Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Sin aviso
Lleno de dulzura. A lo largo de las horas va llegando. Nada más despertar es una inspiración de más, sólo eso. El café bulle. El vaso está listo. Se vierte. Reposa encima de la mesa de trabajo. Cuando voy a dar un trago avisa de nuevo, en esta ocasión es la fuerza con que la mano agarra el vaso y quizá la primera presión en el estómago. Ahí me detengo, miro la pared. Mis ojos se desvían hacia no sé dónde, quiero decir que se desvían solos como si hubieran visto algo que ha atraído su atención. Entonces respiro hondo, me digo, Vamos, empieza, trabaja todo el día. Aunque hoy no salgas. No pienses y empieza. Sigo pensando, sin darme cuenta. Dulcemente va llegando. Me tomo un ansiolítico por intuición y vuelvo a la mesa de trabajo. Aunque ya no vuelvo yo. Lo sé ahora. En el momento que describo no lo sé. Ya estás ejercitando los dedos como si fueras a interpretar una pieza para órgano de Messiaen. Has fruncido el ceño. Has sentido un golpe de rabia y has comenzado a teclear con fuerza. Te has detenido, ¿cuánto, tres minutos después? y has hecho un segundo gesto de rabia. Has dejado de teclear. Has cerrado el libro. El mundo ha dejado de importarte. Ya no es nadie el mundo. Decides dejar de trabajar y seguir con un absurdo diario de imágenes en blanco y negro. Tomas la cámara y te grabas el aseo. Luego vuelcas la grabación y te admiras. Buscas un instante con algo de magia, que te haga sentir bien, que te haga sentir alguien. No ocurre. El plano fijo que has cogido corta tu cuerpo a la altura del cuello. No importa. No importa, te dices y sientes inquietud. Comes y bebes. Dueño de tu vida. Antes de echarte una siesta que bien podrías haber evitado, te sientes narcisista, perezoso y te das un poco de asco. Te quedas dormido. Poco tiempo, muy poco, el justo en todo caso para que en vez de se levante él. Lo primero que hace, como si no pasara nada, es encender el ordenador. Al mirar el correo lee uno que le altera, le ofende y le da miedo. Sobre todo miedo. Y comienza a hacer una serie de acciones encaminadas a estropear. A estropear lo que no estaba roto, lo que funcionaba. Una vez terminadas toda esa serie de acciones se detiene. Y tiembla. Pero ese temblor ya es mío aunque vuelva él y a lo largo de tres horas -las que van desde el inicio del ocaso hasta la noche- se muestre implacable y camine por la casa como un animal enjaulado y huya del escritorio y huya de la respiración hasta que consciente ya de la situación me enfrento a él, me enfrento de veras y con la ayuda de una conversación y una respuesta -gracias amiga mía- consigo volver. Ya estoy en mí. Lo sé, lo sé, los otros son también. Somos nosotros.

Nota: "La clave de las progresiones irónicas está en la certeza y la precisión: los protagonistas saben con certeza qué deben hacer y cuentan con un plan muy preciso sobre cómo hacerlo. Creen que la vida es A, B, C, D y E. En ese preciso momento la vida cambia, les da una patada en el culo y con una sonrisa irónica les dice, Hoy no, amigo. Hoy será E, D, C, B y A. Lo siento". (El guión escrito por Robert McKee y editado por Alba)

Diario

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 09/10/2009 a las 09:52 | Comentarios {0}


no es la paciencia cualidad del amante
como la humedad no alienta la suerte de los desiertos
acude la sangre una mañana y le sorprende
acelerando el pulso de su ritmo
el amante piensa ¿por qué esta sangre corre
y obliga a mi corazón a trabucarse?
espera la palabra de la amada
no ofuscado
no inclemente
ni obsesivo
sino como un hombre que viese alejarse el alud
de nieve que se acercaba
tras un sueño de arena y nada
en la mañana roza una metáfora
en la tarde siente un eco
de canción de mujer
en la noche, entre sábanas,
no sueña sólo palpa su cuerpo solo
se adormece impaciente
del cuerpo de la amada
de sus palabras

Poesía

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/10/2009 a las 09:47 | Comentarios {0}


