Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Después de la primera salida.

En esencia es como los Cuadernos de un Vate Vago de Gonzalo Torrente Ballester ¡Qué gran escritor! La Saga Fuga de J.B. es una de las grandes novelas de la literatura universal.

¿Cuál sería la frontera entre saber y no saber lo que uno es o deja de ser?

¿Cesare Pavese, Franz Kafka o Virgilio eran soberbios? El primero por suicidarse, los otros dos porque pidieron que sus obras se quemaran, de malas que las consideraban.

Y algún loco que no vendió un cuadro en su vida ¿era un soberbio por seguir pintando en un mundo donde todos negaban que aquello fuera pintura?

La humildad es un asunto extraño cuando lo que está en juego es el propio ser.

Si aceptamos que el ser humano tiene como motor principal de su acción el egoismo ¿dónde empieza la humildad? ¿mecanismo de defensa? ¿estrategia defensiva?

¿Es la soberbia un exceso de confianza?

Soberbia: Elación del ánimo y apetito desenfrenado de ser a otros preferido.

Soberbia: Cualidad o actitud de la persona que se tiene por superior a las que lo rodean, por su riqueza, por su posición social o por otra cualidad o circunstancia, y desprecia y humilla a las que considera inferiores.

Soberbia: Satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendas con menosprecio de los demás.

Soberbia: Condición de la persona que se cree superior a las demás.

Soberbia: Arrogancia.

Superbe: Vanité qui rend orgueilleux.

¿Quiénes son, siempre, los demás?

La felicidad se puede alcanzar. Una de las primeras habilidades que se aconsejan es conocerse a sí mismo y saber que nadie te considera más importante que tú mismo. Con lo cual la soberbia más sería una cualidad de tonto. O toda cualidad excesiva es defecto estúpido.

Quizá la edad más sensata para ser soberbio sea la juventud (de hecho diría que es incluso necesaria). Si se mantiene deviene en locura de hombre.

Y no podemos seguir calificando a alguien que conocimos soberbio en la juventud, por inercia, de la misma forma. A veces la soberbia se convierte en confianza no compartida (que excluye el desprecio y la humillación de los demás).

Porque el desprecio y la humillación es condición necesaria del llamado soberbio. Habrá que cuidar muy mucho a quien se le llama soberbio (hay palabras que excluyen el desprecio a los demás y su humillación y que sin embargo sí mantienen el deseo de ser a otros preferido. Por ejemplo: el inferior).

Toda cualidad humana es una cuestión de medidas y toda medida está sujeta a cambios ( el final del probable silogismo cae por su propio peso).

Fui soberbio en casi toda la acepción de la palabra: me creí más y desprecié a algunos. Tengo en mí, sin embargo, que nunca fue mi intención humillar.

Quiero pedir olvido por mi mal de juventud porque el perdón es imposible (nada se puede perdonar. Sí olvidar -si en ello está la caprichosa memoria [que otros llaman selectiva]). Un dolor vivido no deja de haber sido aunque se perdone. El presente de una ofensa impide el perdón por principio.

Si es que sufrí ese mal...

Firmado:
Napoleón

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 02/12/2010 a las 23:41 | Comentarios {0}


Sampler: creación literaria -ideada por mí- cuya composición se consigue mediante frases de diversos autores las cuales, engarzadas con algunas propias, producen un sentido nuevo.
Las frases propias están escritas en cursiva.
Las otras frases corresponden a los siguientes autores: Félix de Azúa, Gonzalo Torrente Ballester, Ana María Matute, Vallejo Nájera, C. Puche, J. Aldebarán, J. Gregorio, Camilo José Cela, Ana María Moix, Carmen Laforet y Zunzunegui.
Las frases se encuentran recogidas en el Diccionario del Español Actual y han sido entresacadas de las entradas de las siguientes palabras: ADONIZARME, AFEITADO, AFELPADO, AMOK, CABALLITOS, AY, EONISMO, CONTRAHECHO, DESCARADO, CRUDEZ, DESTROZO Y ESCAPAR.


