Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
La voz y las imágenes de una disección.

También una sórdida historia que sale en las televisiones, insistente, en su sordidez. Ahora, en España, hay unos delincuentes a los que se les llama monstruos. No sé, no sé por qué ésos precisamente, debe de ser quizá por la mezcla entre lo largo de crimen y una cuestión sexual. Sí, salen mucho.

Hoy he escrito poco, lo he intentado en varias ocasiones, he tenido la intención. No, no me arrepiento. Me viene a la cabeza. Luego se olvida como tantas cosas.

He tenido ganas de utilizar mi pasaporte. Salir de la ciudad. Salir del país. Ir a Caen. Mirar la lluvia.

Ahora es de madrugada. Muy cerca aún de la medianoche y escucho a Jane Monhei, es la primera vez que la escucho en toda mi vida.

Así, dando rodeos, se divaga mejor.

Hace un rato me ha dado un golpe de calor, quizás esto haya sido emocionante.

La voz. La voz.

Navegaba. La mar estaba en la calma. No echaba de menos nada. Sabía que al día siguiente se entregaría. Pagaría su crimen. Sí, estaba dispuesta. Se sentó en la butaca de mimbre y se sirvió un trago de vino, blanco ambarino, muy frío. El cadáver de su marido estaba tendido en el suelo; se le había quedado en la comisura de los labios una mueca antipática y su mano había adquirido una postura antinatural. La vela, fuera, a fuerza de viento, hacía avanzar el barco; la quilla abría el agua y el agua chocaba, mansamente, contra el casco. Se entregaría, sí, eso pensaba hacer, ¿qué si no? ¿huir? ¿deshacerse del cadáver? ¿inventar una historia sencilla? ¿un golpe de mar? Siempre, se dijo, quedará una mancha de sangre. Y un poco más tarde ¿cuántos crímenes no son descubiertos?

Hay películas que veo varias veces. No son buenas. Pero las veo. Más tarde pienso la pérdida de tiempo. Tan sólo un momento. Solo. En la habitación, con un aire que corre por mis piernas. Ahora me haré un peta y seguiré escribiendo. Así es la noche cuando se escribe y acompaña Duke Ellington al piano. En el salón Pedro ve una película sobre la batalla de Waterloo, comerciantes y familias nobles inglesas. Me resulta anacrónico que la Revolución Francesa deviniera en Napoleón. Siempre he sentido que hubo en ese momento un salto espacio-temporal que ningún historiador ha sido capaz de captar. Quizá necesitara consultar a un físico teórico ¿Podría ser?

Hay días en que me gusta la buhardilla tan elegante en la que vivo, tan amplia y tan angosta al mismo tiempo, tan grande y tan vieja.

Me voy a la cama. Voy a leer L'art de la disection editado por la editorial Marguerite Waknine en su colección écrits sur l'art

Bueno, aún no, me gusta este tema que interpreta Jimmy Smith, tiene swing.

Diario

Escrito por Fernando García-Loygorri Gazapo el 30/08/2009 a las 01:23 | Comentarios {0}


Fin

A Elena


Recordaré el murmullo de tu pelo las manos que hacían las uñas de Julia los paseos por los campos alambrados las noches con fresco en la parte baja de la sierra los viajes que no hicimos y los que se fueron sucediendo pocos la verdad Recordaré tu mirada ante el fuego de la chimenea la nieve alfombrando la hierba del jardín y las manos entrelazadas Recordaré tu voz cuando tu voz estaba en la más alta madrugada y fuera un cielo con estrellas parecía no alumbrar nada Recordaré la risa que es siempre una amable compañera y esas frases que cuando se dicen suenan siempre a eternidad esas frases sobre la vejez en compañía esas frases sobre la belleza del otro esas frases sobre las gracias a la vida por habernos encontrado Recordaré una música o una música me hará recordar que un día no muy lejano nunca están lejanos los días que se recuerdan tú y yo nos quedamos ensimismados el uno con el otro y el tiempo eso que mata sin ser parecía detenido baja su guadaña sin nada que segar porque el presente es inmutable es lo único a lo que el tiempo no puede ni tan siquiera herir Recordaré los días señalados Recordaré el abrazo en la desnudez y la desnudez en sí Recordaré los largos en la piscina mientras en la calle contigua tú también nadabas Recordaré la complicidad ese arma tan poderosa de las parejas que se aman Recordaré que nos amamos Recordaré que en algún momento pensé que por fin todo estaba en su sitio y los inicios cuando después de comer mi dicha se traducía en una emoción que tenía como resultado el agua Recordaré no sé por cuánto tiempo el fin se parece mucho a la calma

