Nilo
Un mes de mayo de 2012 fuimos mi hija y yo al Refugio, un centro de acogida para perros abandonados. V. quería un perro. Estaba en la edad de querer uno y yo estaba en la edad de poder concederle ese deseo. Paseando por el recinto V. se fijó en un perrillo de dos meses, un chucho casi negro por entero excepto por el final de las patas, parte del morrillo, el pecho y la punta de la cola que eran blancas como las cimas de las montañas del Himalaya. Recuerdo que V. me lo señaló con el dedo índice de su mano derecha y sonrió. Justo en ese momento la responsable del centro me llamó y me pidió que habláramos aparte un momento. Me dijo que ese perro tenía parvovirus y que era posible que no saliera adelante pero V., cuando se lo dije, aseguró que saldría adelante, seguro que saldría. Nos fuimos con él y en el coche pensamos en su nombre. V. quería llamarlo Milo pero cuando se puso a hacer pis en el asiento de atrás le dije ¿Y por qué no lo llamamos Nilo? V. rio y aceptó. El día que fuimos a por él era un sábado por la mañana. Esa misma noche Nilo tuvo una crisis tremenda. Lo llevamos a una clínica veterinaria de urgencia. Le inyectaron la jeringa de antibiótico más grande que he visto en mi vida y al salir la veterinaria me dijo que era muy posible que muriera en las siguientes veinticuatro horas. No murió. Ayer, cinco de noviembre de 2025, murió y parte de mí ha muerto con él.
Han sido casi catorce años de una amistad a prueba de vida; juntos hemos caminado el tiempo; juntos nos hemos consolado de las desgracias del vivir; juntos hemos jugado, reído, amado, dormido; juntos hemos visto los más hermosos atardeceres en el jardincito que teníamos. En el jardín hay unas rocas donde yo me sentaba y él siempre subía y se sentaba junto a mí y los dos, muy serenos, contemplábamos el mundo que se abría ante nuestras miradas; junto a él me he sentido seguro, protegido; junto a él he sido optimista; junto a él he recorrido cientos de kilómetros; juntos hemos remado y juntos hemos sufrido el abandono más terrible que se pueda vivir. Se ha muerto mi hermano, mi amigo, mi guía, mi consuelo y mi alegría.
Viaja sin dolor, hermano mío, mi perrillo, Nilo, como el río...
Plexo solar
Hoy vivo en el plexo solar. Al despertar ya he sentido la opresión. He luchado. Siempre que habito en el plexo solar sé que he de luchar. Suelo conseguirlo. Probablemente sea porque mi abuelo materno fue militar de carrera.
El plexo solar alberga la desdicha de respirar con ansia. Cuando vivo en la rodilla, el tiempo es otro; nada importa tanto. La rodilla es la piedra. Por la piedra pueden pasar millones de años y apenas verá alterada su morfología. A los ojos de un hombre que de costumbre viviera en su plexo solar, nada en la piedra se vería alterado. Los ojos de un hombre que vive en su plexo solar son ciegos a las pequeñas variaciones de la vida. Porque la piedra vive. Que se lo digan a los muertos.
He luchado. Sólo que ha habido momentos en los que la atracción por el infarto de miocardio ha sido tan grande que me sentía una luna que orbitara alrededor de un planeta infartado. He hecho muescas en los olmos; he lanzado una pelota treinta veces; he mirado la lejanía; he hecho las labores cotidianas; he ido hasta el pueblo más cercano; me he encontrado con el carnicero que en su ciclo coincidía en que él también habitaba hoy en su plexo solar; he vuelto a casa; he cocinado; he comido; apenas he descansado; me he duchado; me he cortado las uñas de los pies y de las manos: me he afeitado; he paseado cuando el sol se dejaba caer... luchar, me digo, por llegar mañana hasta el taller y charlar con el amigo, quizás habitando en el cuello u obstruyendo un poco el colédoco, ¡quién sabe!. A cada día su afán. Vale.
Diario
Tags : Rapsodia en noviembre Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/11/2025 a las 20:02 |CORO: ¡Monstruo!
¡Qué caos extraño en las perreas!
¡Qué sinfín de plenitudes!
¡Se comban las huellas!
El aire desaparece.
La noche, desprovista de negro puro,
se agria y observa el cielo, su enemigo,
y quisiera matar una a una a sus estrellas.
Duerme, mi piececillo, duerme
que el sueño es amo del sentido.
¡Qué estruendo las bramaderas!
¡Cuántas iniciaciones!
¡Bulle el camino!
El agua desaparece.
La mañana, despierta y rosa,
se despereza y observa el fuego
como quien bordara un velo.
Duerme, mi piececillo, duerme
siempre a tu vera estoy, siempre a tu vera.
Poesía
Tags : Rapsodia en noviembre Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 02/11/2025 a las 19:13 |Aires
Déjame las manos prietas. Déjame mirarte como en aquel noviembre de 1960.
No podré hacer un salto. Me quedaré un rato concentrado en la la loca de la casa, no me reiré de ella, no me hace puta gracia; la miraré como mira el entomólogo la metamorfosis del insecto. (Baja la voz. Adopta su cara un gesto cómplice) La mente es un insecto que se olvidó de cambiar.
Lo beberé todo. Nada me dejaré dentro. Sacaré toda esta vida que arranca lejos cuando el color aún no se veía y el caldo hervía y no existía la idea de membrana. Fluir todo fluía. Vivir nada vivía. Sin vida no hay mirada.
Narrativa
Tags : Rapsodia en noviembre Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 01/11/2025 a las 20:43 |En el principio, cuando el cielo estaba muy cerca de la tierra, Dios otorgó a la pareja primordial sus dones, haciendo que éstos descendieran hasta ellos colgados al extremo de una cuerda. Un día les envió una piedra, pero los antepasados sintieron a la vez sorpresa y descontento, por lo que se negaron a recogerla. Poco tiempo después, Dios hizo descender de nuevo la cuerda; esta vez traía una banana, que fue inmediatamente bien recibida. Entonces oyeron los antepasados la voz del Creador: "Por haber preferido la banana, vuestra vida será como la vida de este fruto. Si hubierais elegido la piedra, vuestra vida hubiera sido como la existencia de la piedra, inmutable e inmortal".
Narrativa
Tags : Mitologías Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 30/10/2025 a las 20:38 |
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Tags : Rapsodia en noviembre Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/11/2025 a las 18:51 |