Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
El poeta Ovidio fue visto en la noche de ayer merodeando una casa de citas de la ciudad de Tomos. Según testigos presenciales, el poeta, desolado por su destierro, pedía a gritos las caricias de una meretriz romana a la que poder declamar sus versos. Soldados de la Legión Sexagesimonovena reintegraron al versado merodeador a su casa sin que hubiera alcanzado su propósito.

En el diario La Gaceta de los Perdidos ha aparecido el siguiente anuncio: Beso anhela boca. Interesadas llamar al alba.

Las procesionarias sita en el pino que hace esquina entre las calles Guantelete con Grebas han decido convertirse en hermandad y acudir a la Semana Santa del pueblo vestidas de tosco sayal y capirote verde. Se aconseja a la población no darles palmaditas en la espalda bajo riesgo de sufrir picazones.

La monja Hroswita, puta consciente y postconciliar, salió ayer del Convento de las Madres Más Putas que las Gallinas con un gran cirio encendido metido en el coño (el cabo ardiente por fuera). A su paso las muchachas se enaltecieron y los muchachos se untaron los glandes con leche merengada. Todo acabó con gran regocijo en la sala de baile El Pavón Borracho. Las autoridades no dijeron ni mu aunque se rumorea que un concejal exclamó en voz baja, ¡Con la iglesia hemos topao!.

El velero Estrabón con sus siete tripulantes a bordo partió ayer del puerto de Mahón. La intención de estos atrevidos navegantes es demostrar que el planeta Tierra no es redondo sino más bien, y son palabras de la capitana doña Galaxia de los Meandros Inguinales, Amorfo como la sangre cuando se desparrama; amorfo como las lunas de Jupiter; amorfo como los morfos de los sueños; amorfo como la delicadeza de la espina o amorfo como el ring-ring de un paralítico. Una gran multitud despidió a la expedición en el muelle del puerto. En vez de pañuelos, aireaban pomadas y cuando el Estrabón se hundía el horizonte, la fiesta no había hecho más que empezar en tierra.

Descorchan un tren y se diluye en burbujas.

Tras cuatro días sin amanecer vuelve la luz a la isla de los Cochinillos. La Compañía de Luz La Celeste ha atribuido la pertinaz oscuridad a un fallo en los sistemas digestivos de la madre del padre del suegro del yerno del primo de su Santa Madre, consorte en estado vegetativo del Gran Plantígrado. En la isla de los Cochinillos hoy no se ha asado a ninguno.

Un homosexual bautiza a su hijo con el nombre de Julay. Al salir de la capilla donde se produjo el evento, declaró: Estoy hasta el coño de eufemismos y junto a su compañero sentimental, un semental de tomo y lomo, todo hay que decirlo, tomaron por el Caminito de Enmedio y se perdieron por la calle Perdigueros.

Vuela España y se alza la nación.

Un hombre podrido sirve de lecho a los mejores champiñones de la región del Languedoc. Según el testimonio de algunos comensales, los champiñones tienen un sabor inconfundible a sombra de cueva y así le han puesto la siguiente denominación de origen: Champiñones Platón.

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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 10/03/2011 a las 12:26 | Comentarios {0}


