Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Era la última hora de la tarde. Tras las montañas el cielo había adquirido unos tonos bermellones que parecían, de tan bellos, abrirse a los infiernos. Estaba sentado en lo alto de su jardín, en una silla de madera con un cojín que hacía más cómodo el asiento. No bebía nada. No fumaba nada. Respiraba, miraba, escuchaba, sentía en su piel el final del día, la caída en la noche de la tarde. Dejaba que su mente vagara. Había vivido muchos más años de los que él mismo siempre había creído. Desde niño, sí, pensó que moriría pronto, no más allá de los cuarenta, no mucho más allá. Si hubiera muerto a los treinta y ocho no habría tenido la hija. Pensó su nombre una vez más. Recordó la película Testament del director canadiense Denys Arcand. En ella la directora de una residencia de ancianos cuenta que desde hace catorce años no sabe nada de su única hija. Él no sabe nada desde hace cuatro años de la suya. ¡Qué abismo se ha abierto en su vida! ¡Qué agujero negro que absorbe casi toda su energía! Ahora, por lo menos, puede volver a sentir los bermellones del atardecer tras las montañas y cree que quizá llegue a asumir esa idea de los aborígenes australianos que entienden la educación como un acompañamiento y no como un lazo eterno, si no dogal, si no collar. Aún así la echa de menos y recuerda su nombre cada día y siente ese prurito de culpa y luego lo desdeña, lo aparta, como si tuviera materia, con un gesto de la mano, se levanta de la silla con cojín, entra en su casa, va hasta la cocina, se hace una cena, recuerda el rostro de su hija cuando apenas levanta un palmo del suelo y le desea desde lo más sincero de su ser que la vida le sea intensa y le dice en voz muy baja, muy, muy baja, porque ésa es la única manera de que se pueda oír en cualquier parte, que nunca, nunca, aunque su ausencia lo arrase, la dejará de querer.
 

Cuento

Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/06/2024 a las 16:59 | Comentarios {0}



Logro llegar hasta la terraza. Son dos gatos los que he de salvar. ¿De quién los gatos? Por el suelo de la terraza se esparcen unas bolas oscuras, muy pequeñas, como cuentas de un rosario. Cuando pongo mi primer pie en la terraza, las bolas se mueven por sí solas y conforman varios cuerpos en todo semejantes a los cuerpos de las serpientes. Los gatos se han encaramado en unas repisas que están fijadas en la pared opuesta a una ventana y ésta se abre a un interior oscuro. Los seres ofídicos que se han creado a partir de las bolas oscuras -son cinco, de distintas dimensiones, pero ninguno tendrá menos de un metro- saltan y se introducen por la ventana. El miedo, el repelús que me provocan esos seres nacidos de tantas partes no me impiden dirigirme a la habitación pero no por la ventana sino por la puerta. Cuando llego a ella -no sé cómo llego. No sé por qué ahora la habitación está en penumbra, tan sólo iluminada por una lamparilla de noche- y voy a traspasar su umbral aparece, surgida de una oscuridad que se había abierto a mi izquierda, E., una mujer con la que mantuve una relación de pareja hace muchos, muchos años. Está muy estropeada. Está muy gorda. Está pintarrajeada, como si no hubiera tenido tiempo de desmaquillarse tras hacer una función expresionista. Con una voz aguardentosa me grita, ¡Ni si te ocurra entrar en mi habitación! Le respondo, No pensaba entrar. Ella insiste y me escupe en la cara, ¡Sí, sí, ibas a entrar! ¡Ni se te ocurra, hijo de puta!  ¿Y los gatos? le pregunto ¿Y esos bichos que se han formado a partir de las bolas que había en la terraza? Los ojos de E. tienen la mirada de los moribundos. Se queda un instante callada. Le tiemblan las manos regordetas y con las uñas sucias. Por fin habla, ¿Qué gatos? ¿Qué bolas? ¿Qué terraza? Fuera, fuera. Antes de irme siento que en la cama de la habitación, bajo la colcha, un cuerpo gordo que huele a hombre respira con afán.
 

