Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Prólogo
Mi nombre y apellido van a ser Tobías Samel. El nombre y el apellido de la mujer para la que voy a escribir estas memorias van a ser Elsa Temuer. Le he pedido al dueño de esta revista digital que me permita publicar en ella estas memorias por si Elsa leyera en este tipo de medios y la casualidad además hubiera querido que por medio de una navegación aleatoria hubiera llegado hasta esta revista, Inventario -dirigida y gran parte de ella escrita por Fernando García-Loygorri-, que le hubiera gustado (la revista) y hubiera decidido seguirla -aunque fuera de vez en cuando-; otra posible forma de llegar ella hasta aquí es que utilizara internet y algún día, a partir de hoy, buscara el nombre que una vez inventé para ella, Elsa Temuer, y de esta forma apareciera este texto, en esta revista y ella accediera y dentro de un rato o dentro de seis años, esté leyendo este prólogo y me recuerde. Antes de que le produzca un escalofrío en el espinazo mi aparición o el simple haber dado ella conmigo o la mera posibilidad de que pudiera encontrarla...si es que aún está viva, quisiera, para tranquilizarte, Elsa,  asegurarte que estas memorias que escribiré para ti es la forma que he hallado menos violenta de pedirte perdón y que bastaría una palabra tuya al final de las mismas en los comentarios para sanarme mi culpa, mi grandísima culpa, la culpa inmensa que siento por haber vivido y por haberme encontrado contigo en un momento en el que mi vida destilaba una ira producida por los que hemos sufrido mal.
Han pasado cuarenta años desde la última vez que te vi. Era cerca del amanecer. Tú estabas dejando de ser Kotok para convertirte de nuevo en Elsa. Yo estaba dejando de ser Trifia para volver a ser Tobías. Me habías roto las medias cuando eras Kotok y yo era Trifia; me habías querido salvar cuando derivabas en Elsa y yo en Tobías. Cuando surgimos del todo siendo tú Elsa y yo Tobías te hundí mi navaja en el estómago, sólo una vez, sin retorcer. Cuando te di la espalda pensé que no sobrevivirías, estábamos en un parque, era otoño, de amanecida; a punto estuve de rematarte pero la posibilidad de que quizá vivieras; la posibilidad de que fuera detenido y ahorcado por tu denuncia; la posibilidad de que acudieras a mi ahorcamiento y de alguna forma se invirtieran los papeles y fueras tú la que me viera morir, me empujaron a no mirar hacia atrás y caminé hacia el este por donde, tristemente, surgían los primeros rayos del sol. 
Continuará...
 

Memorias

Tags : Memorias para Elsa Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/05/2025 a las 18:48 | Comentarios {0}



¿Dónde se establece esa frontera en la que lo personal se mezcla con lo imaginado? Nada más escribir la pregunta anterior me han surgido más preguntas. ¿Qué es lo personal? ¿Qué lo imaginado? ¿Pudiera ser que la ficción fuera una suerte de mensajes que llegaran por medio de ondas electromagnéticas o cualquier otro tipo de medio que pudiera codificarse mediante un receptor y que en este caso el receptor fuera un ser humano con el don de recibir esos mensajes y codificarlos por medio de la escritura? ¿Pudiera ser que nada fuera en realidad inventado? ¿Que todo estuviera siendo vivido en alguna parte, alguna vez, en algún tiempo?
Las lindes pues. Lo que queda dentro. Lo que sirve como escenario para una pasión. Porque vivo en una montaña mágica escribo teniendo como fondo ese escenario y al mismo tiempo recuerdo la calle estrecha como de barrio obrero de Manchester en la ciudad de Madrid. Podría describir a gentes que van pasando. Podría hacerlo. También el temblor de un castor ante la cercanía de la serpiente. Esas lindes. La medusa. El paramecio. El liquen. El musgo. La brizna de hierba. El pelo castaño. Los ojos redondos y un gesto de unos hombros echados hacia delante. Todo esos elementos con una acción, con una descripción, sometidos al capricho de lo que siempre está siendo. Eso que se atrapa al vuelo y queda fijado mediante un código. ¿Cuántas manos teclean en este momento en el mundo? ¿Dónde está la frontera a este desvarío? ¿Seré capaz de encontrar una respuesta? ¿Marcaré la linde? ¿La vallaré? 

 

Ensayo

Tags : Meditación sobre las formas de interpretar Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 26/04/2025 a las 01:24 | Comentarios {0}


Cartel diseñado por Shujiro Shimomura, 1928
Cartel diseñado por Shujiro Shimomura, 1928

