Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Si dijeras, si lo dijeras, de una vez y para siempre, te levantaras porque estabas tumbada y habías pasado la noche gimiendo por quien ya estaba lejos, allende los Mares; si dijeras, si te atrevieras, quizás abriendo la ventana del patio interior de tu casa, desde lo alto, desnuda de cintura para abajo; abierto al mundo el nacimiento del mundo; si dijeras; si admiraras tu propio descubrimiento pero lo admiraras sin tensión, sin exaltación, más bien lo admiraras pasmada como cuando el descubrimiento surge aumentado a través de la lente del microscopio y sabes, de una vez y para siempre, que una de las posibles causas de la enfermedad son los microbios (los ves, la lente de aumento desveló lo invisible. Entonces no hay nada que demostrar, tan sólo tienes que mostrar); si te asomaras al patio interior, desnuda de cintura para abajo, habiendo descubierto minutos antes, cuando estabas tumbada, con el camisón arrebujado entre tus piernas y la pesadez de la noche que ya ha avanzado mucho; tumbada en postura fetal, ladeada hacia la ventana que tiene las persianas medio echadas y a través de las lamas se entrevé la noche con luna, la misma luna que fluye entre tus piernas ahora, la luna roja de los días fecundos, la luna roja del tránsito a la vida y de la vida al morir como allende al Mar, los cálidos mares de los sures cálidos.

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 10/07/2014 a las 17:43 | Comentarios {2}


Marc Chagall El Cumpleaños 1915
Marc Chagall El Cumpleaños 1915
Entre la magnitud de la saliva
y el pez de roca
asoma la gamba roja que mueve sus antenas como si fueran hojas

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 30/06/2014 a las 17:50 | Comentarios {0}


Fue
Aunque era futuro se escribía con tiempos pasados porque era volar hasta su pecho, esperar su pecho esa mañana de domingo que se había levantado ventosa; porque había comprado un vino bueno, el que a ella le gustaba; porque palpitaba su cuerpo, lo quería limpio y quería jugar cuando ella llegara; por ejemplo: ella llega, él la saluda como si se vieran por primera vez, se sientan, él le dice el trabajo que le propone, ella sonríe, él le pregunta por qué sonríe, ella le dice que no se esperaba un trabajo así, él le dice que tampoco esperaba una mujer tan hermosa, ella se ruboriza un poco, él acaricia su muslo por encima del traje corto que ella lleva. Él había soñado la noche anterior con ella; ella le limpiaba un herida que tenía en el saco lacrimal del ojo izquierdo y luego le lamía los labios mientras se ponía encima de él y daba un sorbo al vino que a ella le gustaba, luego le decía: acaríciame el coño sin quitarme las bragas; él lo hacía y la tela de la braga se humedecía con su flujo y el aroma limpio le llegaba y le excitaba.
La realidad será que mirará la carrera de bólidos que ya no son tan bólidos y también barrerá la casa porque por una extraña relación entre el polvo y la derrrota no le gusta verlo por el suelo; la realidad será que sus manos se entretendrán en formar la forma que está tan lejos y que quizá un paisaje le aleje de la espera; la realidad será su ausencia, la de la mujer que ama (aunque en temas de amar se sienta tan confuso como cuando un día siendo niño se sintió atraído por una niña que leía un tebeo sentada al sol y apoyada en un tapia tras la cual se mecía con la brisa de la tarde un huerto de naranjos); la realidad será un deseo y esa sensación: la realidad que es un deseo debería des-esperarle, quitarle de la cabeza la espera; la realidad será que no podrá hacerlo y hasta una hora determinada creerá en la posibilidad de que ella llegue, llame, le sorprenda y entonces la toma de la mano, le sonríe de veras, cierra la puerta, la coge por el talle, se pega a ella, le besa los labios, la tarde ya no importa, la cama esta hecha, se revuelcan, se vuelcan, se encuentran, se muerden, se saben, se esconden, se hurgan, se huelen, se muerden, se encuentran, se pierden, se ahogan, se sacian, se duermen, se abrazan.
Cuando supo que aquella era la realidad del domingo ventoso; cuando fue consciente del cuerpo; cuando recordó la futilidad de la vida; cuando anheló volver a otro lugar y no volver más; cuando fue consciente de lo vivo ocurriera lo que ocurriese, decidió abrir las ventanas y que el viento entrara en el pequeño salón en el que tan a gusto se encontraba y decidió -o su cuerpo le impulsó a ello- estudiar el mundo de los animales en una vieja edición de 1923 y también decidió que guardaría el vino que a ella le gustaba hasta el día en que se vieran y también decidió meditar sobre un chiste.

