Relato entresacado de la conferencia impartida por Roberto Juarroz titulada Poesía y Realidad, editada por Pre-textos/poética.
Jasud, en hebreo, quiere decir piadoso
Cuando el gran rabino Israel Baal Shem-Tov creía que se tramaba una desgracia contra el pueblo judío, tenía por costumbre ir a concentrar su espíritu en cierto lugar del bosque; allí encendía un fuego, recitaba cierta plegaria y el milagro se cumplía: la desgracia quedaba rechazada. Más adelante, cuando su discípulo, el célebre Maguid de Mezeritsch tenía que implorar al cielo por las mismas razones, acudía a aquel mismo lugar del bosque y decía: "Señor del Universo, préstame oído. No sé cómo encender el fuego, pero todavía soy capaz de recitar la plegaria". Y el milagro se cumplía. Más adelante, el rabino Moshe-Leib de Sassov, para salvar a su pueblo, iba también la bosque y decía: "No sé cómo encender el fuego, no conozco la plegaria, pero puedo situarme en el lugar propicio y esto debería ser suficiente". Y esto era suficiente: también, entonces, el milagro se cumplía. Después, le tocó el turno al rabino Israel de Rizsin de apartar la amenaza. Sentado en su sillón, se tomaba la cabeza entre las manos y hablaba así a Dios: "Soy incapaz de encender el fuego, no conozco la plegaria, ni siquiera puedo encontrar el lugar en el bosque. Todo lo que sé hacer es contar esta historia. Esto debería bastar". Y esto bastaba. Dios creo al hombre porque le gustan las historias.

Incunable del año 1472
¿Dónde se encuentra? ¿y esa punzadita en el estómago? Hay que aceptarlo. Aunque cueste. Poco a poco lo voy consiguiendo. ¿A la fuerza ahorcan? Yo sabía que la forma era escandalosa y que en ocasiones ser autodidacta es una losa que no se puede levantar sin eso que se llama don de gentes. Importa. Duele en el orgullo quizá. ¿Dónde está el orgullo? ¿En el paso de los años? ¿En el empeñarse? ¿En una constancia ciega? ¿Qué han sido estos once años? ¿Habrá que olvidarse de todas las formas? ¿Desconocerlo todo? ¿Abandonar sin laceraciones? ¿O seguir jugando sin esperar nada? Un juego nada más que me libró de la realidad y que yo quise incluir en mi realidad provocando así un error de dimensiones -humanamente- considerables.
Hacer el duelo entonces. Despojarse del equipaje. Mirarla como se mira un esfuerzo que quedara ahí. Una rareza. Una especie de muro. Un largo soliloquio. Con un argumento fútil. Con un desarrollo anárquico. Pensé que había intentado unir en Las Últimas -mi última novela- dos tendencias novelísticas: la del naturalismo y la de la fantasía (o la literatura memorística y la literatura puramente imaginativa). Ingredientes que surgen al amparo de la distancia. Pensé que la había peinado suficientemente. Pensé que había mantenido el pulso narrativo -vacilante- con mano firme (es decir que la vacilación del discurso tenía sentido narrativo). Pensé que había largas parrafadas hermosas que mostraban la calidad del que escribe.
¿Qué es la calidad? me pregunto ahora. ¿Sólo por comparación? me digo. Una opinión no es la opinión, bien lo sé. Demasiado tiempo, quizá. ¿A quién me entrego? ¿A quién escucho?
¡Qué joven es mi cabeza! ¡Y mi corazón cómo late! ¡Y mis ganas cómo siguen ahí avisándome de que la dignidad es lo último que debe perderse! Ni siquiera es una cuestión de bueno o de malo sino de idóneo -vacilo tanto ahora que me cuestan los acentos-. ¿Cómo sería la crítica? ¿Qué es la crítica? Tan sólo esperaba como todo artista... Quizá no lo sea y ése haya sido el espejismo. Quizá sepa ver y no sepa recrear. Quizá sigo perdido y me alienta la búsqueda. Quizá haya de buscar siempre, siempre y el premio, como el viaje, no sea encontrar, llegar, sino seguir buscando, el recorrido. Alégrate entonces. Alégrate porque en la búsqueda está la emoción. Eso sí lo sé.
