Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
No es olvido. Son los ojos que andan cansados. Las horas ante el ordenador. Luego llego. Quiero descansar los ojos. Miro tanto. No sé cuánto veo. No es olvido. Siempre está aquí. Lo ojeo. Lo recorro. Sueño con él. Llega la noche. Tras un día. Todo tan distinto. Quisiera que siguiera así mucho tiempo. Sí, lo quisiera. No es olvido. La suerte se echa unos días hacia un lado. No sé. Sí observo. Voy entrando. Luego salgo. Los días. Hoy, quizá, más cansado. Sí bastante más cansado. Pero antes de irme hasta mañana quería saludar. Sigo aquí. En cuanto me haya acostumbrado. No me olvido. Suena una hermosa música. Echo de menos muchas cosas.

Diario

Tags : Archivo 2009 Escrito por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/06/2009 a las 21:33 | Comentarios {0}


Sit zu
Sit zu
La araña meditando su crimen es un color de tela que se ofrecía en la Inglaterra restauradora del siglo XVIII. También lo eran sapo enamorado y ratón asustado. Podría subir los escalones y mirar desde arriba. Vivir las sensaciones de este extraño fin de semana. Muy extraño por muchas cosas. Sobre todo por el vaivén de la vida, por los recuerdos que me han invadido y por los lugares donde he estado, donde he dormido. Color de vida tan extraño como los arriba reseñados. Es como si no supiera a qué carta emocional quedarme (si se me permite decirlo de esta forma un tanto cursi). El día es largo en emociones. Cambiantes como los cielos que han inundado de tormentas la tierra de Madrid. Con viento y sin él. Por la noche del viernes conduciendo por la carretera de El Escorial y al fondo truenos y rayos. O al volver hacia Madrid una tromba de agua tan intensa como la tristeza o la nostalgia o el simple deseo de unas horas antes. Luego el sábado fue volver. El viernes ya me inundó la jara. El sábado seguía inundado. El olor atrae el recuerdo como la miel a las moscas. Recuerdos, hermosos recuerdos, ¡qué bella! Luego ese mismo sábado todo fue cambiando o, mejor dicho, como todos los días todo fue cambiando, sin saber a qué carta quedarme. Estábamos en una casa donde nunca había estado. Habíamos sido invitados por dos perras sitzus. Pasamos la tarde y al final también la noche. Dormí en un sofá. Sin saber dónde estaba, sin querer saber qué eran los sonidos que escuchaba (suspiros, palabras a media voz, carreras, gemidos, risas, vuelos), despertándome, durmiéndome, soñando o no hasta que llegó la mañana y las emociones fluctuaban y seguí haciendo lo que tenía que hacer. Nos fuimos de la casa y dejamos en ella a nuestras anfitrionas y a una amiga que iba a pasar un rato más con ellas. Una hermosa casa, en una urbanización aislada allá por Valdemorillo. Dejé a la amiga con su madre, dejé a mi hija con su madre, dejé el coche donde debe estar y ella me trajo de vuelta a Madrid y miré su perfil y recordé su piel y la bondad suya y los tiempos juntos y lo hermosa que es. Llegué a casa. Había pasado de nuevo toda una vida en menos de treinta y seis horas. No supe qué hacer. Me quedé en blanco. Me sentí cansado y recordé entonces el color araña meditando un crimen y ese nombre me sugirió la sensaciones que ahora siento, indefinidas a no ser que por un azar de la vida alguien (o algo) me mostrara ese color como debía hacer el sastre cuando ante la curiosa mirada de la clienta, le enseñara el catálogo de colores y pudiera ver por fin ese último color llegado, seguramente, de París.

Diario

Tags : Archivo 2009 Escrito por Fernando García-Loygorri Gazapo el 24/05/2009 a las 19:45 | Comentarios {1}


Hace tiempo que no sentía la gana de quedarme un rato más en la cama. El sonido del despertador, sin los cantos de los pájaros. Las campanadas del reloj. Bajo el cielo cubierto de nubes o despejado. El aire fresco de la mañana. Desayuno. Ducha. Vestirme. El camino por la calle Mayor. Y los días de fiesta. Los días de asueto. Como éste de hoy, fiesta en Madrid, que celebra el día de su patrón, y que, como siempre que hay una celebración pública, lo festeja con bandas musicales y algarabía popular en esta calle tan castiza (curiosa palabra que viene a decir lo propio de un lugar -sobre todo en Madrid- y cuya etimología primera nos remitiría a la noción de castas. Recomiendo en esta digresión el libro de Américo Castro Cervantes y los casticismos españoles, editado por Trotta ), tan de pueblo.

