Están muriendo. De norte a sur. De este a oeste. Dejaré quince minutos más los pimientos en el horno. Mientras allí -¿importa el nombre o la latitud y la longitud?- han sido acribillados o ruedan las cabezas o se lapida a la adúltera o muere en la mesa de quirófano por una operación de estética en Düsseldorf o se estrella contra el automóvil o evita una zanja y cae a un pozo. ¿Servirá para algo? ¿Mejor escuchar las cuerdas de una guitarra y dejar que la mañana amaine el temporal de vidas violentadas? ¿Quién es, realmente, Hosni Mubarak? ¿Qué es esa perfidia llamada Partido Popular? ¿Hemos de seguir tragando sapos y culebras y discursos y banderas? ¿Dejaríamos morir a nuestros niños, a los que ahora juegan en el parque sin un tanque cerca? ¿Y las armas? ¿Y las alertas? ¿Por qué no escupimos de una vez por todas a tanto impostor, a tanta sotileza? ¿Nos ponemos a especular sobre las consecuencias de las revueltas en el Magreb en el comercio internacional? ¿Entendemos que el gobierno chino se acojone? ¿Quiénes son esos putos gobernantes chinos? ¿Prefiero seguir escuchando el Concierto de Aranjuez? ¿Y qué me cuentas del motín de Esquilache? ¿Y por qué existió Antonio Pérez? ¿Existe realmente la phowa? No debe evaporarse el agua del todo. No debe arder el mundo al unísono. Ahora imagino a la mujer con pañuelo lanzando con su honda una piedra contra el Phantom. ¿Y si lo alcanza? ¿Es mejor callar? ¿Es mejor seguir alimentando a las ONGs? En Nicaragua. En Nicaragua. Y aquí, en España, país de ladrones, envidias y soflamas... ¡Calma, calma! ¿Por qué hemos de soportar a Aznar y a Botella? Bastardos ambos de la moral y la decencia. Con esas miradas lúgubres y ese afán por ser criminales de primera a ser posible en la universidad de Georgetown (universidad jesuita, por cierto). Vamos a seguir dando vueltas y vueltas a viejas pretensiones ya perdidas. Voy a apagar los pimientos. El otro día se me pasaron y al sacarlos del horno tuve la visión del brazo de una mujer recién horneada hace sesenta años en un famoso crematorio de Polonia. Los medios de comunicación, sedientos de noticias frescas, afilan sus dientes en el norte de África. Ya tienen regueros de sangre que contar, eso sí, con las sesudas reflexiones de expertos en el tema. ¿Pero, qué expertos? ¿Qué tema? ¿El de un pueblo sometido que pide, durante un segundo, un respiro? ¿El tema de David contra Goliat? ¡Qué indecencia, claman! ¡Quién clama! Al menos en Australia se ha librado una batalla entre dos hombres con una red por medio. No ha habido víctimas colaterales. No se ha producido el estado de excepción e incluso al final ha habido premios. Ruido y furia. Sí, ya lo conocemos pero no lo sabemos. Nada aprendemos porque olvidamos. Ruido y furia en las calles de El Cairo. ¿Y el limo del Nilo? ¿Y el agua bendita de los cojones y los sermones en los lupanares y el sólido tedio del estudio y las lágrimas por un amor burgués y el centro comercial en llamas y la necesidad de amar? Y el cuerpo, y el gozo y la lámpara y la carretera y la montaña y Rachmaninoff. Ruido y furia contado por un idiota que no significa nada y sin embargo, dejadme decirlo bien alto, significa tanto. ¡Oh, Shakespeare, qué buena frase te salió y qué falsa! ¿Por qué cojones tengo que seguir aguantando al canalla fascista de Jaime Mayor Oreja con su barba de cursi aburrirse con el dinero de todos en el Parlamento Europeo?
Los pimientos están sudando envueltos en las hojas de los periódicos. Quiero abrazarte y besarte la boca al tiempo que quiero gritar, gritar a la cara de la gran esperanza negra, un tal Barak Obama al que le dieron el Premio Nobel de la Paz imagino que por llevar ya más de tres años sin cerrar Guantánamo. ¿Y debemos confiar? ¿De verdad debemos confiar? Voy a aliñar los pimientos con aceite, azucar y sal.
Los pimientos están sudando envueltos en las hojas de los periódicos. Quiero abrazarte y besarte la boca al tiempo que quiero gritar, gritar a la cara de la gran esperanza negra, un tal Barak Obama al que le dieron el Premio Nobel de la Paz imagino que por llevar ya más de tres años sin cerrar Guantánamo. ¿Y debemos confiar? ¿De verdad debemos confiar? Voy a aliñar los pimientos con aceite, azucar y sal.
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Narrativa
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 30/01/2011 a las 12:38 | {0}