En la casa todo sigue igual, si exceptuamos algunos presentimientos. No debo, sin embargo, adonizarme; los presentimientos nacen de una mala acción. Durante el afeitado, con la mente sin telarañas, puedo pensar; mis pies, afelpados, apenas rozan la alfombrilla, como topos. Pienso: En general, cada animal mata para comer o para que no le coman, pero estos instintos pueden deformarse enfermizamente, saliéndose de su función específica, y dirigirse, o contra los demás (agresión feroz e indiscriminada, contra todo y contra todos, como ocurre entre los humanos en la crisis de amok) o contra sí mismo. Yo fui alejado del parque los sábados y los domingos, y ni podía montar en los caballitos ni en las barcas, porque en esos sitios había niños muy golfos. En esos pensamientos estoy cuando vuelvo a escuchar los recuerdos de palabras que se dijeron, de gritos gritados, de gemidos y ayes de gozo y de dolor y descubro que actúa ya en mí la extraña ambigüedad del trasvestido o el eonismo.
Miro, tras la ventana, el bosque. Sobre el pardo matorral asoman los contrahechos y ásperos arbustos, sobre un suelo pobre y seco: cornicabra, ladierna, madroño. Un viajero se tumba a descansar un rato a la sombra de una noguera maternal y copuda en la que canta un pájaro y salta la descarada ardilla pelirrubia mientras mi esposa, semidesnuda, desafía en la galería volcada sobre el bosque que rodea la casa, la crudez atmosférica. En su mano izquierda existen grandes destrozos por mordedura. Sé que ella ha pensado muchas veces en escaparse de tantas pesadumbres y lacerías.

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/11/2010 a las 19:05 | Comentarios {0}


Ni siquiera sabía por qué se había puesto a ladrar. Más allá, no sabía qué era ladrar. La manada se había alejado y la ventisca era densa, cada vez más densa. No sabía de dónde había salido. Si antes de aquello (ladraba aquello porque no sabía qué era) había habitado una casa donde unos niños pequeños jugueteaban con él y un hombre alto se empeñaba en domesticarlo con una correa y un collar y ya por la noche se tumbaba en una cama para perros y él, graciosamente, sacaba la cabeza por fuera de la camita (hecho que resultaba cómico a los niños) y se ponía bocarriba como si fuera un humano con hocico y cuatro patas.
El viento helador. La nieve dura como pedrisco. El paisaje confuso. El instinto le avisaba que la soledad no es buena. Entonces recordaba unos versos que un hombre vociferaba en una esquina cada vez que él pasaba y que su mente perruna había memorizado como su olfato conocía los olores de la hembra en celo, de la caza o de la muerte. Recordaba también el nombre del autor de aquellos versos y mientras buscaba a la manada y empezaba a sentir hambre y ladraba sin saber muy bien qué era eso, iba recordando, una vez y otra, el poema: A ti te ocurre algo/ yo entiendo de estas cosas/ hablas a cada rato/ de gente ya olvidada/ de calles lejanísimas/ con farolas a gas/ de amaneceres húmedos/ de huelgas de tranvías/ cantas horriblemente/ no dejas de beber/ y al poco estás peleando/ por cualquier tontería/ yo que tú arrancaba/ a que me viera el médico/ pues si no un día de éstos/ en un lugar absurdo/ en un parque o en un bar/ o entre las frías sábanas/ de una cama que odies/ te pondrás a pensar/ a pensar a pensar/ y eso no es bueno nunca/ porque sin darte cuenta/ te irás sintiendo solo/ igual que un perro viejo/ sin dueño y sin cadena//. Perro, cuando terminaba de recordar el último verso del poema y antes de que volviera a su mente el primero, se ponía a aullar, como un cachorro recién parido que buscara en su aullo el alimento de la madre, o algo menos estético, aullaba para pedir auxilio a los suyos, a su manada, a su especie, a sus otros, o a otro hombre aunque no fuera su dueño, ni tuviera niños graciosos que juguetearan con él los sábados por la mañana.
La ventisca de nieve (¿o era hielo?) arreciaba. El paisaje se iba haciendo más y más difuso y de repente, el perro de dio cuenta de que su pelo era también blanco y así era invisible, como sus ladridos que se confundían con el crujir de las ramas eran inaudibles, como sus huellas que se cubrían nada más hollarse, desaparecían a su paso. Y de repente se fue sintiendo solo/ igual que un perro viejo/ sin dueño y sin cadena// y se tumbó de miedo y se murió de frío.

