de desierto, hacia una cima que fue río.
Quizá tenga la esperanza de que en un momento de la escalada la piedra se deshaga en agua y vuelva a navegar sobre una barca blanca.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 09/03/2010 a las 19:06 | Comentarios {0}


A quien lucha


La Enfermedad (I)
Algo en el ambiente de hoy me entristece, me suena a enfermo. La lluvia estaba un poco enferma. Me he acordado de mi gente enferma. He querido aplaudir su gesta.
Se prohibía hablar de sexo, enfermedad y dinero (sobre todo los que tenían educación inglesa). En los tiempos antiguos (según parece), en los tiempos modernos se mantiene (estaría por asegurar. Se puede hablar del sexo, la enfermedad o el dinero de otro pero no del propio. Así también era antes. Sí de los demás. No de la familia. Pura defensa en este mundo que obliga a las empalizadas y los escudos). Una mera cuestión de sentido común.
La mano se estrechaba para palpar el músculo que permite la pinza entre el pulgar y el índice (siento no saber cómo se llama ese músculo. Podría buscarlo ahora mismo y sin embargo no quiero. No, no quiero) porque según la fortaleza del dicho músculo así de sano se encontraba el hígado. Se sigue dando la mano sin saber que en realidad se palpa el hígado.
El cuerpo y sus enfermedades. Enfermedades sagradas (la epilepsia). Enfermedades apestosas (la lepra). Enfermedades criminales (las coronarias). Enfermedades hermosas (la tisis). Enfermedades terroríficas (la peste). Enfermedades graciosas (el catarro). El cuerpo y sus desgastes. La visión de la enfermedad desde las ideas de los hombres.
El cuerpo entendido en la Alta Edad Media Occidental como un lugar privilegiado donde se establece un combate entre El Bien y el Mal, entre la enfermedad y el milagro (Historia de la Vida Privada. t.II. El Cuerpo y el corazón) Algo de todo eso queda. Sigue estando presente una especie de idea de lucha. Quizás hayan cambiado los litigantes. Quizá ya no sean Dios y Satanás. Ahora pueden ser Yo contra Superyo o Yo contra Virus o Yo contra Polución. Nunca se es del todo inocente en la enfermedad. Hoy menos que nunca. He escuchado decir tantas sandeces con respecto a la enfermedad (o no sandeces. A lo mejor sería más suave decir exageraciones o sobrevaloraciones aunque a mí, realmente, me suene a sandez. Como cuando una mujer que iba de curso en curso buscando la energía positiva, la espantosa expresión autoestima [es que decía autoestima y energía positiva y esas palabras del Poder y el Ahora que cada vez que las escucho me dan ganas de vomitar y juro que las he oído mucho, mucho más de lo que hubiera querido pero ese es otro tema del que no hace falta hablar. Me haría enfermar] escuchaba a otra mujer que había impartido una charla sobre el bienestar, ésta le acababa de comentar que era asmática. La mujer que escuchaba, absurda y burda, la miró indignada -¡indignada de verdad!- y le soltó la siguiente perla de gilipollez, ¡Cómo que tienes asma, si el asma no existe! ¡El asma eres tú!) que no me queda más que admirarme de los enfermos y su paciencia.
Todos aquellos cuerpos enfermos se hallaban trabajados por el sufrimiento y atravesados por una sorda culpabilidad que era el precio inevitable de aquellas idas y venidas entre la adoración y la execración de la carne. El estudio del cuerpo y de las sensaciones que provoca revela por tanto, (...) que aquella humanidad (¿y ésta?) sobrestimaba los valores de la fuerza, la procreación, la salud física y moral, probablemente porque éstos le eran indispensables en un mundo inestable, amenazador e incomprensible (Historia de la Vida Privada. t.II. El Cuerpo y el corazón).
No quiero convertir este ensayito en una filípica contra quienes estudian y tratan la enfermedad. Toda generalización conlleva su antítesis (como en la que acabo de hacer). Voy a parar aquí.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/03/2010 a las 18:10 | Comentarios {0}


Recurrencias de Isaac Alexander


BOCANADA: S. f. La cantidad de liquor que se puede tomar de una vez en la boca, o que cabe en ella. Viene del nombre boca. Lat. Haustus, us Espín. Escuder. fol. 59. Comenzó el estómago a basquear, y arrojó tanta cantidad de bocanadas, que de vacía la barriga la doblaba.

