Buscaron
más más allá
en la música
Supieron tendremos que volver
quitar de aquí
o añadir
No era lo definitivo
nunca es nada lo definitivo
aunque al ser lo sea para siempre
Al levantarse la tarde
partieron de nuevo
La casa
La tundra fantasmagoría
de hogar
o casa o casa
sollozaron en la danza
por los que se habían quedado
por las que habían dejado
paredes que acogieron
puertas que cerraron
ventanas que abrieron
Silva de febrero
escanciaron vientos
los atraparon en botellas
y allí murieron
al quedar presos
girando sobre sí mismos hasta la quietud
Valientes partieron
vacía la casa
sin calor
Ahora
miran hacia atrás
la casa se ha marchado por el horizonte
y escuchan sus últimas palabras
fui vuestra
dejaré encedida la luz en la ventana
A ti, mi Misery.
Yo te diré deambulo.
Tú me dirás espero.
Yo volaré sobre el auge.
Tú planearás hasta el maizal.
Yo me quedaré quieto.
Tú silbarás, milagrosamente, un contrapunto.
Yo amaré tus manos.
Tú escribirás panfletos.
Yo vinaré el agua.
Tu podarás sarmientos.
Yo me acogeré al círculo.
Tú sembrarás superficies.
Yo transitaré las algas.
Tú leerás el poema.
Yo miraré la luna.
Tú esperarás el alba.
Yo masticaré palabras.
Tú macerarás la escarcha.
Yo encumbraré un verso.
Tú alentarás una batalla.
Yo me inclinaré despacio.
Tú destruirás la insignia.
Yo bracearé mañana.
Tú te incorporarás despacio.
Yo borraré la pizarra.
Tú plancharás dormida.
Yo ahondaré sin descanso.
Tú iluminarás la estancia.
Yo llevaré el candil.
Tú anochecerás desnuda.
Yo me vestiré de blanco.
Tú seguirás la estela.
Yo me sentiré cansado.
Tú esbozarás la penúltima.
Yo recogeré el primero.
Tú sentirás la salvia.
Yo me sentiré sensato.
Tú bajarás saltando.
Yo remaré en el lago.
Tú me dirás te quiero.
Yo te diré ¡y cuánto!
Tú te tumbarás.
Yo me elevaré.
Tú deshojarás la flor bermella.
Yo pondré los leños a arder.
Tú construirás la llama.
Yo construiré la fe.
Tú me dirás espero.
Yo volaré sobre el auge.
Tú planearás hasta el maizal.
Yo me quedaré quieto.
Tú silbarás, milagrosamente, un contrapunto.
Yo amaré tus manos.
Tú escribirás panfletos.
Yo vinaré el agua.
Tu podarás sarmientos.
Yo me acogeré al círculo.
Tú sembrarás superficies.
Yo transitaré las algas.
Tú leerás el poema.
Yo miraré la luna.
Tú esperarás el alba.
Yo masticaré palabras.
Tú macerarás la escarcha.
Yo encumbraré un verso.
Tú alentarás una batalla.
Yo me inclinaré despacio.
Tú destruirás la insignia.
Yo bracearé mañana.
Tú te incorporarás despacio.
Yo borraré la pizarra.
Tú plancharás dormida.
Yo ahondaré sin descanso.
Tú iluminarás la estancia.
Yo llevaré el candil.
Tú anochecerás desnuda.
Yo me vestiré de blanco.
Tú seguirás la estela.
Yo me sentiré cansado.
Tú esbozarás la penúltima.
Yo recogeré el primero.
Tú sentirás la salvia.
Yo me sentiré sensato.
Tú bajarás saltando.
Yo remaré en el lago.
Tú me dirás te quiero.
Yo te diré ¡y cuánto!
Tú te tumbarás.
Yo me elevaré.
Tú deshojarás la flor bermella.
Yo pondré los leños a arder.
Tú construirás la llama.
Yo construiré la fe.