Las edades y la muerte (izquierda) La Armonia (derecha) Durero
Las edades y la muerte (izquierda) La Armonia (derecha) Durero
La traducción al castellano de esta película es Wilbur se quiere suicidar dirigida por la danesa Lone Scherfig que también dirigió Italiano para Principiantes. Adscrita en un primer momento al movimiento Dogma de Lars von Trier en Wilbur... se aleja del decálogo y construye una historia de una belleza avasalladora: la irresistible tentación de todo ser humano por suicidarse ante los avatares terribles y decepcionantes de vivir. Vivir es una puta mierda y el milagro es convertir la mierda cuando menos en estiércol. Es una historia llena de dolor y de humor, en souplesse, urdida con agilidad y ligereza. Los personajes se buscan en una maraña de necesidades y ayudas mutuas, en un engranaje de giros, en un encuentro de amores y soledades, en una asunción de responsabilidades y hablan la verdad cuando hay que hablarla y cuando hay que ironizar (en el sentido de decir una cosa queriendo decir otra) se ironiza y tan sólo el silencio nos muestra, sin ningún género de dudas, que la ironía ha sido captada.
Wilburg se quiere suicidar es un canto, una epopeya del hombre moderno, una historia sencilla, una historia humanísima. Mide tan bien las intensidades que nunca llegas a llorar y nunca llegas a reír y siempre estás al borde de ambas expresiones, como Wilburg siempre a punto de morir y sin lograrlo.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/10/2009 a las 14:37 | Comentarios {0}


1993


El Juramento
La mañana se levantó nublada, el mar bramaba y grandes olas barrían el malecón. Era uno de esos días en los que apenas si apetece levantarse de la cama en donde todo es mullido y caliente y los sueños nos muestran agradables rincones llenos de juegos. Pero había escuela y la voz del padre sonó justo en el momento en el que el león rugía.
Tigrian salió a la calle enfundado en su chubasquero azul y con sus botas de agua.
Tigrian dobló la esquina camino del colegio y se topó con su amiga Milena.
- Tiene que ser hoy le dijo Milena mientras miraba vigilante a su alrededor.
- No puedo Milena, tengo que ir al colegio.
- No creo que tenga que recordarte nuestro juramento.
- ¡Por supuesto que no!, protestó Tigrian, pero...
- De peros nada.
- Claro, si tú tuvieras que ir al colegio no serías tan chulita.
- ¿Vienes o no?, ¿o es que tienes miedo?
Tigrian no contestó, miró furibundo a Milena y le señaló el camino hacia la gruta.

La Gruta De Los Contrabandistas
La Gruta de los Contrabandistas se halla en un entrante del acantilado, en realidad es una oquedad suya; a ella se puede acceder por mar en los días de calma pero en los días de temporal cualquiera que se aventurase se estrellaría contra las rocas por el embate de las inmensas olas que asolan el mundo. En los días de temporal tan solo se puede llegar a la gruta descendiendo por la casi vertical pendiente del acantilado. Tan sólo en los días de temporal las olas, al entrar con furia en la gruta y llegar muy dentro de ella, hacen brillar el tesoro embrujado de los contrabandistas pero nadie ha logrado recuperarlo jamás porque, según cuentan los viejos marineros y mejor que nadie el patrón Bakhá, bajo la piedra del acantilado se esconden los Espíritus de la Tierra y a aquéllos cuya avaricia les hace aventurarse por las resbaladizas rocas en busca del tesoro, los despeñan para que sirvan de alimento a los seres del mar. Pues es la avaricia del hombre la que ha mermado las riquezas de la tierra.

El Descenso
Espantoso gris el cielo empapa la tierra de lluvia; brillan las laderas verdes de las montañas y las rocas del acantilado también brillan. Tigrian y Milena como dos fugitivos, echan el cuerpo al borde de la tierra y estudian el descenso.
- Por allí hay un camino, dice Milena, pelo mojado por la lluvia, ojos muy negros y alegres.
- ¿Estás segura, Milena? -responde Tigrian- manos mojadas, pecas mojadas, sin aliento-. Los Espíritus de la Tierra...
- ... son mis amigos.
Sólo los ojos de las vacas y unas ruedas abandonadas de tractor ven desaparecer a Tigrian y Milena de la cima.
Comienzan el descenso, las botas se agarran con dificultad a los salientes de las rocas; las manos resbalan. Descienden juntos, todo es rugir de olas y chapotear de lluvia. Milena va por delante, segura del camino a seguir. Tigrian detrás va cobrando seguridad a medida que descienden y los Espíritus del la Tierra no aparecen y sin embargo, de vez en cuando, creen percibir ligeros movimientos de la roca y rumor bajo sus pies.

