Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Apócrifo atribuido a Isaac Alexander


Full fathom five de Jackson Pollock
Full fathom five de Jackson Pollock
1.- Cuando te vaya a salir un consejo por la boca, aconséjate callar.

2.- Si tu impulso y tu osadía te llevan aún así a dar el consejo pide perdón una vez lo hayas dado.

3.- Nunca repitas el mismo consejo dos veces.

4.- Cuando vayas a aconsejar ten en cuenta lo siguiente: el consejo es transitivo. Es decir si tú aconsejas a A, siendo tu B, el consejo repercutirá en C.

5.- ¿Conoces a C?

6.- De consejos dados están las sepulturas (de la amistad) llenas.

7.- Un consejo encierra la insufrible sensación de la vanidad.

8.- Desconfía de quien te aconseja por tu bien.

9.- Nunca aconsejes por imperativo legal.

10.- Lanzado el consejo, el consejero, reflejado en el espejo, se desvanece.

Ensayo

Tags : ¿De Isaac Alexander? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/09/2009 a las 09:24 | Comentarios {1}


Las imágenes en el noticiario de las nueve muestran unos camiones cisterna cargados con leche en unos campos belgas. La protesta de los ganaderos consiste en regar esos campos con la leche de los camiones cisterna. Son miles y miles de litros de leche fresca derramada sobre esos campos en barbecho. Ha sido hoy.

Aclaración: la demagogia es por mi parte. Pobres ganaderos belgas que no tienen mejor forma de protestar que tirar a la mierda un alimento que, por ejemplo, ayudaría a superar la hambruna en Centro África donde por cierto esa hambruna está surgiendo porque ha bajado la venta de diamantes para los lindos anillos de matrimonio de los pobres occidentales (¡Dios, otra vez caí en la demagogia)

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/09/2009 a las 23:40 | Comentarios {1}


Querido:
Ya sabes, eres tú, el que me lleva a las lágrimas mientras comemos pollo o junto al que me dejo llevar por la emoción del amor y del amar. Ni siquiera es necesario que leas esta carta porque todo lo sabes y más que no podré escribir porque como le escribe Alain Fournier a su amigo Jacques Rivière: seulement tu ne serais pas qui tu es si tu ne savais pas qu'il y a des choses qu'on ne peut ni dire ni écrire (sólo no serás quien eres si no sabes que hay cosas que no se pueden decir ni escribir). Espero entonces saber qué es lo que puedo escribir tras habernos dicho tanto, mon semblable, mon frère. Que te quiero sería decir muy poco. Que espero que un día este trajín endiablado que es vivir se calme y podamos, alegres, sonreír y mirarnos como a veces, tú sabes, como a veces... y que esta tristeza que me lleva, estos días tan confusos, esta marejada de emociones y de angustias tontas, se acaben porque por fin, por fin, amigo, acepté que no sé nada, que nunca sabré nada y, lo que quizá sea más importante, es que no hace falta saber nada.

Te decía hoy que estaba convencido de que el bueno de Sócrates se hubo de sentir triste cuando descubrió que sólo sabía que no sabía nada. A mí me pasa (no quiero con esto, como podrás comprender, compararme con él). He querido saber toda mi vida, es quizá lo que más he perseguido y ese deseo me ha llevado a esta ignorancia en cuyo fondo no veo un suelo de rocas puntiagudas prestas a atravesarme la carne sino una piscina cubierta con hermosas mujeres que nadan a espalda y hermosos hombres que nadan a braza y perros de aguas que persiguen un pato. El día que por fin me crea que no sé nada dejaré de luchar y podré comenzar a desandar el camino. El día que no sepa que hay conflicto, el día que olvide el significado de esa palabra.

Y mientras eso ocurra estás tú que te llevas jugando la amistad por amistad en cada encuentro grave, que miras de frente con una mezcla de severidad y de ternura como si en esa mirada supieras que has de cuidarme hasta el dolor ¡Amigo mío, cuánto te agradezco todos estos años!

