Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
11h 18m
Tenía en mi mente la fragancia de un caramelo en el celofán que lo envolvía. Estaba subido en una silla. Era tanta la altura que supongo que había de ser muy pequeño. Ahí sentado, solo, con la fragancia del caramelo que había quedado impregnada en el celofán se estaban creando mis sinapsis neuronales, se estaba gestando mi representación del mundo.
Cuando el maestro nos maltrataba se estaba creando mi representación del mundo y también cuando veía a Wislawa meterse en la cama con restos de olor a formol y cuando poco después, en el piso a oscuras, empezaba a escuchar sus sollozos, se estaba conformando mi representación del mundo que hoy sé que no es el mundo y también sé hoy que entonces no era consciente de que lo estaba creando. Luego me he preguntado cuánto incide en el carácter de un hombre el hecho de que una de esas noches en el piso a oscuras, con el frío de los otoños tiranos, siendo muy niño, al acercarme a la cama de mi madre, acariciarle el pelo que caía, grasiento, sobre su frente y preguntarle, ¿Por qué lloras mamá?  ella me respondiera, Porque me sale del coño. Vete a tu cama. ¿Cuánto incide que yo me volviera a mi cama y no pudiera dormir y me preguntara por qué suena tanto el viento si es invisible? ¿Por qué resuenan tanto las cosas invisibles? ¿Por qué no dejan de chocar una vez y otra contra elementos visibles y sólidos?
Los árboles del lugar en el que ahora vivo han dejado ya caer su fortaleza de estío. Mis manos se acercan al olvido. Mis ojos se van volviendo más castaños. Fue tanta la intensidad de ayer que hoy derivo hacia la caída anestesiado. Cuando aventuro el futuro desisto de someterlo a examen. Es una sensación muy parecida a la que sentí esta mañana muy temprano. Caminábamos Volga y yo por la calle ancha. Dos operarios retiraban el cadáver de Su, el perro abandonado que ayer jugó con Volga. Tenía el cráneo aplastado. Al ver el desdén con el que los operarios realizaban su trabajo me he vuelto a preguntar quién ensalzó nuestra especie.
Muy temprano he llamado a una oferta de empleo para ocupar una portería. Me ha respondido una mujer de voz chillona. Parecía nerviosa. Me ha preguntado si era español. Le he contestado que no de origen. Entonces ha colgado. He sentido frío en los pies. No me he preguntado qué hago en este país. Sólo he sentido frío en los pies. Y he recordado que los héroes han de llegar hasta lo más hondo de su tragedia para resurgir. Y me he preguntado si alguna vez seré capaz de saber que ya estoy en lo más hondo o si lo más hondo no es más que una figura retórica porque lo hondo no tiene suelo.
Debo demasiado dinero, me digo. Tengo demasiadas deudas. Y van en aumento. Su ya no tiene deudas. Los muertos del cementerio tampoco las tendrán (deudas dinerarias digo porque quizás estén siendo juzgados por dioses  que habitan en lugares invisibles como el aire y que chocan contra nuestras culpas como martillo de herrero primordial en su intento de desentrañar la esencia de hierro de la roca).
La caída hoy es más suave. No tengo congoja. No tengo angustia. Tan sólo baña mi estado de un soplo triste el cráneo aplastado de Su. La voz chillona de la mujer no ha incidido en mi día. La altura de la silla en la que estoy sentado no me resulta excesiva. Será que ya no soy un niño.

Narrativa

Tags : Colección El mes de noviembre Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/11/2014 a las 11:16 | Comentarios {0}


20 h 03 m
Han sido pocas cosas y todas duras. Me pregunto si este mundo donde la codicia campa por sus respetos merece ser vivido.  Pienso en metáforas. Las desecho.
Escucho por el teléfono la desesperación de un hombre. Es de tal magnitud que ese hombre caga negro, caga sangre, le falta el aire, no duerme y sufre una crisis de ansiedad que le lleva a desahogarse conmigo al que apenas conoce. Y esa ansiedad viene por la falta de dinero. Un hombre con una empresa y con dieciséis empleados a los que insulta, a los que desprecia porque no se dejan la vida en un negocio que no es suyo. Un hombre que se lamenta de que al final de su vida laboral se vea en semejantes estrecheces, todo a punto de derrumbarse.
Yo le contesto que mi vida ya se ha derrumbado varias veces, si fuera rico le diría que me he arruinado varias veces. Le digo que lo único importante es ser digno. Se lo digo yo que estoy a punto de quedarme sin hogar, sin mis queridas paredes, sin mi querido Volga, sin mis espacios. ¡Qué importantes son los espacios para los mamíferos!
El hombre está inconsolable.
Mi vida vuelve a saltar por los aires.
El viento se ha levantado y la luna llena campa por el cielo. La miro y le hago un ruego mientras Volga juguetea con la hierba de una pequeña pradera. Al caminar por la cuesta del cementerio un muchacho navega el suelo con su tabla. Volga se alborota. El muchacho se sienta en el bordillo de la acera. Volga se le acerca. El muchacho le acaricia. Me emociona ese momento. He buscado a Su. No lo hemos visto. Entonces he vuelto y he mirado mi casa como se mira lo que se va a dejar atrás para siempre: un amor, una mirada, un cielo en lugar improbable o el recuerdo de una frase de Wislawa una tarde en una ciudad de Albania junto a la tapia de otro cementerio en todo semejante al que acabo de rodear, Hasta muertos los hombres necesitan estar cerca unos de otros.

