Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Vivir es volver a ver
Azorín (Las nubes)
No se cansarán mis ojos de describir con descuido -como siempre lo hice todo- la caída de las hojas en el bosque que transito este otoño. Ni dejaré de contarte a ti -mon semblable, mon frère- el gesto extraño de abrazarme a un roble y dejarme ser durante un tiempo uno con él. Digo roble con descuido -como siempre lo dije todo- porque bien podría ser una encina o un quejigo. Pero también digo que me importa poco su nombre común y sin embargo no quisiera que se confudiera su ser árbol con cualquier otra materia del universo. No quisiera que nadie equivocara su esencia de madera y desearía que muchos vieran tan de cerca su corteza como la vi yo ayer y olieran su capa de líquen como la olí yo ayer y escucharan sus minúsculos crujidos -en su interior como si hubiera sido capaz de escuchar la savia corriendo entre sus fibras leñosas- como ayer fui capaz o ensoñé yo escuchar.
No se interrumpirá mi deseo de amar aunque sea con descuido como tanta veces hice y buscaré, ciegamente, el soplo milagroso de unos labios que se acercan y sonreiré cuando como esta mañana un hombre loco se muestre cuerdo con mi perro y me sonría por vez primera en cinco años.
Es cierto que las nubes son dibujo de la fugacidad de la vida y no lo es menos que la vida es fugaz cuando ha pasado. Cuando inicio el camino respiro con torpeza -siempre respiré al principio con torpeza- pero luego pienso en la sílaba que es el Universo y comienzo a concentrarme en el efecto que el aire hace cuando entra y cuando sale cuando entra y cuando sale cuando entra y cuando sale cuando entra y cuando sale cuando entra y cuando sale en la punta de mi nariz.
Soy dichoso al menos una vez al día; es una dicha sin medida y por eso es dicha.
Soy desdichado al menos una vez al día y esa desdicha se contiene en medidas precisas y por eso es desdicha.
No, no se cansarán mis piernas, ni tampoco mi piel; este transitar por experiencias es todo lo que tenemos y ninguna de ellas es vana. No hay pregunta que hacerse ni respuesta definitiva; a veces un objeto se aleja sin motivo y en ocasiones anticipamos lo que no ha sido. La verdad así sólo es el camino, tu camino -mon semblable, mon frère- y es hermoso cuando la verdad se detiene y te anima a que te abraces al árbol, tan aparentemente quieto, tan sin sendero.
No quisiera hurtarte algo que vi ayer: sobre el lago un arcoiris surgió entre nubes.
Y quisiera recordarte un detalle, al descuido, de Epicuro: el placer es la ausencia de dolor.
Atardecer. Fotografía de Olmo Z. Octubre 2015
Atardecer. Fotografía de Olmo Z. Octubre 2015

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 12/10/2015 a las 17:58 | Comentarios {0}


Cómo punza el corazón (porque es en el corazón)
La luz brillaba, extraña y suave, y los dedos parecían moverse gráciles como si todo un manantial callado se hubiera puesto a gritar
Porque no sé la palabra amor, no me atrevo a pronunciarla
Porque he caído, yo, que nací en las grandes ciudades de occidente, en la más absoluta de las necedades no encuentro asidero con que definir este sentimiento que lacera mi respiración, que entrecorta mis ganas, que gime en una cama ancha, solo, y expulsa el aire en los caminos de la tarde como el tísico expulsa las flemas en un sanatorio -antiguo- en las montañas
En la sonrisa que se dibuja
En el arte de la contemplación
En la evocación de un día de invierno en un lugar con lago donde el frío era tan tenaz que fuimos obligados a guarecernos en el interior suyo
En la calidad del beso
En la oscuridad que a veces todo lo ilumina
¡Oh -me digo- detente! Vuelve a la muerte o acaricia tu mano izquierda con el ritmo sincopado de una página de Debussy
Y también me digo, Deja que tu ignorancia te guíe. La lucha sólo es para los que están dispuestos a quedarse ciegos. No hay lucha en el amar (sea lo que sea la acción de ese verbo) ¡Baila una danza irlandesa! ¡Adquiere el gesto de los hombres dignos! ¡Acaba de una maldita vez con la esperanza! Y al mismo tiempo: sueña la dignidad del ganso; recoge los prmeras hojas, las menos ocres; vuela hasta agotarte porque no volverá
El horizonte se halla demasiado cerca
El aeroplano volaba demasiado bajo
Tan sólo ha sido una equivocación muy de mañana
¡Bendita equivocación!, te dices, que despertó el manantial callado e hizo gráciles las ideas en las manos
Cuánta punzada, te dices
Cuánto espejismo de repente
Y ahora -corazón punzado- vuelve a ayer porque nada ha pasado, nada pasará ya nunca
¿Nada pasará ya nunca?
Así si una mañana de otoño, una mañana de otoño, mañana...

