Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Duodécimo día


Yo no estoy loco, tú lo sabes; si yo te cuento, si te digo las cosas que pasan, tú sabes que no me dejo llevar por imaginaciones fantasiosas (porque hay imaginaciones que no son fantasiosas, lo fantasioso siempre tiene algo de exacerbado); yo no puedo hoy creer que a las hadas sólo se las puede ver de reojo como ocurre con los duendes, ni imagino –necesariamente- que los alienígenas tengan que tener un ente material, podrían ser perfectamente entes indetectables por nuestros sentidos o entes que pudieran atravesar las branas que según algunos astrólogos conforman la separación de los universos; yo no estoy loco, tú lo sabes, es cierto que en ocasiones me dejo llevar por elucubraciones que van más allá de lo razonable sólo que ¿quién dijo que lo que se encuentre fuera de la razón es una locura? Ahí tenés a Spinoza que se pasó una parte de la vida creando un sistema ético basado en la geometría (herencia directa de Descartes) y la otra intentando demostrar que las Escrituras no hay que tomarlas al pie de la letra y sobre todo hay que contextualizarlas; y nadie llamó nunca loco a Spinoza por dedicarse a semejantes trabajos, más bien lo llaman filósofo y genio; vos sabés que mi locura es más bien ignorancia porque siempre me sorprenden los hombres que aseguran las cosas más osadas con una seriedad que tan sólo tiene como respuesta la risa; no se puede uno mantener serio ante la cantidad de cosas serias que se dicen todos los días por ahí; y a ésos no se les llama locos, a ésos se les suele encontrar en las universidades, en los parlamentos, en las jefaturas de los gobiernos, a la cabeza de las iglesias y no sabés, amor, la cantidad de sandeces que se les puede escuchar, es como un torrente de lava idiota y luego están los voceros de ésos, que nos ponen sus palabras todos los días, tres y cuatro veces, como si lo que dijeran tuviera algo de serio, de lógico, de razonable; porque para mí la locura es justamente la afirmación de una verdad, sea ésta cual sea y por esta afirmación siempre prefiero a los que dudan que a los que afirman, prefiero a Sócrates antes que a Platón (aunque Sócrates tan sólo hable por boca de Platón); prefiero a Montaigne y a Spinoza antes que a Nietzsche o incluso que a Schopenhauer y eso que a mí Schopenhauer me enseñó muchísimo; prefiero a los filósofos morales que dudan de su moral como se puede dudar de la tormenta aunque se tengan a los negros nubarrones encima de la cabeza y en la lejanía se escuchen ya los primeros truenos que a aquéllos cuya moral es rocosa como suele ser la moral de los pastores de hombres y que amenazan con los más severos castigos si la moral que predican no se cumple a rajatabla; a mí me parecen locos tanto los salvahombres como los que les siguen y con esto no quiero decir que no se deba seguir a nada, tan sólo intuyo que es mejor no hacerlo, no sé por qué, será por una cuestión de sinapsis neuronales o por un trauma; a veces los porqués es lo menos importante de una situación;

te digo todo esto porque lo que te conté por la tarde, es cierto: siguen cayendo compresas a la piscina; no es una alucinación, no es un capricho del narrador de esta verdadera historia, es absolutamente cierto; no es un símbolo con el que quiera llegar a alguna parte; no es una broma y mucho menos una boutade; la cuestión es que cuando me pongo a nadar cae y yo me la encuentro de frente y sigo nadando y sé que la importancia de este detalle es nimia en comparación con los miles y miles de niños que están siendo adoctrinados en todos los países del mundo para que se comporten como los mayores de cada uno de esos países dicen que hay que comportarse y que curiosamente ellos son incapaces de aplicar a sus vidas; sé que este detalle no cumple ninguna función social, es esencialmente inútil; a mí, por lo demás, y sin saber muy por qué me abre un mundo de especulaciones sobre el sujeto que se dedica a semejante lanzamiento; incluso hoy he adquirido mi faz de detective y me he puesto a investigar los alrededores para determinar cuál era el sito idóneo desde el que el lanzamiento de una compresa tuviera más posibilidades de alcanzar su objetivo y también he pensado si era lanzada ya mojada o si era lanzada seca ya que el peso entre ambas posibilidades variaba de manera drástica las distancias de lanzamiento; sé que esto no lleva a ninguna parte; sé que quizá si lo que me lanzaran mientras nado fueran kikos o celofanes o cáscaras de plátano o confeti o caramelos quizás –digo sólo quizá porque mi imaginación también se detendría en las razones del lanzador para lanzar- no le diera tanto peso a las últimas horas de cada día; y también es posible que si no estuviera tan aislado, si te tuviera a vos y a mi hija y a mi perro y qué se yo, a mi madre, la pobre, tan enfermera, tan polaca, entonces quizá, digo, cuando viéramos el trozo de celulosa flotando en la piscina diríamos alguna broma, nos jugaríamos quién iba a sacarla o nos zambulliríamos todos a la vez mientras cantamos una canción (menos mamá, ella siempre detestó las piscinas, decía que eran abortos de río, pesadillas de mar); no estoy loco; puede que sí banal por escribir unos mil caracteres alrededor de este tema, aquí en los sótanos del palacio, sordo de un oído, recién duchado y tras acabar de hablar con vos; y no me preguntés por qué de repente me salen frases con acento porteño, me ocurre y lo dejo aunque puede que sea porque esta situación me recuerda mucho a las historias de Julio Cortázar; Julio Cortázar habría ahondado de seguro en este particular lanzamiento; como yo lo hago ahora porque estoy vivo y pienso en ti que te debes de estar quedando dormida, sólo vestida con tus bragas blancas, bocabajo, con tu pelo rubio cayendo por tu espalda; y yo ahora me acerco y te susurro al oído que no estoy loco amor mío, dormí tranquila, yo me bajo un rato al porche, a tomarme un matecito y para ver si por fin descubro la guarida del grillo que anhela con toda la fuerza de sus alas queratinosas, la aparación de su grilla y quizá cuando suba te haga el amor mientras tú duermes y mis caricias dibujen en tu pecho el camino de regreso a la felicidad.

Narrativa

Tags : Colección Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 12/08/2014 a las 23:29 | Comentarios {0}








Búsqueda

RSS ATOM RSS comment PODCAST Mobile