Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
La Cruz
¿Qué significa que el símbolo del catolicismo, la cruz donde fue muerto Cristo, sea un instrumento de tortura?

¿Realmente el símbolo acaba suplantando al origen?

¡Qué extraño es vivir! ¡Qué extraño el comportamiento!

Las caras. El nuevo modo de vida. Los transportes. El olor. La grisura y el color. Las nuevas estaciones. Un teatro muerto. Definición de Borges: El actor es un ser que finge ser otro ante un audiencia que finge creerle.

Lo que se dice. Lo que se entiende. Lo que se escribe. Lo que se lee. Lo que se escribe no es necesariamente lo que se lee.

Transcurren las mañanas y las tardes buscando preguntas, quizá por eso surgen preguntas o el destino me está diciendo, Pregúntate. Si hay un orden natural de las cosas. La casualidad, entonces, sería Dios.

La luz. Las calles. La conversación. El nuevo espacio. Ubicándose. Observando. Luz de primavera. La estación de metro de Embajadores. Los ascensores. Los ascensores. Los kioskos. Siempre me gustó la palabra kiosko, tiene ecos de Japón con algo de Albacete.

Me fascinan los buenas personas. La posibilidad. Respeto el cristianismo compasivo, es decir el que comparte la pasión, cualquiera que esta sea.

Gatos. Recuerdos.

Ya es tarde.

Hay mucho por hacer.

Mucho que preguntarse.

Diario

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 11/05/2009 a las 23:23 | Comentarios {0}


Esta semana he respirado. Respirar me ha costado no poder acudir con regularidad a este encuentro con el mundo. Respirar es levantarme a las ocho de la mañana, desayunar tranquilo mientras el olor de la primavera -respirado- entra a mis pulmones, ducharme luego, lavarme los dientes, vestirme tranquilo y salir a la calle Mayor de la ciudad de Madrid cuando los comercios reciben sus mercaderías, las personas acuden a sus puestos de trabajo, los transportes, pasada ya la hora punta, funcionan más desahogados. Respirar es llegar a mi estación de destino, caminar tranquilo hasta mi oficina y pasarme allí siete horas trabajando en un trabajo amable, sin tensiones, sin presiones, con un intermedio de dos horas que aprovecho para ir a comer a casa de mi amiga Pilar -ha querido el azar que la oficina esté muy cerca de su casa- y por fin hacia las siete volver a esta calle Mayor, llegar cansado, respirado, eso que se decía de "con el deber cumplido". Respiro desconectado. Me meto en la cama y me quedo dormido.

Diario

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 09/05/2009 a las 11:46 | Comentarios {0}


Sí a la risa. El sol ha vuelto a la ciudad. Me levanto, escribo, acudo a las entrevistas. Voy perdiendo la vergüenza, poco a poco. El mundo me ofrece confianza. El mundo me ofrece confianza, lo vuelvo a escribir. Llegará el día en que todo esto habrá pasado y sé que lo recordaré como una época impresionante. Escuchaba ayer en la radio a un muchacho de 18 años que a los quince decidió irse a recorrer el mundo. Lo curioso del muchacho es que estaba en silla de ruedas desde los ocho años. Contaba que su padre le ayudó a aprender a viajar a los catorce y al año siguiente se fue solo, con una mochila, en su silla de ruedas y sin un duro (o euro). La narración que el muchacho hacía de su experiencia era reveladora. Su experiencia le había llevado a descubrir que sólo merece la pena vivir si se hace lo que a uno le gusta. Todo lo demás no importa. Todo lo demás se supera y así él contaba el día que estuvo a punto de ahogarse en el océano Pacífico o aquel otro en que, en mitad de Tailandia, le sorprendió un huracán o como se las arreglaba para viajar sin dinero y él, a esta última pregunta siempre respondía, En verdad (acudía mucho a esta locución adverbial) el dinero no sirve para nada. Y esta aserción tan absoluta, tan -aparentemente- discutible me llevó a recordar la historia de un hombre que por dinero arruinó su vida.
Acaba abril y ayer volví a Prado del Rey, a Radio Nacional de España. Volví a entrar en la vieja redacción de Radio 3 y me entrevisté con Lara, la directora de programas. Mientras hablaba con ella miraba por la ventana y recordaba un día parecido a éste, hace diecinueve años, justo antes de entrar en el estudio cuando caminaba por los pasillos y me aclaraba la voz. Y luego durante dos horas, de siete a nueve de la mañana, hacíamos Tato Puerto y yo el programa despertador. Hacía lo que me gustaba como hoy lo hago, diecinueve años después: fumo un cigarrillo, escucho música de jazz y escribo.

Diario

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/04/2009 a las 12:20 | Comentarios {0}


Fragmentos
Fragmentos
El asfalto gris claro. El tejado gris claro. Los muros se calientan. La antigua plaza con sus frescos vistos. El arco del suroeste, en la cara de la Carnicería de la Plaza Mayor llamada así porque era donde estaban antiguamente los carniceros y los cuchilleros -de ahí el nombre de Arco de Cuchilleros-, con el fondo de la iglesia de San Isidro -también gris- en la calle que llevaba a Toledo.

