Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Podría ser un cansancio que llegó ayer tras muchas horas. El cansancio del cerebro vaciado. El cansancio de la nada. No hay nada que canse más que la nada. Podría ser la sensación de nudo en algunos conductos de mi cuerpo o la biología de las pasiones que fluyen por el medio interno apenas influidas por limones o guisos de carne.
Este día ventoso y falsamente azul podría ser.
Estas nubes.
O las hojas del árbol a puntito de caer podridas en el césped del jardincillo.
También las obligaciones diarias: hacer la compra, recoger la sala, poner el lavaplatos, barrer las pisadas, ir a la ciudad, que la noche llegue, que el alba nazca, esas obligaciones que también deben de cansar.
Podría no ser cansancio (aunque sí la sensación). Podría ser otra sensación más vieja, más gastada. La espera siempre incómoda. La ausencia o el estrépito de una batalla campal muy al sur, tras la caída de una valla. O la intranquilidad.
A solas con el miércoles.

Diario

Tags : Archivo 2008 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/10/2008 a las 11:56 | Comentarios {0}


Algo y Melancolía
Esta imagen (por fin la imagen ha sido mostrada y puedo dedicarme tras los tecnicismos a escribir lo que quiero con respecto a este día tan particular o tan artificial aunque sepamos que todos los días, en cuanto medición de tiempo son artificiales. Uno de los descubrimientos más interesantes de los hombres es el de la medición del tiempo. Recomiendo el libro de Daniel J. Boorstin Los Descubridores en dos tomos de la Editorial Mondadori para ir sorprendiéndose con los esfuerzos humanos por dominar a base de mediciones todo lo habido y por haber. En fin eso será objeto de otro comentario) la conseguí a partir de un vídeo que hice en la navidad de hace unos años. Estaba jugueteando en el programa de montaje del ordenador -que es a los programas de montaje como el maletín de la señorita Pepis al maquillaje (aunque ya casi nadie recordará lo que es eso del maletín de la señorita Pepis, cosas de la edad)- cuando congelé un fundido y surgió este gesto en la cara de mi tía Isabel ¿Qué hay en este gesto y en estos tonos difuminados de gris y sepia? Algo y melancolía, exactamente lo mismo que me produce este día, el último sábado de octubre cuando sabemos que cuando entre la madrugada nuestros relojes serán retrasados una hora y mañana domingo la noche llegará antes, la tarde se hará más corta y eso marcará de forma brutal e impuesta la entrada en las fauces del tiempo frío.

Diario

Tags : Archivo 2008 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/10/2008 a las 18:30 | Comentarios {0}


Registro de patentes. Sucumbí. Me arrastré.


Soliloquio de un perro en el arcén de una autovía. Meneo de la cola. Argucia quizá cuando ladea la lengua y se tumba bocarriba. Quizá sea la artrosis o la bilis.

Cielo gris y asfalto gris. Cadencia de los kilómetros. Aguacero que no llega. Oigo, En la boca del Estrecho y siento una mezcla de anatomía y geografía que regurgita en mi entrepierna y provoca una erección.

Giro. Encuentro con una glorieta. Sucesión de carteles. Pérdida. Búsqueda. Polígono. Ángulos diversos se encuadran en la visión de lo que va a llegar. Una pintura de Brueghel me lanza castañuelas y extrañas concurrencias.

Lío un cigarrillo. Lío un pensamiento. Y voy llegando. Sin aire fuera. En el universo todo. Muerto en la fría estancia de una nave espacial. Los cascos se han crionizado. Las señales son apenas un fondo de radiación que nuestra civilización 0,7h no es capaz de entender. Entonces aparece San Sebastian de los Reyes.

Desciendo. Un segundo por la boca de un infierno y luego abro los ojos y la llaga de una loseta me devuelve a la realidad de lo dicho que es real: una hora, un cielo, una tierra, unos elementos. La vigilante de un edificio que no es público me muestra su arma reglamentaria y yo exhalo por mis poros el miedo al dolor y a la sangre fácil que se desliza, corre, se seca, se vuelve aire de hierro y por fin desaparece bajo la capa asfáltica de un remedo.

La no conversación: Yo vendo, tú no compras o quizá compro, quizá más tarde. La sonrisa. El parqué vibra. El bastón cae al suelo. Es recogido por una mano ajena a mí.

