Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Realidad y Deseo (o al revés)

Composición

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/04/2011 a las 19:13 | Comentarios {0}


Estrés contemporáneo
La maldición de la sociedad moderna se ha cebado conmigo. Ayer me levanté, conecté mi ordenador, cliqueé en Mozilla y, ¡Oh, Dioses! internet no funcionaba. El ADSL se había quedado kaputt. Mi encuentro con el mundo se había venido abajo. Llamé a la compañía (a punto estuve de llamar a la policía, al cuerpo de bomberos o al CESID) con la que estoy contratado y tras muchas, muchas medias horas de conversación, la compra de un cable que resultó inútil, el traslado del router hasta otra habitación, sin resultado positivo, la vuelta a colocar todos los cables en su sitio y la espera de un técnico que llamaría, sentí la inmensa soledad de un burgués español en el año 2011 al que le han arrebatado, por mor de deficiencias técnicas, su ventana abierta al mundo y su velocidad para acceder a él además de no poder escuchar música en Spotify y tantos otros desastres sobrevenidos. Tal fue el caudal de mi desesperación que se me cayó un vaso de vino que, ¡Oh Dioses!, salpicó toda la pared y parte del techo de la cocina con lo cual hube de pasar varias medias horas, limpiando y limpiando y maldiciendo y maldiciendo. La tarde se me hacía larga y aburrida y para más inri cuando fui a llamar con el teléfono fijo a un amigo, caí en la cuenta de que también la línea telefónica estaba inservible, ¡Oh, no, no, no! me dije varias veces. Me vinieron entonces varias preguntas metafísicas del tipo, ¿Quién soy? ¿A dónde voy? ¿Por qué me encuentro en esta situación? No pude leer; eso sí, aproveché para hacer una lavadora y barrer todo el suelo de la casa. A media tarde la noticia no pudo ser peor: un técnico llamó primero para decirme que vendría a mi casa hoy a las 11 y media de la mañana y al poco volvió a llamar para decirme que no venía porque él no podía arreglarlo; se trataba de un problema con una regleta que tan sólo los técnicos de mi compañía podían arreglar (resultó que este técnico es de una de la competencia con la cual la mía debe de tener algún tipo de convenio). Mi gozo en un pozo. Mi ventana tapiada. Mi nervios destrozados. Ya no tenía fuerzas ni para maldecir. Por fin pude hablar con mi amigo y él me dio la clave para lo que ocurrió después. Me dijo, Típico estrés contemporáneo. Al colgar se había producido un giro en mi percepción del mundo (es cierto, soy tan simple que una palabra, una simple palabra -bueno en este caso dos- sirve para que mi mente se coloqué en otro sitio); miré en rededor y me dije, Pero ¿qué te pasa? ¿Estás tonto o qué? Pues muy bien, no tienes internet. Ya está. Relájate. ¿Puedes hacer algo? ¿Puedes tú solucionarlo? ¿Entonces? Vamos, vamos. Y respiré hondo por fin y dejé de mirar de continuo el icono que, en el router, indica la señal de conexión (si parpadea mucho es que la cosa va mal. Si se mantiene fijo bien). Me fui tarde a dormir. Eso es cierto. Y he soñado mucho.
Esta mañana al levantarme no he mirado el icono ni he encendido el ordenador. He limpiado los cristales de las ventanas. He recogido la ropa. He barrido. He hablado con mi amiga Pilar. He llamado a mi compañía para saber cómo van las cosas (por cierto que siguen como estaban). Puedo utilizar un USB que me permite conectarme a velocidad lenta con el mundo. Animales de costumbres ya me estoy acostumbrando a la lentitud. Pero sobre todo no quiero sólo acostumbrarme. Quiero amarla. Despacio, me digo. Nada importa. Y aunque me esperen mis lectores de Inventario, ellos sabrán darme la chance de unos días sin escribir. Sólo que ahora que la velocidad aunque lenta, es suficiente, no puedo evitar abrir de nuevo la ventana y contar, a modo de anécdota personal, lo esencialmente animal de costumbres que soy.
Y como no hay mal que por bien no venga, cómo disfrute anoche con Annie Hall. ¡Qué bueno es Woody Allen! y que bien está él y Diane Keaton. Tremendos. Fue una lección de estrés y amor. No sé si fue el mismo Woody o Billi Wilder quien dijo aquello de que La comedia es tragedia más tiempo. Y esto es to-todo amigos.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 19/04/2011 a las 13:01 | Comentarios {0}


Extracto de Delta de Venus escrito por Anaïs Nin, recogido, a su vez, de Erotismo. Antología universal de arte y literatura eróticos. Edición a cargo de Charlotte Hill y William Walace