La Aparición
Entonces cayeron, creyeron llegado su fin, la mar se convirtió en una gran boca llena de saliva dispuesta a engullirlos; caían cogidas las manos, por primera vez cogidas. Pero desapareció el mar y fueron surgiendo, a ráfagas, el Espíritu del Rosal y el del Carbón, llegaron los espíritus del Olivo, de la Arena y la Caliza, aparecieron los espíritus del Petróleo, las Gemas, el gran espíritu del Baobab, de la Caoba y del Liquen. Todos, todos los Espíritus de la Tierra se congregaron alrededor de los niños porque, como en la leyenda se afirma, antes de lanzar a los hombres al mar, los Espíritus de la Tierra los palpan y de esta forma saben las intenciones del hombre que desciende.
Milena abrió los ojos y los Espíritus la palparon, se llenaron de ella y ella, tranquila y con miedo, llamó por sus nombres a todos los que conocía y a los que no les preguntaba:
- ¿Y tú qué eres?
Y por el tacto ella misma descubría su nombre. Y reía al pronunciar algunos.
Tigrian sudaba, todo su cuerpo temblaba porque no sabía que los Espíritus de la Tierra no palpan las apariencias sino lo más hondo de cada ser y así supieron que Tigrian no quería el tesoro de los contrabandistas para enriquecerse sino que tan sólo deseaba verlo, tanta era su curiosidad y este don de los animales es algo que gusta mucho a los Espíritus de la Tierra. Una vez hubo terminado el reconocimiento y se hubieron conocido unos a otros, los Espíritus de la Tierra se retiraron a deliberar. Entonces se fundieron entre ellos y allá se veía una mezcla de Lirio y de Diamante que se fundía con retazos de Espora, Madreselva, Piña, Sicómoro y por allí se formaban divertidos conglomerados con Jacinto, Junco, Antracita y Sílex. Cuando tomaron la decisión se separaron.

La Decisión De Los Espíritus De La Tierra
Los Espíritus del Hierro y el Sauce se acercaron a los niños y los acogieron en ellos; vertiginosamente descendieron hacia la Gruta de los Contrabandistas seguidos por todos los demás Espíritus y entraron en ella y durante minutos que parecían siglos se fueron adentrando más y más y sin embargo cuanto más avanzaban mayor era la claridad hasta que todo se detuvo, se esfumaron los Espíritus y Tigrian y Milena se encontraron ante el tesoro de los contrabandistas.

El Tesoro De Los Contrabandistas
El Tesoro de los Contrabandistas es un planeta muy pequeño que late en el corazón de la Tierra. A medida que el hombre arranca con avaricia los bienes de los Espíritus de la Tierra este pequeño planeta va menguando y su luz apagando. Cuando desaparezca, el corazón de la Tierra dejará de latir y los Espíritus de la Tierra morirán y morirá la Tierra. Este es el Tesoro de los Contrabandistas.

Tigrian Y Milena
Milena y Tigrian despertaron en la cima del acantilado. Supieron que no habían soñado, corrieron ladera abajo camino del pueblo y a los cuatro vientos gritaron que habían visto el tesoro de los contrabandistas. Sólo los niños y el viejo marinero Bakhá les creyeron. Tigrian estuvo una semana castigado por haber hecho novillos.
Cuando pudo salir fue con Milena a visitar al viejo marinero. Le contaron la historia de los Espíritus de la Tierra. Bakhá guardó silencio y al fin dijo:
- Por fin mis hermanos me han escuchado. Necesitamos de la ayuda de los hombres para salvar la Tierra.
Y esfumándose, el viejo marinero se convirtió en el Espíritu del Barro.

