Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Cambio
Había publicado un poema. Lo he dejado varias horas. Lo he quitado. He visto a dos mujeres en el convoy opuesto al mío mirando lo mismo que era nada. Me ha extrañado esa misma mirada, hacia ese mismo punto vacío.
Luego venían los pensamientos oscuros y cierto frío. Más tarde Violeta me ha devuelto el bienestar. Cuando estoy con ella lo siento a menudo. Tiene diez años bellísimos llenos de alegría y sentido del humor. Siempre nos detenemos en la librería Méndez y miramos el escaparate. Ella descubre a menudo los libros nuevos y yo siempre me quedo mirando La Historia de mi vida que es la autobiografía de Giacomo Casanova con un precio absolutamente prohibitivo. El librero me comentaba el otro día que quizá por los antepasados aristocráticos del editor, Jacobo F. Stuart, hijo de la duquesa de Alba, no sabía el buen señor lo que costaba conseguir 120€. De hecho el libro apenas se vende y mira que tiene que estar bien porque más que sus andanzas son las andanzas de un hombre curioso por la segunda mitad del siglo XVIII europeo, una especie de enciclopedia de la vida privada.
Ahora escribo mientras ella merienda chocolate con pan (tenía, me ha dicho en la calle, muchas ganas de tomar algo dulce. Yo le he dicho que el chocolate es amargo y ella me ha respondido que si es con leche no. Y tiene razón. Al final lo hemos comprado con leche y almendras).
Había publicado un poema. Quiero más. Quiero mucho más.

Diario

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 09/12/2009 a las 18:35 | Comentarios {1}



Te amo,
le dijo el silencio a la voz
y la voz calló.

Variación 1
Le dijo el silencio a la voz,
Te amo
y la voz calló.

Variación 2
Calló la voz
y el silencio habló.

Poesía

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/12/2009 a las 17:27 | Comentarios {0}


Apuntes y croquis para una Conferencia Internacional sobre Indocencia organizada por Juan de Mairena en su Gymnasium. Estos apuntes quedaron encima de un perchero, en extraño equilibrio, y se atribuyen a Isaac Alexander.


¡Qué bien huele el Diccionario de Autoridades! Despiden sus hojas el aroma de las palabras, las palabras en sí mismas, con orden colocadas en columnas de dos por página.

¿No es lo justo enseñar que no se sabe?

Mostrar la ignorancia es enseñar el conocimiento.

La imposición. La autoridad. La tarima. La pizarra. Los libros sobre la mesa mayor que las de los alumnos. De frente, ¡Ar!

¿No es sonreír? ¿No es jugar?

O admirarse de las largas narraciones de reglamentos (disfrazados tantas veces de principios) como si se trataran de una ficción hiperrealista.

Declarar: Utilizaremos el método de la mayéutica. Sólo se puede enseñar a preguntar(se).

Enseñar: v.a. Instruir, doctrinar, amaestrar, dar reglas y preceptos para la inteligencia de las cosas. La raíz de este verbo parece sale del Latino Insinuare. Lat. Docere, Instruere, Erudire. M. Avil. Trat. Oye hija, cap. 48. Esta sabiduría es la que enseña el agradamiento de Dios en particular, la qual no mora en los malos.. Saav. Empr. 65. Más debemos algunas veces a nuestros errores que a nuestros aciertos: porque aquéllos nos enseñan y éstos nos desvanecen.

¿Cuál es tu pasión? ¿Cómo se describe el cambio? ¿Quién descubrió el olvido?

Tras preguntar sobre la insondable paciencia de las fotos el profesor Benedetti se interesó por el bazo del alumno (como era de esperar el interrogado ignoraba del todo su existir).

Enseñar

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/12/2009 a las 09:34 | Comentarios {0}


