¿Es sólo un día más? Vendrán más días y se añadirán y se hará una bola tan grande como las que hacen los niños cuando se niegan a tragar un bolo alimenticio.
¿Soñará que filetean su hígado y tiene tiempo de ver cómo lo ponen sobre una parrilla y llega a sentir el dolor de su víscera asándose?
¿Terminará por admitir que está loco? ¿Admitirá por fin que la infancia es la única cárcel de la que no se puede escapar? Se mirará frente al espejo y se dirá: la infancia es una cadena perpetua.
Parece que el mundo no quería dejarle descansar.
Hubo un tiempo en que creyó que el buen dios, por fin, le había acariciado la coronilla y con un leve y cariñoso empujón le había animado a seguir su camino. Hubo un tiempo en el que ante la lluvia sonreía. Hubo un tiempo en el que el porvenir estaba a la distancia de un minuto. Hubo un tiempo en el que creyó a pies juntillas que la vida era un trasunto cordial del folclore irlandés.
Ahora se levanta y el cuerpo le duele y siente la desdicha como si fuera una uña de su pie izquierdo, una uña que se ha vuelto callosa y le duele cada vez que apoya, cada vez que da un paso. ¿No quisiera dar más pasos? ¿Es sólo un día más en el que las nubes más grises que el infierno, el viento que más parece aliento de Cerbero que soplo de primavera, el frío y la humedad que traspasan con facilidad los muros le están dirigiendo hacia el acantilado contra el que un mar color verdemoco se estrella furioso, echando espumarajos por sus olas, espumarajos blancos como las flemas que recogía de su padre y que se desparramaban, pobre mío, por sus manos? ¿Realmente es éste el misterio, la dulce balada de otoño, la mano larga y sin callos de una muchacha de ciudad, los cabellos bien peinados de un muchacho con los labios propios de la juventud? ¿Deberá detenerse y volver a mirar algún cuadro que sea una alegoría de la vanitas para que él, de nuevo, se someta, humille la cerviz y desee que esto pase pronto, que la nada le cubra y nada por fin sea, así la gota lo es en el océano, así la escarcha lo es cuando sale el sol y llega el mediodía? ¿Habrá de lamentarse un día más? ¿Habrá aprendido que la tarde será callada y los muertos no se revuelven en sus tumbas y la mirada azul y verde de C. reposa en su cerebro como pudiera en la mente de Verlaine reposar el recuerdo de una mano de Rimbaud?
Se hacía el silencio. La pirámide, dedujo, estaba truncada. No sabía cómo había llegado a esta situación en la que una ausencia se convierte en un arma. Ya no quería pensar más. Ya no quería indagar más. Ya no quería sentir esa contracción a la altura del diafragma. Sólo deseaba que la mente -esa loca que habita en el mundo de cada ser- se callara. To die, to sleep,/ to sleep ... perchance to dream (Hamlet. Acto III. Escena 1ª).
¿Soñará que filetean su hígado y tiene tiempo de ver cómo lo ponen sobre una parrilla y llega a sentir el dolor de su víscera asándose?
¿Terminará por admitir que está loco? ¿Admitirá por fin que la infancia es la única cárcel de la que no se puede escapar? Se mirará frente al espejo y se dirá: la infancia es una cadena perpetua.
Parece que el mundo no quería dejarle descansar.
Hubo un tiempo en que creyó que el buen dios, por fin, le había acariciado la coronilla y con un leve y cariñoso empujón le había animado a seguir su camino. Hubo un tiempo en el que ante la lluvia sonreía. Hubo un tiempo en el que el porvenir estaba a la distancia de un minuto. Hubo un tiempo en el que creyó a pies juntillas que la vida era un trasunto cordial del folclore irlandés.
Ahora se levanta y el cuerpo le duele y siente la desdicha como si fuera una uña de su pie izquierdo, una uña que se ha vuelto callosa y le duele cada vez que apoya, cada vez que da un paso. ¿No quisiera dar más pasos? ¿Es sólo un día más en el que las nubes más grises que el infierno, el viento que más parece aliento de Cerbero que soplo de primavera, el frío y la humedad que traspasan con facilidad los muros le están dirigiendo hacia el acantilado contra el que un mar color verdemoco se estrella furioso, echando espumarajos por sus olas, espumarajos blancos como las flemas que recogía de su padre y que se desparramaban, pobre mío, por sus manos? ¿Realmente es éste el misterio, la dulce balada de otoño, la mano larga y sin callos de una muchacha de ciudad, los cabellos bien peinados de un muchacho con los labios propios de la juventud? ¿Deberá detenerse y volver a mirar algún cuadro que sea una alegoría de la vanitas para que él, de nuevo, se someta, humille la cerviz y desee que esto pase pronto, que la nada le cubra y nada por fin sea, así la gota lo es en el océano, así la escarcha lo es cuando sale el sol y llega el mediodía? ¿Habrá de lamentarse un día más? ¿Habrá aprendido que la tarde será callada y los muertos no se revuelven en sus tumbas y la mirada azul y verde de C. reposa en su cerebro como pudiera en la mente de Verlaine reposar el recuerdo de una mano de Rimbaud?
