Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

      Lo dijimos tan alto. Vibraban nuestras gargantas. Era allá arriba. Todavía con fuelle. Me dijiste que bajara y la lluvia tembló de contenta. El mundo era azul y amarillo con su poquito de verde. Cantaban las aves como si realmente existiera el Paraíso. ¡Qué suave sonaba la cascada! ¡Cómo tu pelo corto y tu cara seria caminaban de la mano con tu vicio! ¡Y qué hermosos eran (los vicios)! sobre todo si se marcaban en las venas de tus brazos y coloreaban de hígado enfermo tu esclerótica. Incluso el beso que no nos dimos tuvo algo de carnal.
      Aquel día sin embargo no estabas viciada. Viniste limpia y con sonrisa. Parecías una muchacha normal que se ha vestido con unos vaqueros y una camiseta para dar una vuelta por la montaña y que ha venido a buscar al muchacho que le gusta porque es verano y viene de lejos. Aquella mañana era la eternidad. Así fue para nosotros. Así nos cogimos de las manos para ayudarnos a escalar y cuando llegamos a la cima de una de las montañas, nos sentamos y fumamos en silencio mientras mirábamos el mismo mar azul intenso picado de blancos. También el beso que no nos dimos tuvo algo de carnal. Fue allí donde de repente, como ocurren los grandes cambios en la vida, gritaste bien alto y yo te acompañé y grité lo mismo y vibraron juntas nuestras gargantas.
      Aquel invierno te vi por última vez. Habían dejado abierto la mitad superior del ataúd. Casi no estabas en esa carcasa. Sólo quedaban de ti los labios que en vida también estaban siempre morados. Me incliné sobre ti. Nada me importaba que alguien nos viera. Quería besar tus labios al menos una vez. Lo hice. No tuvo nada de carnal.
 

Cuento

Tags : Cuentecillos Escrito por Fernando García-Loygorri Gazapo el 14/12/2025 a las 19:39 | Comentarios {0}








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