Los rostros variopintos. Los rostros de las vidas. Rostros como agujas de reloj tras la esfera de cristal. Rostros venidos de lejanos países. Rostros que me llevan en muchas ocasiones a embarcaciones inestables en alta mar. Los migrantes son los héroes actuales. Para mí, para mi sentimiento. Me gusta el término migrantes (lo he leído en los carteles de propaganda electoral para las elecciones ecuatorianas), más que emigrantes, porque migrante es que migra como algunas aves, como algunas mariposas, por ejemplo las Uranias Ripheus, unas extrañas mariposas que tuvieron como familia un destino fatal. Nunca se supo por qué las Uranias en su migración para desovar (un viaje de miles de kilómetros) se adentraban en el océano Pacífico y allí, en mitad del océano iban cayendo, agotadas, hasta casi desaparecer.

La esquina de la calle Calatrava donde fui feliz.

Un encuentro con personas con las que hablas, a las que miras. Un encuentro largo. Un encuentro suave. Hay algo de lo que puedes hablar.

La tarde va cayendo. Camino por la calle Toledo, luego por la calle Colegiata, llego hasta la plaza de Tirso de Molina, la atravieso, me encuentro con la calle de los Cañizares, nunca había estado en esa calle pequeña con un fondo de iglesia, camino por ella, llego hasta la calle Atocha y giro a la izquierda para bajar por la calle Huertas. Me siento en un banco. Me fumo un cigarrillo. Entro en El Diario y empieza la noche con Andrés.

La mirada. La conversación. Hermosa y divertida. Como si nos hubiéramos visto ayer por última vez en esa situación (cuando hace quizá más de diez años que no se producía). Y las cervezas y la borrachera. Y la mirada de Andrés.

En mitad de la madrugada sin apenas ver donde apoyo el bastón, dando eses en la plaza del Ángel (hay un ángel guardián de los borrachines) hasta que caigo y salen volando mi cartera y mi bastón. Entre la nebulosa me ayudan cuatro jóvenes a levantarme. Atravieso, solitaria, la Plaza Mayor y por fin me veo en la cama. Todo me da vueltas, es cierto, y me siento, mientras me duermo, sereno.

Diario

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/04/2009 a las 14:45 | Comentarios {0}


Leonardo da Vinci, El Corazón.
Leonardo da Vinci, El Corazón.
Ayer me levanté tarde (pensé, Tengo que volver a escribir ensayitos sobre los temas más dispares en la página, demasiado diario. Luego me dice otra conciencia, Escribe lo que tengas que escribir, esa es tu libertad y la de los lectores será seguir leyéndote o dejarte una temporada). La noche anterior Pedro y yo estuvimos de conversa hasta altas horas de la madrugada. Violeta dormía en casa de su prima Paula. La vida en Madrid seguía siendo amable. Hacia las dos me fui a comer a casa de mi madre.

Estuvimos Violeta y yo en el cine Capitol, en la calle Gran Vía y luego vinimos caminando hasta la calle Mayor, nuestra nueva casa. Ella estuvo a gusto. Quizá fue en ese momento, cuando la veía meterse en su cama, arroparse y quedar dormida cuando me vino a la cabeza la pregunta y su respuesta. Pero fue muy rápido, no permaneció ninguna en mi cabeza. Seguí con la rutina del día. Dormí a pierna suelta hasta la mañana del domingo sin que ni la pregunta ni la respuesta acudieran de nuevo a mí, sin recordarlas siquiera. Nos vino a buscar Tito y nos fuimos con él, Pilar y Candela a pasear por la plaza de Oriente y luego tomamos un aperitivo por las viejas calles de la ciudad y comimos en su casa y Violeta hizo sus ejercicios y luego la llevé a casa de su madre en el coche. Entonces quedé con un amigo al que no veía hace mucho tiempo y hablamos y mientras hablábamos la pregunta y su respuesta de la noche anterior volvieron a acudir pero esta vez de una forma clara y persistente.

Yo podía hablar de otras cosas y fue de hecho lo que hice pero mi cabeza y mi hígado estaban en otro sitio, estaban en esa pregunta y en esa respuesta que eran, ambas, concisas y verdaderas sólo que me producían -por esas mismas cualidades- un grado de perplejidad increíble como si me hubiera despertado de un sueño muy real, como si las razones de los seres humanos me hubieran cogido siendo mapache y una vez vuelto a mi condición humana se me hubiera esclarecido -y de ahí la perplejidad- una cuestión a la que paradójicamente yo daba la respuesta correcta con argumentos equivocados (incluso contrarios a la propia respuesta).

Me acosté la noche del domingo con esa desazón en el alma. Con la sensación de ser un ingenuo. Y así el fin de semana me trajo las evidencias de que tengo una relación preciosa con mi hija y de que soy, en el buen sentido de la palabra, un hombre bueno.

Diario

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 19/04/2009 a las 12:27 | Comentarios {0}


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