Este auge de los fascismos. Esta sociedad transparente. Este pedazo de estúpido integral que es el presidente del imperio, con sus gestos a lo dictador, una mezcla espantosa entre Mussolini y el Oso Yogui. La caída en la literalidad. La obligación de decantarse. Ver cómo se arrumba el sentido figurado, la ironía, incluso el sarcasmo. Esas leyes que se cambian con el método chulesco de un presidente de todo un tribunal supremo de un país que se pavonea -como tantos- de democrático que zanja un debate porque está hasta los cojones de debatir y ¡oh, suerte de la moneda! esta cae del lado de quienes en este momento dominan realmente el mundo: los guardianes del dinero.
Ante eso. Ante lo pornográfico de la sociedad en la que vivo (para quien quiera saber a qué me refiero con esos términos que empiece a leer, a conocer, a saber, a reconocer de una puta vez ) me voy a pasear por el paisaje ambiguo de un día nublado de noviembre en el que las nubes se han comido las montañas y se escuchan gemidos que podrían ser gozos de mamíferos follando. Ante tal reguero de estulticia me meo en el tronco de un árbol, en la soledad del camino tan sólo estropeado por los sonidos feos de unas máquinas a motor. Detesto el ruido de los motores de las máquinas. Los gritos continuos de los niños en un patio los detesto menos. En el ansia que siento en las ciudades se ve el triunfo del capitalismo. Me alejé de las ciudades. Me alejé de ese ansia que se contagia. Ese ansia de igualdad que genera una sociedad profunda y cruelmente desigual. Espejismos. Apariencias. Anhelos.
¡Qué tosco, mortal, es todo! A imagen y semejanza de las leyes del universo.
Ante eso. Ante lo pornográfico de la sociedad en la que vivo (para quien quiera saber a qué me refiero con esos términos que empiece a leer, a conocer, a saber, a reconocer de una puta vez ) me voy a pasear por el paisaje ambiguo de un día nublado de noviembre en el que las nubes se han comido las montañas y se escuchan gemidos que podrían ser gozos de mamíferos follando. Ante tal reguero de estulticia me meo en el tronco de un árbol, en la soledad del camino tan sólo estropeado por los sonidos feos de unas máquinas a motor. Detesto el ruido de los motores de las máquinas. Los gritos continuos de los niños en un patio los detesto menos. En el ansia que siento en las ciudades se ve el triunfo del capitalismo. Me alejé de las ciudades. Me alejé de ese ansia que se contagia. Ese ansia de igualdad que genera una sociedad profunda y cruelmente desigual. Espejismos. Apariencias. Anhelos.
¡Qué tosco, mortal, es todo! A imagen y semejanza de las leyes del universo.
A Julia Maestre Alarcón, mi primera maestra, en el aniversario de su segundo tránsito conocido por mí (no sé cuántos más ha tenido desde entonces ni cuántos tuvo antes de eso que he llamado "entonces" [si los tuvo, si existen, si no es que todo es lo mismo])
Duermen los muertos. Algunos llevan dormidos millones de años. ¿Cuándo murió la primera urbilateria? Sobre los cimientos de la muerte se ha ido construyendo esta nueva frontera, penúltimo salto del que seremos conscientes y me siento afortunado de estar aquí, de estar asistiendo a ella, de ser consciente. Somos educados para no ser conscientes de saber dónde nos encontramos. Manejan nuestras mentes en la infancia y para siempre una impronta se queda marcada en nuestros cerebros sólo que hay una llave -una entre otras- que a veces -porque no es siempre- abre el camino al descubrimiento de esa impronta y su posterior destrucción; esa llave es el sufrimiento. Ya desde los griegos esta idea subyace como poso de sabiduría. Pensaba Esquilo que obrando cae el hombre en la culpa; toda culpa encuentra su expiación en el sufrimiento; el sufrimiento lleva al hombre a la comprensión y la comprensión al conocimiento: este es el camino de lo divino a través de mundo de los humanos. Esa impronta se podría llamar: Autoridad. Sería interesante comentar todas las acepciones de esta palabra. Quizás en otro momento. Sirva ahora la acepción más usual. La Autoridad ha marcado la vida de miles de millones de seres humanos al impedirles saber dónde están y al no saberlo -o no saber siquiera que algo había que saber- han vivido, viven, vidas entregadas a otros, sacrificadas para el bienestar de otros -en muchísimas ocasiones no sólo para su bienestar sino para alimentar y hacer triunfar su codicia- de tal forma que hubo y hay ejércitos y ejércitos de vidas ignorantes. Lo paradójico es que también los beneficiarios de la ignorancia de los demás suelen ser a su vez ignorantes también. ¡Cuidado con la ignorancia de los poderosos!