Diario

Escrito por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/08/2009 a las 11:50 | Comentarios {0}


El miércoles el calor en Madrid es asfixiante. También el lunes y también el martes. El miércoles, tras dejar a Caroline en la Estación del Sur, el sol en una acera me derrite el cerebro. Es un calor que abrasa. Es un calor mórbido. Sólo pensar la tarde en la habitación, la imposibilidad de trabajar a gusto, el sudor en los dedos. Todo eso. No entiendo el placer del calor, de este calor que quema y anula y bordea la sensación de desierto. Siempre pensé que África empieza en Zaragoza con el anticipo de los Monegros. Este calor de las ciudades que todo lo ensucia. Un calor artificial además, un calor añadido.

Llego por fin a la calle Mayor, subo a la casa y sin pensarlo hago un par de llamadas, cargo lo indispensable en una maleta, me doy una ducha y tras llegar al lugar donde estaba aparcado (lejos de la calle Mayor, en la calle Viriato, así es también mi vida. Hay trozos de mi vida desperdigados por demasiados sitios. Mi vida se esparce, lo que caracteriza el ser cada cual. Esos trozos, pienso, esas huellas, por todas partes. Es bueno, cuando todo se reúne te das cuenta de que has perdido muchas cosas, así surge el olvido, el desprendimiento, eso que nos lleva al morir) hago aprovisionamiento de agua y sandwiches y cigarrillos liados y tomo la A-6 en dirección a Tapia de Casariego, en el Principado de Asturias, al noroeste de la península. Pongo la radio y pienso que es la primera vez que voy a viajar solo tan largo trecho, unos 600 kilómetros. Para llegar hasta allí hay que atravesar la desolada meseta castellana, los pueblos de Olmedo, de Rueda. Y al atravesar esos pueblos viajo también en el recuerdo porque esa carretera también conduce a Palencia y en esa ciudad, cuna de la primera universidad española, donde se encuentra el Cristo de las Clarisas, un Cristo yacente al que le crecen los cabellos y las uñas y las monjas han de recortárselos cada tanto y sobre el cual escribió un hermoso texto don Miguel de Unamuno, esa ciudad forma parte de mi vida y sus gentes. A todos los sigo queriendo. A todos los llevo en mi corazón. Y cuando llego al norte de León y surgen las montañas y la tierra roja y los grados van descendiendo en el termómetro del salpicadero, mi alma se va serenando, como si hubiera salido del infierno. Cae la noche entre curvas y sigo conduciendo mientras escucho a la Shica y una canción me recuerda las tierras de Granada, camino del aeropuerto, al amanecer y no sé por qué ese recuerdo me anega los ojos de lágrimas pero no por pesar sino por ternura porque lo único que me hace llorar es la ternura. Y me viene a la cabeza Los 400 golpes de Truffaut y aparece un cartel en la autovía que anuncia Peñafita del Cebreiro y entro en Galicia y esa tierra verde, umbría y fresca me trae recuerdos de viejas batallas, de reinas orgullosas y obispos llenos de ambición a los cuales dediqué muchos años de mi vida y mucho esfuerzo de mi imaginación.