Vela
Es la llanura. El prodigio consiste en poder verla, en velar las armas cuando la noche se ha hecho grande y la luna se ha ocultado en su afán (¿misterioso?).
Nadie cerca la llanura. La bóveda del cielo, fuertemente apretada, se resquebraja en estrellas que dejan vislumbrar el fuego que rodea al Mundo.
Estoy solo. Y tengo temor de los dioses.
El augur predijo mi victoria pero yo no soy el augur ni él se encuentra aquí.
¿Soy romano? me pregunto y la llama de la hoguera se eleva un poco hacia una noche crucial y espesa.
Sé que a lo lejos los enemigos han decidido descansar. Me han dicho que son seres altos, de largas cabelleras y grebas de hierro; me han dicho que no tienen piedad; me han dicho que lanzan unos alaridos formidables y sostienen la maza en alto mucho tiempo antes de descargarla sobre la cabeza; me han dicho que ríen y se emborrachan; me han dicho que son estultos.
Es la llanura. Sé que no saldré de aquí. Sé que amo más el mar y las montañas; sé que la nieve guarda para mí un regusto de piel.
No hay aceites. No hay árboles. El bosque queda lejos. Sé que me observan y se divierten. Sé que estudian mi lanza, mi escudo y mi yelmo. Sé que encuentran los resquicios y la debilidad de mi talón. Sé que hay un poeta en la ciudad dispuesto ya a escribir mi Elogio. Sé que no seré incinerado sobre una pira de ramas de saúco. No veré más los estandartes.
Fija mi vista sobre las brasas, me visita la dulzura de mi madre y sus caricias. Creo escuchar su voz en un lamento del viento y su consejo, Lucha hasta el final y muere como un hombre.
¿Por qué he de morir? ¿A dónde iré? ¿Serán verdad la jungla y sus leones? ¿Masticaré por mi proeza la ambrosía? ¿Seré rodeado por el aplauso de mis antepasados?
Arde mi cabeza cuando la cintura de mi amada judía se mueve al son de una danza. Acabamos de celebrar los esponsales y en la tienda ha sido dispuesto un tálamo con dosel. Nos amaremos hasta que la luz vuelva y agotados y abrazados nos quedemos dormidos y soñemos el uno con el otro en una selva frigia.
Muere la hoguera. Nace el día. Mi destino me espera.

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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 09/03/2011 a las 13:09 | Comentarios {0}


Desvaríos
He visto la ausencia. La borrosa imagen de una situación extraña. He recorrido al albur de un cabello, el camino que lleva desde el útero a la ceniza.

He visto también la muerte de una lechuza pateada por un futbolista y he sentido en la mirada de esa diosa, la muerte de un mito tan antiguo como el hambre. La lechuza ha muerto. Me ha entristecido.

He visto manos que se alzaban contra el tirano.

He visto bandera en la plaza ondeada por un viento constante. ¡Era tan bello! Parecía el trapo un traje de seda ceñido al cuerpo del viento.

He visto esta noche la agonía de un amigo. Una casa escurridiza. Cierto temor a no ser cierto.

Hoy el frío es intenso.

Y avanza marzo.

El tumulto de las voces. La tozudez de un niño quieto en una esquina a la espera de que ocurra lo que él ha decidido que tiene que ocurrir. Y ocurre.

Estas manos. Esas voces. Ese cuento sin final (porque ya está terminado). Cliquea sobre las palabras en verde y podrás leerlo.

He leído hoy el cúmulo de noticias que envía un deudo donde se destila una suerte de venganza, una deuda con el mundo. ¡El mundo! qué palabra tan vacía.

He oído la discusión sobre un hombre famoso. ¿Por qué se discute sobre un hombre famoso? ¿Qué afán se persigue con esas críticas? ¿Qué vamos a conseguir, realmente, sin demagogias, cuando la riqueza se acumula una vez y otra, un siglo y otro, en los mismos bolsillos?

El péndulo de mis pensamientos oscila entre el nihilismo y el deseo de creer. Entre uno y otro extremo toda la gama del pensar y del sentir (aunque tan sólo sea gama de gris).

Porque hay seres que creen absolutamente.

Porque hay seres que descreen absolutamente.

Por ejemplo: cuando veo la sonrisa de la recepcionista del Ayuntamiento, creo.

Por ejemplo: cuando el policía insulta al negro, descreo.

La niñez.

El poney.

El montaje.

Nada es lo que tú sientes.

Lo que pasa es otra cosa.

¿Sólo cinco emociones: felicidad, temor, indignación, rechazo y tristeza?

En la escritura, a veces, se vierte cierta sensación de vanidad. Aunque no sea ésa la intención. (Atención a la sonoridad de sea ésa). La combinatoria de las letras.