Cubre
Vela
Urbe
Vedla
Así la mansedumbre
y sus entretelas
Vuela
Cumbre
Suelta
Muele
Hambre
Muela
Dejad
Jadead
Sustantivad
Francachelad
Urdimbre más telar más espera
Riega
Mira (regard toi)
Jardín
Rizad
Izad
Nariz
Huid
Silvo
en el campo
Astucia
y miés
También el periódico de ayer
y una dulce sepultura
con la lápida al revés
Envés
Se ve
Lucid
Bajad
Jadir
Muslim
Schön
Coral
Roró
Mischlinge
Uve
Zahiere
Hurgara
Soltara la prenda el viernes
Decid
Sí No
Alzad consagradamente en el vientre
Pudrid
Ripú
Druid
Roble a la hora del té con pastas de mantequilla
Tequila
mezclado con la pinche ambrosía
No más
Mas no
Escala de pi
pi
En esta torcedura
camión abajo desatascando
largas cadenas
profundas herramientas
con nicki naranja
en la primera hora de la mañana
Elevad
Vademecum
Mi con te en
Sobrecargad
Guardad
Gardé
Demain
Reíd
riel
hiel
e
hígado en el mantel
Tal
Coz
en la ventura y en la desventura en la risa y en la desgracia en el punto y en la tilde en el asunto y en los sioux en la barcarola y en la almohada en la zozobra y en el vestido rosa en la llaga y en la escara en lo agudo y en el barbo
Vuela
Huero
Roe
Suero
Vela
Urbe
Vedla
Así la mansedumbre
y sus entretelas
Vuela
Cumbre
Suelta
Muele
Hambre
Muela
Dejad
Jadead
Sustantivad
Francachelad
Urdimbre más telar más espera
Riega
Mira (regard toi)
Jardín
Rizad
Izad
Nariz
Huid
Silvo
en el campo
Astucia
y miés
También el periódico de ayer
y una dulce sepultura
con la lápida al revés
Envés
Se ve
Lucid
Bajad
Jadir
Muslim
Schön
Coral
Roró
Mischlinge
Uve
Zahiere
Hurgara
Soltara la prenda el viernes
Decid
Sí No
Alzad consagradamente en el vientre
Pudrid
Ripú
Druid
Roble a la hora del té con pastas de mantequilla
Tequila
mezclado con la pinche ambrosía
No más
Mas no
Escala de pi
pi
En esta torcedura
camión abajo desatascando
largas cadenas
profundas herramientas
con nicki naranja
en la primera hora de la mañana
Elevad
Vademecum
Mi con te en
Sobrecargad
Guardad
Gardé
Demain
Reíd
riel
hiel
e
hígado en el mantel
Tal
Coz
en la ventura y en la desventura en la risa y en la desgracia en el punto y en la tilde en el asunto y en los sioux en la barcarola y en la almohada en la zozobra y en el vestido rosa en la llaga y en la escara en lo agudo y en el barbo
Vuela
Huero
Roe
Suero
No lo dirían los ojos
(los ojos tienen la cualidad de la apariencia. Ojos de esperma. Ojos de menstruación. Ojos de yema)
sí, quizá, el sapo
(sapo es orbe convulso, cualidad sonora, masturbación del aire, delicada lira)
cuando se estremece en la noche bajo el sonido de una balada de Johny Cash
y también, probablemente, la cuerda
(¡Oh, mágica, quisiste ayer subirme a la parra, derramar sobre mí -ya mujer, ya rata, ya alba- una memoria ajena y no sabías que para mí memoria es refractaria como el barro o un tipo de barro, ya tú sabes, mágica, que los arquetipos se vuelven oscuros cuando llega la explicación y que nadie podrá arrugarse tanto como para ser pliegue de sí; ni tú)
se deshizo en elogios, en elogios pera y elogios mínimos (los que se dicen secreteando al oído del amante mientras se desea, íntimamente, ser Brian Eno);
lo dirían, obsesivamente, los renos
(cuando en la nieve, ya sabes; cuando las coníferas y los saltos de agua; cuando el lobo blanco y el zorro polar; y la balsa de hielo sobre la que un oso navega sin saberlo; ya la traición, por supuesto, tenue y lenta casi cáncer de esófago o miscelánea para niños)
y quizá, si no están muy gallitos, los cerdos
(piaras de cerdos en sus cochiqueras y en las benditas iglesias masticando los desechos del cura con regüeldos propios de tradición; o en las mezquitas admitiendo como propias las injurias del ulema impropias de desierto y menos aún de palmera -y aún diría más: imposibles-; o en las sinagogas, ¡ay, las sinagogas, cuánto quebranto para un apéndice nasal!; o en el templo sagrado de las místicas orientales y sus stupas y su dioses durmiendo un sueño inmenso como la eternidad);
lo diría la hierba si se tomara la molestia de hablar
y el charco, impulsado por el orgullo, se dejaría clavar una estaquita en medio del mar.
Lo dirían.
Estoy seguro.
