Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Sonia Delaunay. Dibujo (1917)
Sonia Delaunay. Dibujo (1917)
Iba a buscar nuevas informaciones sobre la música (nuevas para mí ¡qué poco sé!, me digo ¡cuántas lagunas culturales -y de todo tipo- tengo! Es un océano sin fondo el cúmulo de conocimientos que vertemos los humanos al infinito universo. Imagino -de nuevo la incultura- que también cualquier ser celular, incluso cualquier materia inorgánica, vierte su caudal de información. Es esa posibilidad de que si lográsemos capturar la luz de cualquier instante, éste se volvería a reproducir exactamente igual, pongamos por caso la toma de la ciudad de Granada y el llanto de Boabdil). Sobre la música iba a buscar y no lo hice. Había cogido el libro de Grout y Paliska y releía la historia musical de los griegos y era entretenido discurrir sobre el consejo de Platón de educar a los jóvenes a base de gimnasia para el cuerpo y sólo música para la mente. No lo hice. Dejé el libro.

Creo que en un rato lo intentaré de nuevo tras haber escuchado La Sinfonía Opus 49 de Haydn La Pasión. La escuché por primera vez en casa de César. Su padre, Luis, tenía una magnífica colección de música clásica. También allí descubrí La Danza de lo Sagrado y lo Profano de Debussy, un concierto para arpa y orquesta lleno de misterio y escalas mixolidias. Luego he relacionado a Haydn con Mstislav Rostropovich y he estado escuchando varios conciertos para cello -entre ellos uno de Dvorak muy hermoso- y de ahí me he ido a Yo-Yo Ma y el cello se ha convertido en el protagonista de la mañana y este inicio de la tarde.

Y estas músicas me han recordado a mi padre, un gran amante de la música clásica. Cuando éramos niños, algunas noches en que venía alegre, nos levantaba de la cama, nos llevaba a la sala y mientras ponía un disco, La Patética de Tchaikovsky por ejemplo, nos iba asignando a cada uno un instrumento y cuando la música empezaba a sonar, él se concentraba, cerraba los ojos y empezaba a dirigirnos. Soñoliento recuerdo rasgar las cuerdas de un violín con el arco. Ambos, claro, invisibles.

¿Quizá escribir sobre la música y la memoria?

¿Realmente hace falta?

Diario

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/07/2009 a las 16:14 | Comentarios {3}








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