Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Cuando vimos los aspavientos de aquel hombre que en su sexualización fluida era casi casi una mujer, todos acudimos en su auxilio; el primero que llegó junto a ella -ahora es ella porque al acercarnos nos inundaba una esencia tan femenina que pálida se quedaba Afrodita en su concha tal cual la imaginaron los maestros renacentistas italianos- se quedó pasmado, transido de contemplación, como ido; tras él llegamos varios en tropel y al sentir el temblor en el labio inferior de aquel ser que surcaba los géneros como quien surca un amar, sentimos cada uno en el nuestro algo parecido a la empatía, algo parecido al dolor. Llegaron los demás y se hizo el silencio, tan sólo reverberaba en la Gare du Nord -que allí era donde estábamos-, en el andén 3, el aleteo de un petirrojo que se debió de extraviar cuando migraba hacia el sur. Justo en ese momento el sol emitió su último suspiro y nos entregó a la sombra como entrega un padre la novia ante un altar; ella -por los claroscuros que se habían pintado en su rostro- era ahora un muchacho adolescente, a punto de juventud; su gesto, atormentado, nos hablaba de pasiones antiguas como la piedra o la luna y su mano derecha, contenida en puño pálido cual alabastro, parecía contenerse a sí misma en una lucha final; lentamente, adagio infinito, le abandonó del todo la luz y su cuerpo se dejó caer sobre el suelo hecho de adoquín gris, del feo y sufrido adoquín gris y a medida que su cuerpo entraba en contacto con el adoquín se diluía, se iba yendo hasta que tan sólo quedó de aquel ser tan bello un rastro de bruma que sabía a sal.
 

Cuento

Tags : Cuentecillos Escrito por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/12/2025 a las 20:06 | Comentarios {0}



...y atiende la murga los pasos de los muertos; en el altozano se ha divisado la planta del té y las mujeres al grito de ¡Viva los nabos! han subido por la escarpada ladera, con la cabeza hacia arriba como si esperaran los cielos o una tormenta de padre y muy señor mío; la jefa de todas ellas, doña Margarita de la Manzana Verde-Doncella, se ha arremangado las faldas y como alma que llevara el diablo se ha lanzado a la cima, desgañitándose, jadeándose, enrojeciéndose hasta quedar casi sin resuello cuando con su pie izquierdo ha coronado la cima y dulcemente, como si niña fuera, se ha quedado dormida.

...venid, venid angelitos del demonio; venid, venid, almas en pena; corred, corred marsupiales y que cada salto que deis sea un aguacero de primavera; bebed, bebed cervatillos grises; amad, amad duendes de las rocas blancas; amasad, amasad con vuestra manitas el barro de las marmitas; haya tras venir, beber, amar y amasar un bucle cual rizo de muchacho casadero que rozara ligero la frente de doña Margarita y que ese roce del rizo del cabello despertara en ella la sed del sexo y fuera su cuerpo manantial fresco de flujos y promesas.

...aunque la muerte aceche y el dolor suponga el color de la adormidera, cantad caritas de oso, bufad espectros del mundo, alabad guiñoles queridos el humor que del hombre sale cada mañana, cuando acude a la vigilia y olvida el lugar en donde realmente habita: el mundo del sueño, el mundo sin forma, el mundo sin duelos.
 

Cuento

Tags : Cuentecillos Escrito por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/12/2025 a las 16:38 | Comentarios {0}



La soga

Al cuello. Ya en el árbol. Ante la multitud.
Arrecia el otoño.
La soga.
Con los ojos cerrados. A las trece horas. El taburete. La taberna. Las luces de la ciudad.
Dejaron a la joven pareja que se amara a la vista de todos y luego los sepultaron bajo unos troncos y callaron sus alaridos con el rugir de las bramaderas y cuando hubieron muerto los descuartizaron, los asaron y se los comieron.
Turbamulta. Soga. Culturas.
En este noviembre de ecos funerales.
A la vuelta de la esquina.
Sin mirar atrás y con poco que mirar hacia delante. Vuela la paloma en busca de la paz. Reposa el halcón su vigía sobre unos cables eléctricos. Altera la escritura la llamada de un estafador.
La soga. El péndulo. El sí.

