Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Antoni Tapies
Antoni Tapies
Había sido por la tarde cuando sintió la orden. Estaba desnudo sobre una cama, aplastado por un calor salvaje. A veces giraba un poco la cabeza hacia el lugar donde se encontraba la ventana y tras ella una persiana de rejilla de color verde y tras ellas el sol que caía a plomo, lo ardía todo, y se tocaba la polla, intentaba animarla para hacerse una paja y correrse y quedarse agotado para dormir un rato y ver si en ese intervalo de inconsciencia el bochorno se había calmado, se agitaba algo la persiana, una bocanada de aire fresco se anunciaba. Esta vez no se empalmaba. A lo largo de la tarde lo había conseguido en cinco ocasiones. No se desesperó, ni sintió una frustración que de seguro le habría dado más calor. Busco otro medio para salir de aquella asfixia mientras la espalda se pegaba a la sábana y el mundo se hacía un poco más sucio. En su pensamiento recordaba un hermoso lago de aguas doradas en la China. No sabía si había estado en él y sin embargo lo recordaba, quieto, entre montañas, milagroso. Lo llamó Hoo Shon por una necesidad absurda de llamarlo. Sonrío cuando en un alarde de imaginación creyó caminar hacia sus aguas y sentir en las palmas de los pies su temperatura fría, casi invernal. A su boca acudió algo de saliva ¿Dónde?, se preguntó. La tarde callaba. El exterior no existía. No recordaba el nombre de la ciudad en la que estaba. No recordaba el continente en el que estaba. No sabía cómo había llegado hasta allí. Le vino el recuerdo antiguo de un incendio y le produjo más calor aún. No quiso confundirlo con el calor asfixiante del exterior; este calor nuevo nacía dentro y parecía hornear una idea que empezaba a crecer en los alrededores de su hígado. Milos cerró los ojos y buceó en sí mismo. Vio el fuego. Se acercó cuanto pudo y entonces pudo leer -tras las llamas que surgían de su vesícula biliar- VUELVE. El fuego horneaba en los cálculos de su hígado estas letras.
Milos se incorporó. Anduvo hasta el baño. Se metió en la ducha. Fue consciente de lo mucho que había adelgazado. Se ensoñó con una ciudad bajo la lluvia y una muchacha con paraguas expulsando vaho por la boca. Degustó la palabra boca. Salió de la ducha. Se secó excepto el pelo. Cogió una mochila que no sabía que tenía y al salir a la calle el aire de una tormenta entró por su nariz. Ya no le importó dónde estaba. Iba a volver.

Cuento

Tags : La Solución Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/04/2009 a las 19:21 | Comentarios {0}


La tarde tiene el aliento del otoño. El viento se ha ido yendo y ha quedado, suspendido sobre el lago, el rizo último del viento aquel. Los hojas de los árboles brillan, con la quietud de un color amarillo que va a dejar de ser, tan sólo por uno de sus lados; en el otro las hojas son verdes y oscuras. El lago sin embargo mantiene sus aguas doradas. Apenas las ondas alteran la gama. Ni un pez, ni un insecto. Todo está quieto en el lago. Nada se escucha en el lago. Sí a su alrededor, en la tierra, una carrera, un suspiro, un canto. Entre montañas, muy encerrado, se admira el lago Hoo-Shon en sus aguas doradas.

Cuento

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/04/2009 a las 22:13 | Comentarios {2}


Lleno de arrogancia, se dijo. Lleno de observador, se dijo. En mitad del llano miraba las estrellas que habían ido apareciendo tras irse largas bandadas de nubes. Imaginó a aquellos hombres que creían que la bóveda celeste era de piedra y las estrellas agujeros por donde asomaba el fuego que rodeaba a esa gigantesca esfera; imaginó a aquellos hombres deduciendo la música de las esferas porque -se decían- si la bóveda celeste es sólida y nosotros vivimos en un medio sólido y giramos como gira la bóveda celeste, ese movimiento tiene que producir una fricción y esa fricción ha de producir un sonido y no puede ser de otro modo que esos sonidos creen una relación y que la relación de esos sonidos sea ni más ni menos que música. La noche cantó una pausa entre dos notas.

Cuento

Tags : La Solución Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/04/2009 a las 20:46 | Comentarios {0}


Para conocer más de Milos Amós leer las entradas La Solución en varias entregas.


La solución 12 b Milos Amós
Milos Amós se despertó. Escuchaba unos sonidos antiguos. No desconocidos. Eran como un mar pero mecánico y sin ritmo. Todo era oscuridad. También le faltaba algo en ese espacio sonoro, algo que había desaparecido bajo ese sonido mayor de un mar rugiente y mecánico. Pensó si abrir los ojos pero aún se vio en una carretera que enfilaba un monasterio llena de hielo y nieve. No conduce él. Es un amigo quien lo hace. Él decide bajarse. Promete llegar a una exposición. Cae una lluvia fuerte casi granizo. Milos se sube el cuello de una cazadora y camina en dirección opuesta. Se escuchan campanadas. Y el miedo y el renuevo y la línea de salida surcan su pensamiento (al que nunca supo acallar siempre rondando su espíritu o algo de lo desconocido. Siempre razonando -por decirlo de forma alguna- los acontecimientos. Hasta en los sueños) como fogonazos o látigos que sacuden su espalda. Debe enfrentarse piensa. Un ráfaga de la cenobita (o de su nombre) acude a su miembro y se le empina y quisiera follar en ese momento, en sólo ese látigo. Descubre que la espalda aún no le duele y eso, decide, es muy importante, esencial para su vida. Hubo una montaña, hubo el incendio de una parte de su vida, hubo una huida, hubo un páramo. Aquello no le vacunó de la incertidumbre. No le vacunó lo suficiente. Se agarra fuerte a una imagen de un farallón en una costa verde. Huele a gris. Eso le hace respirar y tararea una canción. Sabe lo que no debe pronunciar por respeto, una cuestión religiosa si se quiere, una obligación moral también, mantenerse en una línea de actuación que siempre podrá defender porque cumple los preceptos de toda moral antigua: lealtad, discreción, respeto. Se va hacia allá. Y vuelve. No está renovado. Hay mucho por hacer. Y él lo sabe. Y en su mente se incrusta una intención, Es el momento de construir mi patria.[