Narrativa

Tags : Colección El mes de noviembre Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/11/2014 a las 19:57 | Comentarios {0}


Vuelve Olmo Z.
Si quieres saber de él cliquea sobre el serial Colección


Claroscuro con letras. Fotografía de Olmo Z. de un manuscrito de Fernando Loygorri. Noviembre 2014
Claroscuro con letras. Fotografía de Olmo Z. de un manuscrito de Fernando Loygorri. Noviembre 2014
7h. 30m
Suena el despertador. Siento de inmediato un dolor en el centro de la frente. Me levanto. Con los primeros fríos. Noviembre es un mes hermoso. Mi nombre es Olmo. Estoy perdido. Y tengo miedo. Desde que sé que soy un perdedor (de ahí perdido). Desde que sé que no me creo. Desde que sé que tengo la capacidad de crear relatos a mi favor. Apago el despertador. Pienso: ¿Para qué me voy a levantar? Pienso: Cinco minutos más. Escucho el calentador del vecino. Pienso: ¿Me habrán intentado robar el coche otra vez?. Pienso: Cierra los ojos. Pienso: Me duele la cabeza.

8h. 30m
Mi nombre es Olmo y no voy a ser capaz.
Mi nombre es Olmo y voy a ser capaz.
Toso.
Tabaquismo.
Recuerdo los días de agosto. Ayer vi la piscina donde nadé, donde nadé tanto.
Me sigue doliendo la cabeza. Es un dolor que une el centro de la frente con el centro del estómago. Me digo frases de aliento. Abro la ventanas cuyos cristales están limpios. Los limpié hace tres días. Los limpié como símbolo.

9h 15m
Vuelvo del paseo con las manos heladas. Mi perro que se llama Volga ha corrido y ha jugado con un perro abandonado al que llamaré Su.
He subido. Quiero irme de esta casa. Me roban en esta casa. Ensueño la visión del mar. Hace demasiado que no veo el mar. No veré el mar.

9h 30m
Purgo los radiadores. Decido que no puedo estar sin calefacción. No puedo permitir que mis huesos y mis músculos se contraigan y sufran espasmos. Enciendo la calefacción y pienso: no podré pagarlo. Pienso: Soy Olmo Z. y voy a ser capaz. Luego tomo fotos de una página erótica para tratarlas  de tal modo que sólo se pueda intuir el motivo. Soy Olmo  Z. ¿Recuerdas?
Escucho madrigales del libro 1º de Palestrina.

10h
Llamo a mi acreedor que es el Estado. No me contestan. Debo abrirme en canal. En este mes de noviembre. No construir un relato que me favorezca. Seré incapaz de cumplir esta premisa, pienso. Seré capaz de cumplir esta premisa, pienso.
Barro la casa de la que me quiero ir.
La calefacción caldea el frío.
Miro la hora. Me digo: no más de dos horas, no más, no.
Vuelvo a llamar.
Tiemblo.
Me golpea la cabeza.
Esto no va a ser agradable.

10h 50m
Corrijo. Quisiera decir que fui a recoger las cenizas de Wislawa (si cliqueas sobre su verde nombre accederas al serial Colección donde podrás conocerme mejor y conocer algo de ella). Quisiera pensar que me emocioné. Quisiera recorrer las calles de Tirana. Pienso: me duele la cabeza. Pienso: me tomaré una pastilla contra el dolor. Pienso: iré a nadar. Pienso: los gastos del mes. Pienso: la calefacción encendida. Pienso: La belleza de los madrigales. Pienso: ¿Me están invadiendo los virus? Pienso: ¿Es demasiado? Pienso: ¿Dónde?
 