FIN del librito Rapsodia en noviembre
 

Diario

Tags : Rapsodia en noviembre Escrito por Fernando García-Loygorri Gazapo el 30/11/2025 a las 13:06 | Comentarios {0}



Azotes

La recta final era larga. Lo sabía aunque los ojos anduvieran cansados y ya no midiera bien las distancias. Quizá morir era dejar de medir bien. El sol caía a plomo por mucho que el aire estuviera envuelto en una capa gris y el mundo se asemejara a un desierto. Se pasó la mano por la boca varias veces. Elevó una plegaria a una diosa que le debía algún favor. Sabía que las diosas son orgullosas. Sabía que no le devolvería el favor. Porque a los dioses -pensó- se les favorece. Porque los dioses -pensó- están hechos a la medida del humano. Por eso -concluyó- no podemos imaginar el concepto diosa. Se arrodilló. Besó la tierra que le vio nacer. Sintió en sus labios la quemazón de un suelo que más parecía ascua de hoguera que lugar donde pisar. También la rodilla le ardió. Elevó la mirada hacia el disco solar que, aún cubierto por la calima gris del fin del mundo, apenas se podía mirar de tanto como brillaba. ¡Oh, cuánta majestad despedía aquel disco ardiente! Con un esfuerzo carente de todo sentido volvió a ponerse en pie y elevando los brazos hacia él musitó una vieja plegaria que a nadie había servido excepto para creer que se había hecho todo lo posible. Calló. Bajó los brazos. Se dijo algo que olvidó de inmediato y en el silencio de aquel espacio se encaminó de nuevo por la recta, la que tan larga era, hacia su propio fin.
 

Cuento

Tags : Rapsodia en noviembre Escrito por Fernando García-Loygorri Gazapo el 24/11/2025 a las 19:20 | Comentarios {0}



Soflama

Cuando se inició el mes pensé en escribir cada día una entrada de esta Rapsodia en noviembre  (si clicas sobre el nombre en verde te llevará a la serie completa). La vida, como tantas veces, había decidido que esa idea no se iba a llevar a cabo. Varias circunstancias se conjuraron para que se fuera al traste. No elevo queja; la vida tiene razones que la razón de un hombre no entiende. Así, entre tristeza y encuentros, he pasado por este mes que me vio nacer y cuando por fin he podido volver a mi hogar he querido desahogarme con una soflama. Tampoco la escritura ha estado de mi lado y me ha llevado por esta deriva donde la saudade se ha hecho fuerte en mi corazón y le ha arrebatado el deseo de gritar con el puño en alto contra los desmanes del poder y sus adláteres. Llevo dos días en los que camino tranquilo por mi mundo; he vuelto a pasear por donde paseábamos Nilo y yo y en cada recodo he esperado encontrarlo vivo y coleando y en las rectas del camino le he lanzado -como siempre hacía- las pelotas de tenis que le regalaba su otra tutora, Liana, a quien tanto agradezco. La rabia se fue por el sumidero del amor, escribiría si todavía me quedara una miajita de cursilería en la argumentación.
Hay otras dos razones para no exaltarme -política y socialmente hablando-, la primera es que estoy helado. ¡Queridos lectores míos, hace en estas alturas un frío del carajo! Desde hace un par de días ando cubriéndome el cuerpo con todo lo que encuentro, me tomo ardiendo las infusiones, cocino pucheros que atemperen el cuerpo, me estiro, me encojo, camino, salto un poco, hago actividades físicas sin ton ni son y me desespero cuando esta tarde creía haber encendido el radiador de mi gabinete y resulta, maldita memoria que nunca recuerda cuál es la posición de encendido y apagado del radiador, que no, no lo había encendido y así estoy ahora, escribiendo con las manos heladas y los pies que me duelen como si me encontrara en lo alto de un monte al abrigo de una ventisca y con las suelas de las botas rotas; la segunda razón es que hay días en los que el destino de mi especie me importa una mierda es más, hasta deseo que acabemos de una vez y para siempre de habitar este planeta el cual, supongo, estaría mucho más tranquilo sin nosotros. Porque a vista de pájaro la especie me parece una auténtica basura, puro oropel, brillo falso y al observarla desde allí, al perder el detalle de un ser humano, todos y cada uno de nosotros parecemos, sobre todo, contingentes (por decirlo de manera fina). 
Ahora, eso sí, el título lo dejo, hasta ahí podíamos llegar...
 

Diario

Tags : Rapsodia en noviembre Escrito por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/11/2025 a las 18:27 | Comentarios {0}


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