Felación
Era imposible excitarlo, excepto mirándolo y Marianne se hallaba poseída de un frenético deseo de él. El dibujo estaba terminándose. Conocía todos los rincones de su cuerpo, el color de su piel, tan dorada y clara, cada una de las formas de sus músculos y, por encima de todo, el sexo en constante erección, suave, pulido, firme, tentador.
Se aproximó a su cliente para colocar a su lado una cartulina blanca que proyectara un reflejo más blanco o bien más sombras sobre su cuerpo. Y entonces perdió el control sobre sí misma y cayó de rodillas ante el sexo erecto. No lo tocó; se limitó a mirarlo y murmuró:
- ¡Qué hermoso es!
Aquello le afectó visiblemente. Todo su sexo se tornó más rígido a causa del placer. Ella estaba arrodillada muy cerca, lo tenía casi al alcance de la boca, pero sólo pudo repetir:
- ¡Qué hermoso es!
Como él no se movía, Marianne se acercó aún más, sus labios se abrieron un poco y su lengua tocó con delicadeza, con mucha delicadeza, la punta del sexo. Él no se apartó; continuaba mirando el rostro de la artista y la forma en que su lengua acariciaba su sexo.
Lo lamió con suavidad, con la delicadeza de un gato y a continuación se introdujo una parte en la boca y cerró los labios alrededor. El miembro se estremecía.
Se contuvo, por miedo a encontrar resistencia, y él no la animó a continuar. Parecía contento. Marianne sintió que eso sería todo cuanto podría pedirle. Se puso en pie y volvió a su trabajo. Estaba sumida en la confusión. Violentas imágenes pasaban ante sus ojos. Recordaba una película que había visto una vez en París, con figuras revolcándose en la hierba, manos sobando, pantalones abiertos por diligentes manos, caricias, más caricias y el placer que hacía que los cuerpos se retorcieran y ondularan; el placer que recorría la piel como si fuera agua y provocaba estremecimientos cuando la oleada se apoderaba de los vientres o las caderas de los personajes, o cuando ascendía por sus espaldas o descendía por sus piernas.
Pero se controló, con el conocimiento intuitivo que una mujer posee de los gustos del hombre al que desea. En cuanto a él, permaneció extasiado, con el sexo en erección y el cuerpo estremeciéndose débilmente, como si le recorriera el placer al recordar la boca de Marianne que se abría para entrar en contacto con el suave pene.
Al día siguiente de este episodio, Marianne repitió su actitud de exaltada adoración, su éxtasis ante la belleza de aquel sexo. De nuevo se arrodilló y oró ante aquel extraño falo que sólo reclamaba admiración. Otra vez lo lamió, haciendo llegar estremecimientos de placer al cuerpo desde el sexo; volvió a besarlo, encerrándolo entre sus labios como un maravilloso fruto, y de nuevo él tembló. Entonces, para sorpresa de Marianne, una minúscula gota de una sustancia blanca, lechosa y salada, la precursora del deseo, se disolvió en su boca, por lo que acrecentó la presión y aceleró los movimientos de la lengua.
Cuando vio que él se derretía de placer, se detuvo, intuyendo que, tal vez, si ahora se apartaba, él podría hacer algún gesto para consumar el acto. Al principio, no hizo ningún movimiento. Su sexo se estremecía y se le veía atormentado por el deseo. Pero luego, para sorpresa de Marianne, se llevó la mano al sexo, como si fuera a satisfacerse a sí mismo.
Marianne cayó en la desesperación. Apartó la mano del hombre, tomó su sexo en la boca otra vez, con sus dos manos rodeó sus órganos y le acarició y succionó hasta provocarle el orgasmo.
Él se inclinó, agradecido y tierno, y murmuró:
- Eres la primera mujer, la primera mujer, la primera mujer...

Invitados

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/04/2011 a las 12:58 | Comentarios {0}


Saber leer
Dice Raúl: Lo que se llama escepticismo es una prueba de desconfianza.
Dice Raúl: Todo lo que ocurre es necesario.
Hay un propósito en vivir. No es una cuestión de dioses o héroes. Existe en la conformación del Mundo una suerte de continuidad de los asuntos. Cada vida se vive con propósito.

Propósito: ("Con; Hacer; Tener; Abandonar, Desistir, Renunciar; de"). 1. "Intención". Hecho de pensar hacer cierta cosa: "Tiene el propósito de marcharse al extranjero". 2. (en pl.) Voluntad de seguir cierta conducta, calificada de alguna manera: "Tiene buenos propósitos". 3. "Objetivo". Cosa a que se aspira. (Diccionario de uso del español. María Moliner. Ed. Gredos).

Una energía oscura (la misma que existe en el Universo conocido. Lo que a continuación escribo es pura física) impele al hombre a ocultar el dolor. El dolor se enquista. Creamos de inmediato murallas defensivas contra el dolor. Por decirlo de alguna forma: encriptamos nuestra experiencia dolorosa. Y perdemos una parte esencial de nuestra experiencia vital y con ella perdemos también muchas letras de nuestro alfabeto. Y ocurre entonces que el libro de nuestra vida se vuelve ilegible y así dejamos de conocernos.

