Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Krishnamurti y Nityananda
Krishnamurti y Nityananda
Abro una enorme digresión entre los dos últimos epígrafes y este cuarto que es la mitad del ocho, como fue el octavo hijo de su madre la persona de la que escribo. Y lo inserto en este título porque este hombre del que escribo tiene una relación directa con este tema. Que conste que no voy a colocar al final del relato el nombre de su protagonista por una cuestión de técnica narrativa sino porque quiero hablar de la creencia. La protagonista es la creencia.

K. fue el octavo hijo de S. Nació a las 12 y media de la noche del 11 de mayo (12 según el calendario occidental) de 1895. Desde el principio K. fue un niño enfermizo, distraído, como ausente; de hecho su hermano menor N. tenía que ir muchas veces a buscar a K. y con dulzura conducirle de nuevo a casa. K desarrolló una constitución enfermiza. Su madre murió cuando él contaba 10 años. Tras su muerte K. solía verla con frecuencia.

Al mismo tiempo y por la misma época un grupo de personas entre ellas, y la más importante, la señora B. estaban intentando encontrar un sincretismo filosofico-religioso entre las creencias (o las fes) de oriente y occidente y crearon una Sociedad para el Conocimiento de Dios. Esta Sociedad, muchos de cuyos miembros tenían una elevada posición social, tenía sedes en varios países. En uno de ellos, Oriental, una tarde, a la orilla del mar, un miembro de esta Sociedad se encontró con K. y la vida de K. cambió a la Sociedad. Este chico distraído, mal estudiante, como ido, fue el designado como un nuevo Mesías, un nuevo líder espiritual, El Elegido. Y K. aceptó su destino hasta el 3 de agosto de 1929. día en el que, ante miles y miles de seguidores de la Sociedad, iba a ser designado como el Guía Espiritual Supremo. K. miró a la multitud y lo primero que hizo fue disolver la organización. Terminó su discurso con estas palabras: Durante dos años he reflexionado sobre esto (la disolución de la Orden) lenta, serena y cuidadosamente y he decidido ahora disolver la Orden, dado que soy su jefe. Pueden ustedes formar otras organizaciones y esperar la venida de otro. Es un asunto que no me interesa, como tampoco me interesa crear nuevas cárceles y nuevas decoraciones para esas cárceles. Mi único interés es hacer que los hombres sean absoluta e incondicionalmente libres.

Y K. se fue.

Y K. fue Krishnamurti.

Ensayo

Tags : Sobre las creencias Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/02/2009 a las 13:50 | Comentarios {0}


Hércules (los dos)
Hércules (los dos)
Cuando veo jugar a Rafael Nadal y Roger Federer en la final de un Gran Slam tengo siempre presente lo agonístico que es el deporte tanto en su dimensión física como en su dimensión espiritual (y no escribo mental porque la lucha, el esfuerzo supremo, la superación en el momento más duro tiene mucho de eso que podríamos llamar espiritual, alma [ánima, ánimo, aliento, podríamos seguir expandiendo el significado a lo ancho y a lo alto del árbol léxico]). Federer y Nadal son dos héroes en su viejo sentido, cercanos a los dioses y sin embargo mortales, generados de un inmortal y sin embargo humanos y débiles y como siempre en este caso lo miserable no eleva lo sublime sino que lo rebaja.

Nadal y Federer son dos héroes trágicos unos de los cuales sabe que va a morir aunque luego, como el ave Fénix, resurja de sus cenizas y vuelva en plena forma, renovado, al siguiente torneo. Y cuando se enfrentan surgen dos formas (con todos sus matices, sin Mani cerca, ni absoluto) de entender la agonía y la búsqueda de la salvación.

El tenis de Rafael Nadal es la eficacia excelente y el de Roger Federer la excelencia eficaz. Rafael Nadal no tiene la elegancia, la finura, el refinamiento, la casi levedad de Federer en la pista; él más bien es pétreo, aguerrido, es espartano y al mismo tiempo (de aquí la negación de los absolutos) es sutil, inteligente y audaz. Roger Federer es ligero, tranquilo, parece dolerle en lo más profundo de su sensibilidad la necesidad de golpear con fiereza la bola, la necesidad de tener que esforzarse para no morir, para ganar la lucha, pudiendo ser todo bello, caballeresco, sin sudor.

Es antiquísima la sensación de euforia que produce su lucha como debía de ocurrirles a aquéllos que escucharon al ciego Homero cantar los prodigios de Telemaco en su busca de Odiseo; y hablo de este último porque Nadal tiene algo de Odiseo, tiene esa fe ciega en sí mismo, esa capacidad de luchar y luchar y seguir luchando contra el ponto, cien Cíclopes o un Titán. Fe, espíritu y tierra.

Federer me recuerda (por su forma de dolerse en la derrota) a un jugador de ajedrez yucateco llamado Carlos Torre. Este jugador en la década de los 20 del pasado siglo fue uno de los mejores pero hubo de abandonar el ajedrez magistral porque le dolía hasta la locura el tener que sacrificar la belleza de una posición por la victoria.

