Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Diluvio . Acorazado. Singladura. Hueco. Mancuerna. Sopapo. Misterio. Albúmina. Suerte. Salta. Mullido. Silente. Sinécdoque. Lujuria, me llaman. La furia del viento. El estrépito que asumen los cristales. La huida. La vaca. Melancolía y tisis. Una tumbona en el jardín. Es el final del verano. La ausencia. Huracán, amigo. Vuela. Absorbe. Murciélago. La vista buena de tus ojos verdes. Salmuera. Ajo. Bendito que es bien dicho. Paz que no sea en cementerios. Paz que construya. Hurón. El gran bosque. La avenida de la ciudad. La señera. Digo: Diablos. La luz se hace entera. Cabalga; cabalga hasta los valles aquéllos, los que se están quedando verdes como es el mar que nunca conocerán. Esa. La musa. Mano. Andrómeda ¡Oh, Andrómeda, ven a mis brazos! Espumajeen tus cascos en el barro; cabalga, caballito, ¡arre! ¡arre! Muela. Hocico. Cisterna. La suegra. La pampa sembrada de árboles gauchos de ramas boleadoras y hojas de facón. Voz. Desnudos. Los senos. Vuelve. No retengas más la representación. El haya se encarga del aire. El tambor será mañana. Di adiós. Adiós.
 
Autorretrato 2025 Gustav Mol
Autorretrato 2025 Gustav Mol

Cuento

Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/08/2025 a las 18:32 | Comentarios {0}



Resolver que allí está. No es la mirada quien fija la distancia. La ira se fue apagando; su rescoldo, el rencor, apenas quema; el gris se adueña del final del sueño. Navego agosto y braceo con la cadencia de los bueyes viejos, los que han dado mucha vuelta a la noria, sobre el mismo río aunque siempre otro; navego con las palmas de las manos terminando de dibujar sus líneas, sin saber muy bien, ni aún aquí, si fui siempre tan honrado como me exijo ser; ¡ay, las palabras! ¡qué trazos gruesos no haremos con ellas! Navego y mantengo la respiración; de repente me elevo más de lo debido sobre lo razonable y rozo el despecho, las ganas de agitarme, de convertirme en sapo y quedarme sapo, en la charca verde que pintará Monet. Sólo es agosto, me digo, y la mente se adelanta al próximo año, el de los eclipses que ya no podrán contemplar unos cuantos miles de millones de seres que hoy viven. Yo quiero vivir para ver esos eclipses, me digo y juego con un ensalmo, con una palabra fasta que me aventure la ventura de vivir un año más. Amar también es esto.
La noche está tan callada. La chicharra quiere tanto seguir viva. Arde la tierra y el viento duerme. Nadie llamará a la puerta. El perro seguirá tranquilo en su duermevela. Las luces se fijan.
 

Cuento

Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/08/2025 a las 23:25 | Comentarios {0}


Julio Cortázar
Julio Cortázar


Esta es la primera de las entregas que sobre Julio Cortázar haré en los próximos días.

 
04_julio_cortazar_introduccion_parte_primera.mp3 04 Julio Cortázar Introducción Parte primera.mp3  (8.82 Mb)


Sonidos

Tags : Lecturas en alta voz Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/08/2025 a las 19:55 | Comentarios {0}



