Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Para quien quiera conocer un poco mejor a Milos Amós, he colocado su link (su nombre en color verde) a la primera parte de su trayectoria a la que titulé La Solución.


En lo alto de la montaña, azotado por los vientos y una lluvia mala, se sentó. Aún no recordaba nada anterior a su discurrir vital hasta el cenobio. Su mundo anterior había, simplemente, desaparecido; desde el cenobio se dejaba llevar por sus pies; comía tan sólo si le daban de comer; dormía bajo techado si encontraba un techo; cagaba a escondidas y en general al aire libre; si caía una moneda en sus manos se la daba de inmediato a otro que estuviera también necesitado; las monedas le quemaban las manos. Un día, al inicio del ascenso, una mujer bonita le dio un billete y a él se le llagaron las manos; corrió hasta un banco y allí, atrapado con una piedra, dejó el billete; luego volvió a la mujer y le enseñó las llagas; ella le llevó a su casa y le curó con ungüentos suaves como leyendas de Arabia.

Milos Amós se había vuelto más alto y más esbelto; su cabello había crecido entre rizado y suelto y ciertas zonas tenían el brillo de los colores claros; sus manos por fin tenían callos; apenas vestía una zamarra encontrada en un ropavejero, unos pantalones de pana y unas botas de pocero. Con ese aspecto, a su pesar, solía producir miedo. Así es que su mente, vacía, se le llenó de cima de montaña y hacia ella se dirigió cuando empezaba octubre. Anduvo y fue detenido y puesto de nuevo en libertad; volvió de nuevo a andar por una llanura que parecía no tener fin; paso tras paso, la ausencia de todo en la mente de Milos le hacía no sentir nada; tan sólo caminaba y sus ojos oteaban la cima de la Montaña. Cuando mediaba febrero su mirada se dio de bruces con la Cordillera. Allí está. Ése fue el primer pensamiento distinto a Cima de Montaña que tenía desde que inició el viaje. No aceleró el paso. Tan sólo se abrigó el cuello porque caían los primeros copos y un grajo volaba a ras de suelo. Al llegar la noche encontró una lobera. Dentro los lobos dormían. A gatas entró y escuchó los gruñidos. Milos Amós se dio la vuelta, se bajó los pantalones y al macho dominante le ofreció el culo. El macho lo olió y se retiró. Milos Amós durmió. Era el alba cuando los lobeznos aullaban alimento. Era el alba cuando Milos salió de la lobera, cogió unas hierbas parecidas a espinacas y mientras las masticaba comenzó el ascenso a la cima de la montaña. Ascendió durante tres jornadas. Nevó intensamente. Luego comenzó a llover. Y llovió y llovió más. Y la zamarra, por el peso del agua, le hizo ceder más de una vez. Milos tomó resuello y pensó su único pensamiento, Cima de la Montaña y ascendió y ascendió y en la oscuridad del lugar inhóspito sintió que la cima ya estaba cerca, la tocaba con sus dedos, era ancha, podía sentarse y descansar. Y así lo hizo como Montaña sobre la Montaña. Cierra los ojos ahora. Quisiera comer pavo. No come nada. No piensa nada ni tan siquiera cima de Montaña.

Cuento

Tags : La Solución Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/12/2010 a las 18:38 | Comentarios {0}








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