Ambas formas de lucha las admiro. Ambas formas de lucha son sublimes.

Ensayo

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 01/02/2009 a las 17:17 | Comentarios {0}


Francis Bacon Autorretrato 1971
Francis Bacon Autorretrato 1971
Un día pensé: Somos una forma de contenidos. En esta apariencia de unidad habita la diversidad. Normalmente en mi percepción de este pensamiento me ocurre lo siguiente y es que descubro que no conocía a un contenido que estuvo en mí sólo cuando ha dejado de estar; mientras está en mí lo reconozco como yo, cuando se oculta y viene otro pienso en el que estuvo y a veces siento rechazo y otras alegría y otras indiferencia.

Este pensamiento, unido a su sensación, me hacen dudar de la fuerza de voluntad porque en ocasiones lo que busca la voluntad de uno de los contenidos de mi forma está en oposición a la voluntad de otro. Y estos cambios de los que hablo no es que se den de vez en cuando es que se pueden llegar a dar varias veces en un mismo día (pongo día por poner una medida de tiempo corta).

También la noción de destino, también la noción de carácter flaquean.

También ese temor casi fantástico de que un día alguien demostrara que yo estuve en un sitio que no recuerdo en absoluto y entonces me diera cuenta de que algunos de mis contenidos se apoderan absolutamente de mi forma y son imperceptibles para los otros contenidos.

O tan sólo soy un veleidoso.

Ensayo

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 24/01/2009 a las 16:19 | Comentarios {0}


Retrato de Elena
Retrato de Elena
Elena Martín Calvo -autora del libro Qué Hay de Bueno, editado por Granica, libro hermoso de leer y hermoso para pensar- lleva años buscando un espacio en los medios de comunicación donde incluir una sección titulada, genéricamente, Buenas Noticias. En su blog se quejaba hace un par de días de que buscando en las agencias de noticias y en los diarios apenas si encontraba buenas noticias y criticaba el hecho de que cómo era posible que la vuelta de millones y millones de personas a su casa tras un día de trabajo sanos y salvos no fuera nunca motivo de noticia.
La máxima "Las buenas noticias no son noticia" que parece debe de estar colgado en la pared de todo periodista, ¿de dónde viene?, ¿cuándo surgió? Porque antiguamente las buenas nuevas -nuevas en el sentido de noticias- eran siempre recibidas con interés y más porque eran buenas. ¡Buenas nuevas os traigo! y se respondía, ¡Alabado sea Dios! (o fórmula parecida)

Quizá una respuesta nos la pueda dar (o al menos así me lo ha parecido a mí) todo el desarrollo que sobre la idea de Historia en Polibio y en Hegel, principalmente, nos ofrece Rafael Sánchez Ferlosio en su libro (magnífico como casi - el casi lo pongo por el prurito de pensar que nadie acierta siempre-todo lo que escribe) God & Gun editado por Destino. Transcribo la idea que aparece en el Apéndice Carácter y Destino: Una vida feliz no pregunta por el sentido, porque se siente fin en sí misma, no está en función de nada; lo que quiere decir que no tiene sentido. Y con esto concuerda, justamente, el que, tal como dice Hegel, los tiempos felices sean para la historia páginas vacías. Supuesto que para Hegel -muy en contra de Aristóteles- "historia" es aquel acontecer que está, como diría un periodista, "preñado de sentido", que es una bien trabada y consecuente sucesión argumental de designios propuestos, perseguidos, contendidos en campo de batalla y alcanzados o frustrados, mal podría caber en ella la felicidad, que, al no tener sentido, tampoco tendría una sola línea que escribir. La felicidad carece de cualquier posible contenido histórico, porque, literalmente, no tiene "nada que contar". Fin de la cita que aunque larga es clara para el tema que nos ocupa.

Puesto que los periodistas son los "historiadores del diario" y puesto que Hegel sigue inundando el sentido de la historia, no es de extrañar que las buenas noticias (la felicidad) sigan sin aparecer en los medios donde tan sólo lo agónico (en el sentido de agon: lucha) es reseñable históricamente.

He dejado para este momento el punto y seguido de la cita anterior porque creo que abre una puerta a la posibilidad de que la felicidad pueda llegar a ser noticiable, a ser por lo tanto histórica (aunque me da la impresión de que Sánchez Ferlosio, en su discurso, coloque un deje de melancolía, cuando menos, ante la posibilidad que plantea - que la felicidad pueda llegar a ser "histórica"- sobre todo por la utilización del término estigma unido al determinativo "de lo histórico" y por el verbo "apoderarse"). Escribe el autor: Salvo que hoy parece que el estigma de "lo histórico" ha penetrado e inficcionado tan profundamente el mundo de la vida, que se ha apoderado de casi todas las cosas y hechos de los hombres.

