Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Cuando vimos los aspavientos de aquel hombre que en su sexualización fluida era casi casi una mujer, todos acudimos en su auxilio; el primero que llegó junto a ella -ahora es ella porque al acercarnos nos inundaba una esencia tan femenina que pálida se quedaba Afrodita en su concha tal cual la imaginaron los maestros renacentistas italianos- se quedó pasmado, transido de contemplación, como ido; tras él llegamos varios en tropel y al sentir el temblor en el labio inferior de aquel ser que surcaba los géneros como quien surca un amar, sentimos cada uno en el nuestro algo parecido a la empatía, algo parecido al dolor. Llegaron los demás y se hizo el silencio, tan sólo reverberaba en la Gare du Nord -que allí era donde estábamos-, en el andén 3, el aleteo de un petirrojo que se debió de extraviar cuando migraba hacia el sur. Justo en ese momento el sol emitió su último suspiro y nos entregó a la sombra como entrega un padre la novia ante un altar; ella -por los claroscuros que se habían pintado en su rostro- era ahora un muchacho adolescente, a punto de juventud; su gesto, atormentado, nos hablaba de pasiones antiguas como la piedra o la luna y su mano derecha, contenida en puño pálido cual alabastro, parecía contenerse a sí misma en una lucha final; lentamente, adagio infinito, le abandonó del todo la luz y su cuerpo se dejó caer sobre el suelo hecho de adoquín gris, del feo y sufrido adoquín gris y a medida que su cuerpo entraba en contacto con el adoquín se diluía, se iba yendo hasta que tan sólo quedó de aquel ser tan bello un rastro de bruma que sabía a sal.
 

Cuento

Tags : Cuentecillos Escrito por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/12/2025 a las 20:06 | Comentarios {0}








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