Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Está en un manglar
(Interpretación: la vida es una jungla)
Quizá no sea ella a la que se está mirando pero no lo puede asegurar. Ve, entonces, a sí misma o a otra que parece ser ella en un manglar.
(Interpretación: ¿Quién es uno?)
Entre los mangles aparece un cocodrilo inmenso, es un leviatán de ojos amarillos, fauces descomunales, cuerpo de escamas de acero, cola que pareciera el instrumento de Eolo para sacudir los vientos.
(Interpretación: la vida se contagia de terrores leviatanes. Aún no haciendo nada, aún pasando de largo, lo que causa terror siempre es inmenso.)
El cocodrilo la husmea. Parecen sus orificios nasales ollas de Satán. Ella tiene una reacción curiosa y animal: se tumba en el suelo y permanece inmóvil. Apenas respira. Prefiere cerrar los ojos.
(Interpretación: Ni siquiera la música es capaz, en ocasiones, de amainar el miedo a la existencia. Existimos y tememos. La infancia es el territorio idílico de las grandes emociones y los grandes descubrimientos. Cuando se produce una gran emoción en los primeros años, genera una impronta indeleble... ¡qué hermosa palabra! La quietud, la apariencia del absoluto reposo, puede confundir a los depredadores. Muchos animales utilizan esta táctica para salvar la vida. Un lagarto rodeado de serpientes se salvó así. Supo mantenerse quieto hasta que encontró una escapatoria. Las serpientes le siguieron, intentaron rodearlo, pero el punto de fuga había sido bien calculado. Un altozano puede ser el final de la escapada.)
El cocodrilo se pone encima de ella. Parecen sus ojos ciegos ahora. Incluso se diría que sus fosas nasales sólo pueden oler el aire y no lo que se encuentra a ras de suelo. Ella siente las uñas del animal en su piel (leve piel de espalda, sensible permanencia de peso, disco intervertebral a punto de quebrarse) y el peso brutal de la bestia que le impide casi respirar. Curiosamente esa dificultad es una ventaja porque le obliga a inspirar muy despacio, casi sin hondura.
(Interpretación: A veces no llegamos a ser conscientes de que el peso de la culpa es el sueño de un cocodrilo en nuestra espalda.)
En la frontera entre el sueño y la vigilia el cocodrilo parece haber perdido su rastro y ella empieza a sentir el cosquilleo de una patas mucho más ligeras en su cuello. Empieza a salir del sueño.
(Interpretación: No es el hecho, es la opinión sobre el hecho)
Entonces despierta y siente claramente el caminar de un cucaracha entre sus cabellos. Da un salto en la cama. Es profunda la madrugada. Se la quita de encima de un manotazo. Enciende la lámpara de noche. Ve al artrópodo correr por las sábanas blancas. Lo persigue. Lo alcanza. Lo mata. Siente repugnancia en cada punto nervioso de su piel. No está aterrada.
(Interpretación: Si una cucaracha es para la mente un cocodrilo, ¿qué distorsión de la realidad puede llegar a provocar el sentimiento de culpa?)

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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/08/2017 a las 11:43 | Comentarios {0}


El 4 de octubre de 2011 escribí el artículo http://www.fernandoloygorri.com/Will-More-Joaquin-y-Carmen-mis-primos-hippies_a721.html?com (si quieres leerlo no tienes más que clicar sobre el título). En el artículo hacia referencia a un admirador suyo que aventuraba la posibilidad de que mi primo hermano ya había muerto y cuál no fue mi sorpresa cuando pocos meses después recibí un correo suyo negando esa muerte y dándome su dirección en Madrid (vivía en el barrio de Chamberí) por si quería ir a hacerle una visita. Quedamos en vernos y no nos vimos.
En mayo de este año volví a saber de él por un azar que a veces parece orden. Joaquín/Will estaba internado en un hospital aunque según la información que recibí de otra prima hermana nuestra, Patricia, no parecía nada grave. Pensé en ir a visitarle y no fui.
Esta no relación con este hombre, de alguna forma enigmático, se cerró ayer cuando una redactora de la revista Vanity Fair me escribió a mi correo para ver si me podía hacer una entrevista para un artículo que estaban preparando tras la muerte de Will More. Así me enteré de su muerte.
Arrebatado, como todos lo seremos (de momento), no creo que Will me vuelva a escribir para decirme que sigue vivo y coleando y si lo hace será porque en otro arrebato se convirtió en vampiro.
 