Diario

Tags : Archivo 2008 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/10/2008 a las 13:43 | Comentarios {0}


Barcelona. Carretera. Un fin de semana largo. La Sagrada Familia siempre en obras como las familias normales. Paseos. Lluvias. Montañas. Aires nuevos. Y conducir. Alhama de Aragón. Cómo recomiendo el balneario que allí se encuentra. Debéis (no sé quiénes sois vosotros pero a vosotros os escribo que estáis ahí, en el universo amplísimo de las letras y los colores, en el universo de 0 y 1 que lo son todo y lo son nada; a vosotros, queridos míos, mis iguales, mis fréres, como ya dijo tan hermosamente Gil de Biedma en su Pandémica y Celeste aunque él -parece ser- no fuera tan hermoso como sus palabras y sus ritmos que también son nada o imposible -John Cage dixit-. A vosotros en todo caso. A vosotros seres vivos y conscientes que entienden el español y sus sintaxis. A vosotros queridos. Que acudís. Que buscáis. Que sentís. Que oléis los aires nuevos. A vosotros os digo id) conocer ese espacio decadente y magnífico. Esos descubrimientos merecen desviarse de la A-2, seguir una carretera de doble sentido y llegar, de repente, a un vergel con balneario y contemplar una escultura del Emperador Diocleciano y descender por una escalera de mármol mientras un olor ligeramente sulforoso lo impregna todo. Entrar en un comedor donde lo que más apetece es ser tísico y encontrarse con los personajes de Thomas Mann de su Montaña Mágica ¡Enfermedad ideal la tisis! Ser tísico y enfundado en un albornoz caminar por el sendero de tierra rojiza que lleva hasta el lago donde las aguas de un intenso azul con algo de verde, templadas, invitan, invitan a hundirse en ellas y dejar que los pececillos te mordisqueen los pies como si con ello te quitaran algo más que un poquito de pellejo.

O antes Barcelona y Elena, amada mía, hermosa como un aire que levantara el ánimo, hablando a una concurrencia sobre la alegría de estar aquí, en este mundo milagroso en sí mismo; aquí, en esta estrecha franja de posibilidades que los cosmólogos llaman Goldilocks o lugares del universo donde una serie larga de concurrencias, casualidades (¿no es la casualidad el orden natural de las cosas?) hacen posible la existencia de fenómenos como la vida; Elena habla en una tertulia de singles (en nuestra lengua solteros) y yo participo de la tertulia y el mundo se abre en una comunicación verbal y en unos gestos y en unos ojos de mujeres y algún hombre algo tristes y también algo niños, luz de la niñez que mira con curiosidad. La curiosidad. Y luego cenamos y luego dormir.

Antes aún. También en Barcelona acudo a un santuario del mundo que más amo quizá tan sólo porque pertenezco a él. Estoy citado en la Agencia Literaria de Carmen Balcells y espero a Ramón en una sala donde las fotos de los grandes de la literatura hispanoamericana acompañados por la copias de sus manuscritos me hacen sentir especialmente dichoso como si un suceso cuya lógica era inevitable hubiera por fin ocurrido, estuviera ocurriendo.

Más tarde la carretera. Conducir. Mirar los paisajes. El asedio de la niebla. La cautela. Elena con aspecto hippie, de larga cabellera enredada, dormita y escuchamos a Keith Jarret y las versiones para piano de melodías hechas para la noche tras haber comido en el comedor de la Montaña Mágica en el balneario de Alhama de Aragón (id. No sé quiénes sois. Id, queridas miradas. Id con vuestros sentidos abiertos al viejo plátano. Id y aquietaros en el casino convertido en cafetería para que las horas tan ajenas se encarguen de acunaros.)

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Tags : Archivo 2008 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 12/10/2008 a las 20:20 | Comentarios {2}


Agamenón y su porquero se fueron caminando, tomados por los hombros.

El hombre que les había hablado los miraba confuso, sin entender muy bien las risas que poco a poco se iban volviendo más y más tenues hasta casi parecer -las risas- un caminar de hormigas por un sendero de arena.

Agamenón y su porquero se emborracharon en una taberna.

El hombre que les había hablado enmudeció para siempre.

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Tags : Archivo 2008 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/10/2008 a las 12:51 | Comentarios {2}


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