Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

A partir del libro Tertulia de boticas y escuela de curanderos de Álvaro Cunqueiro extraigo esta conclusión que quizás os parezca tan razonable como a mí.
El libro lo he encontrado en la biblioteca que mi amigo César Delgado heredó de su padre el autor teatral Luis Delgado. Biblioteca en todo caso incompleta pues parte de los libros los tiene su hermana Isabel, otra parte y no menor fue entregada a bibliotecas públicas y unos cuantos se agregaron a mi propia biblioteca.


Cunqueiro, el gran compilador gallego, una especie de Plinio del siglo XX, se adentra en este tratado, con su estilo culto y algo alambicado, en los secretos de algunas de las más famosas farmacias de la Antigüedad. Sería muy interesante y gozoso -y quizás en algún momento lo haga y transcriba literalmente partes de este libro- contar las curiosidades acerca de las propiedades del caimán en la Farmacia de La Meca en los tiempos en la que la gobernaba el más célebre de los boticarios del Al-Andalus, Ahmad el Gafiqí y describir la forma en la que los boticarios determinaban si un caimán en cuestión era virgen o no (porque si no lo era sus propiedades se evaporaban) o cuál era el fármaco más preciado de la botica de Hassan Sabbha El Viejo de la Montaña y que no era otro que un compuesto -recogido en copa de marfil y colocada ésta sobre una piel humana curtida con azafrán- del semen del gran Avicena y vino de palma que según decían era un excitante brutal y que cuentan llegó a probar una cucharadita el libertino Casanova y por eso fue capaz de realizar cuatro coitos en doscientos pasos con saltos de tejado y maniatamiento de escudero incluidos. Y así podría seguir contando anécdotas jugosas las cuales llevan todas al motivo por el que lo he traído a colación y es únicamente el concepto de verdad porque de lo que no se puede dudar es que en aquellos años eran verdad las propiedades curativas de los caimanes machos vírgenes o vigorizantes del semen de Avicena mezclado con vino de palma. ¿Será sorprendente dentro de ochocientos años nuestra verdad sobre la amoxicilina o sobre la función metabólica del páncreas? Desde aquí no me cabe la menor duda de que sí, de que un lector curioso como yo o un escritor/compilador como Cunqueiro recogerá estas verdades actuales y las mostrará como excentricidades a su público (sea como sea que el público haga para acceder a ellas pues mucho me temo que la lectura como la farmacopea del arcángel Rafael también se habrá convertido en una curiosidad, una antigua y curiosa forma de comunicarse que muy pocos -o ninguno- seguirá ejercitando).

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 12/12/2017 a las 18:55 | Comentarios {0}


No nieve, grulla
La luz sí ordenada bajo el imperio del gris
Young. Escopeta. Sordina
La escuela holandesa de finales del XIX
Vuelo del aire en su vuelta por el mar
Pantalón sin hilván
Porque en la iglesia románica la sonoridad busca su refugio
y la piedra se talla a gusto del cantero
Muesca de mayo
árbol de abril
perfil de un manto que cubriera el cabello de Clotilde García del Castillo
Alza el vuelo el mirlo en los campos blanquecinos por la escarcha
No es páramo, grulla,
sino una continuidad de heladas en la faz norte de un mundo al que nunca accederás
Quietud se pronuncia sorda
Espejo se clava lento
Mano desliza
No vamos a conversar sobre la herida
La sequedad de la boca se adhiere a este deseo
como la campana callada no levanta a las codornices del sembrado
Lejana la montaña
Ardiente el macho cabrío
sosegada la cobra
porque el molino gira y el aspa, arrogante, desafía al círculo
No nieve, grulla, no, no nieve

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 11/12/2017 a las 11:41 | Comentarios {0}


