- ¡No me engañes! No te lo pido por Dios, te lo pido por cierto sentido de la honestidad. Si alguna vez entre nosotros existió. Si alguna vez, alguna noche quizá, te sentiste protegida, con esa certeza -que suele resultar infantil a la larga- de saberse con la persona idónea. Yo sé que el tiempo pasó. Sé, ¡a qué confirmarlo! que no era el idóneo. Pero aún así, aún sabiendo que somos seres vivos, imperfectos y mortales; que hemos seguido en lo imprescindible el pulso de nuestras necesidades; que en el tiempo que compartimos hubo cuando menos cierta capacidad de entrega; que no nos engañamos hasta descubrir en el otro a un ser abyecto que cohabitó tan sólo durante el tiempo que le fue beneficioso; que en la enfermedad supimos cuidarnos; que en la desdicha estuvimos al pie del cañón; que duró un tiempo el amor; que entre nosotros duró un tiempo la ilusión. No me desdices ¿verdad? ¿Estarías de acuerdo? Aprendimos a ser civilizados y luego como es natural nos aburrimos. ¿Por el aburrimiento me vas a engañar? Por esos días que transcurrieron como una mar de aceite, denso como el petróleo, oscuro como el petróleo, con olor a fósil... a fósil vegetal hecho líquido; ¿por esos días dudas si engañarme? ¿por esos días que no valen?
Calla. Ella lo mira a los ojos. No se mueve un músculo en su cara. El silencio empieza a expandirse por los minutos. Es lógico que sea el atardecer. Al fondo unas montañas. Él mantiene su mirada. Sus ojos parecen haber visto demasiado. Quizás haya pasado media hora. Quizá más. Probablemente más. Los dos se han quedado petrificados en ese tiempo. Ninguno ha alterado ni su gesto ni su postura. Es casi como si hubieran muerto. Los pájaros dejaron de cantar. A lo lejos se escuchó alguna máquina. También un par de voces. Por fin ella respondió. Lo hizo en un momento que podría haber sido cualquier otro. No pasaba nada en especial: un avión que le hubiera despertado un recuerdo; un olor que le gustara; lo único distinto fue que una mariquita se posó sobre la mesa blanca. Cuando la vio dijo:
- No, no lo es.
Se levantó y se fue.
La venda que cayó de los ojos del soldado. La voz que escuchó como si viniera de muy lejos cuando él mismo sabía -el soldado- que esa voz provenía de un cuerpo que estaba a su lado. La voz es la de una enfermera en un hospital de campaña durante una guerra muy cruenta que ocurrió hace muchos, muchos años.
El hombre que está lejos, probablemente en Praga, y nada sabe de esa escena y sin embargo justo en el momento que ocurre en el frente, él la está escribiendo en un cuaderno lleno de historias sin terminar.
En Berlín la prometida del checo, aguarda una carta suya que no va a llegar. No se desespera. Es una mujer hecha a sí misma con los dientes negruzcos por su amor al dulce.
Un tanque se estrella contra un roble.
Una compañía de zapadores es incapaz de hacer una trinchera en el suelo helado y se rinde, ante la imposibilidad del la defensa, al enemigo ruso. Para que el enemigo sepa que se rinden canta la compañía al unísono la canción, Hej, Slovene! que es la contraseña de la rendición entre ambos ejércitos,
La noche cae sobre Europa.
Los muertos empiezan a ser muchos. La mayoría no muere por acciones de guerra sino por la acción del frío. En las trincheras se sabe que el que se quede dormido no volverá a despertar.
...seguiríamos con las banderas ondeando al aire; seríamos miles los que descamisados lanzaríamos soflamas mientras por las grandes avenidas un olor de flores y pólvora nos recibe; luego, cuando la noche hubiera caído, se iría cada mochuelo a su olivo y tras cenar y mirarse a los ojos, las mujeres y los hombres y los fluidos y los transgénero, se enzarzarían en sus amores y los muchos solitarios harían sus soledades; todo el orbe estaría en calma; la naturaleza atenta a sus propios ritmos se encargaría de que el reloj de la vida no se detuviese y esa incalificable sensación de ser el alimento o ser el alimentado se reproduciría en todos y cada uno de los rincones del planeta, en todas y cada una de sus escalas; más tarde algunos harían balances y otras generarían estadísticas y las aves rapaces sobrevolarían por estos aires mundanos en donde respirar es requisito y refugiarse necesidad; nadie hablaría mucho, lo justo para no entorpecerse; las carreteras resquebrajadas ya no sirven como pista hacia ninguna parte; las antenas sin receptores sólo se contemplan como delicadas estructuras con algo de arte y otro poco de pasado; los descamisados seguiríamos la marcha tras el solaz y el descanso hacia ninguna parte mientras eso que llamamos mundo marcha también por su cuenta; de nuevo en la jornada irán cayendo muertos muchos de los nuestros y allí los dejaremos, sin homenaje alguno, sin grandes palabras; esa fue nuestra consigna: si caemos, sigamos y así seguimos, dando vueltas por un mismo perímetro, deteniéndonos aquí o allá, con la mirada fija si detectamos agua, con la mirada fija si tiembla el futuro, con la mirada fija si paren las bestias, con la mirada fija en la espalda del que nos antecede; no hay nada más, ya no hace falta.
