- Hoy ha sido. Escucha. No, no, escucha. Hoy ha sido. Estaba en lo alto. Las nubes. El viento. Una amalgama como de incendio en mis venas. No, no, no quieras intervenir. Ya no me conoces. Ya no podrías decirme nada que me aliviara. Mírame tan sólo. Asiente por compasión pero no levantes la mano ni pongas ese gesto de ya sabía yo que esto iba a pasar. No, no lo sabías. Ni yo lo sabía. Ni lo sabía el halcón que planeaba sobre nuestras cabezas buscando un ratón al que engullir. Déjame seguir porque fue un fogonazo. Fue la certeza. Fue, te diría, me atrevería, sería injusto si no lo hiciera así, si no lo dijera de esta manera; sería injusto conmigo y con el estruendo que el mundo estaba forjando en rededor, no sólo de mí, si no de nosotros, de todos, de la hierba y el halcón y el hacha y el ciprés y la marea y los espacios siderales; fue entonces. No fue magia. No fue un asunto que se despacha con un par de frases. No, era el Gran Tratado; era La Enciclopedia; era una melancolía tan atroz que me hizo sentir la verdad y me dejó tirado, tras pasar por mí, tras pasar por todos y por todo. No, no insistas, no quiero escucharte. No he venido hasta aquí para eso sino para que calles y me mires y más tarde, si así lo consideras, me alabes ante los otros, si es que fuera necesario o alguien lo convirtiera en necesario. Apaga esa luz si quieres. ¿Te recoges el pelo? ¡Qué hermoso gesto, tan apreciado por mí! ¡Qué delicadeza! ¡Cómo te lo agradezco! ¿No ves que los densos nubarrones se acercan y que pronto, en la última de las esferas, donde los dioses se encuentran reunidos a esta hora de la tarde en su propia eternidad, lanzarán la orden y vendrán los caballos y a sus lomos espavoridos jinetes con yelmos bajados arrasarán los treinta y dos puntos cardinales que los hombres idearon y fijaron en una rosa de los vientos? ¿No te quieres dejar contagiar por mí? No, no, no temas, nada haré. Me lo haré a mí. Ya llega. Ya viene. Por fin.
Con una daga se raja el cuello. Tras desangrarse queda en sus labios, a modo de amor, la sonrisa leve que aparece según dicen en aquellos que murieron sobre una nieve, allá en noviembre, todo de azul.
El traje estaba roto. Esa había sido su protesta. No pensaba acudir. No es que se hubiera hecho fuerte. Sentía pavor de no poder controlar la ira. De esa manera no podría salir. No podría acudir. Porque pensó, somos máquinas de disimular. La noche iba a llegar. Pronto sonaría una llamada en la que alguien le preguntaría que dónde estaba, que cuánto tardaría en llegar. Ningún argumento revocaría su decisión. Temblaba casi por despecho. Hasta ahí. A partir de entonces la vida volvería a ser, como siempre, el cuento que cuenta un idiota.
Cuento
Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 19/03/2025 a las 20:39 |
Preámbulo al libro de poemas titulado Cantos del apocalipsis.
No me dejaré vencer hoy.
He de tomar la pluma de nuevo;
ponerme a prueba;
saber si mis manos y mi mente
se juntan nuevamente
para atacar estos cantos del apocalipsis.
No sé cuánto tiempo me queda;
no sé si esta misma noche,
en el próximo minuto,
un ictus quemará mis redes
y caeré en el hondo pozo de la desmemoria.
Hoy nos hemos alejado.
Mi Maestro me ha llevado ante un gran lago
bajo una lluvia fría como semen de súcubo
para que supiera ver la magnitud de la obra;
se colocó tras de mí,
y así, a solas, con la posible compañía de un perro sordo,
me enfrentara ante la imagen de la grisura
que habría de escribir con mano firme,
sin miedo a abismarme en sus profundidades
sin temor a la monotonía.
-Lo titularás -me ha ordenado- Cantos del Apocalipsis.
De vuelta, como miga en un camino,
(camino en mitad de un bosque,
camino lleno de baches y animales
que podrían comer pan,
camino de tierra húmeda,
camino sin horizonte,
quizá sin final)
ha concluido:
-Deberías empezar por los Salmos.
Poesía
Tags : Cantos del Apocalipsis Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/03/2025 a las 19:27 |
Un poco pasado el mediodía creyó haberlo vivido todo. No fue indulgente con la vida. No admitió que ni la más cándida de las personas pudiera haber vivido una vida que no fuera insensible, es decir, se matizaba, una vida carente de sentidos y por lo tanto de sensibilidad.
