Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Estos días de frío en Madrid, de intenso frío y sobre todo de intensa nevada en la capital, han traído a mi recuerdo la figura de mi tío Carlos. Y no porque con él ocurriera nada especial un día que nevó mucho sino porque mi tío Carlos significaba para mí, en mi niñez, lo que la nieve significa para tantas y tantas personas, algo mullido, suave, silencioso. Cuando la nieve cae el mundo se suspende de su lentitud. Cuando la nieve cae aún nos sorprendemos de que no moje (como ayer comentaba una señora, emigrante de país cálido, la cual nunca había visto la nieve y comentaba, entre entusiasmada y atónita, ¡Y no moja, y no moja! Me recordaba el día en el que el hielo llegó a Macondo). Cuando la nieve cae todo parece mejor; los niños se desbordan en una alegría contagiosa, los ancianos dicen, La nieve es la vida. Mi tío Carlos era la vida de mi niñez. Cuando estaba con él sabía que nada malo me iba a pasar. Sentía su amor por mí y sentía su amor por mis padres porque yo fui un niño enfermo y él decidió aliviar esa carga a mis padres y la tomó para sí y su carga fue mi ligereza como la nieve vuelve ligero el mundo y cuando ha caído y ha cuajado, esa monotonía blanca es acogedora como una sábana blanca y limpia. Creo que era Ana María Matute quien decía que no entendía esa moda de ponerle dibujos a las sábanas infantiles porque una sábana blanca es mucho más misteriosa, abierta a cualquier huella. La huella de mi tío Carlos inscrita en mí como si yo fuera un cerrillo siempre nevado y esa huella, la suya, jamás osaran los copos cubrirla.

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Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 10/01/2009 a las 21:24 | Comentarios {0}








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