Ensayo

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/01/2009 a las 10:47 | Comentarios {1}


Agua
Agua
Hace diez años estaba con mi amigo César Delgado en el parque Eva Perón de Madrid. Es un parque pequeño de estilo francés, en la plaza de Manuel Becerra, muy cerca de la Plaza de toros de Las Ventas. Era octubre y en tres meses iba a nacer mi hija. Ya entonces y desde hacía años me dolían las articulaciones del cuerpo muy a menudo, de forma muy intensa. Por una enfermedad de etiología idiopática llamada espondilitis anquilopoyética se me habían calcificado las vértrebras cervicales, (desde entonces apenas tengo giro en el cuello, ni de derecha a izquierda (o viceversa) ni de arriba a abajo, ni oblicuamente. Esta rigidez en mi cuello ha llevado a pensar a más de una persona que mi actitud ante los demás parecía en ocasiones altiva), y también hasta cierto grado se habían anquilosado las costillas flotantes. Durante años y años estuve tomando cuatro aspirinas diarias y otros tantos antiinflamotorios pero cuando el dolor llegaba... aquel día estábamos hablando de los dolores y César me dijo algo así, Es que cuando tengas a la niña no vas a poder con ella. Hay que tenerla en brazos, luego cuando se ponga a andar tienes que doblarte para cogerle de las manos, en fin, no sé. Yo debí responderle, Tienes razón, la verdad es que si me pusiera a nadar... y él contestó, ¿Y por qué no te pones a nadar, pero hoy, ahora, ya? Entonces me levanté y le dije, Pues, sí, me pongo ahora, me pongo ya. Y me fui a mi casa, cogí las cosas de las piscina, monté en el ascensor y éste, entre dos pisos, se quedó colgado. Me resultó curioso (llevaba viviendo ocho años en esa casa y nunca me había pasado) y decidí que nada ni nadie me iba a impedir ir a la piscina ese día. Abrí la puerta del ascensor y salté al piso de abajo -con el pequeño riesgo dadas mis condiciones físicas de haberme caído por el hueco del ascensor- . Salí a la calle, llegué a la piscina de El Canoe (un club de natación en la calle del Pez Volador, donde mi padre y mi tío Carlos me enseñaron a nadar) y desde entonces, once años después, no he vuelto a dejar de nadar todas las semanas. Apenas tomo antiinflamatorios; he recuperado mucha movilidad excepto en el cuello; apenas me caigo y pude estar doblado para coger las manos de mi hija cuando aprendió a andar.
Nadar para mí tiene además otro efecto benéfico (¡ah, que no se me olvide, Muchas gracias César!) porque nadar es respirar; Fernando Bauluz (un hombre del que hablaré en más de una ocasión) buen nadador siempre decía que para nadar bien sólo hay que dejar de luchar con el agua y convertirla en tu aliada, que ella te empuje, que encuentres la cadencia en el movimiento, que sea suave y al mismo tiempo brioso. Y esa mezcla perfecta se consigue cuando la respiración coloca el cuerpo, visualiza cada músculo en movimiento y los sincroniza y entonces nace el ritmo y el ritmo hace que el cuerpo se libere y sea ligero en el agua y se mueva como una liebre lo haría en su monte bajo.
Yo divido mi sesión en dos partes absolutamente desiguales. La primera parte son 10 largos que subdivido de la forma siguiente: primero 40 respiraciones en el borde la piscina con movimiento de la cintura. Luego 4 largos seguidos a crawl; otras 40 respiraciones y luego 5 largos a braza y 1 a crawl seguidos; la segunda parte empieza con 40 respiraciones y luego 60 largos a espalda seguidos. Estos 60 largos seguidos tienen, sin embargo, mojones. El primer mojón es cuando llego al largo 24, el segundo mojón se encuentra en el largo 40, el tercer mojón en el 54 y por fin el 60. Pues bien, normalmente entre los mojones 24 y 54 se produce un momento (que tiene un nombre en los deportes de fondo que ahora no recuerdo, umbral algo. Lo miraré) de intensa concentración y dejación al mismo tiempo en el que el cuerpo ya sabe lo que tiene que hacer, en el que la respiración fluye como debe fluir, serena y constante, en el que el sonido -casi una melodía- de las brazadas se convierte en una guía del propio movimiento del cuerpo y cuando soy consciente de que estoy viviendo ese momento (porque a veces no se llega a él, a veces el esfuerzo te regala un par de largos de esa naturaleza, no llegas a ser consciente porque de pronto te ves de nuevo esforzándote) siento una infinita alegría por estar vivo, es la sensación más placentera que he experimentado jamás, el ritmo en mi movimiento sobre una superficie que si aligera también produce mayor fricción, una materia que te toca, que la sientes, como si a tu alrededor se hubiera instalado un viento espeso que te llevara casi en volandas a la nada, a estar sencillamente en él.

Ensayo

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/01/2009 a las 17:14 | Comentarios {0}


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