Habla alguien que se parece a un hombre culto y expresa la inquietud de lo cotidiano y el ser. El hombre culto enfrenta ambos conceptos y viene a decir que por ciertas conformaciones fisiológicas (pienso o deduzco que ha de referirse al cerebro o lugar concreto donde el ser piense) somos incapaces de valorar en su absoluta trascendencia lo cotidiano. Hay en su afirmación un deje de melancolía probablemente por el hecho de que aún habiendo pensado él lo dicho, no ha sido capaz de revertir en sí semejante incapacidad. El hombre del que se diría que es culto relaciona también tristeza y no valoración de lo cotidiano. Y así, en un momento de exaltación, dándole vueltas y vueltas a la idea, dejándose llevar por un anhelo de comunicación, como si al elevar la voz y el grado de la gesticulación consiguiera transmitir más que si no hiciera aspavientos o gritara, colocándose incluso al borde de la butaca en donde, hasta ese momento, se había sentado con las posaderas bien asentadas en el asiento y la espalda cómodamente apoyada en el respaldo, abriendo las piernas, expandiendo la caja torácica, tomando -como digo y como recuerdo- una gran bocanada de aire, y mirándonos con súplica y exigencia pronuncia, ¡Bendito aburrimiento! Y al decirlo parece derrumbarse como si el esfuerzo hubiera sido prometeico, parece también resignarse y cierra los ojos en un afán -supongo- de interioridad, de asunción por su parte de lo que acaba de decir; una postura en la que se mantiene un tiempo -creo recordar- concentrado y mediante la cual la respiración se le va calmando hasta parecer una mar calma tras el último abordaje de la tempestad.
El hombre culto se apacigua, relaja las manos, apoya su espalda en el respaldo de la butaca, mira un cuadro de estilo cubista, una naturaleza muerta con pipa, tazón y búcaro, traga saliva, sonríe beatífico y entre dientes, masticándolo, ora de nuevo su mensaje.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/12/2017 a las 22:32 | Comentarios {0}







Amor y azar huelen a sal




 

Ensayo

Tags : Meditación sobre las formas de interpretar Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/10/2017 a las 14:30 | Comentarios {0}


Pinturas Negras de Goya. Duelo a garrotazos o La riña 1823
Pinturas Negras de Goya. Duelo a garrotazos o La riña 1823

Palada primera
Hay un momento en la vida de los hombres en el que sabemos que vamos a morir. Entonces ocurre algo prodigioso y es que ya nada importa. Vivimos vidas sujetas a unas normas la mayoría de las cuales no nos las impusimos nosotros a nosotros mismos porque si así fuera esas normas estarían fuera de toda duda. La vida se convierte para la mayoría de nosotros en una renuncia a nuestro ser en bien de la comunidad. Sólo repugna que las comunidades humanas sean necesariamente mediocres. No tenemos más que mirar en nuestro rededor para sentir la profunda insatisfacción en la mayoría de las comunidades humanas y cómo basta cualquier pequeña aspiración para convertir a un humano en masa humana que adora el primer becerro de oro que se le presente ya sea una idea de un ser superior que a todos nos ampara, que de cada uno de nostros lo sabe todo -lo pasado y lo porvenir- y que en todas partes se encuentra a un mismo tiempo; ya sea la idea de unos límites geográficos que normalmente van unidos a unos límites idiomáticos para sentir cómo todos somos uno, un mismo destino, una misma fuerza. Los hombres necesitamos de los hombres para sentirnos hombre y por ese afán de sentirnos ser en el grupo, aceptamos despojarnos de una parte de nosotros mismos, una parte en general muy grande, para sentir que eso que resta está a salvo. La vida se compone de una extraña y desagradable sensación de renuncia unida a una aparentemente plena sensación de pertenencia. Vivimos gran parte de nuestra vida para pertenecer y dejamos morir gran parte de nuestra vida para pertenecer.