Cuento

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/10/2009 a las 12:34 | Comentarios {0}


Defensa domingo ataque
La ciudad, las personas en la ciudad, las gentes. Todas las gentes. Los refugios. Las casas. Deseo. La mañana. El pan. Las colas. Los turistas aún en octubre. El sol. El sol. Camino con una mochila verde de mi hija por la calle Mayor. Cruzo algunas miradas. Las gentes. Las multitudes. Como putas ovejas todas en el mismo sitio. Mansedumbre y muchedumbre se parecen en exceso en su significante como para no rozarse en su significado (Ferdinand de Saussure). El metro. Un suelo que resbala. Me parece absurdo solar con un material resbaladizo los vestíbulos y pasillos del metro. Las escaleras mecánicas luego. El calor. Las estaciones. El olor de la gente. Nuevas miradas. Yo con mi mochila verde. Es entonces cuando se me cruza por primera vez la impresión de viscosidad. Como una premonición quizá. Hace días estoy sincronizado con diez segundos por delante de mi tiempo. La calle con su cuesta empinada. Una mujer huele mal y le dice a otra que no piensa ducharse. Me debato. Con mi mochila verde. El olor, la sensación del olor, lo cultural de todos nuestros sentidos. Un perro, claro, huele sin problemas la mierda de otro perro. El asco. No sé por qué. Estoy contento. Estoy bien. No es un día de esos en los que el mundo atormenta y yo me atormento. No, en absoluto. La noche anterior ha sido divertida. Voy a comer a casa de mi hermana. Clara la mañana de domingo. Comemos. Nos vamos Violeta y yo. Cogemos el autobús 26. Nos sentamos. Con la mochila verde. Ella está en la ventanilla. Y así empieza. A nuestras espaldas unos carteristas han sido descubiertos. Son dos mujeres y un hombre. Un señor lo ha descubierto, ha agarrado el bolso de una de ellas, ha cogido su cartera, alrededor han comenzado a alzarse las voces y la carterista ha empezado a insultar, Hijos de mala madre, cabrones, yo no he hecho nada y mientras lo decía la otra ha intentado robar a una mujer japonesa, justo detrás de nosotros. La mujer japonesa se ha puesto a gritar a la ladrona. Las ladronas se han puesto a insultar a todo el mundo y entonces lleno de una viscosidad extrema, asqueado de este mundo y de estas gentes, no queriendo que mi hija escuchara semejante violencia, me he dado la vuelta y he dicho, Se acabó. Ni un insulto más. Ni un grito más. Está claro. Nadie. Todos se han quedado callados. Los tres carteristas me miran. Me mira la mujer japonesa. El autobús 26 se para y sólo cuando bajan una de las carteristas lanza un último insulto. Miro a mi hija, agarrada a su mochila verde. Está tranquila. Es una niña con temple. Quisiera hablarle, decirle no sé qué justificación sobre la existencia de estos miserables, con vidas miserables, de este mundo miserable, de acciones miserables. Me callo. Llega nuestra parada. Nos dirigimos a la puerta y le digo a la señora japonesa que tenía razón en llamar la atención. Ella intenta explicarse de nuevo. Bajamos. Dejo a Violeta en casa de su madre. Cojo el metro. No quiero mirar caras. No quiero registrar sucesos. Me doy cuenta entonces de que es domingo y la sensación del domingo me está invadiendo (esa mezcla entre melancolía y aturdimiento). Quisiera llegar a mi casa. Pienso en mi casa futura. No sé por qué. Camino y pienso y digo en alto, Sí, dentro de nada tendrás tu casa, dentro de nada, sí, vamos, ánimo, dentro de nada. Llego al portal. El cielo se ha cubierto con un velo de nubes inofensivo. Mi hija estará en su casa. Estoy seguro que algún día... sí algún día y entonces pienso, ¡No, no, no es verdad, la mejor defensa no es siempre un buen ataque! Y quizás aún menos en domingo.

Diario

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/10/2009 a las 20:59 | Comentarios {0}


1 ... « 397 398 399 400 401 402 403 » ... 447






Búsqueda

RSS ATOM RSS comment PODCAST Mobile