Era noche de luna nueva. Cantaba un tordo a deshora. El hombre esperaba la señal en lo alto del campanario. Sonó la voz del rano. Con cuidado el hombre se encaramó en la alfombra que había extendido sobre el deambulatorio del muro que protegía las campanas del azote de los vientos. Esperó a que una nube pasara para constatar que la estrella polar se encontraba en la posición que el astrólogo le había indicado. Allí estaba. Respiró el frío helador de la madrugada. Creyó en la magia de la alfombra. Se lanzó al vacío para volar sobre ella. La noche siguió su rumbo.
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Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/03/2023 a las 20:18 | {0}