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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/03/2011 a las 09:51 | Comentarios {1}


Soliloquio
Si no sé y si sé. MAREADO hasta el cuello queriendo QUIZÁ gritar en algún momento ¿pero qué cojones queréis hacer poniendo la velocidad máxima a 110 kilómetros por hora? DE QUÉ VAIS ¿Cómo no se exige que en tiempos de crisis, cuando millones de personas las están pasando putas, los beneficios privados que excedan un tanto por ciento determinado sean requisados por el Estado y se distribuyan entre la población? 110 kilómetros por hora Pero ¿de qué COJONES estáis hablando? Si el AMOR me chorrea por las neuronas y siento un bulto y al mismo tiempo una paralización FLÁCIDA un no ATREVERME un no osar. La VIDA SE DEBE ESCAPAR POR ESOS VERICUETOS la vida se asoma por unos cuantos agujeritos. YO SIENTO y sé y NO sé y la noche acampa tras la ventana y la LUZ se hace de repente como un RELÁMPAGO y RIMBAUD está en una caravana; mercadea con CALOR y su pierna se está muriendo y no llegará hasta su pueblo y su hermana ISABELLE le cuidará en MARSELLA y el sol se hará pálido y sus VERSOS seguirán su rumbo borracho a bordo del barco que nunca debió COGER. MIENTEN las mañanas. MIENTEN las montañas. YA no hay nieve; no no hay ni la lágrima que se atesora en mi última célula la que está ENCIMA del RIñón, en la CÁPSULA suprarrenal que para eso tengo unos cuantos libros de ANATOMÍA ¡Oh, cómo viene a mi recuerdo el Spanterhoff! ¡Oh, esas arterias! ¡La manada rumia su desconsuelo en la pradera! ¡Las estrellas son resquebrajaduras del sólido cielo, del cielo de PIEDRA! Vienen y van los 110 kilómetros por hora ¿Quiénes son esos hombres? ¿Cómo tienen esas ocurrencias? ¿Cómo es posible que un gañán sea presidente de una comunidad autónoma? POR QUÉ SOPORTAMOS un perro ladrador llamando a los suyos ratas Es el mundo algunos días un lugar endiabladamente infernal y OTROS la lujuria convierte la llanura en cuerpo de MUJER y la lluvia canta versos de CATULO. MUÉRDEME. Condéname. Arrasa mis pies. Llaga mis uñas. Anhela mis poros. Sacude la esterilla que nunca será hecha de cáÑAMO. Los viernes se parecen demasiado a las nubes. ¿Nadie te lo ha dicho nunca? ¿Nadie te ha sorprendido poniéndole una vela a San Yago y rezándole para que tu PADRE muera pronto? ¿Nadie ha sucumbido a tus ruegos? ¿Nadie ha cambiado de OPINIÓN con tus palabras? ¿Nadie ha VUELTO de su idilio? ¿Nadie ha sabido sonreirte de lejos? La materia se vuelve POLVO y el anuncio te VENDE un ABSORBEDOR de menstruo en el parking de un gran centro COMERCIAL. ¡Quiéreme o CONDÉname! tU AUSENCIA ES UN BOTÓN. Y el botón es una celda. Y la celda es una canción. Y la canción es unA MIERDA. 110 KILÓMETROS POR hora. Hay que ser JILIPOLLAS (SIEMPRE me gustó con jota esta palabra). Y no pienso hablar de ARAgón.

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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/02/2011 a las 23:20 | Comentarios {0}


En la estación de tren de Los Molinos hacia 1981. De izquierda a derecha: Inma Crespo, Cristina Vidal, Luis Otero, Alvaro Toca, Fernando Loygorri, Carola García e Inés París. Fotografía de Valentín Álvarez
En la estación de tren de Los Molinos hacia 1981. De izquierda a derecha: Inma Crespo, Cristina Vidal, Luis Otero, Alvaro Toca, Fernando Loygorri, Carola García e Inés París. Fotografía de Valentín Álvarez