Al dejar de conocernos -por haber perdido las claves completas de nuestro ser- fiamos nuestra existencia al albur de los acontecimientos: desde la naturaleza de nuestros padres hasta el lugar de nuestra tumba. El mundo se convierte en un ser extraordinariamente poderoso que nos golpea una y otra vez en el mismo costado (el cual siempre tenemos descubierto porque no sabemos que existe) haciendo que el dolor -de no sabemos qué- nos venga una vez y otra pero al no reconocerlo, huimos de él como en la noche un sonido imprevisto empuja nuestro cuerpo hacia atrás.

Ha de producirse el milagro -porque los milagros existen- de que un día, tras el primer impulso de huir, nos quedemos parados, aunque sea tan sólo un segundo, y enfrentemos nuestra mirada a eso que nos daña y el milagro consistirá en que ese mirar de frente al dolor nos proporcionará una de las letras que desaparecieron de nuestro libro. Y si somos conscientes de que ese movimiento voluntario de ir hacia el dolor nos ha permitido empezar a leernos, empezaremos a enfrentarnos al dolor, no con afán de héroe, sino con afán de sabio y poco a poco, sin esfuerzo alguno, las letras se irán colocando en su lugar correspondiente y un día, cualquier día, en cualquier mundo, en cualquier dimensión, seremos conscientes de que sabemos leer. Y al saber leer comprendemos. Y al comprender aceptamos nuestro propósito. Y al aceptar nuestro propósito ya no nos hace falta saber. Sencillamente lo llevamos a cabo.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/04/2011 a las 11:12 | Comentarios {0}


Carta a una desconocida (4)
Querida señorita:
Hacía tanto que no la veía. No diré que me había olvidado de usted porque sería falso sólo que, durante este tiempo sin su presencia, mi ánimo la había adormecido como hace el postrer invierno cuando intenta arrasar con su último estertor las flores de los almendros en el valle del Tíetar para con ese acto, cruel a la vista, alterar el ciclo natural de las cosas; ¡oh, sí, cruel invierno que amustia los pétalos de las flores y tiñe de blanco lo que empezaba a ser un mundo multicolor, el estallido de la vitalidad de la tierra!
Yo no la había olvidado; no había dejado de soñar con sus ojos verdes y su boca grande y su cabello oscuro y sus andares cortos y sus manos pequeñas y sus amplias caderas y su pecho justo; tampoco había dejado de imaginar nuestro primer encuentro y muchas veces había ensoñado acerca del timbre de su voz: si sería aguda como aguja de pino o grave como ola grande o tendría la rasposidad -que tanto disfruto- del terciopelo o si sería una voz rota de cantante de jazz; también pensaba en qué acento tendría: si sería la música de la gallega o el esfuerzo por ser seco de una vasca o más aún la inflexión de las vocales nuevas de una catalana o la sequedad llena de erotismo de una mujer de Valladolid o el juego de la ausencias en el acento andaluz. ¿De dónde es usted, querida? Sí, en estas soledades me entretengo en imaginar sólo que en los últimos días, al no aparecer usted por ninguna parte: ni en el tren, ni en el centro comercial, ni en la calle Mayor, ni en el mercado, ni en la iglesia, ni en el bar, ni en la Gran Vía, ni en punto alguno del parque, imaginé, sufrí, al pensar que quizás usted se había cambiado de ciudad o lo que es peor, que usted había sufrido algún tipo de accidente.
El hombre es un animal que se defiende. Para eso construimos las ciudades. Para eso construimos las morales. Para eso vallamos los cementerios y para defendernos acudimos a los dioses. Defender en mi caso ha consistido en apartarla de mi pensamiento, en luchar contra usted con toda mi cobardía, en eludirla, en descomponerla cuando aparecía en mi sueño o despertaba en mi sexo una insoportable sensación de poderío. Entonces corría hacia el agua fría y calmaba mis ansias de usted mirándome el rostro.
Esta tarde todo mi esfuerzo, toda mi defensa se ha venido abajo cuando la he visto llegar con su vestido azul y corto y su rebeca en los hombros. Llevaba los labios pintados y una sonrisa de triunfo. Me ha dado la impresión de que también llevaba con usted el regusto de un hombre en su cuerpo; un hombre al que le había entregado sus manos; un hombre que le había entregado su ser. No me he sentido triste, ni celoso, ni envidioso. Créame, se lo ruego. Contemplar la belleza de una mujer satisfecha es un milagro de la naturaleza. Y ha podido más saber que está usted bien que la decepción por ser tan cobarde y no atreverme a acercarme y rogarle que siquiera me deje oír su voz.
Sigo sosteniendo que el Destino, aliado con la Felicidad y la Fortuna, ha de ponernos un día frente a frente en condiciones de igualdad. Por eso no me tomo en cuenta cuando ayer, al estar tan cerca de usted, me subió el rubor a las mejillas y todo mis sueños -que andaban dormidos- se despertaron ante el a rebato suyo.
Hoy soy feliz. Está usted viva.

Narrativa

Tags : Carta a una desconocida Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 15/04/2011 a las 17:59 | Comentarios {0}


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