Todo pasará y seremos viejos y quizá nos ocurra como al personaje de la abuela en la película de Bergman Fany y Alexander cuando, ya muy mayor, le comenta a su nuera que al final de su vida, después de tanto vivido y sufrido en la madurez, ahora, a punto de morir, tan sólo le importan los sucesos de cuando era niña, uno con una bicicleta o con un alfiler o con una muñeca y todo lo demás, lo que vino después, no lo recuerda, no era importante.

Espero no haber pecado de sensiblero, ni haber escrito nada inconveniente. La duda llega cada vez más dentro y aclara.

Un fuerte, muy fuerte abrazo para ti de Fernando

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 15/09/2009 a las 18:59 | Comentarios {0}


Columna radiofónica del programa El Puente emitida el 5 de febrero de 2006 en la emisora Círculo de Bellas Artes


Islas
Epitafio por una isla en este domingo cinco de febrero. Islas que se podrían resumir en una de ellas, una isla mayor del pensamiento, un hombre aislado. Me refiero a Montaigne, isla que sólo habla de sí misma y al hacerlo nos habla de todos nosotros. Islas que a veces formamos archipiélagos. Islas que lanzan lenguas de tierra entre el mar, terreno movedizo de nosotros mismos, rodeados por él. Acosados.
Las islas, ya lo dijimos, atesoran dos opuestos: el aislamiento y la posibilidad de compañía. El encuentro.
Epitafio por una isla en este domingo cinco de febrero a cargo de Montaigne, extraño maestro sin discípulos:
No sabemos dónde nos espera la muerte; esperémosla en cualquier lugar. La premeditación de la muerte es premeditación de la libertad. El que aprende a morir, aprende a no servir. El saber morir nos libera de toda atadura y coacción. No existe mal alguno en la vida para aquel que ha comprendido que no es un mal la pérdida de la vida.
Vigésimo ensayo del volumen I titulado De cómo filosofar es aprender a morir.
Sería una buena forma de pasar la tarde.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/08/2009 a las 11:12 | Comentarios {0}


Las Hilanderas Diego Velázquez
Las Hilanderas Diego Velázquez
Esas son las horas que un humano adulto necesita para aprender cualquier técnica. 10.000 horas equivalen a 416,6 días o lo que es lo mismo casi 13 meses y medio o más simple aún 1 año y un par de meses.

También atañe al arte este principio (aunque yo soy más bien de la opinión de que el arte no se aprende, lo que se aprende es el oficio de ese arte), es decir: dedique usted 10.000 horas a escribir y ya habrá adquirido el oficio de escritor (o cualquiera otro: ya sea médico o arquitecto o compositor o piloto). Me parece correcta la estimación. He estado unos días con la duda de si yo habría cumplido ya con mis 10.000 horas y cuando he hecho el cálculo y no me ha quedado ni la más mínima duda de que el tiempo había sido cumplido, me he dicho, ¿Y adónde has ido? Tampoco creo que haya sobrepasado en mucho esas 10.000 horas (quede claro que si colocáramos esos casi catorce meses de seguido no cabría en ellos el dormir o el comer, en fin, todas esas cosas, la vida, hombre, la vida, escribe la vida y a otra cosa, me digo ahora, para inyectarme un poco de fluidez). En mi caso llevo 35 años escribiendo que son 420 meses o dicho de otro modo 12.600 días y descendiendo por las medidas del tiempo se convierten en 302.400 horas; 10.000 horas son más o menos un 3% de esas 302.400 y sí considero que he dedicado un 3% de mi vida a la tarea de escribir. Ya puedo decir con las estimaciones científicas en la mano (el aserto de las 10.000 horas me lo comentó César Delgado y luego lo escuché en el programa Redes de Eduard Punset) que he adquirido con los años la técnica de un oficio.

Por cierto: ¡Cómo vuelan las horas!

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/08/2009 a las 18:02 | Comentarios {1}


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