Palada segunda
Estos días estamos viviendo en España una especie de tribalización de la existencia; de repente hay una masa en el noreste del país que se ha unido, en su gran mayoría, en torno a la idea de que han sido maltratados por España, de que están siendo reprimidos por España y de que necesitan el aire puro de su independencia para volver a respirar y al mismo tiempo en eso que se ha dado en llamar España hay muchos que denuncian el victimismo de los llamados catalanes e insultan a esos llamados catalanes con todos los viejos tópicos que se utilizan contra ellos, incluso algunos de los llamados españoles dejan de comprar productos de ese lugar llamado Catalunya para joderles un poquito más y todo va llenándose de mierda nacional, ya sea la mierda nacional de España o la mierda nacional de Catalunya y el pertenecer a uno de los dos bandos se va haciendo cada día más acuciante como si no pertenecer a uno de los dos supusiera una rareza, supusiera un extravío. La comunidad humana exige de nuevo el sacrificio de la individualidad.
Y cuando esto ocurre en mi país recuerdo lo que ocurrió en otros países y con otros grupos: los judíos en toda Europa durante cientos de años; los kurdos en Irak y en Turquía; los tutsis en Ruanda y así podríamos seguir nación por nación, continente por continente encontrando viejas rencillas entre comunidades humanas muchas de las cuales acaban en baños de sangre, en carnicerías fundamentalmente de jóvenes en los frentes de batalla y en las retarguardias el horror de las humillaciones y las venganzas. Es el sacrificio que de tanto en tanto exige la Comunidad por pertenecer a ella. Comunidades siempre necesariamente mediocres, gobernadas por hombres necesariamente mediocres.

Palada tercera
Cuando una persona va a morir, decía, ya nada importa y entonces parece liberarse en ella algo así como la nostalgia de aquel ser al que tuvo que renunciar para ser aceptado y a veces, si hay un poquito de tiempo, incluso esa persona se puede permitir el lujo de ser ante un miembro de su comunidad como también es y así, por ejemplo, tres días antes de morir, una mujer llamada Isabel, nacional católica de los pies a la cabeza por la gracia del Santísimo Dios en el que cree, recta, seca, inflexible, sin imaginación, atacada por un cáncer pulmonar, aislada en una residencia de ancianos, recibe la visita de una vieja amiga, casi familia, una amistad que se fraguó con renuncias que harían temblar al mismísimo Dios en el que cree, tan sólo por la necesidad imperiosa que esa mujer sentía por ser aceptada en un grupo al que las circunstancias de la vida le abocaron porque de otro modo, si todo hubiera sido como debía ser, ella nunca habría sentido la necesidad -ni hubiera tenido la posibilidad- de acceder a él. Sólo que en esa figura que Isabel ofrecía a la comunidad, de repente, de manera sorprendente se abrió paso una esencia suya, una esencia que le llevó a desafiar a su propio Dios -o al pensamiento que ella y la secta católica dicen tener de los mandatos de ese Dios- y a la comunidad en la que vivía y una vez cometida semejante transgresión volvió al redil de la comunidad aunque ungida para siempre de un estigma que para lavarse -como siempre hicieron los conversos- le llevó a ser más papista que el Papa. Pues bien, esta mujer, poco antes de morir, en la visita de la vieja amiga a la que me refiero, con una dosis suficiente de morfina para mitigar el dolor, de repente, en mitad de una conversación banal, necesariamente para no hablar de lo verdaderamente importante que era su muerte, le dijo a su vieja amiga, May -así llaman cariñosamente a la amiga-, no sé si deberías estar aquí. Y May, muy ceremoniosa, le pregunta a Isabel, ¿Y por qué Isabel? e Isabel le responde, Porque me va a venir a visitar un meteorito y no sé si le gustará que estés.

Pausa entre paladas
Esta mañana he escuchado bajo el sol cálido de finales de este octubre abrasador, la tierra cayendo sobre el féretro de Isabel en el cementerio de la Almudena de la ciudad de Madrid. Era un sonido seco y hermoso. Casi absoluto porque había otro que surgía en sus silencios. Y sin buscarla he encontrado la metáfora de que la vida está marcada por el ritmo de las paladas de los sepultureros cuyas pausas nos permiten escuchar el alboroto de los pájaros.
 

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/10/2017 a las 00:40 | Comentarios {0}


1 ... « 24 25 26 27 28 29 30 » ... 94






Búsqueda

RSS ATOM RSS comment PODCAST Mobile