Espero aún el veredicto final. La sentencia firme. No abandonaré. La escritura es algo que está pegada a mí, y yo a ella. Es muy probable que mi forma no sea la idónea. Es muy probable que me falten recursos estilísticos. Es muy probable mi torpeza en el imaginar pero aún con todo me gusta escribir. Cada día la escritura llama a la puerta de mi gana y me siento aquí frente al teclado y empiezo a organizar en mi cabeza una idea que plasmo en palabras y unas veces las pongo en el mundo y otras las guardo en un cuaderno de tapas amoratadas. Y en ocasiones tomo mi pluma y, en tinta verde, escribo un verso. Y también escribo en el aire. Y también escribo en el tiempo.
Hacer el duelo entonces. Despojarse del equipaje. Mirarla como se mira un esfuerzo que quedara ahí. Una rareza. Una especie de muro. Un largo soliloquio. Con un argumento fútil. Con un desarrollo anárquico. Pensé que había intentado unir en Las Últimas -mi última novela- dos tendencias novelísticas: la del naturalismo y la de la fantasía (o la literatura memorística y la literatura puramente imaginativa). Ingredientes que surgen al amparo de la distancia. Pensé que la había peinado suficientemente. Pensé que había mantenido el pulso narrativo -vacilante- con mano firme (es decir que la vacilación del discurso tenía sentido narrativo). Pensé que había largas parrafadas hermosas que mostraban la calidad del que escribe.
¿Qué es la calidad? me pregunto ahora. ¿Sólo por comparación? me digo. Una opinión no es la opinión, bien lo sé. Demasiado tiempo, quizá. ¿A quién me entrego? ¿A quién escucho?
¡Qué joven es mi cabeza! ¡Y mi corazón cómo late! ¡Y mis ganas cómo siguen ahí avisándome de que la dignidad es lo último que debe perderse! Ni siquiera es una cuestión de bueno o de malo sino de idóneo -vacilo tanto ahora que me cuestan los acentos-. ¿Cómo sería la crítica? ¿Qué es la crítica? Tan sólo esperaba como todo artista... Quizá no lo sea y ése haya sido el espejismo. Quizá sepa ver y no sepa recrear. Quizá sigo perdido y me alienta la búsqueda. Quizá haya de buscar siempre, siempre y el premio, como el viaje, no sea encontrar, llegar, sino seguir buscando, el recorrido. Alégrate entonces. Alégrate porque en la búsqueda está la emoción. Eso sí lo sé.
Espero aún el veredicto final. La sentencia firme. No abandonaré. La escritura es algo que está pegada a mí, y yo a ella. Es muy probable que mi forma no sea la idónea. Es muy probable que me falten recursos estilísticos. Es muy probable mi torpeza en el imaginar pero aún con todo me gusta escribir. Cada día la escritura llama a la puerta de mi gana y me siento aquí frente al teclado y empiezo a organizar en mi cabeza una idea que plasmo en palabras y unas veces las pongo en el mundo y otras las guardo en un cuaderno de tapas amoratadas. Y en ocasiones tomo mi pluma y, en tinta verde, escribo un verso. Y también escribo en el aire. Y también escribo en el tiempo.
Reflexiones acerca de dos silencios: la de Velocidad de escape y la de un amigo.
Ya sé que los grandes escritores del siglo XIX escribían sus textos en folletines, por capítulos, que se publicaban al día siguiente de escritos en los diarios (de ahí creo yo el verdadero surgimiento del naturalismo en la literatura: no fue tanto un imperativo de movimiento literario cuanto un imperativo de las rotativas de los diarios. Escribir natural es la forma más sencilla de escribir). Así empecé a escribir Velocidad de escape -al modo de los folletineros del siglo XIX- y podría haber seguido pero no quiero. Ha llegado un momento en el que uno de los escritores que habita en mí, necesita llevarse a los personajes y a las situaciones fuera del ojo de los lectores. Que te lean es jodido. Todo escritor aspira por supuesto a que llegue ese momento y cuando llega jode porque, ya lo habré escrito varias veces, lo que se lee no es lo que se escribe. Y esa distancia, a veces, es tragicómica. Hasta puede llegar a romper amistades y amores y vínculos aún más fuertes...