Cuento

Tags : La Solución Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/04/2009 a las 12:56 | Comentarios {0}


Se levantó a las siete y media. No era una hora habitual para ella. El cielo estaba muy pálido quizás unos banquitos de niebla se habían ido esfumando y ese sfumato era lo que otorgaba al cielo su cualidad pálida. Se puso por encima una bata azul a rayas y en la cocina se hizo un café con leche. Lo bebió de pie mientras miraba por la ventana los movimientos de un mirlo que intentaba hacer algo -no pudo saber qué- sobre las ramas desnudas de un árbol de Jupiter. Encendió la radio. Escuchó a las personas que hablaban, siempre con sus críticas como si ellos tuvieran la solución a todos los problemas y quienes estaban encargadas de resolverlos fueran unos inútiles o unos impostores. No entendía a esas personas pero las oía mañana tras mañana quizá por tener un ruido de voces que apagara la suya. Terminó el café y se dedicó durante media hora a hacer sus abluciones. Aquel día, especialmente, se puso el último poso de perfume que le quedaba. Pensó que era importante. Se vistió, sencilla y limpia. Arregló un poco la casa y antes de salir se quedó mirándola y le saltaron unas lágrimas a traición. Tuvo que ir de nuevo al cuarto de baño y frente al espejo limpiarse el rímel que había teñido la parte inferior de sus ojos. En el trayecto en el autobús observó el trajín de la ciudad: los niños y sus mochilas, los padres y sus gestos, los barrenderos y sus máquinas, los policías y sus uniformes, los inmigrantes y sus diferencias, los oriundos y sus diferencias, los perros y sus pelos, los árboles, las nubes y el viento. Cuando llegó frente al portal destino de su viaje respiró hondo y esbozó una sonrisa. Se acercó al portero automático y -en lo que ella denominó un acto fallido- se olvidó durante un corto espacio de tiempo del número que había de marcar. Luego lo recordó y cuando lo iba a marcar se detuvo, se alejó del portal, se metió en una cafetería y pidió una tila. En la barra se sintió aislada como si ella hubiera colocado a su alrededor una mampara de cristal muy limpia, muy transparente. Se encendió un cigarrillo. Miró por hacer algo el móvil. Tragó saliva. Se dijo, Venga, hazlo de una vez. No lo pienses más. Pagó la tila. Volvió al portal. Marcó el número y escuchó el sonido de la puerta abriéndose. Entró. Anduvo despacio hasta el ascensor. Marcó el número del piso, el piso al que tantas veces había ido, la casa en la que tantas veces había estado, hacía años, sí, hacía años. La puerta estaba abierta y ante ella se encontraba su amiga. Se dieron dos besos. La amiga le invitó a entrar con un gesto -pensó ella- un tanto forzado. El olor de la casa, igual al de entonces, le recordó un mundo al que ya no pertenecía. Se sentaron en el salón. Ella empezó a hablar y le dijo a su amiga que se alegraba de que le fuera tan bien, de que cosechara tantos éxitos, uno detrás de otro y sobre todo la felicitó por el premio que le habían dado. La amiga le contestó, Y que sepas que más que el dinero que al fin y al cabo no es más que dinero, es lo que supone como reconocimiento a mi trayectoria. Eso es lo importante. Aquella frase fue como un bálsamo para ella, le pareció una invitación para, sin más rodeos, contarle el motivo de su visita. Ella le dijo, Mira, desde hace tres años las cosas no me han ido muy bien y ha llegado un momento en que los ahorros que tenía pues... bueno, ya te imaginas, se han terminado. Ahora tengo un par de proyectos, sobre todo uno de ellos que ya está entregado y tiene muy buena pinta, pero aún no me los han pagado y la verdad he pensado que quizá tú, ¿sabes?, como ahora te va tan bien, pues quizá podrías hacerme un préstamo. Yo te lo devolvería en un año, como mucho. Como mucho. El banco, bueno ya sabes cómo son, me amenaza con el embargo y.... Su amiga, sin alterar un centímetro su gesto relajado, sin fruncir un ápice su boca, le contestó, Cómo lo siento. Me es imposible, ¿sabes? es que me acabo de comprar un terreno, precioso, tienes que venir, está cerca de (y le dijo un nombre que ella no escuchaba) y lo que pasa siempre que te dicen un precio y al final es otro y ya sabes cómo son los bancos. Total, hija, que el capricho se ha llevado hasta el cash, estoy sin un duro. Como lo siento. ¿Quieres un café? Ella dijo que sí y tragó saliva y mientras la acompañaba a la cocina la amiga seguía hablando, Me pillas de casualidad, mañana me voy a rodar un spot a Cuba y tengo muchísimas cosas que hacer. Oye, y tú no te preocupes. De todas se sale, te lo digo yo. En cuanto vuelva te llamo y te invito a pasar un fin de semana en mi casa nueva, para que te relajes, que te veo muy tensa ¿Sigues tomando el café sin azúcar? Ella respondió que sí.
Llegó a su casa dos horas más tarde. El teléfono no tardó en sonar. Era el banco. Miró su casa y, como a traición, el rímel tiñó de negro la parte inferior de sus ojos.

Cuento

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 11/03/2009 a las 19:04 | Comentarios {1}


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