Bocanada de gente. Metaphoricamente se dice de la muchedumbre o tropa de ella, que viene como de golpe, ù de una vez. Lat. Hominum manipulus. Quev. Fort. Y entrando una bocanada de acreedores embistieron con ellas. Pant. Roman. 8. Quién bocanada tan rica/de lacayos os bosteza?

Bocanada de viento. El golpe de aire que viene ò entra de repente y se suspende luego. Lat. Venti vehementior flatus

Echar bocanadas. Phrase translaticia, que vale jactarse y vanagloriarse de sabio, valiente, noble, poderoso, y assí de otros títulos. Lat. Se tumide jactitare.

Echar bocanadas de sangre. Se dice literalmente del que está herido, o lastimado del pecho, que arroja sangre por la boca como vomitando, y a espadañadas, que se llaman comunmente bocanadas: y por traslación del que se precia y hace alarde de ser muy noble, y emparentado con los de la primera calidad y nobleza. Lat. Vomere sanguinem, vel Genus proavos inepte jactare.

Ensayo

Tags : ¿De Isaac Alexander? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 02/03/2010 a las 18:39 | Comentarios {0}


Apógrafo del Decálogo -atribuido a Isaac Alexander- del Máster titulado Ideas y Negocio una cuestión de talante


1.- Cuido con las ideas.

2.- Si se te ocurrera ello se puede recurrir a las duchas de agua fría, a los golpes contra una pared o a lo en la vulva según género). Si aún así no logras olvidarla cuéntasela a un empresario.

3.- Las ideas son un gorro si no tiero.

4.- Adel éter.
l alcance de todos.

5.- Regde lo que desea y t rás siendo lo mismo que deseas porque está claro que tú -que has tenido el morro de decir que has s haga feliz a la masa y la eretenga despus deber sido jia unas buenas horas al día en su puho a n poder).

6.- No te hagas mala san el dueño del que bueno, si no hay más remedio, a lo majas enecto delariado, sin tener porcente permro de los derechos si una idea en sí misma no es nada, si lo verdaderamente importante es el de

7.- Dúcae. Aftate svaró. Ponte algúoma moesto y ve a abeza baja y la rgüeen la mirada por haber cogi partio daicios. Primero hay que invertir, ¿Y tú qumbre? Todos los qutos ladrones).

8.- Humildad. Sumisnimo- un imán para las ideas que flotan en el o).

9.- Sonríe. Da la mano con Escucha.

10.- Bonjour, tristesse!

Ensayo

Tags : ¿De Isaac Alexander? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 26/02/2010 a las 09:06 | Comentarios {0}


No sé qué tiene el día de hoy que siento la gana de aclarar. Esta vez es con respecto al artículo titulado Herida. Dos personas (dos mujeres creo, de una lo sé seguro, de la otra tan sólo sé el nombre que aparece cuando hace comentarios) se apiadaron, se compadecieron (en el mejor sentido de las palabras) de lo que en Herida contaba. Yo quiero aclarar lo siguiente (que de alguna forma emparenta con mi matización de la Aclaración anterior): en mi niñez el trato era mucho menos delicado con las personas y menos aún con los niños. Este cuidado excesivo a la infancia imagino que tendrá como una de sus causas la escasez actual de niños en los países ricos. En mi época éramos muchos, se había producido el baby-boom de la década de los sesenta. Por eso cuando a mí se me trataba de esa manera tan ruda, yo no me sentía especialmente maltratado, yo sentía que ése era el trato general a todos los niños. No había, para que nos entendamos, un zona de cuidados paliativos en los hospitales. Aguantar el dolor era máxima católica por excelencia. Y se aguantaba. Y por supuesto los hombres no lloraban y yo me sentí orgulloso cuando no lloré y mi padre me miró como diciéndome: ¡Has sido un valiente! La autoridad estaba muy por encima de la atención. El castigo corporal era norma habitual en el colegio El Sagrado Corazón de la calle Juan Bravo al que asistí durante siete años (a los doce años hice que me expulsaran. Esa ha sido la mayor proeza de mi vida), no sólo en mí sino en todos los que cometieran cualquier torpeza con respecto a la conducta y la aplicación. Y no sólo en ese maldito colegio sino en la mayoría de ellos. Fueron tiempos duros. Las cosas se hacían así porque así se hacían las cosas no por una especial predisposición al sadismo por parte de médicos y educadores. Ese es el rebaño humano. A veces las modas se convierten en modos... sólo a veces.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 24/02/2010 a las 16:13 | Comentarios {1}


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