Cuento

Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/06/2024 a las 23:57 | Comentarios {0}



El hueso asomaba la cabeza [...] la selva exuberante sin deje de sequía miraba hacia el poniente y se ondulaba como la mar cuando despierta al oleaje, el hueso estaba ahí con su cabeza asomada [...] ¿cuándo se propondría el armisticio? ¿sobre qué atalaya la destrucción vence? [...] no sirvan las letanías por más que la cabeza del hueso asome ni tampoco se entonen plantos ni surja en nosotros las ansias proféticas tan sólo convengamos es que ya basta de barbarie [...] el hueso, siempre el hueso [...] ¿no se oponen la selva y el invierno? ¿no parece improbable un invierno selvático? eso era la náusea, lo capitular, aquello que inicia de forma barroca la interpretación de un suceso [...] Kant [...] ...y el hueso y su cabeza [...] propondríamos que sucediera a la hora del crepúsculo cuando la sangre aún reza y se mitigan las horas con los cantos; sería una reunión informal en la que charlaríamos sobre el tema producto de nuestros enojos y cuando apareciera en cualquiera de nosotros la cabeza de su hueso, todos, al unísono, como una misma fiera, lo rodearíamos y bailaríamos hasta enloquecer -derviches de pacotilla- y caer por el hondo abismo del mareo [...] ¡muéstranos la sal que te daremos espanto, hueso de rodilla, tronco de rosal! ¡muéstranos la espalda, deja que expresemos, vuélvete a cubrir! [...] morir así, con la cabeza del hueso descubierta, a la orilla de una mar que se olea, sin haber llegado a festejar el fin de la barbarie [...]
 

Cuento

Tags : Fantasmagorías Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 15/12/2023 a las 19:04 | Comentarios {0}



Preámbulo
       Quizá mi nombre un día importe. No es este el día en el que eso vaya a ocurrir con lo cual déjenme que tan sólo me presente como O. V.. Nada importan estas iniciales y será la única vez en que las escriba (conste que podría haber escrito cualesquiera otras o si me dejara llevar por las teorías de uno de los más grandes herejes de Freud, como mucho me atrevería a afirmar que la sincronía entre las energías de universos y anti-universos o de materias y anti materias, en este preciso tiempo o devenir [o anti-tiempo o anti-devenir], llámelo usted como quiera, ha generado -la sincronía- esta asociación de una o con una v de resultas de la cual han surgido estas iniciales); también serán iniciales los nombres de las ciudades, calles y plazas donde ocurrieron los hechos que me dispongo a narrar. En este caso el motivo es más estratégico: no quiero ponérselo fácil a la pareja que viene a por mí; no quiero que debido a cierta vanidad -¿no es acaso vanitas narrar para unos lectores hechos que le han ocurrido a la autora? ¿no se deduce que yo estoy convencida que, en efecto, mi narración va a ser leída?- den con mi paradero y entonces, sí, entonces se cumpla ese viejo adagio popular que dice a la tercera va a la vencida. A la tercera acabarán con mi vida. Para que puedan entender de lo que estoy hablando tendré que iniciar mi historia hace ahora 45 años, en el mes de enero de 1978 en la ciudad de M. Fue ese el año en que se produjo el primer encuentro. El segundo se produjo en el mes de enero de 2023. El tercero me llevará al Averno. Por eso quiero dilatarlo. Porque aún no quiero morirme... o permítanme una precisión: aún no quiero que me mueran.
 

Cuento

Tags : La pareja Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/11/2023 a las 19:25 | Comentarios {0}



Hija mía, los días se hacen tan largos. Desde lo más profundo del bosque te deseo una vida buena, una fuente siempre cerca, la caricia; hija mía estoy descalzo y me sangran los pies pero todo lo doy por bueno; las moras van a reventar, las nubes van poblando el cielo; hija mía bienaventurada, rincón de mi corazón, pedacito de esmeralda, no pases frío ni dejes que el sol queme tu piel y si vas a la mar, ten cuidado con la piel de los erizos y con los arrebatos de las aguas; hija mía, recuerdos de una traición me asoman algunas noches y todas las mañanas al levantarme pero yo sé que no es cierta, yo sé que no puede ser cierta, yo sé que estoy equivocado; hija mía de mis entrañas, mitad de mi corazón, azogue en el que mirarme, futuro en la semejanza, esperanza de contemplación cuida de tus amores, cuida de los licores, camina erguida, mira de frente y si en el camino ves a un vagabundo tocar la zanfonia dale de mi parte una limosna. Te quiere tu padre, el que te quiso, el que te quiere en esta tarde de agosto, el que espera quererte siempre, siempre, siempre...
 

Cuento

Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/08/2023 a las 18:55 | Comentarios {0}


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