Aquel día de 1981 yo acababa de cumplir los veinte años. Aquel día de febrero de 1981, en España, se produjo un intento de golpe de estado. Un teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, entró en el Parlamento español al mando de unos doscientos guardias civiles y secuestró a todos los parlamentarios que ese día estaban votando la investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo como presidente del gobierno tras la dimisión de Adolfo Suárez.
Aquel 23 de febrero de 1981, yo me encontraba junto a Carola García, Cristina Vidal, Luis Otero y Valentín Álvarez en el palacio de Doriga, propiedad de la familia de Valentín, en Asturias. Un palacio precioso con una torre del siglo XIII donde el abuelo de Valentín pasaba horas y horas inventando problemas matemáticos y bailando valses (esto es imaginación mía pero no muy alejada de lo que Valentín nos contaba) porque su abuelo fue don Valentín Andrés Álvarez el matemático de la generación del 27; de su abuelo ha heredado Valentín su fama, merecida, de buen bailarín.
No sé muy bien por qué nos habíamos ido a pasar unos días allí. Éramos universitarios e imagino que no tendríamos demasiado que estudiar; también éramos algo hippiosos y de izquierdas y tendríamos, entonces, cierta gana de rebeldía contra horarios y costumbres.
Recuerdo que fueron unos días luminosos en Asturias. Siempre he amado esa región de España y en ella he pasado felicísimos momentos de mi vida. Tanto allí como en Luanco o en Ortiguera o en Navia o en Cudillero o en Cabueñes o en Oviedo o en Gijón. Asturias es de los lugares más hermosos del mundo y donde la gente tiene algo muy especial, muy auténtico, muy honrado.
Justo aquel 23 de febrero era el día en que nos volvíamos para Madrid. El tío de Valentín, que si no recuerdo mal se llama Luis, nos iba a llevar a la estación de tren en Oviedo para coger el rápido -cuyo nombre siempre pareció paradójico porque su trayecto duraba toda una noche- y llegar por la mañana a Madrid. Cuando íbamos a salir, el padre de Valentín que en aquel entonces era miembro del Consejo de Radiotelevisión española, llamó para decirnos que no volviéramos a Madrid y que de inmediato cogiéramos un tren para Francia porque acababan de dar un Golpe de Estado. Nos quedamos estupefactos. El tío Luis dijo que nos quedáramos allí esa noche y que a la mañana siguiente compraría los billetes para irnos a Francia.
Y entonces ocurrió algo maravilloso. Los cinco: Carola, Cristina, Valentín, Luis y yo decidimos coger el tren esa noche y volver a Madrid para luchar, si era necesario, por nuestra libertad.
Es difícil hoy imaginar lo que significaba esa decisión. Es difícil imaginar que nosotros con los pelos largos, pendientes en las orejas, vestuario izquierdoso, pegatinas de la CNT en la cartera (ése era Valentín) o del PSP (ése era yo) podíamos correr verdadero peligro. Pero era así. Más peligro podía correr Luis Otero porque su padre era el comandante Luis Otero de la UMD que había sido una organización militar democrática y cuyos miembros habían sido condenados en Consejo de Guerra, no hacía muchos años, a prisión militar. En aquel año de 1981, el comandante Otero estaba en la calle tras la amnistía. Pero Luis tampoco dudó.
El tío Luis intentó convencernos pero no lo consiguió y así, aquella noche del 23 al 24 de febrero, iniciamos uno de los viajes más inquietantes de cuantos hayamos hecho. Recuerdo sobre todo cuando estábamos llegando a Valladolid. No sé cómo habíamos oído decir que la estación estaba tomada por el Ejército y la Falange. En nuestro compartimento se produjo un auténtico cambio de aspecto: las chicas se recogieron las largas melenas, nosotros nos quitamos los pendientes y nos hicimos coletas que ocultamos tras el cuello de las zamarras (Luis lo tenía difícil porque tiene el pelo rizado y lo llevaba a lo afro); nos deshicimos de cualquier pegatina o carnet que pudiera delatarnos y entramos en la estación de Valladolid más muertos de miedo que vivos de esperanza. No sabíamos que a aquellas horas -las tres de la madrugada- el golpe ya había fracasado.
Llegamos a Madrid muy de mañana. Hacía sol. Todo estaba tranquilo. Pero los cinco sabíamos que habríamos luchado.


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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/02/2011 a las 17:16 | Comentarios {0}


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