Narrativa

Tags : Colección El mes de noviembre Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/11/2014 a las 10:22 | Comentarios {2}


Vino dispuesto a la ceniza armado con hachos.
Cree  que hubo un tiempo de navegaciones con rumbo constante con afán de norte.
Vino desnudo y se fue vistiendo poco a poco y con cada prenda aumentaba la vergüenza.
Las manos mantenía abiertas hasta que se gafaron y quedaron los dedos contraídos como si a través de ellos corriera constante corriente eléctrica.
Vino sin parpadear apenas. Eran sus ojos grandes y sus pestañas cortas. Miraba aún con brisa. Creía ver a través de la niebla.
Vino dispuesto a amar los cuerpos como se ama la sangre y se entregó a ello y sentía en cada encuentro que el fin  se acercaba, que bastaba un beso para romper el cielo, que una caricia sola compendiaba el tiempo.
Vino para quedarse y se fue yendo como han de hacer -siempre y por honradez- los vagabundos, aquéllos que no saben que una patria vale un mundo.
No fue suficiente unos labios que pronunciaron unos cuantos nombres misteriosos; no lo fue el canto templado del mirlo aquel invierno en que deseó con toda la fe de que fue capaz ser sedentario. No supo descifrar la cuenta y menos aún sus resultados. No quiso cerrar los ojos y permanecer dormido, entregado para siempre a brazos y olvido.
Vino cantando (lo juran muchos).
Vino jocoso aunque temblara.
Vino ambulante.
Sabemos que no vino para quedarse.
Aseguramos que fue infiel hasta perderlo de vista.
Nos complacemos en su marcha y lo echamos de menos.
Una mujer dice que dijo: Yo sé la campana y el vino bueno; yo sé la navaja y la maduración del hierro; yo sé la tierra y el salvaje hallazgo de la madreperla; yo sé dije y sé pendiente; yo sé muralla y bosque sagrado; yo sé grulla y pasos perdidos.
Otra mujer dice que dijo: Vendrá la piel cuando llegue enero.
Un niño creyó entender que decía: Coge la comba. Salta sin moverte del sitio. Cada vez más alto salta. Más cerca de la luna cada vez. Más allá de ella en algún momento y, alejado de su atracción, vaga.

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/10/2014 a las 12:27 | Comentarios {0}


Trigésimo primer día.

Este relato escrito a lo largo del mes de agosto está dedicado a Liana por sus palabras de aliento, por su coraje y también, por qué no decirlo, por sus ojos verdes.


No es una frase. Ni es un recuerdo (lo recuerdos se construyen cada vez que se recuerdan. Un recuerdo es una re-construcción). La verdad es una emoción. Por eso hoy, en mi último día en el palacio, he sido verdad. He llegado a mi hora. He despedido con un fuerte apretón de manos a mi compañero. He bajado a mi habitación. Me he cambiado. He salido al jardín. He saludado a la Primavera. Me he puesto a nadar y de la cadencia del gesto repetido -conocido- ha surgido y he sabido que deseaba que mi mujer volviera de la Antártida para acogernos en nuestros brazos y besarnos desnudos, en nuestra cama. Porque ahí la verdad resplandece o se apaga y yo sé que con ella la verdad se iluminará una vez más. Y después de gozarnos surgirá la conversación y sólo en ella se podrá decir porque nació antes, en el encuentro de nuestros cuerpos. Y le diré que ha sido un mes metódico. Le diré que las tuberías del palacio mantenían conversaciones que apenas sí lograba entender. Le diré que mi madre ha muerto y que no pienso volver a Tirana a recoger ni sus cenizas ni sus pertenencias. Le diré que la soledad me ha hecho volver a Oliveira al que he encontrado igual de viejo con su voz joven. Le diré que he descubierto defectos en mi natación y los he ido corrigiendo. Seguro que ella sabe que he escrito todos los días para que allá, en los fríos del Sur, sintiera el calor de mis palabras aunque no pudiera leerme, ella que siempre ha sido enemiga de los modernos medios de comunicación. Le contaré tras besarnos, tras follarnos, tras mordernos, tras calmarnos que he soñado mucho y que ha sido al final -una noche en la que la duermevela se hizo dueña del mundo- cuando he descubierto que la verdad es una emoción. Ese descubrimiento no altera en esencia mi mundo, ni es la catarsis que podría andar buscando. Ese descubrimiento es la constatación de que la verdad no puede ser universal porque la emoción sobre un suceso no tiene por qué ser la misma para todos. Pensemos en la sincera emoción del deber cumplido que sentían los nazis exterminando judíos o los españoles exterminando a los indígenas del nuevo mundo. Pensemos en la sincera emoción de terror e impotencia del judío gaseado o del indígena asesinado en su tierra, ante los suyos por unos extranjeros a los que confundieron con el dios propio Quetzacoatl.
Hoy es mi última noche y el tiempo ha sido bueno conmigo. Se ha alargado permitiéndome vivir varias vidas cada día. Ahora le pido que la noche se acorte y llegue pronto la mañana para acudir junto a mi amada y sonreírla y decirle, He vuelto. Me quedo.

                                                             FIN

Migración. Fotografía de Olmo Z. (Agosto 2014)
Migración. Fotografía de Olmo Z. (Agosto 2014)

Narrativa

Tags : Colección Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 31/08/2014 a las 23:04 | Comentarios {2}


1 ... « 65 66 67 68 69 70 71 » ... 92






Búsqueda

RSS ATOM RSS comment PODCAST Mobile