Cuando ya no me quieras
el sol habrá muerto para siempre
y quedará en mi mente
el recuerdo de aquellos rayos –tus ojos-
de aquel estremecimiento –tu piel-
de aquel estallido de color –tu risa-
de aquella calma inmensa –tu dormir-
Cuando ya no me quieras
habrá muerto una estancia soleada de mi casa
Sabré amoldarme
claro que me reiré
pero el sol habrá muerto para siempre
la luna habrá avejentado mil millones de años por segundo
y las mareas, aturdidas, olvidarán su cometido
Cuando ya no me quieras
escucharé una canción
volveré a rezar a dioses paganos
me refugiaré en la lectura de gente muy sesuda
y lloraré, ¡ah, sí! ¡cuánto lloraré!
en esas noches de febrero
de cielo raso azul casi negro
cuyos puntos de luz son fuego
ya no son estrellas, son fuego
que me incendia el alma
los días ya perdidos
los mares a los que nunca volveré
las miradas como pecios
cubiertas de algas y olvido
Cuando ya no me quieras
el tiempo se habrá convertido
en simple eternidad.
Descanse, entonces, en paz.
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Poesía
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/04/2023 a las 20:13 |