Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Apólogo de un hombre a punto de olvidar



Sería quedarse dormido. Oler tan sólo la tierra. Permanecer con los ojos cerrados. Hay líquenes cerca. También hay ratones. No hablar. No emitir sonido alguno. Intentarlo al menos. Con relajación. El esfuerzo hay que dejarlo lejos, donde se almacenan el miedo, la ansiedad o las fobias a no ser, sí, a no ser, que todo se cree cada vez; que, en realidad, no haya memorias de dolor y que sea ése el motivo por el lo tememos tanto; que cada vez se cree la conciencia de ansia, que nazca cada vez que la sentimos, que no sepamos a ciencia cierta a dónde nos lleva... si nos lleva; que suframos la fobia cada vez como sufrimos aquella primera en la que nos sentimos solos en el mundo. Hay un temor a la represalia. Hay un reconocimiento del miedo. La edad te va dejando sin temeridad. Quedarse dormido, escribía. Oler tan sólo a tierra. No mirar. No emitir. Conjurarse con uno mismo hasta el delirio de un San Antonio; conjurarse con la belleza de no ofender; conjurarse con los manos cruzadas sobre el pecho, bajo el peso de la luna, una noche en la que al final refrescó. 
Sería llegar a la sabiduría. Abrir los ojos sólo entonces. Mirar. Poder transmitir en la mirada la vacuidad del mirar de las vacas, la pura ausencia de emoción, la inexistencia del juicio. Mirar tan sólo. Se realzaría mucho el encuentro si se diera bajo un cielo vestido de nubes sobre las que choca, irregular, la luz. Mirar. No oler. No hablar. No palpar. No degustar. Quizá más tarde, en otra era, hechos piedra.
Hacia allá camina, a solas dentro de su mente. No se va haciendo pequeño aunque se aleje...
 

Cuento

Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 31/07/2025 a las 17:11 | Comentarios {0}








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