Se hacía el silencio. La pirámide, dedujo, estaba truncada. No sabía cómo había llegado a esta situación en la que una ausencia se convierte en un arma. Ya no quería pensar más. Ya no quería indagar más. Ya no quería sentir esa contracción a la altura del diafragma. Sólo deseaba que la mente -esa loca que habita en el mundo de cada ser- se callara. To die, to sleep,/ to sleep ... perchance to dream (Hamlet. Acto III. Escena 1ª).
Me declaro libertino (en el sentido que a esta palabra se le daba en el siglo XVIII, es decir, en moderna terminología: librepensador). La reflexiones que voy a ir plasmando a lo largo de las próximas semanas tienen un carácter provisorio y se acogen a una de las características de uno de los métodos científicos: estas reflexiones son falsables. Incluso yo mismo, a lo largo de este periodo que hoy se inicia, podré mostrar la falsabilidad de algunas de ellas.
Estas reflexiones no pertenecen a ningún heterónimo. De cada una de las palabras que escriba en este libro el único responsable soy yo: Fernando García-Loygorri Gazapo. Por supuesto que cuando utilice citas facilitaré el nombre del autor y el título del libro o fuente de donde las haya sacado.
159.- Yo soy (
Ensayo
Tags : Reflexiones para antes de morir Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/03/2025 a las 00:58 |
Me declaro libertino (en el sentido que a esta palabra se le daba en el siglo XVIII, es decir, en moderna terminología: librepensador). La reflexiones que voy a ir plasmando a lo largo de las próximas semanas tienen un carácter provisorio y se acogen a una de las características de uno de los métodos científicos: estas reflexiones son falsables. Incluso yo mismo, a lo largo de este periodo que hoy se inicia, podré mostrar la falsabilidad de algunas de ellas.
Estas reflexiones no pertenecen a ningún heterónimo. De cada una de las palabras que escriba en este libro el único responsable soy yo: Fernando García-Loygorri Gazapo. Por supuesto que cuando utilice citas facilitaré el nombre del autor y el título del libro o fuente de donde las haya sacado.
158.- Yo soy la literatura. (Franz Kafka)
Ensayo
Tags : Reflexiones para antes de morir Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 26/03/2025 a las 20:14 |
Carta del 14 al 15 de enero de 1913
Una vez me dijiste que te gustaría estar sentada a mi lado mientras escribo; pero date cuenta de que en tal caso no sería capaz de escribir (tampoco es que lo sea mucho en general), pero en este caso es que no podría trabajar en absoluto. Escribir significa abrirse desmesuradamente; la más extrema franqueza y la más extrema entrega, en la que todo ser ya de por sí cree perderse, en su trato con los demás, y ante las que, por lo tanto, se echará para atrás mientras esté en sus cabales -pues todo el mundo quiere vivir mientras vive-, esta franqueza y esta entrega, repito, no son ni de lejos suficientes para la creación literaria. Lo que se transfiere desde esta capa superficial a la escritura -si la cosa no marcha de otro modo y las fuentes más profundas permanecen calladas- no es nada, y se derrumba desde el instante mismo en que un sentimiento más verdadero sacude ese suelo superior. Por eso nunca puede estar uno lo bastante solo cuando escribe, por eso nunca puede uno rodearse de bastante silencio cuando escribe, la noche resulta poco nocturna, incluso. Por eso no dispone uno nunca de bastante tiempo, pues los caminos son largos, y es fácil extraviarse, hasta le llega a uno a entrar miedo a veces, y siente desde ya, sin violencia ni seducción alguna, ganas de emprender la retirada (ganas que siempre se pagan muy caras con el tiempo), ¡cuánto más si, inopinadamente, la más querida de las bocas le diera a uno un beso! Con frecuencia he pensado que la mejor forma de vida para mí consistiría en encerrarme en lo más hondo de una vasta cueva con una lámpara y todo lo necesario para escribir. Me traerían la comida y me la dejarían siempre lejos de donde yo estuviera instalado, detrás de la puerta más exterior de la cueva. Ir a buscarla, en camisón, a través de todas las bóvedas, sería mi único paseo. Acto seguido regresaría a mi mesa, comería lenta y concienzudamente, y enseguida me pondría de nuevo a escribir. ¡Lo que sería capaz de escribir entonces! ¡De qué profundidades lo sacaría! ¡Sin esfuerzo! Pues la concentración extrema no sabe lo que es el esfuerzo.

Felice Bauer y Franz Kafka, julio de 1917 (Archivo Klaus Wagenbach)
Cerca del amanecer. Camina por un camino a cuyas veras corren aguas encauzadas en acequias. No es su paso firme. Nunca fue su paso firme. Quizás esté un poco drogado. Quizás haya tomado cannabis sativa, ¡Oh, Linneo! y sienta en su mente la embriaguez ocre de la droga. Camina solo. A su alrededor el mundo de la mañana aún calla y el de la noche se acaba de acallar. Sus pasos no firmes y los roces entre la flora generado por un aire que no llega a la intensidad de brisa son los únicos sonidos de su mundo. Camina con el corazón agitado, presa de un nerviosismo que no se refleja ni en su paso -casi vacilante- ni en su gesto que aparenta la calma infinita que nace tras el desastre. Así ocurre el encuentro. Primero lo ve en forma de silueta. Luego se va conformando el cuerpo. Más cerca atisba facciones. Casi a su lado lo mira entero. Ni se saludan. Ni se observan. Tan sólo piensa, Estaba en mi orilla.
Cuento
Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 24/03/2025 a las 18:55 |
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Narrativa
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/04/2025 a las 13:18 |