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 14/10/2010 a las 09:13 | Comentarios {0}



Prometeo se deshace como un azucarillo en el agua
Sombras y más sombras (no son de árboles -queridos árboles- no, no lo son) vienen y bailan a su alrededor desnudas y obscenas.
Prometeo -muchos días, muchas noches- tiene un miedo que le paraliza como cuando la vista se fija en un punto de oscuridad extraordinario.
Prometeo sintió ayer el deseo de tirarse por una ventana.
La fuerza de Prometeo reside en su capacidad para resistir los embates de los monstruos (los suyos, los que él con su aparente sabiduría ha ido generando día tras día, año tras año para que le coman el hígado cada noche y se lo devuelvan aparentemente sano por la mañana, no como regalo sino para que se lo vuelvan a poder comer a la noche siguiente).
Prometeo se hunde.
Prometeo no ríe.
Prometeo tiembla.
Prometeo llora.
Prometeo no es gracioso.
Prometeo es incapaz de amar. La noche pasada hubiera querido saber, darle la espalda a la Montaña y a la Roca que ha de empujar hasta la cima, para reposar en un soto de Saúcos, Alisos y Robles junto a un hada con luz de agua y un trasgo con voz verde.
Prometeo es un farsante. Prometeo es un cobarde. Prometeo no ganará ninguna batalla. Morirá asqueado de sí mismo y ninguna persona acudirá a su entierro. Tan sólo estarán presentes el cuervo, la lombriz y un virus.

Prometeo

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/06/2010 a las 10:00 | Comentarios {0}


¡Oh, corazón! Si yo pudiera calmarte, si pudiera, de verdad, lo haría. Me sentaría a la vera de tu corazón derecho y limpiaría esa sangre que entra emponzoñada y a raudales. Lo haría, de veras. Incluso te hablaría y te diría, quizá, consejas de viejos sabios que hablaron mucho y bien sobre esas ansias que el corazón, ¡Oh, corazón, corazón! destila en las noches para que en el día asuman tu vida entera y te dejen inerte, sin fuerzas reales para reaccionar.
Yo sé (o sabía) que el tiempo no existe y que algo que no existe no puede curar venas ni arterias; yo sé que el sistema vascular se alimenta de grandes respiraciones y vida apacible ¿Por qué entonces, querido, te lanzaste a la osadía del explorador? No quisiste dar la espalda a la selva, ni retrocediste ante la cascada y el río caudaloso.
Lo quieres todo, te diría. Persigues todo, te diría. Has quemado bosques enteros. Has dejado que los animales se asusten con tu nombre. Te has asustado tú con tu propio nombre pronunciado por Eco. Te has escondido en una cueva (donde dices fuiste muy feliz ¿cuándo has sido tú feliz, muchacho triste?) y sólo cuando mirabas el mar en la mañana y el aire estaba fresco y limpio y sorbías un té insípido, sólo en ese momento tus ventrículos se atemperaban y dejaban a tu corazón un hueco de sosiego.
¿Por qué eres tan audaz? ¿Por qué siempre has creído poder con todo? ¿Contra todos? ¿Por qué creíste que tu pensamiento te salvaría de tu intuición? ¿Por qué eres tan tontamente racional?
Así, si quieres, te hablaría, en susurros mientras la noche y sus estrellas iluminan realmente tu futuro y por fin tu corazón se aquieta y viene una ninfa del lago más cercano y deja caer sobre ti polvo de tu propia estrella, la que te guía, la que te quiere ¡Oh, corazón amigo! ¡Oh, corazón que busca!
Cálmate. Confía en el amor de los otros. Porque hay seres que saben realmente amar. Aprende de ellos pero sólo porque ellos no te pueden enseñar. Si pudieran no dudes que te enseñarían. Te lo darían todo. Te entregarían todo su conocimiento para que pudieras descansar tranquilo. Tú sabes que el aprendizaje es duro. Tú sabes que la soledad es amiga. Tú sabes que el que busca sólo busca y buscar tan sólo es ya una gran forma de vivir, una preciosa forma de vivir. La que tú elegiste, explorador audaz de todas las pasiones.
¡Oh, arterias de sangre limpia! ¡Oh, venas de sangre sucia! Dejad que su corazón descanse. Y vosotras Aurículas y vosotros Ventrículos aunaros en eso que conformáis, el corazón de un hombre, y dejad que se equilibre con el canto que otros hombres destilan en su oído. Amén.

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/06/2010 a las 18:57 | Comentarios {0}


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