En mi niñez empecé a obrar y empecé a sufrir. Ha tenido que pasar medio siglo para empezar a emocionarme sin rubor y sin culpa del bien, de la visión de la frontera, del dolor y de la estética. Gracias, viejilla mía, por ser la primera que me guió por la senda del sufrir.
En mi niñez empecé a obrar y empecé a sufrir. Ha tenido que pasar medio siglo para empezar a emocionarme sin rubor y sin culpa del bien, de la visión de la frontera, del dolor y de la estética. Gracias, viejilla mía, por ser la primera que me guió por la senda del sufrir.
Documento 21 de los archivos póstumos de Isaac Alexander
Chacra de Río Perdido, provincia de Córdoba. Argentina
28 de septiembre de 1946
Recién llegué a la Argentina, dejé que mis emociones alimentaran el caudal de Río Perdido. Me miro las manos con entusiasmo (tengo a la diosa Vida dentro) y al moverlas, al pasearlas por, por ejemplo, la planta de la lavanda, se me hincha el pecho en una respiración que quisiera abarcar mucho más que mis pobres y atacados pulmones; la lucidez que deriva de la idea de luz, entronca con Lucifer que, etimológicamente, quiere decir El que hace luz porque la lucidez (lo luminoso) siempre ha de tener presente el dolor; ser lúcido es ser consciente del dolor y aún con todo el dolor que este cuerpo mío y esta mente mía ha tenido que contemplar y sufrir, grito frente a los inmensos muros que se levantaron cuando chocaron entre sí las placas tectónicas correspondientes, ¡Gracias! Porque gratitud siento por vivir aunque sea finito y contingente; porque agradezco al cúmulo de azares y destinos que mi padre y mi madre copularan el día indicado y que fuera ese espermatozoide justo y ese óvulo justo quienes se encontraran en el seno de mi madre Esther y surgiera yo, Isaac Alexander, hijo de Salomon Alexander y Esther Steiner, judío por tradición y ciudadano agnóstico y sin dios por elección. Agradezco a las Furias su inclemencia; agradezco a Afrodita su belleza; agradezco a las Parcas cómo consiguen inocular el terror en nuestros corazones; agradezco los pensamientos de los hombres sabios; agradezco los paisajes que nos ofrece el mundo; agradezco la cúpula ardiente del universo y lo que el corazón ansía a veces porque estuve muerto y sin esperanza en una Europa devastada por sus propios habitantes y vi cara a cara la animalidad esencial del ser humano y tuve la certeza de que siempre habrá otros para los que seremos grey y como tal sentirán la tentación de azotarnos y dirigirnos hacia donde ellos quieran por medio de la fuerza de sus látigos y la fiereza de sus perros; por eso exclamo, libre de mis últimos amos, manumitido por otros y por lo tanto libre: ¡Tened cuidado con los pastores! ¡No os dejéis sermonear con palabras graves! ¡Contempladlos y escupidles a la cara y hacedles ver que sois hombres libres, osos en vuestro territorio, animados por un bendito deseo de longevidad!
Amen
Ensayo
Tags : Escritos de Isaac Alexander Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/09/2018 a las 12:10 |
Documento 18 de los Archivos Póstumos de Isaac Alexander
Marzo 1954
Lac de Serre-Ponçon.
Lac de Serre-Ponçon.
Desleído en café como si siempre, siempre, estuviera leyendo a Voltaire, si alguna vez, en algún mundo, cupiera la posibilidad de que yo estuviera toda una vida leyendo a Voltaire y lo que ello podría significar. Como vengo de descubrir que antes que Borges estuvo Richard Garnett y ese descubrimiento apenas me inquieta y no sé ni siquiera si es adánico lo que digo, si ya se hicieron concienzudos estudios sobre la relación entre estos dos escritores que de alguna forma buscan poner de manifiesto lo imaginado de lo real.