Will More
Will More

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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 12/08/2017 a las 13:33 | Comentarios {0}


Si siento tus nalgas bajo las bragas blancas cuando en la madrugada la brisa, por fin, ha hecho acto de presencia y el cuclillo que es pajarillo del amar en la tradición India ronda cerca, entonces, amada, no quiero que nada en el mundo se altere. Que se vengan abajo los rascacielos que las lenguas de fuego de los volcanes se conviertan en rugidos de mar que los delfines alegremente naden el corro de la patata que la señora odiosa siga siendo odiosa y las manos con lepra no se curen jamás Si siento tus nalgas apretadas contra mi sexo qué importa que la ensenada se vaya dulcificando a través de miles de años o que el big-bang no sea más que una teoría del terror humano o, amada, que el siena se convierta en añil por efecto de la luz de la luna Aborrezco tu almohada vacía Detesto el silencio a mi lado izquierdo Muero de deseo bajo los olmos y Aún así y con todo venero los cuernos de los ciervos, anego mis pulmones de una ira que no termino de apagar, recuerdo tus manos una vez más, maldigo la tempestad y la bendigo y huelo en cada rincón de la camisa que llevo puesta un resto tuyo, un resto que huye a medida que lo atrapo. No es amor lo que escribo es pasión. No son lágrimas lo que derramo sino semen sagrado, escaso semen que siembra en ti mi huella la cual, cometa del tiempo, remonta a las orígenes, sean éstos sopas primordiales u hondas contra gigantes Porque te leería la Biblia entera Porque para ti sería Sherezade Porque me abriría en canal para luego cerrarme si tus nalgas me juraran apretarse una vez más, tan sólo una, contra mi sexo joven en la madurez que se asoma ya a la senectud Agua viva Puerto inseguro Nave que zozobra Parangón sin comparación Estrella sin nombre Firmamento abierto Verso caudal Aleta frigia Machón con firma Desnudo vivo Samba de los treinta y cuatro largos Birimbao y gemido Sultana y perra Emperatriz y esclava Noche larga Cuerno de la abundancia Beso dado Espalda Desazón Espera Baloncito Extraña Cercana Luz de sol en sombra de luna

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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/07/2017 a las 16:55 | Comentarios {0}


Cuando pasee por el claustro del monasterio de San Cugat del Vallés iré tarareando una melodía y en ese canto que será homenaje a la vieja bestia que anida en mí, estableceré un nuevo melisma que enaltezca mi mente y me provoque la meditación propia de los que van a conocerse.
¿Cuál es mi grito?
¿Cuál es mi respuesta?
Porque me deleito en el polvo que tamiza la últimos rayos del sol de la tarde.
Porque el rizo que el viento genera en las aguas, establece en mi piel una suerte de exaltación de las percepciones mundanas.
¿Acaso sirve tanta sensibilidad para bien morir?
Temo agosto como se teme la malaria.
No quiero los jardines ni las tapias ni los setos recortados. Prefiero, bien lo saben los capiteles del claustro del monasterio de San Cugat del Vallés, los matorrales, la hierba seca, el cardo que se yergue poderoso en mitad de una tierra seca, la elevación que no muestra más que amarillo y gris; temo como animal que sabe de su instinto sin poder nombrarlo, las luces artificales en los edificios de las calles de Tokyo; hay en mi sangre la ponzoña de una ira que no se agota, que es poderosa como las aguas dilatadas en su molecuralidad lasa, que todo es capaz de abarcarlo, que no hay dique que su furia, una mañana, no pueda derribar; no, no quiero la hierba segada, ni la escultura cursi de una sirena al fondo con su pecho de bronce y sus labios fríos; quiero, exijo, la lechuza, el escarabajo que camina entre sus enemigas las hormigas; quiero la levedad del puercoespín y que mi nombre genere una tentación bíblica, que aunque no sea posible cada que vez se pronunciara todo el mundo oyera Lilith. Son estos días de opresión en el pecho, de lengua inglesa, de versos en francés, de nostalgia alemana, de sometimiento kikuyu, de altivez mashai; son estos días de lanza y escoba, de centro comercial y rugido de leona, de escarcha y cieno, de elevación y mística, cuando preveo la canícula, el terrorífico rugir de los grados, la lenta maceración del cáncer, la historia de Leopoldo II y sus carnicerías en Congo y la igualmente destructiva y letal tortura de la colonia francesa que en 1908 generó el virus del SIDA y su propagación por todo el mundo a lo largo de 72 años; son estas alianzas entre el horror y el comercio las que me llevan a la exaltación del rayo de sol tamizado por el polvo del camino; son estos recordatorios milenarios los que me encontraré cuando pasee por el claustro del monasterio de San Cugat del Vallés y en mi melodía atisbe quizá a reconocer la vieja bestia que anida en mí.

