No me he deshecho. Respiro. Hoy mismo he sentido con una intensidad digna de perro el olor de la tierra después de la tormenta. ¡Qué tormenta la de anoche! ¡Cómo eran los rayos luces estroboscópicas que iluminaban las montañas como si buscaran capturar su fisonomía en una fracción de segundo! Yo volaba. Parecía drogada con LSD. Recordaba aquellos años. Recordaba los miedos que pasé y las intuiciones que me regalaron la posibilidad de haber llegado hasta aquí. Ya mayor, en el inicio del fin, cuando la Muerte, en su paseo constante entre los seres con vida, pronto dará conmigo, más bien se tropezará conmigo porque cuando la muerte mata a los viejos no es que vaya a por ellos, es que con ellos se tropieza porque los viejos ya no están ágiles para esquivarla y se dejan coger y se entregan de buena gana porque vivir cansa, vaya que si cansa. Aún no me he deshecho, no soy como el cartón que al contacto con el agua se ablanda, no, soy de carne y hueso. Con los años debe ser. Por lo años, diría más bien. Son ellos los maestros (luego ya que la alumna, en este caso, aprenda, es otra cosa). Son los años los que han sugerido a este cuerpo que ya avanza hacia el tropiezo, No te deshagas -me han dicho-; no por otros; deshazte por ti si quieres pero los otros viven su vida, toman sus decisiones o no las toman sino que a veces se dejan llevar por una pereza que les impide tomarlas; decía el poeta -me siguen diciendo lo años- que sólo hay dos pecados: la pereza y la impaciencia y muy probablemente el poeta tenga razón. No te dejes vencer, querida. Aguanta hasta el final que si la vida cansa también es corta y una. Merece la dicha el cansancio de vivir. Merece el agradecimiento de haber sido autoconsciente y haber acudido a tu trabajo y haber pagado con tu dinero. Lo demás no estaba en tu mano, querida; lo demás son avatares. Tú tan sólo podrías ser responsable del mal que hiciste y ésa es una cuestión moral que, valga la paradoja, en poco te atañe. Sigue entera. Sigue atenta. Sigue viva. Sigue alegre cuando puedas. No duermas si no quieres y cuando quieras échate, cierra los ojos, sueña todos esos mundos que has soñado, casi siempre, por cierto, inquietantes quimeras. Porque la noche está callada, no te deshagas; porque seguro que respira aunque lejos, no te deshagas; porque la aurora boreal volverá a verse en Islandia, no te deshagas; porque la perra corrió una tarde más, no te deshagas; porque conseguiste llegar a casa, a tu casa, querida, la que pagas con tu medios, modesta y hermosa, la que te acoge, la casa en la que cuando llega la noche surgen por todos los rincones los aromas de las flores. Por tu casa, entonces, no te deshagas; mantén firme la espalda; cuida que el azúcar no te llegue a los ojos; anima a la sangre a que fluya serena por los cauces de tus venas; ama el sexo que tanto te entretiene; cuida la voz que sedujo a veces y si eres inocente, si en lo profundo de tu conocimiento del mundo y de ti misma, te sabes inocente, entonces, querida, no te deshagas; deja que sea el universo quien se encargue de esas gaitas y tú a lo tuyo: aprende un poco más mañana, sé generosa mañana, sonríe en cuanto puedas, que no te huela el cuerpo a mala, cocina tu alimento, ocúpate de los seres que tienes a tu cargo, no hagas esperar si alguien te espera y responde si alguien te llama. Aunque canse, querida, emociónate y deja que las aves vuelvan a cantar el paraíso.
Me declaro libertino (en el sentido que a esta palabra se le daba en el siglo XVIII, es decir, en moderna terminología: librepensador). La reflexiones que voy a ir plasmando a lo largo de las próximas semanas tienen un carácter provisorio y se acogen a una de las características de uno de los métodos científicos: estas reflexiones son falsables. Incluso yo mismo, a lo largo de este periodo que hoy se inicia, podré mostrar la falsabilidad de algunas de ellas.
Estas reflexiones no pertenecen a ningún heterónimo. De cada una de las palabras que escriba en este libro el único responsable soy yo: Fernando García-Loygorri Gazapo. Por supuesto que cuando utilice citas facilitaré el nombre del autor y el título del libro o fuente de donde las haya sacado.
63.- La honestidad de tu hacer ha de bastarte.
64.- Nadie tiene el derecho ha reconvenirte ninguna acción tuya que parta desde la honestidad.
65.- Y porque ocurre has de rebelarte contra ello aún a costa de perder para siempre a la persona deshonesta. Porque deshonesta es la persona que reconviene una acción honesta.