Lo dirían
(los ojos tienen la cualidad de la apariencia. Ojos de esperma. Ojos de menstruación. Ojos de yema)
sí, quizá, el sapo
(sapo es orbe convulso, cualidad sonora, masturbación del aire, delicada lira)
cuando se estremece en la noche bajo el sonido de una balada de Johny Cash
y también, probablemente, la cuerda
(¡Oh, mágica, quisiste ayer subirme a la parra, derramar sobre mí -ya mujer, ya rata, ya alba- una memoria ajena y no sabías que para mí memoria es refractaria como el barro o un tipo de barro, ya tú sabes, mágica, que los arquetipos se vuelven oscuros cuando llega la explicación y que nadie podrá arrugarse tanto como para ser pliegue de sí; ni tú)
se deshizo en elogios, en elogios pera y elogios mínimos (los que se dicen secreteando al oído del amante mientras se desea, íntimamente, ser Brian Eno);
lo dirían, obsesivamente, los renos
(cuando en la nieve, ya sabes; cuando las coníferas y los saltos de agua; cuando el lobo blanco y el zorro polar; y la balsa de hielo sobre la que un oso navega sin saberlo; ya la traición, por supuesto, tenue y lenta casi cáncer de esófago o miscelánea para niños)
y quizá, si no están muy gallitos, los cerdos
(piaras de cerdos en sus cochiqueras y en las benditas iglesias masticando los desechos del cura con regüeldos propios de tradición; o en las mezquitas admitiendo como propias las injurias del ulema impropias de desierto y menos aún de palmera -y aún diría más: imposibles-; o en las sinagogas, ¡ay, las sinagogas, cuánto quebranto para un apéndice nasal!; o en el templo sagrado de las místicas orientales y sus stupas y su dioses durmiendo un sueño inmenso como la eternidad);
lo diría la hierba si se tomara la molestia de hablar
y el charco, impulsado por el orgullo, se dejaría clavar una estaquita en medio del mar.
Lo dirían.
Estoy seguro.
Lo dirían
Escrito entre el cuatro y el cinco del mes de marzo del año 2000
La composición sonora ha sido realizada entre el 22 y el 23 de septiembre de 2014
Sobre la lenta y cariñosa urdimbre soñé de nuevo un esquema y una cautela. No vino la ausencia a decirme nada, ni las flores sorbieron del aire un polen apenas agradecido. Hubo cantos y largas letanías que sonaron como espejos casi salados y dramáticos. Pero en general las ínfulas y las sófulas se cubrieron de enredado ramaje, suave sarpullido, escueto son y algo de contraste. Las nociones, extrañas en cuanto a número, tuvieron un resultado salvífico y candente. Temblaron las miradas y se urdieron en sinforosa armonía, casi laustral, los armisticios y las murallas, los cogollos de las merluzas y las agallas de las lechugas. Vino en fin, un aparte, un candor, la cálida evocación de un remilgo y la nada desdeñable conflagración de un mundo. Y se elevaron por encima de las ínsulas y los amarillos ungüentos, unos ladrones de manos que hicieron inventario de todo aquello y quedaron luego exculpados de todo mal. Pero nada tenía que ver con la lenta crepitación de las estacas, lo húmedos lodazales del ensueño y un vigor facineroso, es cierto, pero también festivo que incubó en nosotros una costra de ausencias y también respeto. No quise darme por perdido, no sufrí lo indecible hasta perderte ni la letanía de un rebuzno ocultó a la noche su belleza, más bien el alma se entretuvo en unas cuantas estrofas y las lamias se escudaron en la ardora para pasar desapercibidas. ¿Díme entonces, cauteloso guardián de las nociones, si el viento este estuvo enfriado o si por el contrario la cálida y constante y tenaz esfera de las horas acabó con todo aquello? He de decir que el tiempo fue una balsa, una oligofrénica enredada de lamentos, que hubo árabes y cipayos y una larga lista de cometas paseó ante nuestras narices sin que nos diéramos cuenta. Pero ahora, pasado el duro trance, sin esquema que llevarme a la boca, más bien hambriento y por supuesto relajado he de reconocer que la aurora tuvo de lo suyo y que un instante de paz con colibrí mantuvo el cielo detenido (pero sólo un poco, ¿eh?). Vinieron Aquiles y pedazos de su tortuga y se cobraron su ración de olvido y las medusas, finas en sus filos, se hundieron para siempre en los abismos y dejaron un rebrillo de transpariencias apenas soportable para un ojo erótico.
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Poesía
Escrito por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/01/2015 a las 17:46 |