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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/07/2017 a las 00:16 | Comentarios {0}


Quizás en el principio fuera el grito y quedara en aquéllos la extraña distancia del sonido del trueno. ¿Cuánto? ¿Hace treinta mil años? Anoche estuviste a mi lado. Dormías. Nada te inquieta de mí cuando estás tumbada y desnuda. ¿Qué ocurría entonces? ¿Cómo se estableció que el sonido del tambor fuera masculino y su forma fuera femenina o en su opuesto la forma de la flauta fuera masculina y su sonido femenino? En tu espalda desnuda yo escucho la cueva y en tu piel atisbo las primeras sonrisas cuando la humanidad alboreaba y algo semejante a nosotros latía en los corazones de una mujer y de un hombre. Te amo y las breves ráfagas de brisa que alcancé a sentir antes de caer en el sueño me sedujeron tanto como debía de seducir en la prehistoria del pensamiento el relámpago en un cielo que quizás ya entonces y durante miles de años se pensó que era piedra, muro cerrado, dentro nosotros. Piedra el cielo. Carne tu cuerpo, abierto a mí. Carne mi cuerpo, abierto a ti. Porque vimos el atardecer juntos sentí nostalgia del tiempo anterior a la música, ajena aún la palabra, sin ideas claras la masa encefálica. Todo era acústico. El mundo se resolvía en sonidos: gota de la lluvia, pisada del animal, anuncio de tormenta, dolor del parto, silencio de la muerte. Porque también el silencio es sonido. Yo supe anoche tu piel y la cadencia de tu respiración me jadeó gritos primeros, gritos sin articulación, fonaciones sólo significantes. Porque era la noche. Porque era la primera noche del primer hombre y de la primera mujer en un mundo mágico aún sin ideas, sin naturaleza analizada, sin verdades. Intuición tus pies. Intuición tus manos. Sin metáfora tu boca. Sin anhelo tus ojos. Sólo el grito que imita el animal que quiero ser. Que quiero ser águila. Que quiero ser pez. Que quiero ser armiño. Que quiero ser antílope. Y tú gacela. Y tú manzana. Y tú charca con nenúfar. Y tú luna y fases y así mediciones del ciclo. Ciclo. Eres ciclo. En mi cama eres ciclo. En mi cama eres cabellos en la almohada. En mi cama eres nalgas. En mi cama eres herida abierta que tan solo se calma con mi espada. Que soy espada. Que soy rama. Que soy emisión gutural de imitación de oca. Y así nace la mañana y en la luz de la amanecida siento toda la juventud del mundo porque estás a mi lado y porque el sol aún es joven y da frescor. Joven yo, ya a punto de volver a las entrañas, con menos días en mi torso que en mi espalda. Ya allí. Ya casi allí. 

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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 19/07/2017 a las 23:06 | Comentarios {0}


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