Mi amigo ha apagado la luz. Ya no se ve el cuadrado de su ventana en la noche del mundo, una ventana iluminada que era como un faro entre tanto dolor y tanta estúpida...; una ventana que marcaba longitudes y latitudes y parecían, al ser vistas, asentarte en un espacio donde la dulzura y la guerra, el amor y la Bestia, la ausencia y el universo se daban las manos en cada frase colgada, en cada preposición sin destino, en cada adjetivo sin nombre. Respetaré su silencio y sentiré saudade...
...entonces hay que irse, recogerse entre los cuatro ángulos de la mesa, someterse a las inclemencias de la imaginación, aguardar al pie del cañón las embestidas de las frases, construir con la paciencia del oso la levedad de las ideas, llorar si es preciso, reir a pleno pulmón o extasiarse ante el milagro de convertir en signos el asalto al castillo, el encuentro en los campos de heno recién segados, la partida sin mirar atrás o la resurrección de la luz en la llama que se había extinguido...
Porque entiendo la necesidad de mi amigo, no le pediré que vuelva pronto. Porque sé que su silencio será bellísimo, no le contaré lo mucho que pesará en el mío. Porque deseo la paciencia, no exhortaré a Diana Cazadora para que vuelva pronto, él tan cazador de pájaros, tan al acecho de sobrentendidos, tan escueto...
Llegará el día en que la historia necesite la luz de los Otros, mes semblables, mes frères. Hasta entonces Velocidad de escape entra en el mundo ausente del taller del escritor...
En nuestro regreso a casa/ noviembre no terminaba en las manos/ cortadas por el frío/ en la carretera rapidísima -veinticinco veintiséis veintisiete baldosas negras-/ ni en la esquina que nos daba miedo/ No.
Mi amigo ha apagado la luz. Ya no se ve el cuadrado de su ventana en la noche del mundo, una ventana iluminada que era como un faro entre tanto dolor y tanta estúpida...; una ventana que marcaba longitudes y latitudes y parecían, al ser vistas, asentarte en un espacio donde la dulzura y la guerra, el amor y la Bestia, la ausencia y el universo se daban las manos en cada frase colgada, en cada preposición sin destino, en cada adjetivo sin nombre. Respetaré su silencio y sentiré saudade...
...entonces hay que irse, recogerse entre los cuatro ángulos de la mesa, someterse a las inclemencias de la imaginación, aguardar al pie del cañón las embestidas de las frases, construir con la paciencia del oso la levedad de las ideas, llorar si es preciso, reir a pleno pulmón o extasiarse ante el milagro de convertir en signos el asalto al castillo, el encuentro en los campos de heno recién segados, la partida sin mirar atrás o la resurrección de la luz en la llama que se había extinguido...
Porque entiendo la necesidad de mi amigo, no le pediré que vuelva pronto. Porque sé que su silencio será bellísimo, no le contaré lo mucho que pesará en el mío. Porque deseo la paciencia, no exhortaré a Diana Cazadora para que vuelva pronto, él tan cazador de pájaros, tan al acecho de sobrentendidos, tan escueto...
Llegará el día en que la historia necesite la luz de los Otros, mes semblables, mes frères. Hasta entonces Velocidad de escape entra en el mundo ausente del taller del escritor...
En nuestro regreso a casa/ noviembre no terminaba en las manos/ cortadas por el frío/ en la carretera rapidísima -veinticinco veintiséis veintisiete baldosas negras-/ ni en la esquina que nos daba miedo/ No.
¿Cuándo se generó la vida?
Química y electricidad: eso somos.