66.- ¡Cuánto cuesta poner en práctica las obviedades!
67.- Honesto, ta: adj. Lo que es en sí bueno, decente, permitido y honroso. Vale también razonable y justo.
68.- Honesto se emparenta con honor y con honra. Porque no se puede vivir con honra si no se es honesto y la honra es la vivencia del honor.
69.- También puede ocurrir que alguna acción honesta tuya sea incomprendida como tal por la persona a la que va dirigida esa acción. Tan sólo a ella habrás de dar explicaciones. Nadie que no sea ella tiene derecho a inmiscuirse. Será obligación tuya hacérselo saber.
70.- Es lícito preguntarse por qué querría alguien inmiscuirse en una acción que no le compete. Las respuestas serán muchas, seguramente, pero podrían quedar reducidas a dos: 1) Porque esa persona no puede reconocer la honestidad. 2) Porque tu acción honesta realizada por ella se convertiría de inmediato en deshonesta.
71.- ¿Cabe entonces que una misma acción pueda ser honesta o deshonesta según la persona que la ejecute? No. Sería más correcto decir según la intención con la que se ejecute.
Ensayo
Tags : Reflexiones para antes de morir Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/06/2024 a las 01:43 |
Me declaro libertino (en el sentido que a esta palabra se le daba en el siglo XVIII, es decir, en moderna terminología: librepensador). La reflexiones que voy a ir plasmando a lo largo de las próximas semanas tienen un carácter provisorio y se acogen a una de las características de uno de los métodos científicos: estas reflexiones son falsables. Incluso yo mismo, a lo largo de este periodo que hoy se inicia, podré mostrar la falsabilidad de algunas de ellas.
Estas reflexiones no pertenecen a ningún heterónimo. De cada una de las palabras que escriba en este libro el único responsable soy yo: Fernando García-Loygorri Gazapo. Por supuesto que cuando utilice citas facilitaré el nombre del autor y el título del libro o fuente de donde las haya sacado.
55.- Desde hace un tiempo -no sé si un poco tarde, sea lo que sea tarde en la vida de cada persona- mantengo una sana inclinación por la limpieza en mi casa. Nada exagerado -de nuevo los adjetivos ¡qué poco dicen! ¡Cuidaos de los adjetivos escritores primerizos!-. En mi devenir establezco un clara relación, casi un paralelismo, entre la limpieza del lugar que habito y la limpieza interior.
56.- Me siento más limpio. A largo de mi vida ha ocurrido lo contrario: me he solido sentir sucio como si la idea del pecado original -concepto cristiano que anula la pureza por el mismo hecho de nacer- hubiera adquirido en mí unas proporciones pantagruélicas.
57.- Los seres que sentimos desde la infancia una gran culpa solemos alimentarla durante años. En mi caso uno de los alimentos de mi culpa fue el haschís. Sufre esta droga en mi organismo una curiosa esquizofrenia: por una parte satura mis sentidos, provoca momentos de una gran excitación sensual y al mismo tiempo corroe mis entrañas con una ominosa, mórbida culpa.
58.- Lo primero que sentí cuando tomé la decisión de dejar de drogarme fue zozobra, incluso me invadió la certeza de que no sería capaz de abandonar aquello que me hacía daño y me procuraba placer a un mismo tiempo y no a partes iguales. Dejé el haschís y el alcohol hace más de diez años. Apenas me costó. Como suele ocurrir, cuesta más arrancar que seguir lo emprendido.
59.- A lo largo de estos más de diez años de vez en cuando he tomado una cerveza y en dos temporadas volví a fumar haschís. En ambos periodos la evolución fue la misma: exaltación sensual al inicio de la ingesta, aumento del sentido de culpa de seguido. En ambas ocasiones lo volví a dejar sin demasiado esfuerzo.
60.- Sí, relaciono la limpieza con la serenidad y la serenidad con un estado no alterado de conciencia. Entiendo por conciencia la percepción activa del mundo (la percepción pasiva es contemplación y en la contemplación se intenta anular la conciencia).
61.- Al mismo tiempo -sin que busque la paradoja- me parece necesario y rico vitalmente alterar el estado de conciencia. Y no es paradójico porque he llegado a la conclusión de que una alteración constante del estado de conciencia, pervierte la expresión en sí. Por decirlo en román paladino: si tenemos constantemente alterada la conciencia, la conciencia adquiere en esa alteración constante su normalidad y de ahí se sigue que ya no está alterada.
62.- La alteración implica la excepcionalidad.
