Hazlo, se decía. Atravesó un instante y se dejó llevar. Era el aire del verano. El cielo azul. Esas cosas eran.
Bajó por la calle Arenal. Se detuvo en un estanco. Compró un mechero. Porque sí. No fumaba. Miró a una chica joven con un gran escote y una falda muy corta. El final de su cuerpo, en cambio, le pareció el de un centurión.
Rió. Bebió una sangría. Porque sí. Jamás le había gustado la sangría. Miró a un chico feo y simpático que se estaba camelando a una guiri con el desparpajo de un buscavidas galdosiano. Aún en la calle Arenal.
Recordó unos buenos momentos. Una carretera. Un gran cansancio tras un gran esfuerzo y el sabor de un agua muy fresca. Recordó una tarde en un Colegio Mayor en Avignon. Una joven le descubrió masturbándose. Era estudiante como él. Aquella noche se acostaron. Los días siguientes los pasaron juntos viendo espectáculos teatrales. Cuando llegaba la noche se acostaban y follaban. No les importaba que durmieran en un largo corredor y que tan sólo estuvieran separados de las otras camas por una cortina. Ella se llamaba Elianne. Recordó la muerte de su padre.
Caminó por la calle Arenal hasta la plaza de Ramales y de ahí, por la plaza de Oriente, tomó la calle Bailén.
El cielo azul. La sierra a lo lejos.
Se puso en el mp3 la música que había elegido. Sorteó la mampara del Viaducto y se lanzó al vacío. Su última palabra fue: Café.
Bajó por la calle Arenal. Se detuvo en un estanco. Compró un mechero. Porque sí. No fumaba. Miró a una chica joven con un gran escote y una falda muy corta. El final de su cuerpo, en cambio, le pareció el de un centurión.
Rió. Bebió una sangría. Porque sí. Jamás le había gustado la sangría. Miró a un chico feo y simpático que se estaba camelando a una guiri con el desparpajo de un buscavidas galdosiano. Aún en la calle Arenal.
Recordó unos buenos momentos. Una carretera. Un gran cansancio tras un gran esfuerzo y el sabor de un agua muy fresca. Recordó una tarde en un Colegio Mayor en Avignon. Una joven le descubrió masturbándose. Era estudiante como él. Aquella noche se acostaron. Los días siguientes los pasaron juntos viendo espectáculos teatrales. Cuando llegaba la noche se acostaban y follaban. No les importaba que durmieran en un largo corredor y que tan sólo estuvieran separados de las otras camas por una cortina. Ella se llamaba Elianne. Recordó la muerte de su padre.
Caminó por la calle Arenal hasta la plaza de Ramales y de ahí, por la plaza de Oriente, tomó la calle Bailén.
El cielo azul. La sierra a lo lejos.
Se puso en el mp3 la música que había elegido. Sorteó la mampara del Viaducto y se lanzó al vacío. Su última palabra fue: Café.
Comentarios
Nuevo comentario:
Ventanas
Seriales
Archivo 2009
Escritos de Isaac Alexander
Fantasmagorías
¿De Isaac Alexander?
Meditación sobre las formas de interpretar
Libro de las soledades
Colección
Apuntes
Cuentecillos
Archivo 2008
La Solución
Aforismos
Haiku
Recuerdos
Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis
Reflexiones para antes de morir
Sobre las creencias
Olmo Dos Mil Veintidós
El mes de noviembre
Listas
Jardines en el bolsillo
Olmo Z. ¿2024?
Agosto 2013
Saturnales
Citas del mes de mayo
Reflexiones
Marea
Mosquita muerta
Sincerada
Sinonimias
Sobre la verdad
El Brillante
El viaje
No fabularé
El espejo
Desenlace
Perdido en la mudanza (lost in translation?)
La mujer de las areolas doradas
La Clerc
Velocidad de escape
Derivas
Carta a una desconocida
Asturias
Sobre la música
Biopolítica
Las manos
Tasador de bibliotecas
Ensayo sobre La Conspiración
Ciclos
Tríptico de los fantasmas
Archives
Últimas Entradas
Enlaces
© 2008, 2009, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2016, 2017, 2018, 2019, 2020, 2021, 2022, 2023 y 2024 de Fernando García-Loygorri, salvo las citas, que son propiedad de sus autores
Narrativa
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/05/2010 a las 19:49 | {1}