      Lo mirarás y te sentirás perdida como si hubieras hecho algo más allá del poder que a ti misma te habías dado. Más allá del poder. Más allá de las ganas de hacer daño. Lo mirarás en su ataúd, cruzados los brazos, los ojos bajados, de una palidez inusual. No llorarás. Sólo te asaltará, como un gusano, la vaga idea -que denota ya el objeto al que denominas algo- de haber traspasado una linde, de haberte excedido en el empeño, de haberte comportado, simple y llanamente, mal. Y quizás entonces recuerdes que te dijo, más de una vez, que no entendía ni el perdón ni el olvido porque ambos estados de la conciencia no son voluntarios. Entendía que pudieran ocurrir -como se puede dar el feliz encuentro entre un ave y un tigre: sin saber muy por qué-; argüía -a ti- que cómo se puede perdonar un dolor que te arrebata la vida a cada instante a más a más cuando ese dolor no tiene un sustrato cuando menos razonable; que él no decía -te insistió- que no pudiera ocurrir que ante el encuentro tras el dolor que te ha desgarrado la existencia, el doliente tuviera una catarsis que purificara todo esa tristeza que se suele sedimentar en los hígados y los páncreas y sintiera de inmediato la liberación de todas las sustancias que se habían estancado y habían generado un hábitat de charca en el abdomen; porque -continuaba- estaba de acuerdo con Wittgenstein cuando aseguraba que todo lo que se puede decir es posible y así también era posible que igual que el perdón podía nacer de la más honda desesperación y el dolor más íntimo, también el olvido podía tener cabida en un corazón roto que aún así y a duras penas (hermosa en todo caso la imagen) había bombeado, durante los años de la destrucción sin amor, sangre al cuerpo todo.
      Ahora le miras. Ya nada late en él. Los últimos tiempos anduvo pensando que justo en el momento en el que él se encontraba muerto de frío, metido en una cama, en una habitación muy pequeña, de una casita también mínima ubicada en un pueblo por donde la historia se olvidó de pasar, justo en ese mismo momento una comisaria europea estaba manteniendo una reunión del más alto nivel con un enviado chino y también había un niño pisando charcos junto al río Congo y un camionero haciendo una ruta que atraviesa los terribles desiertos de Australia y tantos seres, pensaba, y pensaba que él estaba allí, con mucho frío, sin apenas calorías, dejándose ir un poco, sin aspavientos, a ver si esta vez la Parca sí le invitaba a seguirla mientras tú, a lo mejor, estabas con tu amante, rodeada por sus brazos y con la dicha de quien es joven y amada a la vez. Él también fue joven y fue amado.
      No hay moraleja. Tú sabrás lo que te recorre el cuerpo cuando miras la forma de la muerte en el cuerpo de tu padre. Sabemos que si pudiera desear, desearía que no sintieras nada, mejor así, que no sintieras nada nunca, que ni un solo día sintieras pesar por la daga que clavaste en su carne y por cómo durante años la retorciste y la hundiste más y más adentro para que provocara un dolor eterno, como el que sentía Prometeo, amarrado al Cáucaso, por los picotazos que le infligía cada día el águila en su hígado. Has de saber, ya para terminar, que nunca dejó de ocuparse del jardín y que su aparente descuido no es más que la forma que adopta un espacio cuando es amado.
      Nosotros no te deseamos lo mismo. No expresaremos nuestros deseos por respeto al muerto y porque está aún de cuerpo presente y parece como si en cualquier momento se pudiera levantar y con esa voz que a veces hasta parecía tronante, nos dijera, ¡Callad, que las hierbas del jardín duermen y hay una salamandra a punto de asaltar el universo! ¡Callad y bebed a mi muerte! Callad y recogeos pronto.
 

Cuento

Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/04/2025 a las 00:43 | Comentarios {0}


Monólogo escueto, listo para encordar


Toro. Fotógrafo Olmo Z. 2014
Toro. Fotógrafo Olmo Z. 2014

KARL:
Krausismo, Fernanda, obtuvo prohibidos en 1873. 
Esposo como plan b en la tarde donde Manet concibió un globo.
Completo, Fernanda, por post conciliar, por incrementar hasta el delirio el menosprecio y la lengua;
¡Segismundo, atiende en el mostrador!
Suya y nada más que suya, lo digo así porque ésa es la definición que le dio Hanna Arendt.
¿No estaría en contradicción con la vida onírica?
La Madre Naturaleza.
Isaac Yakovlevich Pavlosky.
De todo ello dio razón en un polémico ensayo que denominó Hacedores de sueños.
¡Libértame. Fernanda!
Liberto fue Terencio y así le fue.
Dime si Terencio era de piel oscura como las noches egipcias a orillas de un río...
...el río que pasa por mi aldea no es el Tajo.
...el río a cuya vera descanso en Egipto no es el Nilo;
No es el Nilo, Fernanda, no es el Nilo. ¿Tuviste un idilio con el hombre que se balancea en el aire? ¿Sabía lo desahogada de tu situación económica? ¿Te lamía mientras te pedía unos cuantos miles de reales? Digna de encomio es tu valentía.
Ya termino, ya, ya termino. Sólo era por no perder la mano. Por dejarme guiar por una piedra. Se trata, al fin y al cabo de un trabajo sin salario. Ven, Fernanda, ven, enlacemos as mâos à beira do rio.
 

Teatro

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 08/04/2025 a las 18:25 | Comentarios {0}


 
 
Me levanto caballero,
locuaz me enfrento al día
como los hombres de Godofredo
se disponían a tomar la ciudad de Sión
cuando la fe en un dios
lanzaba cientos de batallones
de unos y otros ejércitos
a los abismos ígneos del horror;
miro el sol como lo haría
un héroe del montón,
Sigerio, por ejemplo, o menor aún:
Dudón que murió de los primeros;
miro también la muralla
de doble hierro o de diamante
que cerca los arcanos de mi mente
y siento el impulso de atacarla
protegido tan solo con un peto y un espaldar
y esgrimiendo como armas
de cuero una rodela
y de Alepo una daga.
No oso hacerlo porque al ser héroe
soy cobarde y la belleza me vence
y me susurra: si mueres
no podrás volver a verme.

Cuando la tarde
cubre de dulzura el mundo
y atraviesa el aire, con rumbo,
una mariposa amarilla,
siento que el ímpetu
de la mañana decae
y busco entonces, sin empeño,
un delirio que me lleve
entre humo y duendes
hasta el último confín.
¡Qué silencios me esperan!
Ese lugar donde el yo
se descompone y nosotras,
células vivas de un todo muerto,
seguimos cantando
-como si fuéramos uno,
como si fuéramos yo-
sobre alguien que se levantó
caballero y escribió:
cuando la fe en un dios...
 

Poesía

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/04/2025 a las 20:52 | Comentarios {0}


1 2 3 4 5 » ... 467






Búsqueda

RSS ATOM RSS comment PODCAST Mobile