No resuelvo la ecuación en esta mañana de diciembre porque aún vibra en el aire una vena ocluida. No sé qué vena. Como tampoco sé exactamente cuál es la forma del páncreas ni conozco al dedillo las montañas de Marte. Sí, reconozco que no me sé sus nombres, ni sus ubicaciones, ni la pendiente media de sus laderas como desconozco igualmente las nombres de las venas que recorren mi tórax o la cantidad de sangre que se tiene que acumular en mi cerebro para poder pensar y luego escribir la palabra vida. Y aún así, con tanta ignorancia en mí, me siento cercano a Agamenón y a su Porquero cuando -imagino- caminan en esta mañana de un diciembre parecido de hace 3000 años por las costas de Lidia o se zambullen en un río de aguas cristalinas o meriendan en un prado de colores desvaídos mientras conversan sobre las razones del viento o sobre los aires de la guerra y ambos tras sus razonamientos permanecen callados porque el sol se oculta, el mundo enrojece y el porquero, sin pronunciarlo, piensa Marte.
Desde esta ignorancia escribo. Desde esta ignorancia me declaro incapaz de resolver ecuaciones de primer grado (¡y menos aún de 2º o de 3º!). Desde esta ignorancia voy a releer a algunos que me hicieron feliz en su momento mientras la mañana de este diciembre frío como el dolor avanza y nada se escucha excepto la pulsión de los dedos en las teclas, mi respiración (¡aún respiro!) y el roce de mi jersey con el escai de los brazos de la butaca.
De todas formas sí quiero hacer constar que sé la luz del sol y la palidez de la luna y también que reconozco el sabor de las aguas de los mares las cuales diferencio sin apenas esfuerzo del sabor de las aguas de manantial.
Y así todo irá siendo dicho.
Desde esta ignorancia escribo. Desde esta ignorancia me declaro incapaz de resolver ecuaciones de primer grado (¡y menos aún de 2º o de 3º!). Desde esta ignorancia voy a releer a algunos que me hicieron feliz en su momento mientras la mañana de este diciembre frío como el dolor avanza y nada se escucha excepto la pulsión de los dedos en las teclas, mi respiración (¡aún respiro!) y el roce de mi jersey con el escai de los brazos de la butaca.
De todas formas sí quiero hacer constar que sé la luz del sol y la palidez de la luna y también que reconozco el sabor de las aguas de los mares las cuales diferencio sin apenas esfuerzo del sabor de las aguas de manantial.
Y así todo irá siendo dicho.
Nuevo comentario:
Ventanas
Seriales
Aforismos
Agosto 2013
Apuntes
Archivo 2008
Archivo 2009
Biopolítica
Carta a una desconocida
Citas del mes de mayo
Colección
Cuentecillos
Derivas
Desenlace
El Brillante
El espejo
El mes de noviembre
El viaje
Escritos de Isaac Alexander
Fantasmagorías
Haiku
Jardines en el bolsillo
La Clerc
La mujer de las areolas doradas
La Solución
Libro de las soledades
Listas
Marea
Meditación sobre las formas de interpretar
Mosquita muerta
No fabularé
Olmo Dos Mil Veintidós
Perdido en la mudanza (lost in translation?)
Recuerdos
Reflexiones
Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis
Saturnales
Sincerada
Sinonimias
Sobre la verdad
Sobre las creencias
¿De Isaac Alexander?
Archives
Últimas Entradas
Enlaces
© 2008, 2009, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2016, 2017, 2018, 2019, 2020, 2021, 2022, 2023 y 2024 de Fernando García-Loygorri, salvo las citas, que son propiedad de sus autores
Miscelánea
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/12/2017 a las 10:42 | {0}