Ensayo
Tags : Reflexiones para antes de morir Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/06/2024 a las 17:54 |
Me declaro libertino (en el sentido que a esta palabra se le daba en el siglo XVIII, es decir, en moderna terminología: librepensador). La reflexiones que voy a ir plasmando a lo largo de las próximas semanas tienen un carácter provisorio y se acogen a una de las características de uno de los métodos científicos: estas reflexiones son falsables. Incluso yo mismo, a lo largo de este periodo que hoy se inicia, podré mostrar la falsabilidad de algunas de ellas.
Estas reflexiones no pertenecen a ningún heterónimo. De cada una de las palabras que escriba en este libro el único responsable soy yo: Fernando García-Loygorri Gazapo. Por supuesto que cuando utilice citas facilitaré el nombre del autor y el título del libro o fuente de donde las haya sacado.
51.- No albergo temor porque ya lo conozco. Lo que hace el páncreas es incendiarme. Doy unos cuantos alaridos, aprieto los dientes, maldigo un mundo que parece retorcerse con los cantos de sirena que lanzan los fantoches de la extrema derecha. Luego me calmo. Recuerdo el día, hace muchos años, en el que unos sicarios de Fuerza Nueva -los antecesores de Vox en España- me pusieron una pistola en la cabeza. Recuerdo el temblor que recorrió mi cuerpo cuando sentí que quizá mañana sería una noticia en los periódicos como en aquellos días de principios de la década de los 80 ocurría cada poco. Una mujer fascista nos salvó o de la muerte o de la paliza no por compasión sino porque el lugar donde habíamos sido rodeados era el bar que tenían justo al lado de su sede en la calle Mejía Lequerica de la ciudad de Madrid.
52.- Nunca vencimos los totalitarismos. Sencillamente se retiraron a sus cuarteles de invierno y fueron creando el momento propicio para lanzarse de nuevo al asalto del poder mientras éste lo dejaban en manos de gentes mediocres con más alma de funcionarios que de republicanos -en el sentido original del término: gestor de la cosa pública-.
53.- El sistema totalitario es siempre el mismo: conseguir que nuestra totalidad sea totalizadora, es decir, que nada que escape a nuestra forma de ver el mundo tenga cabida en ese mundo. La totalización de la Totalidad es el germen del Totalitarismo, según afortunada expresión del filósofo mexicano Enrique Dussel. Es lo que hoy se denomina -de nuevo un eufemismo para enmascarar el propósito- polarización. Y la clave de esta totalización de la Totalidad (la nuestra, la de cada uno) es la negación del Otro (sea quien sea Otro).
54.- Cae por su peso que una de las formas más eficaces de luchar contra el totalitarismo es la aceptación del Otro en la Totalidad de tu mundo. Al aceptar al Otro -pongamos que el Otro sea un fascista para un socialdemócrata convencido- lo primero que ocurre es que lo desactivas porque lo incluyes en tu Totalidad, le das eso que se llamaba en el derecho antiguo carta de naturaleza y lo segundo es que le restas poder porque menguas el temor que te provoca.
Ensayo
Tags : Reflexiones para antes de morir Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/05/2024 a las 18:11 |
...alguna vez estuviste en el frente... la mirada casi de algodón... la espalda desnuda y una ambición desmedida [...] La roca no se destruiría. Lo sabías. Lo sabías... ¿Le quisiste? Piénsalo bien. No hace falta que te precipites. Cálmate. Repasa. Quizás en una noche de invierno cuando él te arropó y besó tu frente. Calma. Calla. No respondas aún que tu respuesta se la llevará el viento y cual heraldo antiguo de una tragedia bien urdida se la entregará a quien corresponda [...] anagnórisis provocará tu respuesta, tú, sí, tú que alguna vez estuviste en el frente [...] ahora debes mantener alta la cabeza y sonreír ante la lluvia que llega a destiempo (como una invitada pintona que es bienvenida) [...] ¿en lo alto del acantilado le quisiste? ¿cuando te calmo por un desencuentro con tu madre?... ¡Ay, tu madre! [...] se lo pensó, sí, ¿lo hizo? ¿decidía postergarlo?... como tú ahora... no confundas postergar con no precipitarse... tienes que tomar decisiones... Él mismo se colocará frente a los fusiles, pegado al paredón; habrá ideado un ingenio para que nadie haya de apretar los gatillos sino que por medio de un movimiento suyo (¿de su boca? ¿de sus ojos?) se aprieten y las balas vayan todas dirigidas a su frente donde él ubica el pensamiento que no es sino un diálogo introspectivo que a nada lleva [...] ¿Ya lo sabes? ¿Te atreves? ¡Dispara!
Ensayo
Tags : Fantasmagorías Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 15/05/2024 a las 19:51 |
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Tags : Fantasmagorías Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/06/2024 a las 02:01 |