He dormido todo el día. Y ahora, cuando la tarde cae, recuerdo el cambio en el ritmo de vida y la naturalidad con que el cuerpo acepta el reto. He estado casi continuamente a lo largo de los diez últimos años llevando una vida de interior. Solía trabajar en mi casa. Apenas veía a nadie fuera de esos muros. Yo marcaba las horas del día y las horas, siempre flexibles, lo asumían. No sé cuánto tiempo habré derrochado ni creo que sea ahora el momento de echar cuentas. En la actualidad son las horas quienes me gobiernan y, semejante a ellas, lo acepto de buen grado. Redescubro que en la concentración de cuestiones ajenas el tiempo se aligera y marcha al galope por un espacio con un final claro y oscuro llamado muerte. Y me monto en el caballo alado de las horas y viajo por el tiempo tomando con dulzura las bridas (o quizá sea yo el caballo y las horas sean mi jinete), algo echado hacia delante, casi rozando con mi boca las crines de una hora, para que el viento no me golpee de continuo en el rostro.

En ese galopar escucho las notas de una guitarra, el grito de una gitana, el vuelo de las faldas de una muchacha que agita al mismo tiempo una sílaba entre sus labios; atisbo en la carrera el color rojo de la muleta de un hombre, el suave cosquilleo de los bigotes de una gata en la naricilla de un bebé, las gentes pacíficas en la espera de un semáforo que les dé el paso, el aroma de una comida echa con el amor que merece alimentar a otro ser, las risas de unos amigos ante un brandy añejo, de otro siglo, y presencio, aunque sea fugazmente, una mirada verde como el verde de la hierba en las Highlands de Escocia y en noviembre, un fogonazo de luz en los túneles del mundo, una mano negra de grandes uñas hermosa como un paisaje lunar a punto de nacer.

Así va diciéndome el día que la noche entra.
La banda de pueblo se ha ido.
Voy a levantar la persiana.
A lo mejor salgo a la calle.
Hasta mañana.

Diario

Tags : Archivo 2009 Escrito por Fernando García-Loygorri Gazapo el 15/05/2009 a las 20:08 | Comentarios {0}


La Cruz
¿Qué significa que el símbolo del catolicismo, la cruz donde fue muerto Cristo, sea un instrumento de tortura?

¿Realmente el símbolo acaba suplantando al origen?

¡Qué extraño es vivir! ¡Qué extraño el comportamiento!

Las caras. El nuevo modo de vida. Los transportes. El olor. La grisura y el color. Las nuevas estaciones. Un teatro muerto. Definición de Borges: El actor es un ser que finge ser otro ante un audiencia que finge creerle.

Lo que se dice. Lo que se entiende. Lo que se escribe. Lo que se lee. Lo que se escribe no es necesariamente lo que se lee.

Transcurren las mañanas y las tardes buscando preguntas, quizá por eso surgen preguntas o el destino me está diciendo, Pregúntate. Si hay un orden natural de las cosas. La casualidad, entonces, sería Dios.

La luz. Las calles. La conversación. El nuevo espacio. Ubicándose. Observando. Luz de primavera. La estación de metro de Embajadores. Los ascensores. Los ascensores. Los kioskos. Siempre me gustó la palabra kiosko, tiene ecos de Japón con algo de Albacete.

Me fascinan los buenas personas. La posibilidad. Respeto el cristianismo compasivo, es decir el que comparte la pasión, cualquiera que esta sea.

Gatos. Recuerdos.

Ya es tarde.

Hay mucho por hacer.

Mucho que preguntarse.

Diario

Tags : Archivo 2009 Escrito por Fernando García-Loygorri Gazapo el 11/05/2009 a las 23:23 | Comentarios {0}


Esta semana he respirado. Respirar me ha costado no poder acudir con regularidad a este encuentro con el mundo. Respirar es levantarme a las ocho de la mañana, desayunar tranquilo mientras el olor de la primavera -respirado- entra a mis pulmones, ducharme luego, lavarme los dientes, vestirme tranquilo y salir a la calle Mayor de la ciudad de Madrid cuando los comercios reciben sus mercaderías, las personas acuden a sus puestos de trabajo, los transportes, pasada ya la hora punta, funcionan más desahogados. Respirar es llegar a mi estación de destino, caminar tranquilo hasta mi oficina y pasarme allí siete horas trabajando en un trabajo amable, sin tensiones, sin presiones, con un intermedio de dos horas que aprovecho para ir a comer a casa de mi amiga Pilar -ha querido el azar que la oficina esté muy cerca de su casa- y por fin hacia las siete volver a esta calle Mayor, llegar cansado, respirado, eso que se decía de "con el deber cumplido". Respiro desconectado. Me meto en la cama y me quedo dormido.

Diario

Tags : Archivo 2009 Escrito por Fernando García-Loygorri Gazapo el 09/05/2009 a las 11:46 | Comentarios {0}


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