Narrativa

Tags : Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 08/10/2015 a las 12:17 | Comentarios {0}


La escalera de Betel en la Abadía de Bath
La escalera de Betel en la Abadía de Bath




















Si pudiera ofrecerme, me ofrecería
para satisfacer mis instintos sin culpa
Hay en lo alto de la escalera de Betel un ángel traidor
(y yo lo sé quizá porque yo sea ese ángel que aún no ha caído)
que cuando llegan los que vienen del Mundo Inferior
los aletea hasta sacarles los ojos de tal forma que los desorienta y algunos se pierden para siempre entre los brazos de un amor
Hay en el vestigio de una mirada fija y perversa
la llama devoradora del infierno y la sodomía que tiene la virtud -la llama- de encender la risa en los labios de un mancebo y la lubricidad en el culo de una novicia
Y en el Paraíso siguen yaciendo desnudos Adán y Eva, ahítos de manzanas y bajo la sombra del árbol de la ciencia; es falso que Dios los expulsara, fueron ellos los que expulsaron a Dios y ahora vaga desnudo, sin fuerza, en una oscuridad vergonzosa, Él que decía ser todo Luz -aseguraban sus exégetas-; comentan los que saben de la existencia de la eternidad que la Serpiente muda su piel cada mañana tras beber la hombría de Adán y la sangre hendida de Eva y aseguran que su reptar se hunde en la más tierna de las filosofías aquélla que asegura que la felicidad es deslizarse sin esfuerzo por la tierra


Hubo una mujer moribunda que me llamó Diablo justo antes de expirar
y el día en que visité a mi padre  y le dije al oído, Muere, murió
Hubo un día en que me miré devaneando en el espejo y me infundí terror
al ver las garras del Averno en mis pestañas y un iris en todo vacío
Luego supe que el terror es la cara oculta de la risa
y que más vale saberse Demonio que creerse Virgen
En el camino las moscas me rodean
Las cabras con sus ojos verticales se han detenido ante mí y han genuflexado sus patas delanteras
Yo las he bendecido y he bebido de la ubre de la más vieja de entre ellas y esa leche dura me ha hecho fuerte
Ahora estoy preparado para la ofrenda
porque he conseguido encerrar al niño que todos llevamos dentro en el centro de la plaza pública
y así, a la luz, se ha derretido entre gemidos mientras un ciego, bajo unos soportales, destrozaba con un bandoneón una canción de ultramar
 

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/10/2015 a las 19:51 | Comentarios {0}


"Es un acto de amor" , dice Estela Ordóñez cuando explica el deseo de que su hija Andrea tenga una muerte sin dolor. Habla más Estela, la madre, que Antonio, el padre; en este caso se muestra la fortaleza de la mujer, su capacidad de tierra.
Es imposible saber -si no se siente- el sentimiento de estas dos personas ante una decisión tan grave. Y si no se han vivido doce años luchando a brazo partido contra un enemigo que sabes que es más fuerte, no se puede entender la valentía, el sentido común y el amor que se ha de sentir para lanzarse a los medios de comunicación y arriesgarse a todas las maledicencias, críticas, oprobios y sandeces que les pueden caer encima y todo porque el sempiterno poder había decidido que Andrea tenía que sufrir lo que fuera antes que aliviarle su dolor en base a no se sabe qué principios éticos -cuando la ética, como dice Javier Sádaba, tiene como base el no causar sufrimiento-.