¿Y el alma entonces? Yo aventuraría que el alma es el tiempo.
Química para sobrevivir.
Electricidad para tomar decisiones.
Tiempo para devenir nuestra química y nuestra electricidad.
Cuando hablamos de tiempo necesitamos espacio. No ocurre lo mismo cuando hablamos de espacio. El espacio no necesita tiempo. Así el alma. Así el cuerpo.
Los que, desde el conocimiento racional, han estudiado las etapas de la vida hablan de una evolución: desde los primeros entes químicos que, tras sucesivas transiciones de fase, llegaron a autorreplicarse dando lugar lugar a lo que entendemos por vida mientras la tierra se iba enfriando y surgían los protovirus, las protobacterias hasta llegar, en lentísimos transcurrires geológicos, a los mamíferos cuya esencia eléctrica supera a la química y la conduce. Y en esa marcha (me cuesta llamarlo evolución por su inevitable cercanía con los conceptos de progreso, avance, perfeccionamiento) surge el hombre y en el hombre surge la sensación del tiempo y el tiempo le lleva al descubrimiento del alma.
Sin poder generalizar (ni querer) el tema del alma es una cuestión meramente temporal. Como el tiempo, el alma es invisible, ubicua e inasible. Los Dioses, quintaesencia de las Almas, son sólo Tiempo. Pueden, en algún momento, transfigurarse en animal o planta pero es sólo para que nuestra parte espacial (la sometida a la química y a la electricidad) pueda percibirlos. Las religiones sin Dios promueven la fe en la trasmigración de las almas y en el alma de las cosas en sí ¿Y qué es trasmigrar y ser en sí sino atributos del Tiempo?
Porque si el espacio se contrajera hasta quedar convertido en un agujero negro supermasivo, el tiempo seguiría existiendo y no podría ser absorbido. Sencillamente porque el Tiempo como el Alma al no existir (es decir al no conducirse mediante parámetros de autorreplicación y decisiones), existe siempre. En un universo contraído o expandido el Tiempo (acelerado o ralentizado) sería invariable, es decir: seguiría siendo tiempo. No ocurre así con el espacio que deja de serlo si desaparece.
Tiempo y Alma.
Química y electricidad.
Exaltación y pausa.
Química y electricidad: eso somos.
¿Y el alma entonces? Yo aventuraría que el alma es el tiempo.
Química para sobrevivir.
Electricidad para tomar decisiones.
Tiempo para devenir nuestra química y nuestra electricidad.
Cuando hablamos de tiempo necesitamos espacio. No ocurre lo mismo cuando hablamos de espacio. El espacio no necesita tiempo. Así el alma. Así el cuerpo.
Los que, desde el conocimiento racional, han estudiado las etapas de la vida hablan de una evolución: desde los primeros entes químicos que, tras sucesivas transiciones de fase, llegaron a autorreplicarse dando lugar lugar a lo que entendemos por vida mientras la tierra se iba enfriando y surgían los protovirus, las protobacterias hasta llegar, en lentísimos transcurrires geológicos, a los mamíferos cuya esencia eléctrica supera a la química y la conduce. Y en esa marcha (me cuesta llamarlo evolución por su inevitable cercanía con los conceptos de progreso, avance, perfeccionamiento) surge el hombre y en el hombre surge la sensación del tiempo y el tiempo le lleva al descubrimiento del alma.
Sin poder generalizar (ni querer) el tema del alma es una cuestión meramente temporal. Como el tiempo, el alma es invisible, ubicua e inasible. Los Dioses, quintaesencia de las Almas, son sólo Tiempo. Pueden, en algún momento, transfigurarse en animal o planta pero es sólo para que nuestra parte espacial (la sometida a la química y a la electricidad) pueda percibirlos. Las religiones sin Dios promueven la fe en la trasmigración de las almas y en el alma de las cosas en sí ¿Y qué es trasmigrar y ser en sí sino atributos del Tiempo?