Cuento
Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 15/06/2025 a las 17:17 |
Venía para un par de semanas. Eso se había dicho. Se lo había jurado. Sólo un par de semanas. Luego volvería. Se asentaría. Dejaría de pensar.
El lugar al que llegó era plano con un gran horizonte a lo lejos y con el cielo muy bajo (un cielo -pensaba- que parecía presionar la tierra, que impedía que ésta se levantara en cerros, oteros y menos aún montañas o cordilleras).
Había alquilado un bungalow junto a una playa de cantos. Era una estancia coqueta. Decorada con gusto. Encima de un sofá esquinero dejó la mochila. Descorrió luego las cortinas. Miró si había algo -como había contratado- en la nevera. Todo estaba allí. Bebió un zumo de manzana y uva.
La tarde llegó mientras estaba en la playa. Un lugar desierto y más en aquella época del año. Porque era finales de noviembre. Temió que en cualquier momento apareciera alguien ahora que ya nadie está a salvo de los otros en ningún lugar de un mundo tan pequeño. No apareció nadie.
Volvería en un par de semanas -se dijo- cuando volvió hacia el bungalow ya con la noche caída. Dentro brillaba una lámpara que había dejado encendida.
Sí, en un par de semanas volvería -se juraba-. Volvería. Vaya que si volvería.
Cuento
Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 13/06/2025 a las 18:48 |
Me declaro libertino (en el sentido que a esta palabra se le daba en el siglo XVIII, es decir, en moderna terminología: librepensador). La reflexiones que voy a ir plasmando a lo largo de las próximas semanas tienen un carácter provisorio y se acogen a una de las características de uno de los métodos científicos: estas reflexiones son falsables. Incluso yo mismo, a lo largo de este periodo que hoy se inicia, podré mostrar la falsabilidad de algunas de ellas.
Estas reflexiones no pertenecen a ningún heterónimo. De cada una de las palabras que escriba en este libro el único responsable soy yo: Fernando García-Loygorri Gazapo. Por supuesto que cuando utilice citas facilitaré el nombre del autor y el título del libro o fuente de donde las haya sacado.

La hora exquisita. Gilbert Garcin
173.- Dios no existe.
174.- El terror de las mujeres a la oscuridad existe. El terror de los hombres a la oscuridad existe. El terror de los niños a la noche existe. El terror de muchas niñas a su primera sangre existe.
175.- No hay vírgenes que gesten. No hace falta ni dioses ni vírgenes para vivir con nuestro terror a morir.
176.- Tan sólo a la muerte podríamos compararla con la idea de diosa.
177.- Dios es un aborto de las ideas humanas.
178.- El gran horror de la humanidad es la idea de Idea.
179.- Como heroína de la idea de dioses surge la Autoconciencia. Tan sólo por ella -especie de malformación de Prometeo- surge la noción de un ser que rige desde la indiferencia los destinos de todos los universos posibles
180.- La más leve partícula de dolor rasga el sentido de la creación de arriba abajo. (Georg Büchner)
181.- ¿Te imaginas lo que sería un vacío sin Dios? Es como si Inglaterra jugara contra Brasil en el estadio de Wembley sin un solo espectador presente. ¿Te imaginas? Jugando ante un estadio totalmente vacío. El match del siglo. Silencio absoluto. Ni un alma mirando. Absoluto silencio. Aparte del silbato del árbitro y una buena dosis de joder y simular. Si te apartas de Dios, quiere decir que el grande y noble juego llamado fútbol caerá en un desuso permanente... (Harold Pinter. Ashes to ashes).
182.- Porque dios no existe acepto la realidad. Porque la diosa no existe acepto la realidad. Porque los héroes no existen... porque no existen...
Ensayo poético
Tags : Reflexiones para antes de morir Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 10/06/2025 a las 17:29 |
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Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/06/2025 a las 18:29 |