Poesía del libro Instante de Wislawa Szymborska. Editado por Igitur. Traducción Gerardo Beltrán.
Si me lo permite la autora querría dedicárselo a mi hija Violeta
Mientras no se sepa algo seguro,
pues no nos llegan todavía señales,
mientras la Tierra siga siendo diferente
a los planetas hasta ahora cercanos y lejanos,
mientras no se diga ni se escuche nada
sobre otras hierbas honradas por el viento,
sobre otros árboles ceñidos por coronas,
sobre otros animales comprobados como aquí,
mientras no haya un eco, además del nativo,
que sea capaz de entrecortar palabras,
mientras no haya noticia
de peores o mejores mozarts,
edisons, platones.
mientras nuestros crímenes
puedan rivalizar sólo entre sí,
mientras nuestra bondad
siga sin parecerse a nada
y siendo excepcional hasta en su imperfección,
mientras nuestras cabezas llenas de ilusiones
se consideren las únicas cabezas llenas de ilusiones,
mientras sólo desde la bóveda de nuestras bocas
pueda ponerse un grito en el cielo,
sintámonos huéspedes de este refugio,
distinguidos y extraordinarios,
bailemos al son de la banda local
y hagamos como si éste fuera
el baile de los bailes.
No sé si para otros,
para mí esto es del todo suficiente
para ser feliz e infeliz:
un rincón modesto,
en el que las estrellas dan las buenas noches
y hacia el que parpadeen
sin mayor significado.
pues no nos llegan todavía señales,
mientras la Tierra siga siendo diferente
a los planetas hasta ahora cercanos y lejanos,
mientras no se diga ni se escuche nada
sobre otras hierbas honradas por el viento,
sobre otros árboles ceñidos por coronas,
sobre otros animales comprobados como aquí,
mientras no haya un eco, además del nativo,
que sea capaz de entrecortar palabras,
mientras no haya noticia
de peores o mejores mozarts,
edisons, platones.
mientras nuestros crímenes
puedan rivalizar sólo entre sí,
mientras nuestra bondad
siga sin parecerse a nada
y siendo excepcional hasta en su imperfección,
mientras nuestras cabezas llenas de ilusiones
se consideren las únicas cabezas llenas de ilusiones,
mientras sólo desde la bóveda de nuestras bocas
pueda ponerse un grito en el cielo,
sintámonos huéspedes de este refugio,
distinguidos y extraordinarios,
bailemos al son de la banda local
y hagamos como si éste fuera
el baile de los bailes.
No sé si para otros,
para mí esto es del todo suficiente
para ser feliz e infeliz:
un rincón modesto,
en el que las estrellas dan las buenas noches
y hacia el que parpadeen
sin mayor significado.
Poesía de Wislawa Szymborska de su libro Instante. Traducido por Gerardo Beltrán. Ediciones Igitur
De cada cien personas,
las que todo lo saben mejor:
cincuenta y dos,
las inseguras de cada paso:
casi todo el resto,
las prontas a ayudar,
siempre que no dure mucho:
hasta cuarenta y nueve,
las buenas siempre,
porque no pueden de otra forma:
cuatro, o quizá cinco,
las dispuestas a admirar sin envidia:
dieciocho,
las que viven continuamente angustiadas
por algo o por alguien:
setenta y siete,
las capaces de ser felices:
como mucho veintitantas,
las inofensivas de una en una
pero salvajes en grupo:
más de la mitad seguro,
las crueles
cuando las circunstancias obligan:
es mejor no saberlo
ni siquiera aproximadamente,
las sabias a posteriori:
no muchas más
que las sabias a priori,
las que de la vida no quieren nada más que cosas:
cuarenta
aunque quisiera equivocarme,
las encorvadas, doloridas
y sin linterna en lo oscuro:
ochenta y tres,
tarde o temprano,
las dignas de compasión:
noventa y nueve,
las mortales
cien de cien.
Cifra que por ahora no sufre ningún cambio.
las que todo lo saben mejor:
cincuenta y dos,
las inseguras de cada paso:
casi todo el resto,
las prontas a ayudar,
siempre que no dure mucho:
hasta cuarenta y nueve,
las buenas siempre,
porque no pueden de otra forma:
cuatro, o quizá cinco,
las dispuestas a admirar sin envidia:
dieciocho,
las que viven continuamente angustiadas
por algo o por alguien:
setenta y siete,
las capaces de ser felices:
como mucho veintitantas,
las inofensivas de una en una
pero salvajes en grupo:
más de la mitad seguro,
las crueles
cuando las circunstancias obligan:
es mejor no saberlo
ni siquiera aproximadamente,
las sabias a posteriori:
no muchas más
que las sabias a priori,
las que de la vida no quieren nada más que cosas:
cuarenta
aunque quisiera equivocarme,
las encorvadas, doloridas
y sin linterna en lo oscuro:
ochenta y tres,
tarde o temprano,
las dignas de compasión:
noventa y nueve,
las mortales
cien de cien.
Cifra que por ahora no sufre ningún cambio.
Meditaciones de Marco Aureilio. Traducción Ramón Bach Pellicer. Editorial Gredos. Colección Biblioteca Clásica. Año: 1977
2.- Conviene también estar a la expectativa de hechos como éstos, que incluso las modificaciones accesorias de las cosas naturales tienen algún encanto y atractivo. Así, por ejemplo, un trozo de pan al cocerse se agrieta en ciertas partes; esas grietas que así se forman y que, en cierto modo, son contrarias a la promesa del arte del panadero, son, en cierto modo, adecuadas, y excitan singularmente el apetito. Asimismo, los higos, cuando están muy maduros, se entreabren. Y en las aceitunas que quedan maduras en los árboles, su proximidad a la prodedumbre añade al fruto una belleza singular. Igualmente las espigas que se inclinan hacia abajo, la melena del león y la espuma que brota de la boca de los jabalíes y muchas otras cosas, examinadas en particular, están lejos de ser bellas; y, sin embargo, al ser consecuencia de ciertos procesos naturales, cobran una aspecto bello y son atractivas. De manera que, si una persona tiene sensibilidad e inteligencia suficientemente profunda para captar lo que sucede en el conjunto, casi nada le parecerá, incluso entre las cosas que acontecen por efectos secundarios, no comportar algún encanto singular. Y esa persona verá las fauces reales de las fieras con no menor agrado que todas sus reproducciones realizadas por pintores y escultores; incluso podrá ver con sus sagaces ojos cierta plenitud y madurez en la anciana y el anciano y también, en los niños, su amable encanto. Muchas cosas semejantes se encontrarán no al alcance de cualquiera, sino, exclusivamente, para el que de verdad esté familiarizado con la naturaleza y sus obras.
Chesterton citado por Borges en el texto El idioma analítico de John Wilkins. Otras Inquisiciones 1952
Esperanzas y utopías aparte, acaso lo más lúcido que sobre el lenguaje se ha escrito son estas palabras de Chesterton: "El hombre sabe que hay en el alma tintes más deconcertantes, más innumerables y más anónimos que los colores de una selva otoñal... cree, sin embargo, que esos tintes, en todas sus fusiones y conversiones, son representables con precisión por un mecanismo arbitrario de gruñidos y de chillidos. Cree que del interior de una bolsita salen realmente ruidos que significan todos los misterios de la memoria y todas las agonías del anhelo" (G. F. Watts, pag. 88, 1904).
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 30/10/2013 a las 12:55 |