Ausencia
Querida [...]
¡Cuánto me duele tu ausencia! Esta noche dormía, eran las tres de la madrugada (lo sé porque inmediatamente después del hecho han sonado las campanadas en el reloj de pared) y me han despertado tres golpes en la puerta. Golpes con los nudillos. He sabido que quien llamaba era un fantasma o un ser desencarnado. En la casa donde vivo pululan estos seres -ectoplasmas los llama P.- que son inofensivos y tan sólo quieren, de vez en cuando, dejar constancia de su presencia. Tras los golpes han sonado las campanas y yo me he mantenido despierto, sin miedo, lleno, lleno de ausencia, de ausencia de ti. Lo he sabido porque nada más sonar los golpes en vez de invadirme un miedo atávico a los muertos, me ha invadido una ensoñación maravillosa y tristísima. Eras tú quien abría la puerta. Te quedabas en el umbral e intentabas vislumbrar si yo estaba dormido. Yo me lo hacía y esperaba. Tú cerrabas la puerta y muy despacito, casi elevada sobre el suelo de piedra, te ibas acercando a mí e, igual de ligera, te sentabas en la alfombra, junto a mi cara y me mirabas y me mirabas y me mirabas y me mirabas... Yo no sé si esto es el amor o es la necesidad (¿maldita o bendita?) de sentir algo llamado así. Tampoco permanezco mucho en este debate. Intento ser realista. Decirme: Esta ausencia no existe. Llegaste demasiado tarde. Ya es tarde. Tarde. Arde mi corazón nada más despertarme y quisiera salir corriendo y atravesar las ciudades, los campos y los páramos, las montañas y los puentes sobre los caudalosos ríos, siempre corriendo, sin descansar, corriendo hacia ti que estás en ese momento mirando en el puerto de tu ciudad cómo un barco es rodeado de estibadores y, alegres de alcohol, cantan una vieja canción marinera. Siento en el pecho la ansiedad de tu ausencia y descubro que ésta no es vacío sino plenitud de cuerda. Miro unas drogas farmacéuticas que aseguran con su ingesta la calma de la ansiedad pero no quiero tomarlas, no quiero que ninguna sustancia externa atenúe mi propia química, la que me ha traído hasta aquí, hasta ti. Yo sé que mi medio interno anda enloquecido, sé que la biología de las pasiones navega por mis órganos con mensajes subidos de tono, es mi cuerpo un gran cuadro expresionista, es mi linfa verde y mi sangre pálida y mis neuronas provocan terribles descargas eléctricas que dejan mi corazón y mis riñones llenitos de piedras (como si fueran perlas pero siendo piedras) y así en esta mañana oscura de diciembre, tras dar un trago al café, tu cara azul y tus cabellos, el perfil de tu pecho y el perfil de tu vientre, un eco de tu voz y un matiz en las aletas de tu nariz, un resto de tu pie en mi muslo derecho abarcan todas mis palabras, cubren mi cerebro entero y me lanzan de nuevo a viejas batallas que de seguro están perdidas. Como perdida estás tú, querida [...] y yo tan sólo quisiera encontrarte en el viejo soto sagrado, en el centro del bosque, donde los druidas acaban de terminar sus ritos y han dejado -previsiblemente a propósito- un resto de pócima mágica sobre el ara de piedra y musgo. Cogidos de la mano nos hemos acercado, anticipando la gloria hemos impregnado nuestros dedos anulares con los restos de la pócima y al unísono la hemos chupado (tú la pócima de mi dedo, yo la del tuyo). Hemos esperado. Aún esperamos. Convertidos en piedra. Tan alejados.

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 02/12/2009 a las 10:24 | Comentarios {0}


Datos extraídos de Historia de las creencias y las ideas religiosas. Tomo I. Mircea Eliade


Venus de Laussel
Venus de Laussel
Hace 300.000 años algo nos dejaron los paleontrópidos para seguirles el rastro, son unos depósitos de osos como, quizá, ofrendas al Señor de los Animales.
En el Paleolítico Antiguo (Torralba, Chu ku-tien, Lehringer) no se puede afirmar que los sacrificios se hacían con fines sobrenaturales (o religiosos).
En el Paleolítico Medio (Draschenloch, Petershöle) tampoco.
Sólo en el Paleolítico tardío (Willendorf, Meierdorf, Stellmoore, Montespan) se puede hablar ya con mayor o menor certeza de este tipo de sacrificios.
En las pinturas rupestres algo que llama poderosamente la atención es que entre los años 30.000 y 9.000 antes de nuestra era el significado aparente de las pinturas no parece haber variado y permanecen idénticos desde Asturias hasta el Don.
Ciertas tribus cazadoras del Asia Septentrional fabrican unas pequeñas figuras antropomórficas de madera llamadas dzuli. En las tribus en que las dzuli son femeninas estas estatuillas representan a la abuela mítica de la que se supone descienden todos los miembros de la tribu.
El misterio de la existencia femenina en su forma específica ha desempeñado un papel importante en diversas religiones.
Era la época de los cazadores. El mundo de las cuevas y el frío. El recién descubierto fuego. Aún no había llegado el descubrimiento de la agricultura y cuando llegó -8.000 años antes de Cristo, al final de la cuarta glaciación- y se fueron asentando las tribus junto a los ríos y los lagos, la vida de los hombres cambió y la vegetación se hizo dueña de sus mentes, sus esfuerzos y sus ensoñaciones. Hubo una relación misteriosa (¿religiosa?) entre la tierra y la mujer: la tierra fecundada y luego arrancado de sus entrañas su fruto (los tubérculos). Y los hombres sintieron que esa acción era violenta y para propiciar que esa tierra/mujer se dejara de nuevo fecundar se hicieron ritos sangrientos. Más tarde, con el descubrimiento del arado, el trabajo agrícola se asimila al acto sexual.
La sacralidad de la vida sexual, y en primer lugar de la sexualidad femenina, se confunde con el enigma milagroso de la creación. Un simbolismo complejo asocia la mujer y la sexualidad a los ritmos lunares, a la Tierra (asimilada a la matriz) y a lo que se puede llamar el misterio de la vegetación. Un misterio que exige la muerte de la semilla para asegurarle un nuevo nacimiento aún más maravilloso por el hecho de que se multiplica casi exponencialmente.
Las culturas agrícolas elaboran una religión cósmica en la que la actividad religiosa se centra en torno al misterio central: la renovación periódica del mundo.

Ensayo

Tags : Sobre las creencias Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 01/12/2009 a las 11:32 | Comentarios {0}


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