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 11/05/2014 a las 11:29 | Comentarios {0}


Samson Humes se levantó la mañana del 16 de septiembre de 1903 con una erección fálica descomunal. La noche anterior a su polla se le habría podido llamar con total tranquilidad pene; no había sufrido grandes incomodidades a lo largo del día, las usuales en todo caso en un muchacho de veintitrés años al que la sexualidad aún no le había sonreído. En toda su corta vida tan sólo una vez se había juntado al cuerpo de una mujer y fue en un baile al que acudió con los chicos de su parroquia cuando tenía dieciseis años y se atrevió a pedirle a una muchacha flaca y fea que bailara con él; la muchacha magra en exceso debía de tener ardores porque aceptó de inmediato y se pegó a Samson como si fuera una tabla de salvación. Mientras se miraba la erección, aún en la cama, recordó cómo durante aquel baile, él intentó sentir los pezones de la muchacha o algo de las tetas pero no logró sentirlo y de hecho durante un rato imaginó si sus amigos no le estarían gastando una broma y aquella muchacha era en realidad un chico disfrazado. Aquella idea no logró evitar que cierto grado de excitación acudiera a su pito y lo engrosara; cuando la muchacha lo notó en su muslo, se pegó aún más y dejó escapar, como al descuido, un ligerísimo suspiro en su oído. Entonces la música terminó. La muchacha le miró a los ojos con picardía y se mordió el labio inferior y Samson Hume bajó la vista, se dio la vuelta y se perdió entre las parejas de la pista de baile sin ni siquiera darle las gracias a la muchacha porque cada vez que una chica miraba a  Samsom Humes con arrobo él se moría de vergüenza y lo único que quería era escapar de aquella mirada fuera como fuese. Incluso una vez, cuando tenía trece años, y estaba jugando al juego de la botella y le tocó besar a una niña en los labios, se levantó como un resorte, dijo que antes tenía que hacer pis -lo que provocó la carcajada general de la muchachada- y salió escopetado y no paró de correr hasta llegar a su habitación, donde se tumbó en la cama, se cubrió la cabeza con la almohada y lloró por el terror que le nacía en el vientre cada vez que se asomaba a su vida el contacto con el cuerpo de una chica.
E. J. Bellocq Fotografía de la serie titulada The Girls of Storyville
E. J. Bellocq Fotografía de la serie titulada The Girls of Storyville

Narrativa

Tags : Las putas de Storyville Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/04/2014 a las 16:17 | Comentarios {0}


Basado en un hecho real



Desde niña la mujer amaba la libertad. Cuando cumplió los doce años empezó a tener una pesadilla: sus padres la ingresaban en un convento de clausura y allí moría toda su vida. La mujer creció amando la libertad en la vigilia y siendo monja de clausura en el sueño. En la juventud tardía conoció a Carmelo y libremente se casó con él. Poco a poco -de forma imperceptible, nos dijo- se fue haciendo a la vida del matrimonio y -como a tantas, nos dijo- la especie la venció y tuvo hijos. A lo largo de todos esos años siguió teniendo la misma pesadilla: monja de clausura de por vida.
Un día en la sobremesa de una reunión de amigos, en el pequeño jardín de un chalet adosado, tras la barbacoa y el baño en la piscina de la Comunidad, mientras los niños jugaban a la sombra, los mayores ayudaban a la digestión con una copita de orujo o pacharán y conversaban y la conversación derivó en el significado de los nombres. De los doce que estaban sólo tres conocían su significado: Carlota desde niña había oído decir que su nombre -de origen germánico- quiere decir La que es fuerte; Rubén alegó la herencia hebrea de su nombre que venía a ser Dios conoce mi amor. El tercero que conocía el significado de su nombre era Carmelo, el marido de la mujer que amaba la libertad. Carmelo dijo: Mi nombre quiere decir Huerto de Dios y por derivación Convento.
Desde aquel día la mujer que amó la libertad desde niña y que mantuvo desde siempre la misma pesadilla no volvió a soñar que moría siendo monja de clausura.

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/02/2014 a las 11:21 | Comentarios {0}


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