Donde apenas queda nadie; no es la boca del lobo; no hemos visto ratones; sí era la noche y aún así veíamos -los perros y yo- las siluetas de lombrices y escolopendras muy cerca de nuestros pies; la noche era; la noche egregia (este adjetivo se debe a la deriva de base sobre la que se construyen en mi mente los pensamientos más neutros) nos imponía y cuando nos cobijamos bajo la sombra del gran abedul y cuando apoyé mi espalda en su lomo plateado y los perros terminaron su ronda y se tumbaron a mis pies, acudió a mi pensamiento el peso de la noche, lo insigne de su cielo, la majestad de la oscuridad que produce en el ánimo de las gentes la sensación de embestida de toro; ¡Oh, Hécate! ¿Por qué siento este asombro ante la presencia del tiempo? ¿Existen las maldiciones? ¿Es el Destino un arma manejada por ángeles sin libido? Derrotados hemos dejado que nuestros párpados se cerraran; por algo que está más allá de la razón sabíamos -los perros y yo- que la naturaleza no nos atacaría en las próximas horas así es que descansamos; ¡Callan los autillos! ¡Se desliza con la suavidad del guante de seda el ofidio por la tierra! ¡Canta lejos un grillo que desea la hembra como el ciclo desea la contrarrecta! ¡Sí está cerca el río que mana callado hacia la mar! ¡Los insectos de la noche se cartean con nuestros poros y deciden hacerse un hueco para dormir en nuestros sacos lacrimales! En mitad de toda esa calma, a salvo de peregrinos y voces humanas, en la soledad de una selva viva, protegido por las fauces de los perros y por mi propia alerta animal, vuelvo a saber que nada es constante (ni siquiera la más simple de las leyes mecánicas) por mucho que se muestre lo mismo cada día porque nuestro tiempo es corto y las mutaciones largas; tan sólo las rocas podrían atestiguar lo que ahora piensa un ser finito y contingente que tuvo la desgracia de saberse viviendo; y nos quedamos dormidos.
 

Cuento

Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 15/08/2025 a las 13:54 | Comentarios {0}


El quiosco. Marc Chagall. 1914
El quiosco. Marc Chagall. 1914

ÉL: Abandonar ahora (remueve las ascuas de una vieja estufa de carbón. Estamos a principios del siglo XX en la ciudad de Praga, en la Calle de los Alquimistas, si se quiere). Como si me hubiera quedado dormido. Mil ángeles sobre mí y la dulzura de unos dedos que surcaran mi cabello como si estuvieran sembrando. Podría valerme. Decir adiós con un gesto de la mano. Recordar a mi hijo cuando me quería. Podría reflexionar sobre algo (termina de remover las ascuas. Se frota las manos. Tiene un acceso de intenso dolor en los esternocleidomastoideos que dura unos minutos. No gritará. No maldecirá. Sabe que esa rigidez del cuello le durará días. Se chocará con objetos que se encuentren fuera de su estrecho campo de visión. Husmea en un cajón. Siente el impulso fuerte. La marea roja. La máscara). Preguntármelo todo una vez más y darme las mismas respuestas de siempre. En esta hora fría y tonta en la parte alta de la ciudad de Praga a principios del siglo XX. Nadie me echará de menos hasta dentro de unas horas. El infierno es los otros (hace una pausa. Medita sobre si. El silencio se va haciendo grande a medida que avanza la rigidez en el cuello). Mi verdadero corazón no contiene nada. Lo verdadero ha de estar vacío. A mí aún me queda materia en el corazón. No te lo puedo enseñar verdadero. ¡Qué ingenuo y estúpido siempre, siempre, siempre! (En un lavabo mugriento -verdín, óxidos, restos orgánicos, patas y cuerpos de insectos- se lava las manos y se las seca con un trapo manchado de reglas). No sé si la vida me dará para vaciarlo. Tampoco querrías verlo. Mirar el vacío debe de ser como quedarse ciego. Hoy no es agosto y tiemblo y divago sobre corazones huecos a los que imagino como inmensos orfanatos sin huérfanos sobre cuyas paredes siempre golpea la misma sombra (Recuerda una escena con su hijo. Hace más de veinte años. No llega a emocionarse). Nunca en este mes estuvimos juntos (su hijo y él, creemos). Afuera llovía. Olía a norte con bosque de castaños infectado de eucaliptus. Tú corrías con tus primos. Tu madre te miraba mientras a su lado una de sus hermanas -rubia como descendiente de francos- permite que el sol enrede sus rayos en sus cabellos. Esta escena, bien lo sabes, es una broma, un infinito chiste contado desde el Tártaro. (Ríe mucho y con tristeza). Un padre y su hijo se han abrazado cerca de mi casa; el perro ha bebido a mis espaldas; debo irme una tarde más; una tarde más sin saber... hace muchos, muchos años en un reino junto al mar... nunca vieron tan blanca la luna... adiós... adiós (cómo llora, cómo forma un océano, cómo se agostan los campos, cómo rugen los inviernos, cómo se arranca el corazón que no estaba hueco).
 

Cuento

Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 09/08/2025 a las 13:24 | Comentarios {0}


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