Entonces ¿Eróstrato quemó el Templo de Ártemis en Éfeso tan sólo por afán de notoriedad? El techo era de ébano y ciprés. ¡Qué bien debió arder! Han pasado siglos y siglos y siglos. Hubo incluso entre aquel tiempo y éste una ligera glaciación el siglo XVII tras el Cristo. Aquel hombre del que no se conocía el padre. Aquel hombre que según Schwob se creyó Dios. ¿Los que quieren ser famosos quieren ser Dios?
Los colores son la paleta de la luz.
Entonces aparecieron los cuentos policiacos, los ensayos de literatura, los ataques de Nabokov a Cervantes (hasta aquí llegan los constantes ataques a Cervantes), el libro de pintura sobre los siglos XIX-XXI, La desgracia también y las tentaciones de San Antonio y llegó una piedra lunar y surgió, de nuevo, siempre surge, siempre acaba surgiendo Cuchulaín. La noche se viene encima. Los Alpes han dejado de ser imponentes para mí.
Ráfagas. Fragmentos. Los últimos lamentos. Los primeros también.
Prius mori quam foedari
Ensayo
Tags : Escritos de Isaac Alexander Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 31/03/2018 a las 20:48 |
Documento 17 de los Archivos póstumos de Isaac Alexander.
Sin fecha ni lugar.
Para contar bien una historia sólo hay un camino: empezar por la primera frase.
La primera frase, te dirás... la primera palabra de la primera frase.
La primavera es cruel, por ejemplo
o Me digo: he de intentarlo de nuevo. Inténtalo de nuevo como cuando eras chico
(una mesa verde de oficina. Una mesa verde que trajo mi padre de la oficina en la que trabajaba, en la que no trabajaba de abogado que era lo que ponía cuando me obligaban a que pusiera la profesión de mi padre. Una mesa verde de oficina, metálica, con un cristal encima. No era cómoda aquella mesa para escribir. Fue mi primera mesa. Frente a la pared. De espaldas a la puerta del cuarto. Un cuarto que compartía con mis dos hermanos). Me hacía distinto. Seguro que pensaba que me hacía distinto. Era la único distinto. No tenía máquina de escribir. Tampoco sé si en esta historia se habrán inventado las máquinas de escribir. Ahora he sido cobarde. Porque iba por otro sitio. Estaba recordando, realmente, hechos que pudieron haber ocurrido. La noche se ha hecho grande. Eso es lo que tiene. He echado una ojeada a unas hojas. Uno ya sabe cuándo está empezando a poner paja.
Para contar bien una historia hay que poner toda la paja que se necesaria y luego hay que tener los arrestos para primero llamarlo paja y después quitarla, arrasar con ella.
Suficiente por hoy.
La primera frase, te dirás... la primera palabra de la primera frase.
La primavera es cruel, por ejemplo
o Me digo: he de intentarlo de nuevo. Inténtalo de nuevo como cuando eras chico
(una mesa verde de oficina. Una mesa verde que trajo mi padre de la oficina en la que trabajaba, en la que no trabajaba de abogado que era lo que ponía cuando me obligaban a que pusiera la profesión de mi padre. Una mesa verde de oficina, metálica, con un cristal encima. No era cómoda aquella mesa para escribir. Fue mi primera mesa. Frente a la pared. De espaldas a la puerta del cuarto. Un cuarto que compartía con mis dos hermanos). Me hacía distinto. Seguro que pensaba que me hacía distinto. Era la único distinto. No tenía máquina de escribir. Tampoco sé si en esta historia se habrán inventado las máquinas de escribir. Ahora he sido cobarde. Porque iba por otro sitio. Estaba recordando, realmente, hechos que pudieron haber ocurrido. La noche se ha hecho grande. Eso es lo que tiene. He echado una ojeada a unas hojas. Uno ya sabe cuándo está empezando a poner paja.
Para contar bien una historia hay que poner toda la paja que se necesaria y luego hay que tener los arrestos para primero llamarlo paja y después quitarla, arrasar con ella.
Suficiente por hoy.
Ensayo
Tags : Escritos de Isaac Alexander Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/01/2018 a las 00:40 |
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Ensayo
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 09/11/2018 a las 00:16 |