En España cualquiera quiere ejercer su cuota de poder. España fue y sigue siendo un país castizo, es decir, un país de castas (ya antes que los de Podemos, lo explicó magistralmente Américo Castro en uno de sus ensayos) y en este caso se han juntado dos de las más poderosas: la casta médica y la casta jurídico-moral para obligar a que la intimidad dolorosísima de una familia con una hija gravemente enferma y desahuciada, haya de salir a la luz para reinvindicar algo que recoge la ley desde 2002 pero no aplica esos poderes siempre retrógrados y con el espada de Damocles de la moral católica a la sombra. Es necesario que otra casta, la del cuarto poder, vea la noticia y decida airearla para que el derecho -EL DERECHO- de unos ciudadanos a que cese la agonía de su hija se vea reconocido.

Estela Ordóñez, Antonio Lago y Andrea Lago Ordóñez, desde este página, siento muchísimo que hayáis tenido que exponeros a la opinión pública para poder ejercer el derecho de Andrea a morir con dignidad y aunque sólo sea de refilón, imagino el amor que a lo largo de doce años habéis sembrado para poder llegar con la cara bien alta, el gesto sereno y la voz firme a exigir ante todos la dignidad para una sola persona: vuestra hija.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/10/2015 a las 10:20 | Comentarios {0}


Desnudo no sabría expresar la última nota
¿Cómo se pregunta?
¿Cómo se afirma?
El órgano no es la función
La vida se dilata y se contrae como la madera en el árbol bajo las inclemencias del tiempo
Navegó, afirma
¿Navegó? se pregunta
La duda mientras tanto merodea en las pulsaciones
y queda al caer la madrugada un último aliento, el límite piensa de la escapada
Esas manos, ha recordado
¿Ha recordado esas manos?
Por el camino
En las pérdidas
En el llano
Es cierto, el universo es tan inmenso
Apenas nada quedará en semejantes magnitudes
de este afán, mínimo como la geometría de la nieve,
en que se debate el hombre en quien ahora pienso
El aire también es nimio
Y qué decir de la tempestad, del filo de la roca, del color del ámbar, de la momia que en su interior pervive, del instrumento de tortura, de la caída de unos párpados, del gran edificio idiota, de la sonrisa de un anciano al borde de una carretera, de la bebida fermentada, del tósigo y su antídoto o del libro de tapas azules donde se esconde la posibilidad de un ser humano
Porque ya es octubre y lleva el pañuelo al cuello
y no sabe si la generosidad tiene siempre la misma cara
Porque es hijo de su tiempo y no contiene instrucciones al dorso
Porque no ha cogido palabras al albur de un dedo
siente que no sabría expresar desnudo la última nota
la que le llevaría a la octava esfera
aquélla que confirmaría las tensiones pitagóricas (con sus ecos de martillo)
Y como niño que pide siempre el mismo cuento porque aún no ha exprimido del todo la enseñanza que encierra dentro
este hombre en el que pienso necesita ver de nuevo una historia de sincronías en la que las linealidades del tiempo se rompieron y la posibilidad de los encuentros se dilataron tanto que casi, casi alcanzaron la magnitud inconcebible del cosmos
¿Qué pensará la avutarda de todo esto?
¿Cómo transmitírselo a la hoja lanceolada del quejigo?
¿Cómo hacerle saber a la carpa del pantano que las aguas son vestigios antiquísimos de un tiempo infinito?
O a sí mismo, se pregunta, o a sí mismo

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/10/2015 a las 10:54 | Comentarios {0}


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