Antes de incorporarse y dejar la sombra que el viejo abedul le había regalado, sacudió con la mano las alas de su sombrero. Se levantó. Se lo caló. Tomó su bastón y echó a caminar por un camino de tierra blanca. Cantó algún zorzal. También la chicharra. En la reverberación del horizonte vio a un conejo atravesar el camino. Parecía llevar prisa. Los conejos, pensó, siempre parecen llevar prisa excepto cuando las luces de un auto los destella y entonces se quedan inmóviles como si fueran ídolos de un tiempo por venir.
Sí, se repitió, lo he vivido todo y sin saber muy bien por qué, esa verdad lo apesadumbró y cayó, mientras el camino ascendía, en un estado más propio de la misantropía que de la tristeza y supo que para alguien que lo observara a la distancia adecuada, él sería la figura que observa reverberar en su horizonte. Reverbero, pensó, eso es todo.
Cuento
Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 11/03/2025 a las 19:06 |
¿Era real la sangre que le hervía a borbotones? ¿Era posible una alucinación colectiva? ¿Por qué no admite nuestro cerebro que al caer la tarde las hojas de los árboles y la hierba de los pastos son rojos? ¿Por qué quiere mantenernos en esa ilusión verde? ¿Cuándo volveremos a los libros y tomaremos notas y transcribiremos fuentes y nos sentiremos útiles en un mundo inútil que se rearma y muestra las garras de la próxima razzia?
La última guarida del hombre blanco. La civilización blanca. La gran descubridora del Gran Masturbador. La ola que inundaba pueblos y pueblos allende los mares. La asesina. La fecunda. Aquellos conquistadores. Aquellos reconquistadores. Aquellos colonizadores. Nantucket. Tierra del Fuego. Cabo de Buena Esperanza. Las caravanas. Rimbaud. Marsella. ¡Vamos, vamos, compañeras, icemos las velas y cuando nos hagamos a la mar seamos sirenas dispuestas a matar! Por la gran paridora de engendros; por la inventora de la Tierra Quemada; por la que alimentó los descubrimientos balísticos de Galileo Galilei; por la Ilustrada; por la Despótica; por la Demócrata... liberal; por la Marrana; por la Alcahueta; por la Inventora de la mediocridad. ¡Salve, Civilización Blanca! ¡Los que vamos a nacer, sufrir y morir te saludamos!
Insistimos: ¿Era real esa sangre? ¿Aquella mujer rodeada de teclados realmente los tocaba? ¿Vivía en un mundo en blanco y negro? ¿Todas sentimos activadas las mismas gamas de gris? ¿Fue esa impresión cromática las que nos lanzó al unísono contra las hordas de hombres que languidecían ante una nueva forma de estar? ¿Era posible ser siempre moderna? ¿Tendría sentido esta pregunta en el Nuevo Tiempo? ¿Por qué escribíamos con tanta inicial mayúscula?
Fue en ese momento cuando se dispararon las alarmas. Nos disgregamos. Nos escondimos. Cuando atisbábamos una luz en la noche, escondíamos los rostros bajo las alas. Apenas maullamos, bien lo sabéis. Nunca llegaba la mañana. El aire estaba bañado por un polvo gris en suspensión. Los relojes se llenaron de arena y dejaron de funcionar. Nunca fuimos de lamentarnos y tampoco esta vez lo hicimos. Algunas nos cogimos entre nosotras las manos. Otras se fueron volando hasta que una ráfaga de metralleta acabó con ellas. No quisimos saber quiénes disparaban. Permanecimos unidas y quietas. Así esperamos la muerte. Y así morimos.
Narrativa
Tags : Meditación sobre las formas de interpretar Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/03/2025 a las 18:38 |
Ventanas
Seriales
Archivo 2009
Escritos de Isaac Alexander
Fantasmagorías
Cuentecillos
Meditación sobre las formas de interpretar
¿De Isaac Alexander?
Libro de las soledades
Colección
Apuntes
Archivo 2008
La Solución
Aforismos
Reflexiones para antes de morir
Haiku
Recuerdos
Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis
Sobre las creencias
Olmo Dos Mil Veintidós
Listas
El mes de noviembre
Jardines en el bolsillo
Olmo Z. ¿2024?
Saturnales
Agosto 2013
Citas del mes de mayo
Marea
Sincerada
Reflexiones
Mosquita muerta
El viaje
Sobre la verdad
Sinonimias
El Brillante
No fabularé
Perdido en la mudanza (lost in translation?)
Desenlace
El espejo
Velocidad de escape
Derivas
Carta a una desconocida
Sobre la música
Biopolítica
Asturias
La mujer de las areolas doradas
La Clerc
Las manos
Tasador de bibliotecas
Ensayo sobre La Conspiración
Las putas de Storyville
Leonora y el húsar
Archives
Últimas Entradas
Enlaces
© 2008, 2009, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2016, 2017, 2018, 2019, 2020, 2021, 2022, 2023, 2024 y 2025 de Fernando García-Loygorri, salvo las citas, que son propiedad de sus autores
Cuento
Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/03/2025 a las 20:52 |