Porque si el espacio se contrajera hasta quedar convertido en un agujero negro supermasivo, el tiempo seguiría existiendo y no podría ser absorbido. Sencillamente porque el Tiempo como el Alma al no existir (es decir al no conducirse mediante parámetros de autorreplicación y decisiones), existe siempre. En un universo contraído o expandido el Tiempo (acelerado o ralentizado) sería invariable, es decir: seguiría siendo tiempo. No ocurre así con el espacio que deja de serlo si desaparece.
Tiempo y Alma.
Química y electricidad.
Exaltación y pausa.

Desierto de Somalia
La palabra secreta no sale de mis labios. En el alba, cuando los vencejos vuelan y comen, la palabra secreta digiere contenidos y sonríe a este mundo bellísimo e infame donde cuerdas y alambradas, segmentos y longanizas, lombardas y estrellas, manos y espaldas se entrecruzan a un ritmo frenético y luego, lentamente, en la noche -metáfora en este caso de descanso y silencio- se desligan y vagan por los alrededores de los encuentros y las alamedas.
La palabra secreta, La que no se pronuncia, adquiere el tono de los colores de la tarde, aquéllos del otoño cuando es verano o aquéllos del invierno cuando dos galaxias, en los bordes del Universo, se encuentran y crean un agujero negro supermasivo. La palabra secreta alienta los dones de los hombres sin ser jamás pronunciada. Hay algo en ella de ancestral, de tiempo de caverna, de bajo que marca la pauta de un ritmo africano, de seda en la calma del gusano, de aire en los vientos australes, de rapsoda en los desiertos más solitarios.
Nunca sometida. Siempre libre. Siempre jocosa. Puerto. Casa. Refugio.
En la invocación libre. Cuando el quehacer de un hombre desrritualiza lo que en sí, realmente, no trasciende. Sobre la mar de los pensamientos libres. Agua clara. Fuego limpio. Aire envuelto en densidades. Tierra fértil. ¡Verde, verde, verde, verde! Madera en el bosque virgen.
Música sin elaboración. Musgo sin sol. Camino que se cierra y se abre a merced de un ritmo sin medida. Eléboro. Madreselva. Jipi-japa. Caftán. Soliloquio. Faro.
La palabra secreta no guarda ningún misterio.
Ni es ningún arcano.
Ni se somete a arquetipo alguno.
Ni es propiedad de los iniciados.
No es dominada por soberbios sacerdotes.
Ni casta alguna la atesora.
Ni viento la levanta, ni ola la cubre, ni fuego la quema, ni tierra la germina.
La palabra secreta, La que no se pronuncia, adquiere el tono de los colores de la tarde, aquéllos del otoño cuando es verano o aquéllos del invierno cuando dos galaxias, en los bordes del Universo, se encuentran y crean un agujero negro supermasivo. La palabra secreta alienta los dones de los hombres sin ser jamás pronunciada. Hay algo en ella de ancestral, de tiempo de caverna, de bajo que marca la pauta de un ritmo africano, de seda en la calma del gusano, de aire en los vientos australes, de rapsoda en los desiertos más solitarios.
Nunca sometida. Siempre libre. Siempre jocosa. Puerto. Casa. Refugio.
En la invocación libre. Cuando el quehacer de un hombre desrritualiza lo que en sí, realmente, no trasciende. Sobre la mar de los pensamientos libres. Agua clara. Fuego limpio. Aire envuelto en densidades. Tierra fértil. ¡Verde, verde, verde, verde! Madera en el bosque virgen.
Música sin elaboración. Musgo sin sol. Camino que se cierra y se abre a merced de un ritmo sin medida. Eléboro. Madreselva. Jipi-japa. Caftán. Soliloquio. Faro.
La palabra secreta no guarda ningún misterio.
Ni es ningún arcano.
Ni se somete a arquetipo alguno.
Ni es propiedad de los iniciados.
No es dominada por soberbios sacerdotes.
Ni casta alguna la atesora.
Ni viento la levanta, ni ola la cubre, ni fuego la quema, ni tierra la germina.
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Ensayo
Tags : Sobre las creencias Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/07/2011 a las 18:50 |