Y así, sin parar, voy engullendo kilómetros y siento el placer de conducir y atisbo en un lugar de mi corazón el rostro de mi hija, la ausencia de mis días, el corto horizonte del paisaje gallego y al fin abandono la autovía y entro en la N-634, camino de Ribadeo donde me esperan mis amigos y sus perros, me espera el recuerdo de mi juventud y sus paisajes, me espera el mar Cantábrico y la ría de Castropol.

Diario

Escrito por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/08/2009 a las 20:42 | Comentarios {0}


A veces cuando canto busco armonizar mi canto con el del que canta.

Las transiciones (todo es una transición querida niña, todo, todo, por mucho que parezca que los asuntos se han detenido, todo transita en un ir y venir de emociones y negocios y paseos y descubrimientos y encuentros y soledades y misterios y obviedades y luces y ese candor que parece eterno de la sombra también, al fin y al cabo, es tránsito).

No te desesperes. Tan sólo has de saber que tienes el pasaporte. Quizá se demore el funcionario de turno en estampar el sello de la nueva emoción, del asunto imprevisto o del país lejano. Pero si tu pasaporte está en regla más tarde o más temprano accederás.

A veces cuando canto empasto mi escala con la escala del cantante y creo que (quiero pensar que es así) mi quinta está en perfecta armonía con su dominante. Entonces siento un placer inmenso y me alargo en ese canto y lo repito. Cuando canto y busco la altura necesaria, el silencio justo, el ritmo acorde, el corazón se me llena de contento y dejo que la respiración fluya y el aliento establezca sus proporciones.

Pasaporte quiere decir tener derecho a atravesar. Nunca deberíamos dejar que caducara.

Diario

Escrito por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/08/2009 a las 14:52 | Comentarios {0}


Hay veces
Hay veces en que es como una espada y a veces es como un insoportable cerrazón en el diafragma y entonces necesitó escuchar a Genesis y su tema Dancing with the Moonlit Knigt o si no Jethro Tull y su Minstrel in the Gallery. Algo se calma porque la memoria se va hacia atrás, muy atrás y salta por encima y salta y me veo en mi tardía adolescencia escuchando la flauta de Ian Anderson y su voz un poco de cristal en mitad de una noche de juerga en casa de Andrés Lima, en aquella maravillosa casa de Marqués de Santillana junto al Parque de Berlín. Y así si puedo, así sí puedo.

Hay veces que es una tristeza en todo llena de sentido pero ahora no puedo hablar de ésta porque escuchó el rock-folk de Jethro Tull y eso me impide, sí me impide.

Hay veces en que es un sueño o más una alegoría de algo que he de entender y sólo así podré hacerlo. En esos momentos me mantengo suspendido de la realidad, agarrado a ella con sensaciones físicas: la aspiración de un humo, la fijación en un ave, el tacto de estas sempiternas teclas.

Hay veces en que maldigo. Miro el mundo y maldigo.

Hay veces en que todo lo entiendo y me mantengo sereno y miro con orgullo mi estado y me recuerdo que dentro de poco todo estará bien, todo estará bien y ese futuro me acuna como la ventura de una historia mejor anima al niño a dormirse.

Ahora es esa flauta, y esa guitarra eléctrica con sus punteos de alfiler.

Hay veces en que tengo la impresión de que todo acabará muy pronto y escucho a Macbeth decir, Si todo terminara una vez hecho sería conveniente acabar pronto.

Hay veces, digo, hay días que va creciendo y crece y crece y se adueña hasta que se encuentra una solución, mejor un antídoto, a ese veneno que altera las pulsaciones y las ganas de vivir este calor, en la ciudad, lejos. Hoy el antídoto han sido, están siendo Jethro Tull y Genesis.

Hay veces que quizá me pueda salvar Neil Young y seguro que quien nunca me abandonará será Bach.

Diario

Escrito por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/08/2009 a las 20:25 | Comentarios {0}


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